Somos barro

Ilustración: Manuel Cabrera. Revista Bagre.
Las esculturas de barro y arcilla representan lo que somos en vida; la composición del cuerpo humano incluye un setenta por ciento de agua.

La escultura es una disciplina de las bellas artes que consiste en moldear, esculpir, tallar o fundir materiales como madera, bronce y mármol en figuras tridimensionales. 

El barro y la arcilla han sido elementos fundamentales del arte a lo largo de la historia de la humanidad, su componente acuoso le permite ser flexible y moldeable, una vez seca la pieza artística, puede preservarse en dicha condición, o pasar a otros procesos pintura y curado. 

Tanto en las primeras civilizaciones de la Edad Antigua como Mesopotamia, Grecia, Roma, Egipto, China, Aqueménida y los fenicios; como los pueblos ancestrales de otras latitudes como los nativo-americanos han incluido dentro de sus formas de expresión cultural a esculturas de barro y arcilla. 

Las esculturas no son solo de objetos u animales, suelen también representar a los miembros del pueblo o comunidad, aludiendo de diversas maneras, a deidades o personas con diversos atributos.

Por ejemplo, la Venus de la cultura Valdivia, pieza de arte precolombino que representa a la Diosa madre de la fecundidad, cuyos atributos plásticos llaman a su contemplación.

O las esculturas femeninas de la región de Montelivano en Colombia que se han encontrado en los ajuares funerarios de miembros de dicha cultura. 

Así mismo, existen culturas los hombres de barro de Asaro, tribu de Goroka en Papúa Nueva Guinea, los Holosa, clan tribal cuyos integrantes utilizan temibles máscaras de arcilla y cubren sus cuerpos con barro fresco, emulando espíritus malignos.

Todas estas expresiones culturales, que consideramos arte recurren al barro y a la arcilla para representar a las personas en esculturas que fueron formadas cuando el barro estaba húmedo y era dúctil, cuando tenía agua, es decir cuando estaba con “vida”.

Al secarse el barro, es decir al perder le líquido vital, la escultura y se seca y queda firme, inmóvil, inmortalizada pero sin vida, si la escultura es curada puede preservarse por más tiempo al ser, cuando tenía vida, cuando tenía agua. 

Por lo tanto, las esculturas de barro y arcilla representan lo que somos en vida; la composición del cuerpo humano incluye un setenta por ciento de agua.

Y la deshidratación extrema es causa de muerte, muerte lleva primero a la rigidez cadavérica y luego a la descomposición, de ahí que la fe cristiana señale que del polvo venimos y en polvo nos convertiremos. 

Incluso la mitología representada a través del cómic ha aludido al barro como el origen de la vida, la reina amazonas Hipólita le pidió a los dioses que le dé vida a la escultura de una bebe que había formado con barro, la diosa Hera escuchó su plegaria y así vino al mundo Diana, princesa de Themyscira.

En sumas cuentas, no importa la cultura o la fe que profesemos, en realidad, somos barro.

Mientras estamos vivos, crecemos y podemos cambiar, podemos ser buenos o malos, nos podemos moldear como el barro, no estamos obligados a ser siempre iguales.

Cuando morimos ya no hay forma de cambiar, cuando el agua abandona nuestro cuerpo, dejamos de existir y dependiendo como hayamos sido moldeados, podemos dejar buenas o malas representaciones de nuestro ser.

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