Juana Guare heredó el cacicazgo por línea paterna desde el siglo XVI. Hacia 1690 era dueña del vasto sitio conocido con el nombre de Junquillal, actualmente Salitre, provincia del Guayas.
Esta mujer protestó contra las costumbres que iban estableciendo los curas españoles para mantener a sus concubinas, financiar sus viajes y hacerse surtir la bolsa y la despensa a costa de la explotación de los indígenas.
Tal procedimiento, traído de otras partes y “compensado” con mil invenciones de granjerías en las fiestas religiosas que menudeaban, resultó intolerable para la cacica que salió en defensa de su tribu y de todas las de la costa de Ecuador.
Se opuso a la creación de alferazgos, priostazgos, contribuciones de cera, incienso, oropel, ofrendas, ornamentos y más pretensiones del clero.
Gracias a sus gestiones consiguió de las autoridades que circulara un autoprohibitivo para todos los alcaldes y caciques de provincia en protección de sus hermanos de raza.

Josefa Ligero, exitosa empresaria
Josefa Ligero es considerada una pionera en el campo industrial. Al igual que muchas mujeres de la colonia, hizo de sus habilidades culinarias una industria casera y fuente de ingresos para solventar las necesidades de su hogar.
Famosas eran las virtudes que en tal sentido poseían las guayaquileñas, trabajadoras y contribuyentes activas al presupuesto familiar.
El nombre de Josefa Ligero destaca por el año 1817, cuando el cabildo expide una Ordenanza obligando a que todo pan y producto similar fuese marcado con el nombre y señal de su fabricante como garantía para el consumidor.
Doña Josefa se presentó a registrar su marca para el expendio de rosquitas, galletas, suspiros, bizcochuelos y alfajores.
Estos productos gozaban de gran aceptación en la ciudad.
Hasta Lima llegó la fama de sus productos patentados con la marca María Josefa Ligero, GQUIL.
Fuente: Guayaquileñas en la historia (Jenny Estrada).