Nota: leer este artículo mientras escucha Eros en Si menor B37 para piano, de José Antonio Bottiroli.
Eros, el primordial
Para los griegos Eros nació de la oscuridad (Nicté), por ello no es extraño relacionar o suponer que lo erótico y la noche hagan una buena pareja… Eros es considerado un dios primordial, se alude a que vive en el entorno y nuestro interior, por ello encuentra distintas maneras de manifestarse. Si bien es cierto es el representante de la atracción sexual, también es el precursor de la creación, de ahí que se lo denomine como una deidad poética.
Durante una clase donde hacía mención a este mito se me dio por preguntar lo siguiente: Si yo llegase a sus casas a preguntarles a sus sábanas sobre ustedes y su relación con lo erótico ¿qué me dirían?
Las respuestas fueron variopintas, pero tenían una constante: la fantasía, la cama, lo “picante”, la moral y la mojigatería, apenas una leve chispa de toda la llama que es el tema. Mucho de lo que se habla y entiende hoy en día sobre erotismo está fuera de tono, por no decir fuera de lugar, por ello dejó de lado las múltiples interpretaciones que se han dado respecto al eros…
El erotismo, que quede claro, es la capacidad de contactar, acariciar, sentir y gozar, a través de los sentidos en un momento determinado -que no necesariamente es la intimidad- y tampoco se malentienda que todo contacto es erótico.
El arte de contactar se inicia con el descubrimiento de las emociones y sus respectivas intensidades, por ello en la literatura existen diversos ejemplos de obras que toman el eros como tema pero lo abordan de manera diferente, ya sea el caso de Romeo y Julieta y Fausto, por mencionar los primeros.
Pongamos un ejemplo: En una cata de vinos los cinco sentidos juegan un papel importante, primero el tacto al seleccionar la copa, la vista para contemplar el color de la bebida, el olfato para sentir su buqué, el oído al momento de brindar y al final el gusto. A esto súmele lo siguiente: el entorno, una cena a media luz, su pareja o la persona que le guste, el ambiente, música leve, o una charla entre susurros, una caricia que roza nuestra mejilla, una sonrisa que invita o desarma… sí, nuestro eros se activa. (Y sí, es un ejemplo cliché, pero solo es el inicio).
Para Sor Juana Inés de la Cruz el eros se manifiesta en tres formas, la palabra, la música y la comida; uno de sus versos dice así:
“Óyeme con los ojos,
Ya que están tan distantes los oídos,
Y de ausentes enojos
En ecos de mi pluma mis gemidos;
Y ya que a ti no llega mi voz ruda,
Óyeme sordo, pues me quejo muda”.
Erotismo y sociedad
Socialmente estamos atados a un conjunto de normas, mismas que regulan nuestra exterioridad y privacidad, estas tienen un fin: frenar o controlar el mal, he aquí el soporte de la moral (ya sea religiosa, jurídica o individual); este pilar tambalea pues somos cuerpos y no normas; aunque no lo crean la moral está relacionada al erotismo: han escuchado la frase “Nada más provocativo que lo prohibido” .
Obras como Justine o los infortunios de la virtud y Juliette o las prosperidades del vicio, del Marqués de Sade, o Madame Bovary, de Gustave Flaubert, o Ana Karenina, de Lev Tolstói nos muestran cómo el erotismo vive y bulle dentro de una sociedad que quiere invisibilizarlo, negarlo, prohibirlo.
En las obras mencionadas nos presentan a protagonistas que rompen con la moral de su tiempo: Justine y Juliet representan la lujuria y el placer, mientras Madame Bovary y Ana Karenina son el espejo del deseo y la imaginación. Marge Simpson nos regaló un momento en el que se ve a sí misma como Bovary.
Volvamos un poco a la mitología para hablar de Hedoné (hija de Eros y la princesa Psique) o la representación del placer.
Placer, deseo y voluptuosidad
Tanto placer, como deseo y voluptuosidad son sensaciones que emergen de un impulso e intensidad.
“Palas y el centauro”, obra pictórica de Sandro Botticelli, nos muestra una disyuntiva: la lucha entre la castidad y la razón —representada por Atena— y el placer y la lujuria encarnada en su antagonista. Por ello es fácil deducir que mientras la moral busca encasillarnos en un comportamiento pudoroso, el erotismo punza con dos lanzas, deseo y placer.
El placer bien puede ser el inicio y el final de lo erótico, todo depende de los detalles, por ejemplo, en “La dama del perrito”, cuento de Antón Chejov se describe una escena que alude a un encuentro en la habitación de un hotel: “El ambiente era sofocado y olía a perfume…”. El autor juega con los sentidos de la vista y el olfato.
Por su parte Anais Nin en su relato “Lilith” aborda el placer desde las situaciones personales: “Lilith era sexualmente fría, y su marido lo sospechaba, pese a los fingimientos de ella”.
Ambos autores, en su estilo, llegan a lo que George Bataille en su ensayo “La felicidad, el erotismo y la literatura” denomina como voluptuosidad; para el francés: la literatura es el contenedor de la voluptuosidad.
La idea no es descabellada, basta con ver una obra como un cuerpo, con voz, y cadencia, de la misma manera un libro es una prolongación de otro ser humano, por ende posee vida, o si prefiere tomemos el ejemplo del vino (arriba) pero con el libro. Al leer nuestros sentidos vuelven a dispararse. Leer implica compartir con otro cuerpo.
A su vez resulta valioso mencionar lo dicho por el escritor cubano Severo Sarduy en una entrevista para el programa A Fondo en 1976:
“(…) creo que hay muy poco placer físico en la lectura (…) yo quisiera que el lector mío se encontrara prácticamente en un estado de placer sexual, es decir: el placer que yo le comunico no es un placer intelectual”.
Por su parte la voluptuosidad se refiere a la forma, en el caso del libro, al estilo y tono, al mero cuerpo de la novela, cuento o poema.
Un ejemplo visual sobre lo voluptuoso, el deseo y el placer lo podemos encontrar en la última película interpretada por Timothée Chalamet, Hasta los huesos.
Por último, todos hemos dicho ¡Yo deseo! (Aquí una aclaración, palabras como: anhelo, necesidad, querer, si bien son usadas y mal llamadas sinónimas de deseo, no lo son). Para Jean-Luc Nancy, en su conferencia “El deseo”, desear no es más que un estado, una disposición a tener algo continuamente en movimiento. Desear genera tensión, responsable de impulsar la literatura, todo personaje quiere o busca cumplir su deseo, su motivación.
La novela El diablo en el cuerpo de Raymond Radiguet es la muestra viva del deseo como pulsión motora del cuerpo. En esta obra se narra la relación de dos jóvenes, cada uno con sentimientos y objetivos diferentes pero con un hilo conector, el deseo de poseer al otro.
Me es inevitable no recordar la escena del personaje Soraya Montenegro, en María la del barrio, un buen acercamiento al deseo.
Literatura on line, erotismo virtual
El auge de internet y la virtualidad dan al erotismo un nuevo espacio en el cual difundirse: aplicaciones de citas, páginas de contenido para adultos (y no, lejos de lo que se piensa, la pornografia no es erotismo), etcétera.
La literatura también se tomó el ciberespacio. Así pasamos del formato .doc al PDF y de este al Ebook y el Epub, estos últimos libros digitales para ser leídos en cualquier dispositivo (laptop, celular o kindle).
En 2006 los ingenieros Allen Lau e Ivan Yuen fundaron Wattpad, una aplicación de lectura, donde interactúan autores noveles, lectores y fans de la escritura.
El impacto de esta aplicación es constante, actualmente tiene registrados 500 millones de usuarios, según datos de la empresa arrojados en 2021. Su catálogo contiene obras en 38 idiomas, siendo el inglés y el español los más consumidos.
Desde 2011 Wattpad entrega el premio Watty Awards. Los géneros narrativa y poesía son los más aclamados.
Su público objetivo son los jóvenes lectores, según datos de la empresa: el 80 % de los usuarios pertenece a la Gen Z o son millennials. (En 2015 abrieron otra aplicación: After Dark, enfocada en literatura romántica/erótica).
Obras como After de Anna Todd y El stand de los besos de Beth Reklees vieron la luz en Wattpad y ahora son bestsellers que cuentan con adaptaciones cinematográficas.
En Ecuador tenemos autoras y autores que presentaron sus obras dentro de este nuevo espacio, como son: Elissa Arn y su obra Barracuda (1,2 millones de lecturas) o Nina Broche con su novela One last time (420 mil lecturas).
Una escena de la obra de Arn dice: “Las gotas de agua de su cabello siguen el camino de su cuerpo. Y sigo la ruta de una de ellas hasta que se pierde en la toalla”.
Por un instante sentí el eco literario de Yukio Mishima y su Confesiones de una máscara, cuando dice: “Pero a mí lo que me fascinaba era sencillamente el olor a sudor (…) El olor a sudor de los soldados —aquel olor como el de la brisa marina, como el del aire de la playa quemada por el sol hasta dejarla de oro me intoxicaba al penetrar en mi olfato”.
En ambas obras el erotismo se manifiesta en la corporalidad, en la forma y tesitura del cuerpo que se describe, en el caso de Arn, y en la fragancia y la temperatura que relata Mishima.
Por parte de Broche, su obra presenta a una joven violinista que enlista una serie de fantasías sexuales; la premisa me remite a la novela de Saskia Vogel Soy una pornógrafa: en sus obras el erotismo es el camino a seguir del deseo.
Me permito parafrasear a Roberto Bolaño al decir: que todo escritor, llega o experimenta en algún momento un orgasmo (Bolaño empleó la palabra éxtasis) literario.
***
Tengo claro que el erotismo es el acto de acariciar. Leer y escribir son acciones eróticas y sensuales que trastocan los sentidos. Lo dicho: Eros toma diferentes formas para manifestarse, basta un momento único, el perfecto equilibrio entre cuerpo y placer, la masturbación es poco comparado con ello…
Recuerdo esta escena de Los Simpson donde Bart le escribe cartas a la señora Krabappel
Vuelvo a la pregunta del inicio ¿qué me dirían las sábanas?
Me veo leer entre cobijas, sentir el roce del papel con la punta de mis dedos, el calor del lecho, la voz de un personaje me lleva a no sé dónde. Siento la misma emoción por escuchar una canción que me identifica, o degustar un platillo que me encanta.
Es como diría Roy Sigüenza: “Iré, qué importa, caballo sea la noche”.