¡Vamos al museo!

Revista Bagre
Ilustración: Manuel Cabrera.
Quito es una ciudad llena de riqueza patrimonial que tiene más de 200 museos y centros culturales distribuidos por toda su geografía.

Si eres como yo, seguramente te habrás quedado en algún momento de tu vida frente a la pantalla del televisor, escarbando infructuosamente el catálogo de Netflix, o de cualquiera que sea tu plataforma favorita.

De seguro pasaste algún tiempo “vitrineando” en cualquier centro comercial hasta que llegue la hora del almuerzo o, de plano, despertaste un fin de semana, aburrido de las redes sociales, preguntándote si hay algo diferente que puedas hacer para romper la rutina.

Y cuando te preguntan “¿a dónde vamos hoy?”, simplemente no se te ocurre nada ingenioso que responder. Aprovechas esta oportunidad para respirar profundamente y una idea viene a ti: “¿Y si mejor vamos a algún museo?”.

La sugerencia puede sonar extraña, sobre todo cuando no tenemos el hábito de visitar espacios culturales con frecuencia, pero te animas con la seguridad de encontrar alternativas constructivas para acumular buenos recuerdos junto a tu familia o amigos.

Quito tiene más de 200 museos y centros culturales distribuidos en toda su geografía. Es una ciudad llena de riqueza patrimonial y lugares únicos que están a nuestro alcance, donde podremos vivir experiencias diferentes durante todo el año.

Hace  dos años, al igual que muchos establecimientos, los espacios culturales tuvieron que cerrar sus puertas por razones sanitarias, debido a la pandemia.

Y, al igual que ocurre en los diversos sectores productivos, en el presente, sus gestores trabajan arduamente para reactivarse y alcanzar la sostenibilidad, innovando e ideando diversas estrategias para mantener viva su relación con los públicos.

Tengamos claro lo siguiente: La sostenibilidad  de todo espacio requiere políticas públicas claras, pero también una reconfiguración en nuestros propios hábitos de consumo cultural.  

Esto, bajo la premisa de que los derechos no solo se deben exigir, sino ejercerse, y pocos espacios nos ofrecen la oportunidad de hacerlo y, al mismo tiempo, disfrutarlo.

Los museos son lugares propicios para mantener vivo ese gusto por aprender y valorar lo que tenemos.

Vivimos momentos cruciales, en los cuales tenemos la oportunidad de influir positivamente en la cultura. Cada día demandamos, como es nuestro derecho, el establecimiento de políticas públicas claras, que permitan preservar y mantener activa la riqueza patrimonial de la ciudad

Estoy seguro de que muchas de las experiencias más valiosas de mi vida están relacionadas con algún museo: alguna vez fue una fotografía, otra vez algo qué contar, después fue una reflexión, un beso, y hoy algo que comparto en familia.

Por eso decidí aprovechar esta primera columna para transmitir esta inquietud: la de cuestionar de alguna manera nuestra rutina y darnos la oportunidad de hacer algo distinto este fin de semana.

Algo que quizá parezca sencillo, pero que seguramente podría cambiar nuestras vidas: visitar un museo cada semana y llenar nuestros recuerdos con postales de las maravillas que tenemos a nuestro alcance.

Siempre hay un lugar al que podemos ir cuando el control remoto y las vitrinas no alcanzan para darle sentido a nuestro entorno.

Y si este fin de semana vamos a un museo, es muy probable que sigamos haciéndolo cada vez con mayor frecuencia, porque así es como las cosas buenas empiezan.

Autor: Omar Andrango

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