Hay un episodio en Love, Death + Robots –esta serie de animación que cuenta con tres temporadas en Netflix y que ha sido renovada para una cuarta– al que regreso de manera recurrente. Se encuentra en la temporada dos y se titula Respuesta evolutiva (Pop Squad en inglés). Narra la historia de una civilización en el futuro donde los seres humanos han inventado un fármaco llamado lozanol, que les permite vivir para siempre.
El episodio en cuestión está basado en un cuento del escritor Paolo Bacigalupi, que lleva el mismo título y forma parte del libro La bomba número seis y otros relatos, ganador del Premio Locus en 2009.
En el mundo creado por Bacigalupi, donde nadie envejece y nadie muere, no se permite tampoco que haya nacimientos: los embarazos y la maternidad son cosas del pasado y los escuadrones de respuesta evolutiva se encargan de deshacerse de los niños que nacen de manera clandestina, en las profundidades de una ciudad que ha aprendido a crecer hacia las nubes y que representa en su configuración las jerarquías sociales, con los privilegiados en las alturas, donde todo es lujo y desborde, y los desfavorecidos en el fondo abandonado y reclamado paulatinamente por la naturaleza que crece cada vez más salvaje.
He crecido escuchando la idea de que la sobrepoblación mundial va a acabar con la humanidad. También que es la causa principal de la crisis medioambiental que vivimos hoy en día. Esta es una problemática recurrente en los textos de Bacigalupi, y en Pop Squad, el tratamiento que se le da remite inmediatamente al mito: la teoría de Malthus, las Cumbres del Clima, el desarrollo sostenible, el señalamiento desde el norte global sobre los países pobres como culpables principales. Tanto en el corto como en el cuento se puede apreciar la emulación de este sistema vertical y desigual, en la estructura morfológica de la ciudad en la que se mueven estos personajes.
Los escuadrones de respuesta evolutiva bajan a las simas de este entorno urbano a apresar a las madres y a aniquilar a sus hijos. El control de la natalidad en este futuro distópico no se diferencia demasiado de lo que ocurre en el mundo real: hay casos registrados de mujeres indígenas o migrantes que han sido esterilizadas a la fuerza.
La violencia que los escuadrones de respuesta evolutiva ejercen sobre los cuerpos de las mujeres y sobre los de sus hijos, en el cuento de Bacigalupi, no es algo del futuro sino del hoy. Todo esto mientras las élites, en lo más alto, disfrutan del acomodo y la opulencia; acaparan los recursos para ellos en esa carrera ganada a la muerte a través del uso del lozanol. Todo el mundo es para ellos.
Según el portal Climate Trade, los países con mayor cantidad de emisiones de CO2 –el principal de los gases que ocasionan el efecto invernadero en la atmósfera– son China y Estados Unidos, seguidos por India, Rusia y Japón, aunque estos con emisiones significativamente menores que las de los dos primeros. El problema, entonces, muy poco tiene que ver con lo demográfico en los países del sur, sino más bien, con el imperio del capital y la ambición desmedida de sus principales beneficiarios.
Tiene que ver con la explotación y el acaparamiento de los recursos por parte de un grupo reducido, de acuerdo con algunos datos, apenas el 1% de la población mundial.
Tal como sucede en el cuento de Bacigalupi, a los marginados, a aquellos que se salen de este sistema, que deciden renunciar al lozanol y a la vida eterna, que terminan viviendo en los recovecos del subdesarrollo, se los encarcela y se les niega el derecho a reproducirse.
Porque lo importante, tal como ocurre en el mundo en que vivimos, y que se refleja de manera magistral en el cuento de Bacigalupi, es que la riqueza sea propiedad nada más de las élites, aunque eso le cueste todo al resto de la humanidad.