El 14 de julio de 2022, se observó en Youtube la entrevista entre el anfitrión de un conocido canal digital ecuatoriano y un joven youtuber de 23 años, cantante de música popular ecuatoriana y emprendedor.
En un momento de la charla se relata una anécdota del cantante, quien a la pregunta: ¿ocho por cuatro?, responde: “treinta y seis”.
Enseguida tanto entrevistador como entrevistado afirman nunca haber usado el “trinomio cuadrado perfecto, ni la hipotenusa, ni los números primos”.
Es común escuchar en la universidad a padres y sus hijos universitarios aspirantes, que buscan una carrera donde no haya matemáticas.
No existe una carrera en la que las matemáticas no estén presentes; no existe mundo donde las matemáticas no estén presentes.
Para un docente es doloroso escuchar este rechazo por las matemáticas, y más para quien imparte aritmética, cálculo, innovación o cualquier otra ciencia.
Sin la rigurosidad de las matemáticas, las personas se convierten en presas fáciles del engaño, toman decisiones guiados únicamente por las emociones y no por el razonamiento; encargan la solución de sus propios conflictos a otros y, básicamente, no se arriesgan a emprender.
Todos los días se trata de tomar decisiones, todos los días hay alguien tratando de manipularnos, todos los días se necesitan solucionar problemas, todos los días se emprende algo nuevo.
Todos los días se usan el trinomio cuadrado perfecto, la hipotenusa, los números primos.
“Las matemáticas son un instrumento poderosísimo para ejercer la ciudadanía de una forma crítica”, afirma el matemático Eduardo Sáenz Cabezón.
A través de las matemáticas somos capaces de analizar con rigor las situaciones, interpretar datos, argumentos: nos hacen críticos.
Las matemáticas nos hacen más felices, más plenos para comprender el mundo en el que estamos y a nosotros mismos, porque como humanos estamos hechos para medir el mundo, para contarlo. Está en nuestra naturaleza.
El problema parece que radica en el docente. Tradicionalmente el profesor de matemáticas es quien nos ha llevado a odiarlas.
Nos hicieron ver a las matemáticas como el cuco de nuestra vida estudiantil, como la asignatura difícil de pasar. O simplemente a través de la monotonía y repetición nunca despertaron en nosotros la curiosidad, el placer por aprender y el deseo por descubrir más.
El papel de un docente apasionado por la ciencia es enseñar a sus estudiantes con recursos creativos: pelotas, colores, juegos, aunque sean adultos. Que estas herramientas no sean solo privilegio de los niños.
Permitir a los alumnos experimentar, aplicar el conocimiento adquirido, discutirlo y crear nuevos saberes con base a lo aprendido.
Ojalá aquel youtuber y ese comunicador usen con mayor frecuencia el trinomio cuadrado perfecto, la hipotenusa, los números primos, la matemática. Podrían despertar su inquietud por temas nuevos.