Leí, abrumada, los detalles que , según la prensa, “son las confesiones más polémicas e impactantes” de “The Woman in Me”, el libro autobiográfico de Britney Spears que empezó a circular desde el 24 de octubre, tanto en librerías físicas como en versiones digitales y podcast.
Sin embargo, más allá de lo que la prensa considera que debe promocionarse —bebía daiquiris con su madre cuando estaba en octavo grado, tuvo relaciones sexuales por primera vez a los 13 años, abortó al quedarse embarazada de Justin Timberlake porque él se lo exigió, su padre la llamaba gorda todo el tiempo que ejerció la curatela sobre la artista— , “The Woman in Me” logra, por fin, darle voz a Britney Spears, poniendo de manifiesto una resiliencia que le permitió mantenerse viva y en pie después de ser víctima de sus padres, los paparazzis, los entrevistadores de talkshows y la prensa amarillista. Eso, sin mencionar a su exnovio y su exesposo. Estos dos individuos merecen un capitulo aparte.
A continuación, les invito a explorar los detalles que convierten a los padres de Britney y los paparazzis, en los verdugos de Britney Spears, y que en muchas ocasiones, por sus excesos y ambición, pudieron terminar con la vida de la artista. Cuando lean los detalles, verán que no exagero.
Verdugo número 1: Los paparazzis, entrevistadores de talkshows y la prensa amarillista
Desde el momento en que Britney Spears saltó a la fama con su sencillo “One More Time” en 1999, fue el centro de atención de paparazzis, entrevistadores de talkshows y prensa amarillista.
Sin embargo, la preocupación de estos oscuros personajes no era el talento de la joven Britney. Las entrevistas, publicaciones y comentarios giraban en torno a si sus pechos eran naturales, si todavía era virgen, o si no era un mal ejemplo para las jovencitas norteamericanas por usar “taquitos” y prendas que enseñaban su ombligo.
Los paparazzis la acosaban todo el tiempo, en su afán de captar la “foto del millón”.
Uno de los episodios más caóticos sucedió cuando su exesposo, Kevin Federline se quedó con la custodia de sus dos hijos y le impidió las visitas. Emocionalmente, esto devastó a Britney y los paparazzis encontraron el momento ideal para captarla en sus peores momentos.
Es así que decidió raparse la cabeza. Este gesto de rebeldía la liberaba de la exigencia de estar siempre bonita, sonriente, magnífica y espectacular.
En esa misma época, la foto donde Britney, furibunda, ataca con un paraguas un auto, es el de un paparazzi. El individuo se acercó a la cantante cuando hizo un pare en un viaje por carretera que realizó para intentar ver a sus hijos, que ya estaban bajo la custodia de su exesposo y padre de los niños. Por más que ella le suplicó que se aleje, él no lo hizo y siguió acosándola. Hasta que Britney perdió los estribos y atacó con un paraguas el auto del paparazzi.
Una amiga le dijo: “Es poco lo que hiciste. Si a mí me quitan a mis hijos, yo incendio la ciudad”.
Por eso para Britney, expresarse por Instagram con su propio lenguaje y reglas, es una forma de liberación. Es ella la que decide qué publica, cuándo y bajo qué circunstancias.
Esta red social le otorga una gran libertad, porque los paparazzis y medios amarillistas, que por décadas lucraron de su imagen, ya no pueden hacerlo con el abuso y excesos del pasado.
Finalmente, el control y las primicias son propiedad de la artista. Por eso no le preocupa los comentarios o impresiones de quienes miran sus videos. No le preocupa que piensen que “está loca”. Demasiado tiempo vivió para complacer a todos. Menos a sí misma.
Verdugo número 2: La madre de Britney Spears
La madre de Britney fue quien la impulsó durante su infancia a audicionar. A la joven, desde muy niña, le apasionaba el canto y baile.
Sin embargo, a medida que la fama de Britney crecía —y con ella los escándalos, acoso y excesos de la prensa— el distanciamiento de madre e hija también iba en aumento.
“Woman in Me” recoge que la madre de Britney, en lugar de ser su aliada ante la difamación, sexismo y acoso que sufría por parte de la prensa, acudía a talkshows donde hacía quedar mal a su hija y además promocionaba un escabroso libro sobre lo que ella pensaba, le sucedía a Britney, durante la temporada que perdió la custodia de sus hijos y se rapó la cabeza.
Britney también detalla las ocasiones que buscó el respaldo de su madre ante los abusos de su padre, durante los trece años que duró la tutela. Nunca tuvo ese respaldo. Más bien, con su silencio e indiferencia, se transformó en su cómplice.
Por otro lado, el día que Jamie Spears secuestró a Britney para iniciar el proceso que terminaría con él como su tutor, quien la contactó y puso una emboscada, fue su madre.
Verdugo número tres: El padre de Britney Spears
Pese a que nunca estuvo junto a Britney las veces que de niña audicionó, sí hizo acto de presencia en el momento que llegó a la fama y empezó a amasar su fortuna que, The New York Times, estima en 60 millones de dólares.
Valiéndose de una curatela legal, durante trece años, no sólo tomó el control de las cuentas bancarias de Britney. Sino que también se convirtió en “su dueño”. Cuando se lo anunció a la cantante, sus palabras fueron: “Ahora yo soy Britney Spears”.
El tribunal le asignó a la artista un abogado. No permitieron que fuera ella quien lo eligiera.
“Hasta los peores criminales tienen derecho a elegir su abogado”, le dijo, trece años después, el abogado que la patrocinó cuando logró que el sistema de justicia de Estados Unidos finalizara la curatela. Además, el tribunal ordenó que la cantante le pague una suma de “mínimo 500.000 dólares al año”
Durante el tiempo que duró la curatela, hubo etapas en que su padre decidía que Britney ingresara en centros de rehabilitación para drogadictos o clínicas de reposo mental.
Es más, la última vez que estuvo encerrada en uno de estos centros —por el que pagó 60.000 dólares mensuales y en el que permaneció dos meses—, le administraron litio. Su abuela se suicidó después de ingerir este medicamento.
La vigilancia que ejercía el padre de Britney a través de la curatela, era total y abusiva. Siendo una adulta, tenía control parental en su teléfono.
Además, durante dos años tuvo que comer pollo y verduras enlatadas. Sin mencionar que su padre controlaba todo el tiempo lo que comía, porque para él, siempre estaba gorda.
Así describe Britney esa etapa de su vida: “Dos años es demasiado tiempo. Sobre todo cuando son tu cuerpo, tu trabajo y tu alma los que están ganando el dinero del que vive todo el mundo. Dos años pidiendo patatas fritas y recibiendo negativas. Era degradante”.
Y sí, efectivamente, Britney no dejó de trabajar y generar dinero durante los trece años de la curatela. Por eso ella no se explica, cómo, no podía elegir comer una hamburguesa o un helado de vainilla. Pero, sin embargo, sí estaba en capacidad de afrontar largas giras de conciertos y shows donde, su padre le exigía perfección, la sometía a largas jornadas de repasos, y la creatividad de la artista no era tomada en cuenta.