La ñata Gamarra, orgullo de la mujer montuvia

ñata Gamarra
La "Ñata" Gamarra subvencionó periódicos de lucha y propaganda; pagó pasajes de partidarios exiliados y sufragó la movilización de agentes de la revuelta. Fotografía: Mujeres guayaquileñas.
En 1896, cuando el gran incendio destruyó las dos terceras parte de Guayaquil, su casa se convirtió en albergue; luego trabajó en el recetario para la olla del pobre.

La guayaquileña María Gamarra de Hidalgo Arbeláez nació el 13 de abril de 1846. Fue una de las figuras femeninas más importantes en la política del país y en la sociedad porteña. 

Convirtió su casa en centro de todas las conspiraciones organizadas por el Partido Liberal contra las tiranías conservadoras, auspiciando las realizaciones revolucionarias con su dinero y con su genial habilidad política, que le franqueaba el camino entre dirigentes y pueblo. 

Propietaria de la hacienda «Victoria», patrimonio heredado de sus padres, doña María, cariñosamente conocida como la «ñata Gamarra», legó su fortuna para el cohecho de los cuarteles (muchas veces sin éxito por el espionaje del gobierno o por la traición). 

Subvencionó periódicos de lucha y propaganda doctrinaria; pagó pasajes de partidarios exiliados; sufragó movilización de agentes de la revuelta; estimuló a los correligionarios pobres; socorrió con pensiones a las viudas de las víctimas del régimen caamañista.

Se entendió con los conspiradores de toda la República y como amiga, asesora y colaboradora directa del General Alfaro, recibía su correspondencia desde el exilio, constituyéndose en vocera autorizada de las instrucciones del líder liberal para sus conmilitones. 

El gobierno de Caamaño, reputándola como el más peligroso enemigo del régimen, apresó a su cónyuge y el año 1887 la confinó a Cuenca, donde el sector progresista de la sociedad azuaya la acogió con simpatías que ella supo retribuir dos años más tarde al producirse la tremenda hambruna en esa provincia. 

La señora Gamarra de Hidalgo, delegada por la sociedad Filantrópica del Guayas, desarrolló extraordinaria labor en pro de los menesterosos del Azuay, lo que consolidó su prestigio en la región. 

En 1896, cuando el gran incendio destruyó las dos terceras partes de Guayaquil, su casa se convirtió en albergue para los damnificados a quienes brindó amparo y compañía. 

A raíz de esta última experiencia, publicó su «Recetario para la olla del pobre» con indicaciones precisas para mejorar el nivel alimenticio en familias de escasos recursos con productos de nuestro suelo. 

Luego sacó a circulación un opúsculo titulado La mujer en el hogar. 

Murió el 21 de mayo de 1916 y sus funerales fueron pública demostración del afecto y la admiración de todos los sectores sociales del puerto en el que su inteligencia, su cultura y su patriotismo brillaron.  La Revolución Liberal tuvo en ella un férreo puntal. En la calle Sucre, frente al Museo Municipal existe un busto en su memoria.

Fuente: Mujeres guayaquileñas (Jenny Estrada).

Comparte en tus redes sociales
Scroll al inicio