Life

Mujeres que cambian el mundo

Revista Digital de Ecuador

Mujeres que aman demasiado. El pódcast. Episodio 5: Bloquear y desbloquear

Ilustración: Rafaela Briceño
En este quinto episodio de Mujeres que aman demasiado, el pódcast, conversamos con Luisa, cuya suegra le dio un consejo que lejos de ayudarla, terminó hundiéndola: “Si usted rechaza a su marido por infiel, lo envía a los brazos de la otra”.
Autor: Alicia Galarraga
Quito - 12 Oct 2025

El amor de mi vida

Soy Luisa Rojas, tengo 34 años de edad. Soy coach ontológico y estudiante de Comunicación Social. Nací en la isla de Margarita, y vivo actualmente en Ecuador, mi segundo hogar.

Estoy en Quito desde  hace 6 años y hoy voy a dar mi testimonio para Mujeres que aman demasiado. El pódcast. 

Siempre he sido una mujer fuerte, me autodenomino indestructible, pero no porque mi cuerpo no sea finito, sé que Dios, que es en lo que yo creo, es el único que decide cuándo me voy. Y de hecho ha sido así, pues por una condición de salud a la que dejé de llamar enfermedad y que a muchos asusta, como es el cáncer, he perdido mi vida en seis oportunidades.

He tenido fecha y hora de defunción en seis oportunidades, pero por alguna razón siempre Dios me rescata y me trae de vuelta. 

Hace un rato, cuando venía para acá, veía los edificios y la belleza de las áreas verdes de Quito, y decía, wow, en algún momento llegué aquí sin absolutamente nada, sin un teléfono, sin un familiar, sin ropa, solo con una bebé en el pecho y dos niñas más esperándome en mi país. 

Me discipliné para poder traer a mis hijas. Salía desde las 5:30 de la mañana hasta las 11:00 de la noche para poder vender, en el trolebús y en los medios de transporte de Quito, chupetes y sonrisas, contando mi historia en treinta segundos por vagón.

Y la promesa que le había dejado a mis hijas, de ir de vuelta a buscarlas en seis meses, se convirtieron en cinco meses y medio.

Hoy voy a contarte mi historia con el que pensé era el amor de mi vida. Con el que pensé era el final del bucle de tantas situaciones que había pasado, con el que creí era el final de la soledad y el inicio de un compañerismo real. 

Mi historia con él duró casi dos años. Él es un chico maravilloso, un chico joven. Apenas tiene 29 años. Es de un lugar hermoso del Ecuador que se llama Esmeraldas. 

Actualmente no tiene ninguna profesión, sin embargo, se dedica a servir a otros. Está en el negocio de la venta de productos de higiene para el hogar. Y ahí lo conocí.

Tenía casi un año de haberme separado de mi expareja por una infidelidad y en aquel momento era más fuerte, sabía exactamente lo que yo valía y lo que no estaba dispuesta a soportar. 

Sabía exactamente los límites que tenía marcados y, sobre todo, el ejemplo que quería darles a mis hijas. Así que en aquel momento simplemente se cerró esa historia. 

Pasó el duelo y un año después, como obra y gracia de Dios o del Espíritu Santo, apareció este chico. Para aquel momento sentí que no le había gustado, pero a mí, a primera vista, me gustó mucho.

Me vendió algunos de sus productos y pidió mi número telefónico para ponerme al tanto de las promociones que tuviera.

Con el paso de los días empezó a escribirme y yo, aún herida por mi relación anterior, pese a que había pasado casi un año, no terminaba de dejarlo entrar a mi vida.

Estuvimos hablando alrededor de tres o cuatro meses, nos vimos una que otra vez, pero yo estaba muy enfocada en trabajar para sacar a mis hijas adelante. 

En aquel momento estaba en una situación muy compleja. Me acababa de mudar de casa, pues no podía con los recuerdos de mi antiguo hogar junto a la pareja que tenía.

Darme una oportunidad 

Estaba trabajando en muchas cosas al mismo tiempo para ocupar mi mente, y eran muy pocos los momentos en los que podía verlo o prestarle atención. 

Simplemente no quería darme la oportunidad de dejar entrar a nadie en mi vida y mucho menos a él porque era muy joven para mí. 

Sin embargo, un día me llamó y habló cosas tan lindas que yo pensé que sí era posible conocer a esta persona. 

Me invitó a su casa ese día. Era 5 de agosto. Hablamos desde las 10:00 de la noche y como a eso de las 11:30 u 11:40 tomé la decisión de ir a verlo. 

Para mí esa era la mejor opción, pues vivía con mis tres hijas y no me parecía correcto que viniera a casa alguien a quien recién estaba conociendo, y menos a esas horas.

Hablé con mi hija mayor, le dije que iba a salir, que posiblemente no regresaría, sino hasta el día siguiente.

Creo que él y yo estuvimos conversando hasta las tres o cuatro de la mañana, cuando finalmente surgió ese primer beso que desencadenó el que estuviéramos luego juntos. 

A partir de allí me sentí compenetrada con él

Al día siguiente me dijo “por favor, llama a tus hijas y diles que se vistan que las vamos a pasar buscando para ir a desayunar”. 

Inmediatamente hubo un choque en mi mente, pues no estaba acostumbrada a eso y tampoco sentía que era lo correcto, pero tenía como un angelito y un diablito en mis hombros, y no sabía cuál de los dos era el que me decía «dale, solamente dale», porque ningún hombre que no te quiera para algo serio hace esto. 

Así que, efectivamente, fuimos a desayunar, y luego a mi casa. Mis hijas se fueron a sus cuartos, pusimos un infocus en mi sala y empezamos a ver una película. Al rato bajaron mis hijas y estábamos los cinco.

Les había dicho a mis hijas que dentro de esa mesa podía haber una pata central, que tal vez pudiese dar algún soporte si alguna de las otras fallaba, pero que esa pata siempre podría ser sustituible, pues ni siquiera su papá se había quedado, y como nosotras habíamos salido adelante solas, durante tanto tiempo, no podíamos concentrarnos en esa pata del centro. 

Con el paso de los días yo seguí visitando su casa y él quería visitar la mía, pero yo seguía diciendo que no era el momento, hasta que un día me dijo con determinación: 

—Oye, voy a tu casa, me quiero quedar contigo allí, quiero estar cerca de ti.

Yo solo le dije que esperara, que debía pedirles autorización a mis hijas. Y ahí estaba yo, una vez más, sentada frente a mis tres hijas, que hoy tienen 15, 13 y 7 años.

Con la autorización de ellas respondí que estaba bien, que podía venir. A partir de ese día fuimos casi inseparables. 

Considero, sin embargo, que el peso de la convivencia empezó a hacer sus estragos

Y el amor propio 

Yo siempre estaba allí, dispuesta, lista para servir, para tener todas sus cosas en orden, pero habían pequeñas laceraciones en mi contra a las que no les daba importancia, aunque me doliera y sintiera que estaban fracturando los límites que tenía claros no podía permitir, esas llamadas banderas rojas que a veces no queremos ver

Yo decía «todo va a estar bien, esto es solo un momento, tal vez fui yo«, y empezamos a fracturarnos

Empezamos a caer en la manipulación y a resquebrajar nuestra autoestima y amor propio. 

Me decía cosas como «no sé cómo tienes tres hijas y ni siquiera para ama de casa sirves». «¿No será que te hiciste un cambio de sexo, tienes un cuerpo muy atlético y una espalda muy ancha?». «Tus manos son muy grandes. ¿Estás segura de que eres mujer?». «¿Estás segura de que son tus hijas?». 

A veces llegaba muy cansado del trabajo, solo se quitaba la ropa y se metía en la cama o se acostaba a dormir. Y aunque yo había cocinado la cena me decía «tengo ganas de comer algo rico», y luego se dormía. 

Pero ahí estaba yo para complacer a todo el mundo y para pedir comida. 

Cuando lo despertaba con dulzura para que comiera, sólo gritaba,y luego venían las disculpas

Después de cuatro meses de situaciones como esas dije «no más, es el momento de terminar esta relación porque no sé si es que no me quieres, pero me estás tratando como si no lo hicieras y no creo que sea correcto seguir en esta situación. He hecho de todo por complacerte y por agradarte y aun así no lo consigo».

En aquel momento creo que él tuvo un llamado de conciencia, y vino a pedirme perdón y a decirme que estaba dispuesto a cambiar, que no sabía cómo ser diferente, pero que estaba dispuesto. Que culturalmente, en su tierra verde, mientras peor se trataba a las mujeres, ellas más se acercaban. 

Y ahora, viendo en retrospectiva, pienso que si me hubiese marchado en ese momento nada de lo que pasó habría sucedido, pero también creo que quizás ahora no podría contar mi historia. 

Ciertamente, nuestro amor propio se ve comprometido, pero ninguna de nosotras, de ningún target económico, sin importar nuestros estudios o nuestra historia de vida, estamos absueltas de, en algún momento, caer en esta situación. 

Había pasado por diferentes situaciones en las cuales me había sido más sencillo irme. 

Mi lección más grande quizás fue hace unos diez años, cuando casi pierdo la vida a manos de un narcisista, que es el papá de mi hija menor; sin embargo, nunca he dejado de creer en el amor

Nunca he dejado de construir y siempre me he considerado una mujer/hogar y no una mujer/hotel. 

Ahora, también me he cuestionado qué tan bueno es ser mujer hogar porque a veces parece que las mujeres hotel viven mejor y son más felices. 

De cualquier forma, creo que lo mejor es seguir siendo fiel a nosotras mismas

Negarme a la ruptura

En esta nueva relación, cada momento era especial. En cada cumpleaños, cada Navidad estaba yo ahí, llenándole de detalles, de pequeños obsequios. 

A veces iba caminando por la calle, veía algo que se parecía a él, y me motivaba ver su cara de felicidad al entregarle lo que le había comprado. 

En el cierre de la relación me dijo «tú siempre creíste que podías comprar mi amor con regalos y con detalles».

En ese momento comprendí que él no entendía nada del amor, que el amor verdadero daba todo y que quería que la otra persona fuera feliz incluso si no estaba cerca mío. 

Así que muchas veces traté de arreglar las cosas, me senté a tratar de hablarle y decirle cómo me sentía. 

Él siempre pensó que yo lo estaba juzgando, que lo único que me importaba eran mis sentimientos y mis sensaciones, pero era todo lo contrario. 

Solamente quería decírselo para resolver las cosas juntos. No quería dejarle solo, no quería que esto se fracturara.

No importa cuánto te esfuerces por querer a una persona, por servir a una persona, sencillamente, si esa persona no te quiere, no te aprecia, no te valora, jamás vas a ser suficiente

Así transcurrieron dos años. Intenté acercarlo a la iglesia y accedió. Venía de una familia cristiana de hace más de 40 años, pero era el único que estaba tratando de tomar la decisión. 

Recuerdo que al inicio de la relación siempre me decía «por favor, abrázame, eres la única persona que calma mis pesadillas». Ahora la que tiene pesadillas soy yo.

El 30 de diciembre de 2024, me desperté en la madrugada, pues había dejado mi teléfono cargando, y él, al parecer, durante la noche había cambiado mi teléfono por el suyo. Así que cuando prendí el teléfono dije «este no es mi teléfono» y, sin embargo, lo abrí, aunque tenía mucho tiempo de no preocuparme por revisar un celular. 

Había una situación con la mamá de una supuesta hija que él tiene. Una hija que no está reconocida porque ella decidió formar un hogar con otra persona. Y le decía «esta es tu hija, pero le voy a dar el apellido de mi esposo». 

Recuerdo claramente que el 15 de diciembre le dije «oye, ya viene el 24. Creo que es importante que podamos buscar a esa niña para que le puedas ayudar a su mamá con la manutención, sin importar si no tiene tu apellido, porque lo más importante es que tú te liberes karmáticamente«.

Esa era yo, la tonta, la buena, la que quería que él hiciera la mayor cantidad de cosas que le permitiera limpiar su aura para poder obtener bendiciones. 

Lo que no sabía es que a raíz de ese supuesto buscar a su hija, él estaba empezando a buscar también a la mamá de la niña.

Es sólo una amiga… 

Al parecer estaba cansado de mí y buscaba la forma de serme infiel, así que eso me rondaba en la mente, pues me había dicho que la había bloqueado. Sin embargo, me metí directo a la lista de bloqueados a ver si realmente se mantenía así y, efectivamente, estaba bloqueada, pero también vi un número que no estaba registrado y que era de otra chica.

Realmente, lo había visto unos días atrás, pero no le presté atención porque él me había dicho que solamente era una chica que le había escrito para conocerlo y que había decidido bloquearla. 

Incluso me preguntó, «si tú recibieras un mensaje así, ¿qué harías? ¿No bloquearías?». Y le dije, «wow, qué valiente eres, gracias por contármelo».

Pero ese 30 en la mañana estaba ella de nuevo y ahora registrada con un nombre, así que no sé hasta qué punto es bueno ser una mujer inteligente o, como estoy estudiando Comunicación, escudriñarlo todo.

Pues bien, me fui a los chats y busqué el nombre con el que estaba registrado ese número. Vi entonces que ella había sido bloqueada el día anterior

Sólo me acosté y dije «qué rabia tengo». 

Él me dijo «¿qué pasó?». Y yo le respondí «vamos a hablar ahora mismo». Eran como las 4:10 de la mañana o un poco más, y encendí la luz. Prendí el teléfono y le dije: 

—Okay, ahora dime la verdad, quién es ella, hace unos días me dijiste una cosa, sin embargo, resulta que está de nuevo bloqueada, pero desde ayer. Eso quiere decir que la bloqueas y desbloqueas, y que estás hablando con ella a mis espaldas. Dime de una vez en qué andas. Y si es que quieres estar con ella, dímelo, porque, sencillamente, yo me aparto.

No obstante lo dicho, por dentro sólo tenía ganas de que me dijera que no era nada.

Una de sus grandes banderas rojas fue decirme «ay, estás loca. Todo el tiempo estás viendo cosas donde no las hay».

—Esa es una amiga mía de Esmeraldas que estudió con mi hermana y trabaja en De Prati, así que quiero que me consiga un trabajo allí, porque no estoy bien en el trabajo. Y si quieres llámala para que veas que te estoy diciendo la verdad —me dijo. 

—Bueno, la voy a llamar, pero desde mi teléfono —le respondí. 

Registré su número, le mandé una foto de nosotros, le escribí un mensaje preguntándole que si no sabía que él estaba en pareja y que si era tan amable de decirme realmente qué era lo que estaba pasando entre ellos, porque era obvio que él no me iba a decir la verdad. 

Y sí, efectivamente, era una chica de su tierra, pero que vivía en Quito. 

Él me dijo que le daba risa porque ella «siempre supo que tengo mujer». Yo le dije eso a la muchacha y creo que eso hizo que se  molestara. 

—Si tanta risa le da, dile que se ajuste bien los cojones y que te diga exactamente por qué me bloquea y desbloquea —respondió. 

En ese momento él tenía que ir a trabajar, debía salir casi a las seis de la mañana, así que al rato esta muchacha empezó a escribirme. 

Incluso llamó para decirme que ella lo sentía, que no había querido meterse en la relación, que él le había dicho que estábamos separados, que estaba a punto de irse de la casa, que estaba buscando un departamento, y que no tenía nada conmigo.

Yo le respondí, inocente o irónicamente, que lo que faltaba era que estuviera embarazada. Ella me respondió: 

—Pues, aunque sea él quien debería decírtelo, sí, estoy embarazada. Casi voy a cumplir dos meses. Y la verdad, no quiero más mentiras en mi vida, así que si tú quieres a tu marido, si tú lo amas, pues solo arregla las cosas con él, porque yo no lo amo ni lo quiero.

Para mí eso fue un quiebre muy fuerte, sobre todo porque ese mismo día en la noche teníamos planificado un viaje para su tierra,  a donde iríamos por fin de año con su familia. 

Fue a verse con ella

El 5 de diciembre él había comprado un auto con mucho esfuerzo.  

Su familia llamó para decirme que entendía lo que estaba pasando, que estaba de mi lado, que yo también era parte de su familia, que no avalaba lo que él había hecho, pero que fuera a Esmeraldas. 

Llegamos el 31 en la madrugada, y en la tarde se sentó a hablar conmigo. Me dijo que sólo había tenido un contacto con esa chica, que no había ni la más mínima posibilidad de que volviesen a tener algún contacto físico o sexual, que le tocaba averiguar si era verdad lo del embarazo y que en ese caso él iba a cumplir con su responsabilidad, pero nada más.

Creí que podíamos reconstruir nuestro hogar, buscar ayuda en la iglesia, salir adelante, pero todo era una mentira, el mismo 31 en la noche ella lo llamó y él prefirió mentirme. 

Me dijo que no era nadie, que lo habían llamado de un número desconocido y que no habían hablado. Fue el peor Año Nuevo de mi vida, y tal vez el mejor porque, de alguna forma, Dios me estaba sacando de allí a empujones. 

Al día siguiente, el 1 de enero, fuimos con su papá a visitar a algunos de sus hermanos. Estuvimos desde la mañana hasta casi las cinco de la tarde. 

Yo le había dicho que quería salir con él, que estaba muy estresada por esa situación

Me dijo entonces que cuando dejáramos a su papá en casa saldríamos, sin embargo, cuando llegamos me pidió que bajara del auto porque quería ir a ver a unos amigos.

—Pero te dije que quería salir contigo —le respondí. 

—Sí, mija, lo que pasa es que no quiero llevarte allí, porque estos amigos después se ponen fastidiosos y seguramente están tomando —me dijo.

En mi corazón sentía que iba a verla. 

Me acordé entonces de mi mamá, que estuvo en una situación parecida con una amante del pueblo donde vivía mi papá. Yo siempre recordaba a mis tías diciéndole a ella que no fuera pendeja, que él iba a acostarse con esa mujer, y que ella no hacía nada. 

Sentía que repetía el ciclo de mi mamá. 

Ese día la mamá de él vino, habló cuarenta y cinco minutos conmigo, y me dijo tantas cosas. Entre ellas, que formar un hogar no era sencillo, que esta no era ni la primera ni la última mujer que iba a venir porque su hijo era muy guapo, que debía aguantar y pelear la pelea de rodillas, que debía ser una mujer valiente, y que no me sintiera derrotada porque su hijo, así estuviera con ella, era mío.

—Hija, si Dios permitió que usted entrara en nuestra casa, en nuestras vidas, es por algo. Y es con usted con quien debe estar, así que sea valiente. 

Si lo rechazo se irá a sus brazos 

Pasaron casi tres horas, y como a las 07:30 de la noche me fue a buscar. Yo lo vi por la ventana, pero solo me hice la dormida. 

Llegó nuevamente su mamá, me tocó las piernas, y me dijo: «párese, hija, póngase bonita y váyase a la playa que la quiere llevar. Si usted lo rechaza, lo envía a los brazos de esa mujer«. 

Fuimos con su sobrina. Recuerdo que bajamos a un lugar que se llama Las Palmas, donde hay diferentes locales que parecen discoteca, y dijo “espérenme aquí”. 

Esperamos casi cincuenta minutos cuando le dije a su sobrina «vámonos al auto, vámonos a casa». 

Cuando estaba a punto de meter la llave en el auto para irme de allí, vi que venía casi llorando, se subió al auto, y empezó a contarme que la había visto, que había discutido con ella, que lo había humillado, que lo había tratado muy mal, que le había reclamado por no darle nada para su embarazo. 

Me pidió disculpas, me dijo que me había fallado y que sí, que le daba a ella dinero a escondidas. Que se sentía muy mal de que esta mujer le dijera eso. 

En ese momento estuve grabando la conversación porque para ese punto ya todo lo grababa, tomaba captura de todo, intentaba tener la mayor cantidad de respaldo para que él no pudiese dejarme como la loca, y para, quizá después, poder escuchar de nuevo todo y saber que no estaba tan mal. 

Porque yo estaba haciendo las cosas bien, estaba amando como debía amar, y  él sencillamente había tomado la decisión de serme infiel

Y es que los mismos problemas que yo tenía con él, él los tenía conmigo, pero yo no decidí ni con el pensamiento saltar a los brazos de otro hombre, a pesar de tener posibilidades.

Hace unos días volví a escuchar esa conversación y no entendía cómo podía haber tanto cinismo. 

Esa noche regresamos a casa y él estaba tomado. 

Le ayudé a ducharse, le di comida, y le dije «mi amor, descansa, mañana conversaremos», a pesar de que yo estaba quebrada a nivel emocional.

Como a la una de la mañana esta chica me llamó para decirme que era una estúpida, que él había estado con ella en Las Palmas, que dónde creía que se había ido cuando me dejó sola, que a ella le daba todo lo que le pedía, que la llevaba a comer rico y que yo era una estúpida.

En ese momento me ganó la rabia y empecé a ser lo que no soy, le di un golpe en la pierna y le dije «mira, te está llamando tu perra». 

Estaba muy molesta, fuera de mí, entró su mamá y quiso hablar con ella. 

Cuando hablaron, esta muchacha le dijo que dejara de joder, que a su hijo le tenía fastidio, que no quería saber nada de él, que era él quien la buscaba y que yo era una estúpida al pensar que era ella quien se había metido en la relación

Era él quien la buscaba 

Efectivamente, la tonta era yo porque era él quien la buscaba. 

Aguanté dos días más, o quizás tres, porque posteriormente hicieron paseos familiares como si nada estuviera pasando. Y ahí estaba yo, llorando en silencio

Finalmente, regresamos el sábado 4 de enero. Cuando llegamos intentó estar conmigo y las cosas que me había dicho su mamá retumbaban en mi cabeza. 

—Hija, yo sé lo difícil que es esto, pero si quiere darle un beso, si quiere darle un abrazo, o si quiere acostarse con usted, no le diga que no. Tiene que ser valiente, porque si usted se niega lo va a empujar cada vez más a los brazos de esa mujer. 

Todos los días que estuvimos en su casa quiso estar conmigo y todos los días, con todo el asco del mundo, lo acepté. 

Ese día, el 4 de enero, llegamos al mediodía. Yo solo quería dormir.

No sabía que estaba empezando a tener depresión y que como consecuencia de ese sentimiento quería dormir día y noche. 

Empecé a sacudir la cama, él se acercó por detrás, porque quería estar conmigo, y volví a tener relaciones con él

Me sentía sucia, por eso le dije al oído «ya no siento nada por ti«. Era mentira. 

Aún siento todo por él, pero el asco en aquel momento me ganaba. Y creo que la herida estaba reciente todavía. 

Al otro día, en la mañana, el domingo 5 de enero, me senté a hablar con él, le dije que necesitaba que se fuera de la casa, y que le daba plazo hasta el 6 de febrero para que recogiera sus cosas. 

Se molestó, empezó a gritar, y se fue. 

A los pocos minutos, ella empezó a llamarme para decirme, «viste, estúpida, éste está que me revienta el teléfono con sus llamadas».

Como a las dos horas regresó a casa y me dijo «recoge todas mis cosas porque me voy». Yo, armada de una valentía que no entendía de dónde había salido, le respondí «okay». 

Con todo el amor del mundo desarmé sus cosas, hice sus maletas, y ayudé a subirlas en el auto. 

Bloquear y desbloquear 

A la semana me buscó, me dijo que no podía vivir sin mí, que se sentía solo, que me necesitaba, que quería que fuera a su casa para que viera que él vivía solo, y que no estaba con esa mujer. 

Y yo, como tonta, acudí.  Fue como un sexo transaccional. Yo, llena de asco, y él lleno de ganas de que yo pudiera sentir algo de nuevo, al menos en la cama. 

Al día siguiente, en la noche, me di cuenta de que me había bloqueado de todas partes

Dije bueno, no querrá verme más nunca, pero casi a las 11:00 de la noche llamó y me dijo que por favor bajara, que estaba en la esquina de nuestra casa, que necesitaba verme, que no podía vivir ni dormir sin mí

—Si no quieres no te voy a tocar, pero solo ven a dormir conmigo

Y ahí estaba yo de nuevo esperanzada de que todo podía tener un cambio, de que todo podía reconstruirse. 

A la mañana siguiente me dijo que tomara un Uber porque tenía que ir a trabajar y no le daba el tiempo para llevarme a mi casa. 

—Pero no tengo dinero para pagarlo, lo tienes que pagar tú —le aclaré. 

Cuando estaba a punto de subirme al Uber me dijo: 

—Se te agradece por tus servicios.

Eso para mí fue como un puñal, peor que la infidelidad y que toda la humillación que había vivido antes

Me sentía como la puta que servía a domicilio. Y una vez más me bloqueó.

Tenía pendiente una intervención quirúrgica por una situación en mi útero, y el viernes 17 de enero fui a hacerme exámenes preoperatorios. 

Acudí a la cita médica y me dijeron que estaba embarazada. De hecho, estaba embarazada cuando viajamos a Esmeraldas.

No entendía nada, no entendía cuál era el propósito de Dios, porque yo me había entregado por amor al que se supone era mi pareja

Ese mismo día lo llamé y le dije que necesitaba hablar con él de forma urgente. Fue a mi casa perfumado, bien vestido,  y me dijo que hablara rápido porque tenía que irse. 

Al día siguiente me enteré de que iba a buscarla a ella para llevarla a su casa.

No le importa mi embarazo

Le conté de mi embarazo y no le importó absolutamente nada.

—Eso es todo. Okay, me tengo que ir, chao.

Se fue y me volvió a bloquear.

Al día siguiente, casi a las 11:00 de la noche, volvió a llamarme para decirme que necesitaba dormir conmigo. 

En ese momento yo estaba ayudando a una amiga que tiene un local nocturno, por tanto no podía salir sino hasta las 04:00 de la mañana, así que le dije que no podía porque estaba trabajando. 

Él sabía de esta amiga, así que fue al local y se sentó en una mesa hasta que yo terminara. Cuando salimos fuimos a su casa.

El lunes que había estado allí vi una tela extraña en una cesta de ropa de él, parecía algo de mujer, pero en ese momento no tuve la valentía de acercarme y revisar, así que llegamos, me abrió la puerta, y mientras cerraba el portón entré y abrí una gaveta de su clóset. 

Estaba llena de ropa de mujer, desde ropa interior hasta todo tipo de pijamas y cosas. Y había otro cepillo de dientes en el baño. Cuando le confronté sobre eso me dijo «estás loca, esa ropa es tuya, no ves que se vino en mi maleta».

A ese punto llegan las personas narcisistas, pero aun así me quedé y estuve con él. 

Luego le pregunté qué íbamos a hacer con el embarazo. Y solo me dijo: 

—No pienses que me vas a meter los dedos en la boca, ahora me dices que estás embarazada porque ella está embarazada, lo que tienes es envidia.

En ese momento me di cuenta de que si seguía con ese embarazo iba a ser mamá soltera de cuatro. Decidí no seguir, hablé con mi doctor, y le dije que me ayudara. 

El doctor accedió, así que programamos el legrado para la semana siguiente e hizo lo que tenía que hacer en mi útero. 

No sé si fue la mejor decisión, pero en aquel momento para mí fue la más justa para todos, no quería traer a este mundo una vida que luego fuera rechazada.

Y no sé si tú, mujer que amas demasiado y me estás escuchando, me estás juzgando.

Tal vez, más adelante, hasta yo pueda entenderme a mí misma, pero te estoy contando una historia que ha continuado en desarrollo, que me ha tenido días y noches durmiendo, y días y noches despierta. 

Voy a sanar

Tengo claro que voy a sanar porque en este tiempo he estado haciendo terapia con mi psicólogo. 

Creo también que he sido recia porque  cuando me senté con él para decirle que había decidido interrumpir mi embarazo me dijo que me apoyaba, que era una buena decisión. 

—Sé que espiritualmente choca con tus principios, pero si yo estuviera en tu lugar, definitivamente, haría lo mismo. Y es una decisión muy personal —expresó. 

No habíamos tenido mayor contacto desde mi cirugía el 27 de enero, pero apareció el día viernes (hoy es martes) para decirme que dejara de hacerme fama diciendo que yo le había comprado su auto y que, por último, el carro se le había dañado. 

No entendía bien su mensaje ni por qué apareció para decirme eso.

Algunas personas me dijeron «seguro quiere sacarte dinero para arreglar el auto». Y yo dije, «no, imposible, ya me hubiese dicho eso».

De una u otra forma, yo entraba y salía en este bucle de energía o de solo dormir. 

Y ayer me despertó mi hija mayor para decirme que este muchacho le había pedido que hablara conmigo para que contestara sus llamadas y mensajes porque necesitaba urgentemente comunicarse conmigo. Yo no entendía nada, pero vi mi teléfono explotado de llamadas y mensajes. 

Efectivamente, estaba allí llamándome para pedirme que le prestara dinero para arreglar el auto y poder subirlo a Quito. 

Yo decía, «cuánto cinismo en una sola persona». 

Le dije que no tenía dinero, pero en realidad no quise prestarle porque sentía que no era justo. Quizás fui egoísta, pero era la mejor forma de salir de ese bucle en ese momento. 

Me continuó insistiendo durante todo el día, y luego dije «bueno, y si le ayudamos un poco, total, ya está con ella, total, no puedo cambiar nada de esto».

Otra vez caí 

Le dije que había conseguido 50 dólares, pero que necesitaba que me pagara el 28 de febrero porque tenía que cumplirle a la chica que me había prestado.

Me dijo que estaba bien y que si era posible que pudiera visitarme para ver cómo seguía después de la operación. 

Le dije que no era necesario, pero que siempre que quisiera podía hacerlo. 

—Este es tu hogar —le aclaré. 

Ya en la tarde me preguntó si podía guardarle comida. 

Le respondí que no había problema, que a él nunca le iba a negar un plato de comida o un vaso de agua. Y cuando pensé que ya no iba a aparecer, porque no había escrito en todo el día, tocó la puerta de mi casa. 

Para mí era una locura, era casi medianoche, me alistaba para dormir y de repente estaba frente a mi puerta.

Creo que el error fue haberlo dejado pasar, porque al abrir esa puerta también abrí mis heridas. Mientras le servía la comida, trataba de abrazarme, trataba de besarme, y yo lo esquivaba

Me sentía fuerte en ese momento. 

Le serví la comida y me preguntó: 

—¿Crees que puedo subir a comer a nuestro cuarto y ver algo de tele mientras me vienen a buscar?

—Bueno, ese es tu cuarto, ve.

Me insistía en que me acostara al lado de él, pero el cuerpo no me daba, no quería acercarme y menos en nuestra cama, pero después de casi media hora de insistencia accedí. 

Solo me senté a su lado, se me acercó, me besó y le dije:

— Por favor, no le seas infiel a ella, no le hagas lo mismo que me hiciste a mí. Si ya le elegiste, si vives con ella, si estás con ella, solo descansa y vete en tu taxi tranquilo a tu casa, que yo solamente tuve un acto de bondad contigo al darte un plato de comida. 

Hoy amanecí pensando que no tenía bondad en mí sino una fractura enorme en mi amor propio y en mi capacidad de poner límites, lo que no sucedía antes de que lo conociera. 

A pesar de tener una conversación con él luego de terminar toda esta situación de sentirme humillada, porque había hecho el amor conmigo y estaba escribiéndole a ella en mi cara, le pegué una cachetada que me salió de las entrañas. 

Ahí salió de nuevo su personalidad narcisista

—Estás loca, eres una violenta, ¿cómo me haces esto? Por esto me separé de ti. Se te hizo costumbre golpearme. ¿Cómo te atreves a darme una cachetada?

Y es que así funciona la manipulación: es su molestia ante mi reacción por su falta de respeto, por sus humillaciones. 

Yo no fui a su casa, él fue quien vino a nuestra casa, que todavía la consideraba nuestra.


Debemos entender que no es bondad el dejar que estas personas se te acerquen, sino un desliz en nuestro amor propio, en nuestros límites, en nuestro autoconcepto, así que si algún mensaje te puedo dejar a ti, Mujer que amas demasiado, es que te perdones, porque si pasaste por algo así es porque eres una buena persona y aún, a pesar de tantas humillaciones, no consigues tratar a otros como has sido tratada tú porque eres empática.

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