Leticia llegó a casa cansada, después de un largo día de trabajo. Apenas se cerró la puerta detrás de ella, la decepción se apoderó de sus pensamientos.
—Cuándo va a cambiar todo esto —masculló con prisa ante una escena cotidiana: su hijo Martín, de 32 años, echado en el sofá, concentrado en los videojuegos.
—Nadie te pidió que tuvieras hijos —manifestó Martín como justificando su rutina.
Leticia solo bajó la cabeza y le dijo:
—Deberías buscar un trabajo y una vida distinta. ¿Cuándo vas a hacer conciencia de todo lo que no estás cumpliendo para y por ti mismo? Me duele verte así.
—Di lo que quieras, pero prepara algo, tengo hambre —fue lo único que se le ocurrió decir a Martín.

Este pequeño relato es el de una madre que acude a terapia debido al malestar que siente debido al comportamiento de su hijo. El hombre muestra síntomas de “inmadurez emocional”, una afección conocida comúnmente como “síndrome de Peter Pan”.
Hablamos con la psicóloga clínica Salomé Arcos, con diplomados en Terapia de Pareja y Sexualidad, Inteligencia Emocional, Terapia Cognitivo Conductual y Neuropsicología, sobre este síndrome.
Hay que dejar claro, sin embargo, que no es correcto identificar síntomas, síndromes o conductas anormales a partir de metáforas preparadigmáticas.
También hay que considerar que los jóvenes de ahora están inmersos en escenarios que no les ofrecen las mejores oportunidades de conseguir trabajo. Desde esta perspectiva, podría ser que la sociedad sea el síndrome y no el joven.

De ello precisamente hablamos con la psicóloga Arcos, quien nos explicó qué es eso del síndrome de Peter Pan y cómo identificarlo.
No debe soslayarse tampoco que aspirar a mantenerse joven es un rasgo de la sociedad posmoderna. Teniendo en cuenta estas premisas hicimos la entrevista a la doctora Arcos.

El síndrome de Peter Pan es la inmadurez emocional de la persona. En estos individuos se identifica el miedo a crecer, a asumir una vida de adulto y todo lo que esto conlleva. Podemos decir que en esta idea de la “niñez y la adolescencia eterna” se trata de huir de la adultez. No solo afecta considerablemente a la persona sino también a su entorno familiar y social.

La forma en que se comunican es agresiva, ya que esperan una respuesta prioritaria a sus necesidades. Muestran muy poca empatía frente a las emociones de los demás, es decir reconocen sus necesidades antes que las de los otros. Debido a todo esto tienen relaciones poco duraderas y miedo al compromiso, a la responsabilidad laboral, financiera, familiar, académica.
Además son personas que evitan las situaciones incómodas y poseen muy poca tolerancia a la frustración.
“Si lo que yo quiero no funciona o no resulta como espero me molesto y me voy. No tienen las herramientas necesarias para poder hacer frente a una situación que les incomoda; de igual manera no suelen seguir las reglas, ni considerar límites ni tolerar las críticas”.

No tienen reconocimiento de los propios errores; tienden a culpar a las personas que les rodean o con las que se relacionan, y esto implica que mientan para no quedar mal.
Son impulsivos en la toma de decisiones, no piensan demasiado en las consecuencias. Todo estos factores abonan a que estas personas tengan una autoestima baja, miedo a la soledad.
Necesitan sentirse seguros por medio de otras personas. No suelen pensar mucho en el futuro sino que más bien intentan disfrutar el momento. Tienden a ser influenciables. Esos son a grandes rasgos los síntomas que se pueden identificar.

Siempre vamos a recurrir a los tipos de crianza de la infancia para encontrar el motivo. Por ejemplo, las personas que provienen de familias en las que que no han puesto reglas claras o han tenido algún tipo de dificultad al momento de poner límites son propensas a padecer del síndrome de Peter Pan, por lo tanto se asocia este síndrome con un estilo permisivo de crianza.
Otro factor puede ser la sobreprotección familiar. El sistema familiar no les deja hacerse cargo de sus responsabilidades, obviamente las responsabilidades concernientes a su edad, o les impide enfrentar o resolver sus problemas solos.
“Al saber que tengo quién me ayude, a quién recurrir, no me hago cargo de lo mío y voy a pensar que siempre va a estar alguien solucionando mis cosas o diciendo qué debo hacer”.
Por otro lado, hay casos en los que encontramos que estas personas han crecido sin ningún tipo de autoridad. ¿Esto qué hace? Influir directamente en el desarrollo y en el autocontrol, y el manejo de las propias emociones, así como en la comprensión y en el hecho de aceptar responsabilidades y compromisos.
Existen casos en los que la persona no tiene un referente estable a nivel afectivo, allí es difícil reconocer un vínculo empático con los demás, y eso sucede o puede suceder por la ausencia de uno de los cuidadores primarios —padre o madre—, o cuando alguno de los progenitores fallece.

Va un poco más allá, porque implica un problema que atraviesa diferentes ámbitos: el familiar, el social, el afectivo, el laboral. Cuando hablamos de este síndrome existen afecciones en casi todos estos niveles que acabo de mencionar.
Sin embargo, debemos reconocer que en la actualidad tenemos una crianza permisiva, comparada con la de otras generaciones, por tanto es más difícil adquirir compromisos y responsabilidades.
Nuestros padres tenían hijos a los 23 o 24 años, pagaban arriendo, trabajaban para vestirnos, darnos de comer, por lo general ¿qué están haciendo actualmente los jóvenes de esa edad? Están estudiando, o pasando el tiempo.
A partir del año 95 tuvimos más oportunidades. Hay que tener algo claro, la culpa no es exclusivamente de los padres o de los hijos, sino también del sistema que ha ido evolucionando en procura de comodidades.

Sí y no. ¿Qué pasaba si nuestros padres eran llamados por algún profesor? Sabíamos que íbamos a estar en problemas. Cada vez hay menos límites, y esta flexibilidad debe tener un tope.
La psicóloga Arcos pone como ejemplo una caricatura en la que una mamá lleva un canguro con un espécimen inmenso. “¿Por qué tu hijo de 30 años continúa viviendo en tu casa? Es que pobrecito, si se va no sabrá resolver sus problemas. Los padres llegan al punto de no permitir que sus hijos crezcan”.

Esta era de la tecnología permite otro tipo de interacciones que no conocíamos, por ello debemos empezar a implementar límites.
El hecho de que no me dejen salir con mi pareja no es tanto un problema ahora porque puedo romper esa autoridad haciendo sexting (el envío de imágenes o mensajes con un contenido sexual explícito a través de un dispositivo electrónico, especialmente un teléfono celular.
Generalmente, en la adolescencia buscas romper las reglas, y ahora tenemos otro tipo de herramientas que nos permiten romperlas.
Por ejemplo, no me permiten hacer bullying porque eso está mal. Perfecto, entro a internet, me creo una cuenta, agrego a mis compañeros y lo hago. Estas vías de escape están rompiendo los límites de las responsabilidades.

Si hay alguna consecuencia que se presenta por las disfunciones que se generan a partir de los síntomas que hablamos anteriormente, que influyen en todos los ámbitos —familiar, social, afectivo, laboral— viene con depresión, ansiedad o ataques de pánico.
Esto se debe al aislamiento, a la soledad, de manera que el individuo no puede interactuar de forma saludable con los demás, no puede manejar sus emociones, entonces la frustración le genera estrés, tristeza, que tampoco reconoce.
Las personas con este síndrome tienen una autoestima baja porque no pueden organizarse para cumplir metas, no pueden hablar a futuro porque viven el momento.
Todas estas sensaciones juntas les provocan un vacío muy grande debido a que no pueden mantener relaciones sociales saludables, y tampoco pueden cumplir metas sin la ayuda de otra persona.
Siempre van a terminar con una frustración muy fuerte, y a partir de ello vienen estas crisis de ansiedad o de pánico, o de aislamiento porque todos lo critican y él busca defenderse.

Muchas veces no pueden hacer conciencia de todas las consecuencias, pero obviamente viven con ese malestar. Algunos sí logran reconocer que no están haciendo las cosas de la forma más funcional para ellos y eso les genera incomodidad, pero tampoco tienen los recursos para hacerlo diferente.

Podemos acceder a algún tipo de tratamiento a través de la terapia psicológica. Con esta la persona puede aprender a generar nuevos recursos y a partir de allí cambiar su perspectiva.
Es importante que primero se trabaje en el autoconocimiento, lo que le permite a la persona reconocerse, aceptar su situación y mejorar su autoevaluación, por lo tanto incrementar su autoestima.
Luego viene la reestructuración cognitiva, una técnica cognitiva conductual que nos permite reflexionar: ¿mis padres tienen que mantenerme hasta que consiga trabajo? ¿Cuál sería la razón por la que deberían hacerlo? ¿Creo que es justo para ellos y adecuado para mí?
A partir de la reflexión y de la reestructuración cognitiva empezamos a hacer un cambio en el pensamiento.

Es una técnica que tiene como objetivo la búsqueda del cambio de un pensamiento o un patrón que no resulta funcional para el individuo. De esta forma se espera que el consultante cambie su perspectiva y, por tanto, su comportamiento, generando en él bienestar y nuevos recursos de afrontamiento.

La sintomatología debe ser identificada mediante una evaluación o una entrevista semiestructurada que se usa en terapia psicológica.
Todo depende de los síntomas que trae el consultante y que pueden ser evaluados a través de algunas preguntas, por ejemplo: ¿desde cuándo está pasando esto, cómo sucede, con quién sucede, en qué te afecta, en qué influye en ti, cómo te hace sentir?
No existe una evaluación específica sino más bien un estudio de todo lo que es bienestar psicológico, autoconocimiento, inteligencia emocional, crecimiento personal.
Hay que comprender que existen personas que tienen 35 o 50 años de edad pero la inteligencia emocional de un adolescente.
Hay otra situación. Muchas veces las personas no se dan cuenta de que tienen algún trastorno y son las parejas quienes se percatan. Las personas que tienen el síndrome de Peter Pan buscan como pareja a personas que asuman el rol de una madre o un padre.
Esta irresponsabilidad afectiva hace que sus parejas sean quienes se den cuenta de que están criando a un niño. Acuden a terapia de pareja, se detecta el síndrome, y se solicita hacer terapia individual para tratar estos temas personalmente con las personas involucradas.
Así, la una aprende a poner límites, y la otra a reconocer estas situaciones que son disfuncionales para una relación sana.

Puede ser una situación que se mantiene por los factores de mantenimiento, como el hecho de que tu pareja te consienta y diga “ay, es que es mi nena hermosa”, y se trata de una novia caprichosa que no tiene responsabilidad afectiva. Eso le ayuda a mantenerse así.
Pero si se trata de una persona de 60 años ¿quién podría coadyuvar a esos factores de mantenimiento? Es más complicado.
Es decir, puede haber personas de 70 años inmaduras, pero debido a situaciones específicas como la muerte de los padres, o la ausencia de la pareja o de los hijos, se comporta como adulto para poder sobrevivir.

No está bien usar la palabra reversible, podría decir que puede existir un cambio en la parte cognitiva conductual del individuo. Pero reversible es algo que está y luego no, y no podemos hablar de eso en psicología porque hay muchísimos factores que confluyen, como los problemas con la pareja, pero también con los padres.
Descubriendo la esperanza: hacia una vida plena y significativa
Aunque el síndrome de Peter Pan no conste como tal en el Manual de Diagnóstico de los Trastornos Mentales, la psicología clínica puede reconocer este perfil de comportamiento.
Para las personas que no quieren aceptar las responsabilidades propias de la edad adulta, la única alternativa que les queda sería el de trazar un plan de vida que les permita asumir los roles que les corresponden dentro de su familia, entorno y sociedad, y encarar sus temores, todo lo cual le permitirá tener una vida plena y feliz.
Si bien este síndrome plantea desafíos en la capacidad de organización, en la proyección al futuro y en el establecimiento de relaciones saludables, no debe ser considerado como una sentencia definitiva. Existe una luz de esperanza que brilla en medio de esta complejidad.
Para estas personas, vivir en el presente puede generar una sensación de vacío y limitar la visión a corto plazo. Sin embargo, es importante recordar que cada individuo tiene la capacidad de crecer y evolucionar. La superación del síndrome de Peter Pan requiere de un compromiso personal y de la búsqueda de herramientas adecuadas.

El apoyo terapéutico y la exploración de técnicas de autorreflexión pueden ser recursos valiosos para aquellos que enfrentan este desafío. A través de la comprensión de sus propios patrones de comportamiento y la aceptación de la necesidad de cambio, se abre la posibilidad de transformación.
Es fundamental recordar que todos somos capaces de aprender y crecer a lo largo de nuestras vidas. No importa cuán arraigados estén los patrones del síndrome de Peter Pan, siempre hay espacio para la evolución y la expansión de la conciencia.