La Tunda, una narración oral con fuerte raigambre en los afrodescendientes

Revista Bagre. Afrodescendiente.
El escritor y académico afroecuatoriano Ibsen Hernández recogió en su libro "La Tunda", la historias dejadas por los abuelos cimarrones. Son señales que invitan a través de este mito a descubrir algunas lógicas para romper con la dominación y el colonialismo. Fotografía: Ibsen Hernández.
“El Reino de los Zambos” se erigió como una suerte de gobierno luego de la alianza creada entre nativos y africanos cimarrones que se protegían del peligro de los conquistadores.

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En 1553 un barco que trasladaba a esclavos de Panamá a Perú naufragó en las costas de Esmeraldas.

Los que lograron sobrevivir fueron libres. Entre ellos se encontraban Antón y Alonso de Illescas, quienes se constituirían luego en los primeros líderes cimarrones afroecuatorianos.

Cimarrón era el esclavo rebelde y fugitivo que llevaba una vida libre en lugares apartados, llamados palenques.

Ibsen Hernández, catedrático y escritor, manifiesta que los afrodescendientes no buscaban asimilarse a la sociedad dominante, ya que los cimarrones no querían solo abolir la esclavitud sino cambiar el sistema colonial.

Para el académico, los historiadores han invisibilizado los hechos vinculados con los afrodescendientes.

Illescas apuntaló en Esmeraldas “El Reino de los Zambos”, cuyo sentido de gobierno era una alianza entre indígenas de la costa y afros que se protegían del peligro de los conquistadores.

Esto les permitió contar con un gobernador elegido por ellos y reconocido por los españoles. 

A la caza de los cimarrones

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El número de esclavos africanos que sobrevivió a la trata trasatlántica no es exacto, pero según el historiador Germán Colmenares (1938-1990, Colombia) al menos 13 millones llegaron a América.  Ilustración: LaSoga.

Los señores de las haciendas tenían sus esclavos y cuando estos desaparecían un día -talvez para visitar a alguna novia vendida a otra hacienda- los sometían a azotes. 

Cuando desaparecían más de dos días, sus dueños contrataban a un escuadrón de mercenarios para capturarlos. Y, cuando desaparecían tres días, eran declarados cimarrones. 

Si llegaban a capturarlos eran sometidos al cepo, les cortaban un pie o los mataban delante de los demás esclavos para que sirvieran de ejemplo y no intentaran huir. 

Los mercenarios, agrega el académico, muchas veces caían en trampas ingeniadas por los cimarrones. Esas noticias, desde luego, no llegaban a las haciendas, pero cuando se filtraban el esclavo delator era sometido a azotes.  

Las narraciones orales

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Los secretos dejados por los ancentros afrodescendientes fueron narrados de generación en generación. En ellos escondían las estrategias para no dejarse atrapar por los mercenarios o sus amos. Fotografía: Gaceta UNAM.

De allí nacieron los cuentos del «Tío tigre y el tío conejo», narraciones orales que escondían secretos. 

El conejo representaba al cimarrón y el tigre al esclavista o mercenario. 

Así se iban divulgando las estrategias del conejo para no dejarse atrapar. 

Los cuentos del «Tío tigre y el tío conejo» siguen existiendo en la oralidad del pueblo afro. 

En cuanto al liderazgo en los palenques, Ibsen asevera que este se iba ganando en función de la experiencia, del trabajo y de los niveles de compromiso

El que lideraba el palenque, hombre o mujer, era el palenquero mayor o la palenquera mayor. 

-Todos tenían las mismas oportunidades porque hubo muchos palenques liderados por mujeres-, aclara. 

La Tunda

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Tapa del libro La Tunda, que recoge la leyenda oral afroecuatoriana. Se trata de una mujer libertaria, comprometida con el proyecto de descolonización a través de la conformación de los palenques. Fotografía: Ibsén Hernández.

Este año Ibsen publicó un libro titulado «Te daré una tunda» en el que narra las huellas dejadas por sus ancestros

Para el pueblo afroecuatoriano, «La Tunda» es una mujer de aspecto tenebroso que atrae a las personas hacia el bosque y las mantiene prisioneras

«Te daré una tunda» tiene que ver con ese mito. En la lengua española «tunda» significa golpiza. 

Cuando los afroecuatorianos escapaban les decían «vamos a darte una tunda (en el cepo)», o les cortaban un pie, y a algunos les daban tanta tunda que morían. 

cuando morían, sus allegados simplemente decían «se lo llevó La Tunda». De ahí nace la asociación entre fuga, paliza y muerte porque cuando los afrodescendientes escapaban y se metían en la montaña para convertirse en cimarrones no volvían.  

Cuando alguien escapaba era como si muriera porque no podía volver nunca más. 

En consecuencia, remarca, “La Tunda” era una mujer libertaria, comprometida con el proyecto libertario de descolonización para crear un proyecto llamado palenque, en paz y armonía.

Ibsen narra que los mercenarios de esclavos no iban solos en la búsqueda de los cimarrones sino que también llevaban perros y un cura para que los convenciera. 

Les hacían rezar, les pedían que se arrepintieran porque Dios había decidido que el rey o el amo era su representante, por tanto ir a un palenque era transgredirlo. 

Trascendencia de La Tunda

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Representación de La Tunda. Para el pueblo afroecuatoriano, La Tunda es una mujer de aspecto tenebroso que atrae a las personas hacia el bosque y las mantiene prisioneras. Fotografía: captura de pantalla de un video de YouTube.

-Actualmente cuando en las zonas rurales de Esmeraldas preguntas cómo se rescata a alguien que se lo ha llevado “La Tunda” responden con la misma estrategia que usaban los mercenarios-, dice Ibsen.

Mujeres y hombres van con perros, escopetas, bombos, madrina o padrino (para que vayan rezando). El hombre o mujer va disparando, el perro ladrando, el bombo sonando y el padrino rezando. “La Tunda” se asusta y suelta al «entundao». 

Cuando el proyecto libertario convocaba a los esclavos, expresa el académico, los cimarrones los protegían. 

Otra cosa que se ha transmitido de generación en generación es que cuando “La Tunda” se lleva al cimarrón y luego este es capturado, jamás vuelve a ser el mismo. 

-Cuando los cimarrones te convencían, tú ya no eras el mismo porque no querías volver nuevamente a la hacienda-, explica Ibsen.  

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