“Soy andina, urbana y caótica”. Así se define María Fernanda López Jaramillo, quien es amante del arte urbano, pero, sobre todo, de que artistas jóvenes tengan su espacio para mostrar su talento.
Es profesora titular de la Universidad de las Artes (UArtes) en la cátedra de Gestión Política en la Cultura y en Arte Urbano.
Su estilo desenfadado la confunde con una alumna más, pero sus estudios, investigación y curadurías, por casi veinte años, dan cuenta de su trayectoria, la que además le ha permitido dar ponencias en el exterior.
Se radicó en Guayaquil hace siete años, a raíz de su llegada de México; solo estaba de paso, pero hizo de esta ciudad costeña su nuevo hogar.
“Vine de México, estaba haciendo mi PhD en Teoría de la Cultura y luego llegué a Guayaquil, en principio eran seis meses (su estadía) y me quedé siete años”, menciona sonriente.
Uno de los proyectos en los que trabaja es Arte, Mujeres y Espacio Público, que ya lleva tres ediciones. Se trata de intervenir muros de edificios con técnicas de muralismo contemporáneo, arte urbano, paste up, con todas estas variantes.
López explica que en el edificio patrimonial de la Universidad de las Artes fueron intervenidos tres muros por las alumnas Ailyn Wong, Melanie Padilla y Melissa de la A.
“La idea es que a partir de Arte, Mujeres y Espacio Público se haya dado un primer paso y que hasta el 9 de octubre esté todo lleno de intervenciones (nueve más) en los edificios patrimoniales donde funciona la UArtes”, destaca.
El proyecto se inició en el 2018 (primera intervención), continuó en el 2019 (segunda intervención) y el 27, 28 y 29 de julio se realizó la tercera.
Cuenta, además, que la primera intervención se hizo en conjunto con colegas de la Universidad Estatal de Guayaquil, donde se trabajó en dos muros en la Facultad de Arquitectura y Urbanismo, que estuvo a cargo de la artista urbana Eva Bracamontes, de México.
En cambio, la segunda intervención fue binacional. “Se hizo aquí en Guayaquil y también en México, en la ciudad de Pachuca. Ahí tuvimos el apoyo de la colega de la Universidad Nacional Autónoma del estado de México, Anel Mendoza”.
En Guayaquil -reseña- tuvimos a grandes representantes no solamente de arte urbano; estuvo Ana Fernández, una reconocida artista quiteña que hace performance, “que tiene una línea impresionante de lo que es el arte contemporáneo”.
Participaron, también, María José Machado desde Cuenca haciendo performance, Camila Calderón, Cinthya Paredes, estudiantes de las UArtes; Mo Vásquez, muralista quiteña, y desde Colombia, Perversa (Marcela Esguerra) que es una artista urbana bogotana y ahora ya vive en Europa.
Machismo y centralismo
Pese al trabajo denodado que ella realiza dice que en Guayaquil hay reticencia a que las mujeres estén inmersas en estas expresiones artísticas. “Todavía hay mucho machismo, hay mucho desconocimiento sobre la importancia de lo que es la cultura urbana”.
María Fernanda López trabaja para que las artistas, las creadoras de la UArtes, “tengan un espacio en su propia universidad; un espacio para nosotras”.
Ella cuestiona el hecho de que se le dé preferencia a “gente de afuera, de Quito, que ya tiene su espacio. Yo soy quiteña, pero después de siete años aquí (Guayaquil) he podido darme cuenta del abrumador centralismo que existe”.
Fustiga que, según ella, existan élites, grupos específicos, circuitos de creadores que son muy cerrados… “Ya tienen los museos, los municipios, ahora vienen a la academia; hay que determinar espacios para todos, para todas las estéticas”.
“He podido darme cuenta que en Guayaquil existe un abrumador centralismo”
Sobre las diferentes expresiones artísticas destaca que “el arte conceptual está perfecto, el contemporáneo está muy bien, la música de cámara, la académica, el pop, pero existe el punk, el hip hop, el rap, hay otros sonidos, hay otras visualidades que están coexistiendo y no tienen el mismo respeto”.
“¿Por qué me interesa que las alumnas se tomen este espacio? Porque siempre en la academia estamos trayendo gente de afuera para la charla, la conferencia, la ponencia de dos horas, gente consagrada, que ya tiene un espacio y ¿para qué más? Es la pregunta que como curadora me hago”, destaca.
Por eso -manifiesta- prefiere trabajar con gente, si es posible, que no sea ni de Quito, ni de Guayaquil, ni de Cuenca, sino de otras ciudades, de otras provincias, y si es posible que no superen los 25 años.
“Aquí la gente está acostumbrada a que los museos nacionales estén intervenidos por personas de 40, 50, 60 años; a que a las bienales vaya gente de una mediana a larga trayectoria, totalmente apadrinada o con una formación, pero ¿qué pasa con los artistas emergentes?”
“La juventud no es tampoco sinónimo de talento, pero la vejez tampoco (sonríe)”.
Como catedrática y curadora cree en el poder creador de los jóvenes, incluso comenta que tuvo la oportunidad de trabajar con Jordy Márquez, 18 años, de Machala; con artistas de Cuenca de 18, 19, 21 años, muy talentosos y muy jóvenes. “Es el momento de ceder espacios a las nuevas generaciones”.
La clase y la raza
Sobre por qué ciertos grupos, según ella, se han tomado los espacios culturales, resalta que “es un tema de clase, de raza, hay que decirlo. La mayoría de gente que se ha enquistado en esos espacios como los museos se reconoce como blanca, mestiza por si acaso”.
Destaca que “muchos ni siquiera tienen un tema académico, uno creería que tienen un doctorado, pero no. Siempre son las mismas élites, la misma burguesía”.
Remarca que “estamos frente a estas personas que por su color de piel o por su lugar de origen tienen cierto privilegio, por el lugar donde estudiaron, porque en este país no es lo mismo estudiar en México un doctorado que hacerlo en Francia”.
Sobre este tema exalta que no hay doctorados de primer grado o de segundo grado, “un doctorado es oneroso y en América Latina todos estudiamos cinco años, se hizo una tesis, es un proceso largo, pero pareciera que no”.
“La cultura tiene que ser diversa, tiene que generar diálogos que pocas veces se ven”
Ella reconoce que, pese a que está en la academia, no está en un lugar privilegiado.
“No soy curadora de arte contemporáneo, no doy la clase de Historia del Arte ni de estética, yo estoy con la gente. No tengo una cuestión jerárquica; tengo mi PhD, pero a todos nos tratan igual, no tenemos un trato preferente”, resalta.
Argumenta que, por su especialidad en el arte de calle, ha tenido la oportunidad de viajar a Alemania, Inglaterra, Holanda, Francia, España. “Ahora estuve en Portugal y ahí no hay esta distinción de lo contemporáneo, lo urbano, el arte es el arte…”.
Cuenta sorprendida que cuando estuvo en España vio la exposición El origen del graffiti, en el Museo Antropológico de Madrid, “¿cuándo vamos a ver aquí, en el Museo Nacional, una exposición de graffiti? Nunca”.
“La mayoría de gente que se ha enquistado en espacios como los museos, se reconoce como blanca”
Destaca que un verdadero aliado de la cultura urbana ha sido el Museo Antropológico y de Arte Contemporáneo (MAAC), no solo en Guayaquil sino en el país. “Hemos hecho la mayoría de nuestras exposiciones allí; más que abrirnos las puertas es un derecho constitucional que tenemos”.
Este año, como parte del comité técnico para el Premio Nacional de las Artes Mariano Aguilera, ella hizo la recomendación de que se abran espacios para lo que son líneas de fomento a la cultura urbana. “El arte no es uno solo, hay muchos tipos”.
Frecuencia urbana
Comenta que junto con sus alumnos de Arte Urbano crearon el programa radial Frecuencia urbana, del cual terminaron de grabar, el 9 de agosto, nueve episodios.
“Tenemos un circuito, nuestros propios teóricos, curadores, referentes, artistas, entonces eso es básicamente como otro espacio. Si bien quizás somos invisibles para el arte contemporáneo, ellos también son invisibles para nosotros”.
“A mí no me interesa el tema de ciertos espacios legitimados. O sea, un salón, me parece hasta aburrido”, expresa.
Por eso, López ha ido en búsqueda de esos espacios y los ha encontrado. “Yo prefiero ver qué está haciendo la gente en la calle, qué pega, qué quita, qué pone, qué pinta. Antes sí había una necesidad, y no de legitimar espacios, sino de pertenencia que es distinto; un día tiene que darse”.
Se confiesa poco optimista en este sentido, pues cree que eso pasará dentro de cinco o diez años.
“Quizás mis hijos vean entrar al arte urbano en el Museo de Arte Contemporáneo; quizás vean entrar al Museo Nacional una muestra de graffiti, quizás yo ya no lo vea, pero sé que algún día va a pasar. Lo que se ha logrado creo que es bastante, pero se pueden lograr más cosas”
Abogada, actriz y clown
María Fernanda López creció rodeada de distintas expresiones artísticas y eso hizo que en ella se cultivara su gusto por el arte, tal como su madre.
“En Quito crecí viendo La rana sabia, títeres, artes escénicas, yendo al Patio de Comedias, viendo a Juana Guarderas, full teatro, viendo todo lo que se exponía en el Centro Cultural Metropolitano, el Teatro Prometeo”, recuerda.
Al paso hace una aclaración: “Yo no estudié arte, soy abogada, tengo una maestría en Estudios de la Cultura con mención en Políticas Culturales, un diplomado en arte ecuatoriano, y el PhD. Soy profesora de legislación cultural en la Universidad Salesiana, en el posgrado”.
Pero estar rodeada de arte hizo que se inclinara por la actuación de ahí que sea actriz y clown.
“Actué 13 años para niños, hice proyectos, entonces de ahí vienen estas dos cosas. Mi mamá nunca me dejó estudiar arte en la universidad. Ella me dijo: lo que se empieza se acaba. Y le hice caso”
Comenta que como hija única siempre escuchó los consejos de su progenitora. “Ella siempre me decía que, si me quería hacer payaso, termine una carrera y empiece otra; que estudie en el posgrado en lo que yo quiera especializarme y eso fue lo que hice”.
Revela que se empezó a enamorar del arte de calle cuando fue parte del proyecto Quito chiquito, donde se hacían encuentros multidisciplinarios para niños, pero siempre tenían que contratar curadores “y era un platal”, pero a los menores no les gustaban las obras, “era un desastre”.
“Yo ya estaba estudiando para entonces y dije: yo voy a curar esto y ahí fue donde descubrí que la curaduría y la museografía eran lo mío, porque estábamos con un proyecto de niños y adolescentes, y eso a los curadores contemporáneos parecía no interesarles”, detalla.
Asimismo, recuerda con satisfacción que empezó a trabajar en el proyecto Emergencias Curatoriales.
“Todos esos proyectos que los curadores de arte contemporáneo no querían curar, yo estaba ahí, y así fue como empecé a curar en la ciudad de Guayaquil”
Trabajos
“Nadie se me baja de la patineta”, es uno de los trabajos donde “Mafo” López hizo de curadora para la comunidad skater, y fue la primera muestra guayaca que se hizo en el Museo Nahim Isaías.
Entre los proyectos en los que ha participado están Cartografías Paganas, Tendedero gráfico, Fotografías del Encierro, Catálogo de Ilustración guayaca, Mujeres, Arte y Espacio, 400 metros de plataforma diversa de arte en el Instituto Superior Tecnológico de Artes del Ecuador (ITAE), “empecé a hacer full cosas”.
Destaca que dentro de su trabajo de calle está La bienal haciendo calle, de 20 verticales (muros intervenidos), en Socio Vivienda 3, donde participaron Made Nous (graffitero), Jefferson Cabrera, artistas de Quito, Guayaquil, de México, entre otros.
Retrospectiva de su cátedra y cocina
“Mafo” López está entusiasmada, pues se acerca la fecha de retrospectiva de los seis años de la cátedra de arte urbano, para lo cual habrá conciertos, conversatorios, proyecciones audiovisuales de películas clave.
Además, tiene la curaduría de un artista cuencano, y se viene el mes de la cultura urbana en la Alianza Francesa.
“Estoy haciendo una asesoría y estoy trabajando con ellos; vamos a hacer dos exposiciones que se llaman: Dos por dos en Guayaquil y Cuenca, con artistas y graffiteros de ambas ciudades”.
Resalta que tiene otro proyecto que se llama Cocina, que es fusionar la gastronomía con el arte urbano. “Yo selecciono un platillo y un artista; el asistente puede comprar el cuadro o tatuarse lo que haga el artista y comer lo que prepara el cocinero”.
Este evento se efectuará en Urdesa, en el estudio de Daniel Ochoa, un artista urbano muralista que tiene muchos verticales y también es skater. “Él fue el primero que me contrató para ser curadora”.
En su oficina, en la UArtes, “Mafo” López tiene recortes de publicaciones de sus proyectos y un carro de supermercado, pero allí no hay productos comestibles, sino spray de pinturas, tablas, pedazos de tela, tarrinas, botellas vacías y más artículos que ella utiliza para seguir creando con sus alumnos.