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Mujeres que cambian el mundo

Revista Digital de Ecuador

Mujeres que aman demasiado. El pódcast: Cuando amar es sufrir

Ilustración: Equipo Bagre
A modo de introducción, en Mujeres que aman demasiado. El pódcast entrevistamos a la terapeuta familiar Dodó Proaño. Ella nos explica que amar no es sufrir.
Autor: Redacción Bagre
Quito - 19 Ene 2025

A modo de introducción, en Mujeres que aman demasiado. El pódcast entrevistamos a la terapeuta familiar Dodó Proaño. Ella nos explica que amar no es sufrir:

Detrás de cualquier forma de violencia intrafamiliar o de pareja siempre va a estar una mujer codependiente. Por eso, en este vehemente empeño de que nuestra audiencia reconozca modelos negativos de relaciones de pareja, hemos decidido adentrarnos  en lo nocivo que resulta el apego o la codependencia.

Pero antes hemos de explicar que en el amor romántico —forma de ciertas parejas de vivir las relaciones— predominan comportamientos peligrosos tales como la necesidad constante de reafirmación de uno y otro, dependencia mutua, idealización, entrega total y cambios en los niveles hormonales. 

Esta forma de «amar» conlleva a que en nombre  del amor romántico se  romantice todo: el dolor, los celos, la violencia. Ahí subyace el riesgo de encontrarnos inmersos en una de estas relaciones.

Uno de los peligros de mantener romantizado el amor es creer que todo se vale en su nombre. Pero ni en el amor ni en la guerra todo se vale. Primero, porque las guerras no son necesarias. Y, segundo, porque el amor no necesita de ningún tipo de argumentación fuera de lo que nace de una persona de forma sana. 

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Los seres humanos debemos anhelar tener vínculos sanos, es decir vivir en una saludable interdependencia en la que ambas partes disfruten de la compañía del otro sabiendo dar y recibir.

A propósito de este tema, decidimos conversar con Dodó Proaño, terapeuta familiar, quien nos da luces sobre lo insano de la romantización del amor y de la dependencia emocional. 

—El amor es una construcción, por tanto en la codependencia no hay construcción sino la necesidad acuciante de entrega y de sentirse necesitada —manifiesta la experta en el preludio de nuestra charla. 

Sin perder de vista a nuestras protagonistas —las mujeres que aman demasiado— continuamos el diálogo con la experta. 

¿Por qué hay mujeres que hacen demasiados sacrificios por amor, en detrimento, incluso, de su salud emocional y física? 

Precisamente porque relacionan el amor con el sacrificio y el dolor, por lo tanto tienden a ser indulgentes. Tienen codependencia, o dependencia emocional, que es la adicción a otra persona, la necesidad excesiva de él o de ella, la necesidad permanente de sentir el amor, o el interés de la otra persona, de modo que son capaces de hacer cualquier tipo de sacrificio para obtenerlo. 

¿Cómo nace la codependencia? ¿Qué hace que una mujer sea codependiente? 

Se podría hablar de varios factores, pero lo básico está en la infancia. Aprendemos a amar de nuestros padres, del lugar donde hemos crecido o nos hemos desarrollado.

Si provenimos de hogares disfuncionales, es muy probable que tengamos una mala relación con el amor y podríamos creer que el amor puede ser necesidad, dolor, sacrificio, descuido de las propias necesidades y del autocuidado.

Esto nace en la infancia y se traslada a la vida adulta, a las relaciones con nuestras parejas, con los entornos que tratamos de desarrollar para nosotros mismos sin darnos cuenta de que estamos replicando exactamente el mismo sistema en el que crecimos.

Esa es básicamente la explicación más objetiva de la codependencia. Existen, por supuesto, otro tipo de aristas que deben ser consideradas, como por ejemplo la parte cultural y la forma como se visualiza la mujer.

En algunas culturas, la mujer es admirada en concordancia con el nivel de sacrificio que está dispuesta a realizar, así como en el hombre se magnifica su capacidad de proveer.

Este tipo de construcciones culturales también ejercen presión en la forma como la mujer percibe el amor. 

¿Cuáles son los síntomas de una persona codependiente?

Una mujer que se satisface en el dolor propio por complacer o dar satisfacción a su pareja es codependiente. Una mujer que considera mucho más las necesidades del otro, que las propias, es codependiente. Una mujer que cree que puede rescatar o cambiar a otro es codependiente. En definitiva, la mujer codependiente siempre va a poner por delante las necesidades, preferencias o gustos de la otra persona. 

¿Puede llegar un momento en que esa codependencia se acaba, por ejemplo, cuando la relación termina?

No podría afirmar que una codependencia desaparezca cuando una relación termina, de hecho es muy complicado para una mujer el desprenderse de la persona que ha cortado la relación porque usualmente es la pareja la que corta, no ella.

Es encomiable cuando una mujer corta una relación porque se ha dado cuenta de que ha llegado a su límite, pero usualmente eso no sucede. Y cuando esto pasa vuelve a atraer a hombres que pueden ver en ella el cumplimiento de todas sus necesidades, entonces es un círculo en el que se están complementando necesidades mutuas: la mujer tiene necesidad de ser necesitada, y el hombre busca una persona que se haga cargo de él, lo que se denomina maternar. 

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No creo que sea tan sencillo que una mujer codependiente se dé cuenta fácilmente de su condición, existen casos, por supuesto, cuando han tocado fondo, pero usualmente las relaciones terminan porque son dejadas.

En ese caso el sufrimiento es mayor, y por eso hay una recurrencia de buscar inmediatamente reemplazo a estas relaciones. Si no pueden volver con el objeto de su amor, buscan otra relación en la que puedan depositar todo lo que están anhelando entregar porque la base de su existencia es la entrega y el servicio. 

¿Cuán común es salir de una relación codependiente para entrar a otra igual?

Es completamente habitual. La mujer rompe este círculo solamente cuando comprende su propio valor, empezando por un proceso en el cual pueda descubrir el origen de su dependencia. Al mismo tiempo que conoce va a poder entenderlo, aceptarlo, comparar con la conducta que está llevando en su vida adulta, porque, como repito, las raíces de la codependencia están en la infancia. 

Al entender puede cambiar la relación que tiene consigo misma y también con los demás, pero no puede hacerlo sola.

¿Es siempre necesario un psicólogo o un terapeuta para salir de la codependencia? 

Esa es parte de la función de un terapeuta, precisamente brindar las herramientas necesarias para que una persona pueda hacer la transformación en el área que requiera en su vida, pero también existen otras herramientas fuera de la terapia convencional, como los grupos de autoayuda u organizaciones donde mujeres asisten a otras mujeres. 

¿No es común que una mujer desista,  o que, a fuerza del sufrimiento que ha vivido, se blinde en una siguiente relación?

Cuando somos niños aprendemos por  repetición inconsciente; cuando somos adolescentes, por repetición consciente, y cuando somos adultos, por experiencia y razonamiento. 

Si usted no comprende las razones por las cuales es codependiente difícilmente podrá realizar las transformaciones necesarias, primero cognitivas, para que sea algo voluntario, pensado, objetivo y práctico. 

Si es solo la experiencia la que obtuvo se va a quedar como un capítulo negativo, que en muchos casos es asumido como la mala suerte: ¿por qué le tuve que conocer? ¡Fue el destino! Simplemente, tuve que pasar por esa experiencia… pero nunca va a poder comprender el origen real que le llevó a la elección de esa persona. Puede haberse quedado como una experiencia, pero no habrá un cambio, una transformación, y por eso posiblemente tiene temor, porque el temor siempre va a existir cuando una persona desconoce algo. 

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Por supuesto que puede haber temor de repetir un patrón de conducta que está latente, pero si eso hubiera sido trabajado y racionalizado no existiría temor.

El temor sería confrontado de una manera distinta, porque dentro de cualquier mujer puede estar latente este pequeño miedo a equivocarse con alguien, que está ahí porque somos seres humanos y podemos equivocarnos.

Nadie tiene la perfección necesaria como para que no haya la posibilidad de equivocarse, pero ese temor no entorpecería una relación porque sería suficiente para mantener una precaución apropiada y no para temer un compromiso. 

Cuando una persona vuelve a tener una mala experiencia es porque ha vuelto a hacer una mala elección y está demostrando que no hay un proceso de racionalización sobre las motivaciones, causas y consecuencias de la codependencia. Por eso, simplemente, muchas mujeres cambian de personas, pero no de actitud. 

Pero la línea entre la codependencia y el enamoramiento es fina toda vez que cuando se está enamorado todo es químico, no racional. ¿No es intrínseca la dependencia al enamoramiento?

Sí, el enamoramiento es una reacción química, ciertamente, que en su momento obnubila el razonamiento, pero la diferencia con la codependencia estaría estrictamente en el hecho de que el enamoramiento es temporal, mientras que la codependencia puede ser permanente. 

Cuando una persona se enamora de otra siempre va a tratar de ver sus virtudes, todo es bonito, todo está bien, y cuando transcurre el tiempo lo mismo que le enamoró es probablemente lo que más le disgusta, pero este proceso de enamoramiento enajena temporalmente, va descendiendo el momento cúspide y se empieza a mirar al otro tal como es. 

Ahí es cuando se debe trabajar en el amor, porque el amor es la construcción de una relación en la que entran compromisos de por medio, y por tanto es algo racional y objetivo. 

Después del enamoramiento viene la parte objetiva y se construye el amor; en cambio, en la codependencia jamás existe la claridad necesaria para ver que eso no es lo que yo  quiero para mi vida, que no hay un compromiso mutuo para la construcción de una relación apropiada, sana, positiva. 

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En la parte de la codependencia hay más entregar que recibir, yo entrego y no recibo, y no importa porque es el simple hecho de sentir que estoy entregando lo que me hace feliz.

En mi pensamiento yo estoy en la capacidad de hacer feliz a la otra persona, y esto es constante, de modo que mientras más se aleja la otra persona más esfuerzos hago porque siento culpa ante su indiferencia y considero que no estoy aportando lo suficiente. Es un amor obstinado en realizarse, y pondría la palabra «amor» entre comillas porque el amor es construcción y ahí no hay nada de eso, sino necesidad de entrega y de sentirme necesitada. 

Esta es una de las claves en la resolución de algún conflicto de infancia que no pude resolver, por ejemplo,  no pude salvar a mi padre, o a mi madre, o a un ser amado, entonces repito en otras personas una realidad que tengo de historia de vida para materializar algo que no logré en el pasado.

¿A qué se refiere con salvar a mi padre o a mi madre? ¿Salvarlos de qué?

Cuando somos niños y vivimos en un hogar disfuncional en el que hay abuso o violencia, en cualquiera de sus formas, siempre aspiramos al cambio de nuestros progenitores. De que todo se resuelva, y de que finalmente tengamos un hogar feliz y estable. Por supuesto que esto muy difícilmente ocurre. Entonces llegamos a la vida adulta y trasladamos esa esperanza a nuestras parejas; y queremos salvarlas porque son ellas las que ahora representan mi figura paterna o materna a quien no pude “salvar” cuando era niño. Y me mantengo con la esperanza de conseguir una relación feliz, con la misma idealización de cambio que tuve en esa otra etapa de mi vida. 

Hace un rato dijo que lo mismo que nos agrada al empezar una relación puede ser lo que más tarde llegue a molestarnos. ¿Cómo funciona eso? 

Cuando empieza el proceso de conocer a alguien, me atraen cosas que me parecen agradables, pero con el paso del tiempo pueden ser ajenas a mi realidad.

Por ejemplo, si a mí me gusta mucho la música clásica y me uno a una persona que le gusta el rock al principio me va a llamar la atención esta diferencia porque siento que estoy enriqueciéndome con este nuevo gusto musical, pero con el transcurso del tiempo vuelvo a disfrutar de lo que a mí siempre me ha gustado.

Si no aprendo a compartir, que es lo debe hacerse cuando construimos el amor, evidentemente me saturo con el gusto del otro y regreso a lo mío. Ahí empieza el disgusto. 

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Cuando existe un compromiso en una relación se mantiene la esencia de cada uno, pero también se debe aprender a compartir el gusto del otro. No tengo que dejar lo que a mí me gusta ni hacerme exclusivamente al gusto del otro. 

A muchas mujeres les complace al inicio de una relación la alegría del hombre, su gusto por la diversión, y con el paso del tiempo empiezan a sentir rechazo por el hecho de que sea cercano a las fiestas, al alcohol, a los amigos, y no hay un punto medio, que es lo que precisamente se debe conseguir para construir una relación sana.

Entonces se magnifican las cosas malas cuando el enamoramiento empieza a disminuir, que en el mejor de los casos puede llegar a durar hasta tres años, siendo un promedio de dos años el período básico de enamoramiento. 

¿Amar es sufrir?

No. No es dolor ni amargura. Que dentro de un amor se conviva con toda la escala de emociones y sentimientos es un hecho irrefutable, hay momentos, hay días, hay épocas, en las que es más fuerte la alegría que la tristeza, y viceversa, se transita por todas las emociones en una relación en la que hay amor, pero eso es precisamente lo que construye y fomenta más el amor, el poder pasar por una serie de situaciones y salir avante de eso.  

Solamente las personas codependientes ven como sinónimos el amor y el sacrificio. 

¿Y cuáles son los límites? ¿Cómo puedo darme cuenta de que estoy enamorada o ya me acostumbré a esa persona y tengo signos de codependencia?

El límite básico, porque existen pautas, es cuando una persona tiene sentimientos de inferioridad frente al otro, cuando debido a estos sentimientos antepongo totalmente mis necesidades, cuando no tengo ningún tipo de seguridad para tomar decisiones propias, cuando tengo miedo a la soledad, cuando siempre necesito estar con una pareja, cuando idealizo a la otra persona, y también cuando me obsesiona. 

Dejando a un lado la retórica terapéutica, ¿se puede vivir el amor sin codependencia? Hago esta pregunta porque asumo que es esa dependencia la que permite que una pareja no se canse de la otra… 

Es una pregunta interesante porque si habláramos de dependencia mutua ya no estaríamos hablando de codependencia. Cuando hablábamos de qué es la codependencia precisamente nos enfocábamos en el hecho de que una mujer codependiente antepone las necesidades propias a las necesidades del otro, pero si esto es mutuo ¿qué tipo de relación encontraríamos? 

Una no relación, estarían estancados en una lucha de satisfacción de necesidades del otro. Ese no es uno de los rasgos que puede captarse en la codependencia. En la codependencia siempre se observa que la persona codependiente está buscando la satisfacción del otro y el otro está recibiendo toda esa atención, está cómodo en su papel de receptor, así como el otro se encuentra feliz en su papel de dador. 

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Si los dos son receptores no hay codependencia. Se me ocurre poner como ejemplo a las parejas que se casan muy jóvenes y viven bajo la tutela de alguna de las familias de origen, y son los padres de él o de ella los que manejan ese supuesto hogar naciente y se tornan dependientes completamente, como si fueran ambos hijos de la misma familia. Allí no hay codependencia en la pareja sino codependencia hacia los padres. 

Lo mismo sucede si los dos son dadores, no puede haber una relación de codependencia si los dos son dadores, o los dos son receptores, tiene que haber un dador y un receptor. Si ambos son dadores o receptores lo que habría es una relación sana en la que los dos entregan sus esfuerzos. 

¿Los terapeutas y los psicólogos también aman demasiado? 

Hay de todo, el terapeuta, el psicólogo y el psiquiatra son profesionales en la rama de la salud mental, pero eso no garantiza que tengan perfección en la gestión de ninguna emoción. Somos seres humanos, debe haber más de un profesional que haya caído en la codependencia, lo que sí creo es que estará en mayor capacidad de comprender lo que le está sucediendo y buscará el apoyo necesario. 

Mujeres que aman demasiado es el título de un libro que fue escrito en 1985. ¿Amamos igual que en 1985?

El amor es una expresión muy grande de sentimientos que no tiene época, pero también considero que hay nuevas formas de expresión de amor que ahora son muy utilizadas y que antes eran impensables. 

Leí el libro que usted acaba de mencionar, me parece realista por sus testimonios, hay un punto que siempre olvidamos y que puede explicar muchas veces la condena a la que se ancla una mujer cuando es codependiente: el haber creído que una misma persona tiene que prevalecer en las dos formas fuertes de amor, el pasional y el de compromiso. 

Es positivo cuando alguien tiene la claridad para hacer la separación necesaria de estas dos formas de amor que no están reñidas entre sí, pero que demuestran que existen no solo momentos apropiados para cada una de estas formas de amor, sino que se pueden hasta complementar de una manera sana o volcarse hacia la posición contraria, pensando que es amor algo que exclusivamente es pasión o que es amor algo que puede ser una armoniosa amistad. 

Los griegos diferenciaban lo que es el amor pasional, y el amor sereno y calmo encarnados en Eros y Ágape. 

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En muchas ocasiones una mujer piensa que ama cuando está apasionada por una persona, y a su vez puede haber otra persona que piense que simplemente con mantener un amor de compromiso, sereno y estable, no necesita la contraparte pasional.

Este tipo de situaciones muchas veces se malinterpretan en una mujer codependiente, que siente que la pasión la gobierna y cree que va a tener una buena relación soportándolo todo. Y, lo contrario, que si tiene una buena relación, un compromiso estable, con serenidad, no está lo suficientemente bien cimentada porque no hay tanto pasión. 

Estas son cosas que se pueden ir desarrollando en el pensamiento de alguien que confunde el amor con la codependencia o exclusivamente la pasión. Hay que tener muy claros estos dos aspectos. 

¿Cómo evitamos revictimizar a las mujeres en este ejercicio de abrazar sus historias? 

Vivimos en una época en la que palabras como «revictimizante» pueden ser costosas porque es dispendioso sentirse víctima, pero atravesamos una época en la que las personas prefieren sentirse sobrevivientes y no víctimas. En el caso específico del libro Mujeres que aman demasiado se está identificando, literalmente, lo que sienten las mujeres codependientes.

¿Qué tipo de delitos podría desencadenar la codependencia?

Los delitos más frecuentes son violencia intrafamiliar, abuso psicológico, y violencia sexual. Detrás de una forma de violencia intrafamiliar va a estar siempre una mujer codependiente. 

Están invitadas a ser parte de esta experiencia, y participar con su propia historia en Mujeres que aman demasiado. El Podcast. Para compartirnos su historia y ponerse en contacto con el Equipo Bagre, click aquí.

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