La cura ancestral, ícono de la tradición quiteña

Curanderas ancestrales
Curanderas ancestrales
Al Mercado de San Francisco, en el centro de Quito, acuden no solo ecuatorianos en busca de alivio, sino también extranjeros ávidos por vivir una nueva experiencia.

Chirisiquis. Así entran varios pacientes que buscan cura para el mal de ojo, el mal aire, atraer un nuevo amor, dejarlo ir, hacerlo volver o curarse el espanto.

Estamos en el Mercado de San Francisco, ubicado en las calles Rocafuerte y Chimborazo, en pleno Centro Histórico de Quito. Amparo es una de las curanderas que sanan con yerbas a las decenas de visitantes nacionales y extranjeros que llegan todos los días a este, el primer mercado temático de la capital.

Amparo Lugmaña, curandera-yerbatera, cura el mal de ojo a un niño. Además, hace limpias para alejar energías negativas, atraer prosperidad y eliminar otros males.

Aquí trabajan más de un centenar de comerciantes, entre los puestos de verduras y hortalizas, frutas, carnes y embutidos, lácteos, huevos, un patio de comidas y, lo que distingue a este mercado, un área dedicada a la medicina ancestral.

Hasta estos puestos acuden quiteños y personas de otras provincias, así como extranjeros; los flujos de visitantes son irregulares.

El Mercado de San Francisco se ha convertido en un sitio de interés para los extranjeros, quienes viven la experiencia de recibir una limpia.

Algunas curanderas realizan limpias a domicilio o en los lugares de trabajo de los clientes que las llaman.

Hay días en los que la sala de espera de las curanderas está vacía; otros, a la mitad y algunos días está a reventar. Los días más movidos son los martes y viernes, cuando llegan no solo personas que dan fe de las bondades de este oficio ancestral, sino turistas de varias nacionalidades.

Turistas extranjeras y pacientes nacionales en el área de yerbas y medicina ancestral.
Un día de poca afluencia en la sala de espera.

“Venga, venga, caserito, aquí tenemos yerbas para limpiarle de sus malas energías” se escucha en este lugar.

Cada yerbatera atrae a sus clientes con las mejores palabras que puede, con su mejor cara, con una sonrisa. La competencia por los devotos, por los que sí creen, como por los que dudan pero igual quieren probar, es dura.

Blanca Ganchala lleva casi cuarenta años en este oficio, su mamá y su abuela le enseñaron los secretos, y es sincera al decir que su trabajo “no reemplaza a la medicina convencional”, pero alivia males como el estrés y, por medio de infusiones u otros tratamientos, calma afecciones del hígado, los riñones, los nervios…

Al realizar su trabajo Blanca reza y pide por la sanación de sus pacientes.

Además del olor particular de algunas yerbas como la ruda, la ortiga, el eucalipto, la menta, el sauco o el romero, en esta sección del mercado hay un fuerte aroma a agua de colonia, palo santo, especias y otras hierbas difíciles de identificar para el olfato no experto.

Rosa Lagla, en cambio, está convencida de que su cura se complementa con convicción y oración. Solo de esa manera, dice, se logra no solo una limpieza del cuerpo, sino una limpieza espiritual.

O en sus palabras: “No se cura el cliente si no tiene fe”.

El local de Rosa Lagla es el número 8. Cura espantos y mal aire. Ella es parte de la cuarta generación de su familia dedicada a este oficio.

Esta área del mercado acoge también a vendedores de aceites, colonias, velas o jabones para atraer el amor (“Sígueme, Sígueme” o “7 Machos”), la buena suerte, el dinero y trabajo, lo mismo que para alejar malas vibras y mantener una buena salud.

Para complementar una limpia se ofrecen varios tipos de aceites, fragancias y lociones que ayudan al cliente a potenciar las buenas energías.
Se venden además collares y pulseras “protectoras”.

La mayoría de las yerbateras dice que este es un oficio heredado, que ha pasado de generación en generación. Y que así, como ellas lo aprendieron de sus predecesoras, se lo han enseñado a sus hijas. Aunque algunas prefieran no dedicarse a ello.

El precio de una limpia va de diez dólares en adelante, dependiendo del tratamiento o la complejidad del mal que haya que desterrar del cuerpo.

Mirian Yánez es una de las curanderas más antiguas del lugar.

El Mercado de San Francisco es uno de los sitios tradicionales al que han acudido varias generaciones de quiteños para “limpiarse” de malas energías y renovar el cuerpo.

De lunes a viernes el horario de atención es de 07:30 a 16:30. Los fines de semana se hacen limpias solo hasta el medio día.

En el local número 1, una de las curanderas se prepara.
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