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Álix Ardila: «Llevo 4.393 días sin saber de mi hija, Carolina Garzón»

Ilustración: Equipo Bagre
El 28 de abril de 2012, la cotidianidad de la madre colombiana, Álix Ardila, se volvió un calvario: su hija de 22 años, Carolina Garzón Ardila, desapareció en Quito
Autor: Redacción Bagre
Quito - 11 May 2024

Con el ceño fruncido y un remedo de sonrisa, Álix Ardila aparece en una fotografía sentada en unas escalinatas. 

Detrás de ella se levanta una estatua dedicada a las madres, en cuya base puede leerse: «A la que nos amó antes de conocernos porque su maternidad fue voluntaria». 

El monumento, erigido en México, evoca ese aforismo que permite recordarnos que el único amor incondicional que soporta todo y lo da todo es el de una madre. 

Álix lo sabe. De hecho, no hay día en el que no encarne esa cláusula tácita de la naturaleza. 

Por eso, se ha acostumbrado a vestir una camiseta —como la que luce en la fotografía— en cuyo pecho lleva estampado el rostro de una de sus hijas con una inscripción que dice: Carolina Garzón Ardila, desaparecida. 

El 18 de marzo de 2012 la vio por última vez. Ese día, con las maletas atiborradas de sueños, su hija viajó desde su natal Colombia hasta Ecuador, aprovechando la culminación de un semestre en su universidad. 

Un mes y medio después, el 28 de abril del mismo año, desapareció en Quito. 

La fecha de su desaparición es solo referencial. Los «amigos» con los que compartía vivienda, en el barrio de Paluco, llamaron a la familia de la joven tres días después de “no saber nada de ella”.  

Bagre Revista Digital se puso en contacto con Álix para conocer sus luchas, frustraciones, miedos e ilusiones durante estos doce años de calvario. 

Ella responde la llamada, desde su natal Colombia, con amabilidad. 

—No me siento revictimizada cuando me entrevistan. Me siento revictimizada cuando debo hablar con las autoridades incompetentes e indolentes —dice. 

Para Álix, esta conversación es un fulgor en la oscuridad. Y es que cada vez que habla de su hija puede sacarla del olvido al que ha sido confinada por las autoridades.  

—Desde hace 4.393 días no sé nada de Carolina. Han pasado 12 años y 10 días (esta entrevista fue realizada el 8 de mayo de 2024) desde que desapareció mi hija —sentencia la mujer colombiana como quien desea dejar constancia de que su amor incondicional de madre, en efecto, lo ha soportado todo. 

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¿Cómo era su hija, Carolina?

Quería recorrer Latinoamérica. Ese sueño la había llevado hasta Bolivia. Es una persona responsable, emprendedora, luchadora. Estudiaba en la Universidad Distrital de Bogotá y se enamoró de Ecuador, por eso en sus vacaciones viajaba para allá. Quería radicarse en Ecuador con nosotros después de que terminara su carrera, pero nunca imaginamos que viajaríamos en circunstancias adversas.

Le gustaba mucho la lectura, buscaba la defensa de los derechos humanos, y así transcurría su juventud. Es aficionada a la fotografía. Lamentablemente, el 28 de abril del 2012 desapareció en extrañas circunstancias que hasta el día de hoy no han sido esclarecidas. 

¿Cuánto tiempo llevaba Carolina en Quito y cómo fue que decidió viajar para Ecuador?

Ella viajó el 19 de marzo. Desaparece presuntamente el 28 de abril, y digo «presuntamente», porque la Fiscalía no ha sido capaz de investigar si desapareció el 28, el 29, el 30, o inclusive el 1 de mayo. Los compañeros con los cuales compartía vivienda llamaron a Walter —el padre de Carolina — a las 04:48 de la tarde del día 1 para decir que ella no había regresado desde el 28 de abril. 

En ese momento empezó nuestra tragedia, nuestra búsqueda, nuestra lucha. Yo todavía no lo puedo creer, no lo puedo asimilar. Pienso que mi hija está viajando, o en la universidad, o en alguna de las actividades que realizaba. 

¿Cómo fue recibida en Quito?

Allí vivían dos compañeros de Carolina, uno de la universidad y otro que practicaba actividades parecidas a las que ella hacía. Tenía quién la recibiera, pero nunca imaginé que estuviera viviendo en un barrio tan vulnerable como Paluco.

¿Cree que el estigma, el que viajara sola, y el hecho de que fuera extranjera incidió en que no se le pusiera atención a su búsqueda?

Sí, desde luego, así lo hacen con todos los desaparecidos: que por qué andaba sola, que tranquilo señor Garzón —Walter, el padre de Carolina, falleció en el año 2016—, que ya va a aparecer, insinuando todo el tiempo que en cualquier momento volvería, que andaba en malas compañías. Y luego sugiriendo que nosotros, sus padres, éramos los responsables por ser demasiado permisivos. 

Cuando una es joven quiere comerse el mundo. Ella deseaba recorrer Latinoamérica, ese era su sueño, e incluso había viajado a Bolivia. 

Está también el hecho de que sea extranjera, porque si no buscan a los nacionales mucho menos a los extranjeros. La desidia es por todos los desaparecidos, pero también estaba el estigma de que era colombiana. No se puede clasificar a las personas o estigmatizar para iniciar su búsqueda.

¿Cómo ha sido esa búsqueda? ¿Qué hipótesis se han manejado?

La búsqueda de Carolina se hizo durante dos días: 5 y 6 de mayo, por medio de un mayor de la Policía, no de la Fiscalía. Una amiga de los chicos con los que compartía vivienda fue a pedirle al mayor que los ayude. Él activó todos los mecanismos de búsqueda y no encontraron nada. El día 6 hicieron un sobrevuelo en helicóptero. 

Carolina llevaba manillas —pulseras—, tenía muchas manillas, inclusive una con su nombre, y no encontraron nada que le perteneciera. 

Mi hermana viajó con Walter porque no podíamos abandonar los dos el trabajo, y no hallaron nada, pero luego de dos horas el cabo Freddy Anchaluisa fue con dos testigos no idóneos al lugar donde se supone vieron por última vez a Carolina —el río Machángara— y encuentra un saco —chompa— presuntamente de ella. 

No hace cadena de custodia, no llama a Criminalística, toma el saco, lo mete en una bolsa, llama a mi hermana y le dice que encontró una prenda en una piedra junto al río. 

Mi hija es zurda y, sin embargo, en el bolsillo derecho del saco dizque encuentra una servilleta con un escrito. Ese escrito estaba legible totalmente, y mi hija desapareció, presuntamente, el 28 de abril. Entonces, ¿cómo van a encontrar el saco en una piedra? 

Esa es una prueba plantada porque cuando fueron los grupos de rescate, el GIR, los investigadores y mi familia no hallaron ninguna prenda de Carolina. 

La servilleta estaba intacta, sin embargo, cuando se le pidió al Inamhi (Instituto Nacional de Meteorología e Hidrología), por medio de la Fiscalía, que entregue un informe sobre el estado del tiempo durante esos días, este reportó que desde el 26 de abril había llovido y el río estaba crecido. Pero el saco estaba en perfecto estado. Si hubiera estado a la intemperie se habría mojado o ensuciado, lo mismo hubiera sucedido con la servilleta.

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¿Qué decía en la servilleta y qué intereses tenía este policía en mentir?

Decía «para Caro y Sebas, le mordí un pedacito. Oscariño». Óscar era uno de los chicos con los que Carolina compartía vivienda. Él había dejado, presuntamente, un pedazo de pastel o torta. 

Ante la irregularidad tan garrafal de este dichoso investigador, ¿qué puedo pensar? Cuando las prendas de Carolina estaban empacadas en la maleta, este señor sacó todo, sin guantes, sin llamar a Criminalística, sin protocolo; simplemente sacó la ropa e incluso, en un acto indignante, grotesco y burlón, bromeó con un estuche de cepillo de dientes diciendo que era un consolador. 

¿Qué sucedió después de esas primeras pericias?

Todo fue peor aún. La primera fiscal decía que Carolina se había suicidado en el río. ¿Quién se suicida y esconde su cuerpo? 

Pedimos el cambio de la fiscal. La segunda fue peor, porque dijo que Carolina se había ahogado en el río. 

Un periodista de acá de Colombia, del programa Séptimo Día, de casos reales, fue a Ecuador, entrevistó a la fiscal y le preguntó por qué Carolina se despojó de su saco y lo dejó en la piedra, y ella responde porque quería tomar el sol. ¿Qué sol? Estaba nublado. Y ¿cómo va a ir a tomar el sol en esas aguas putrefactas? 

Y si así fue, ¿dónde está el cuerpo? Empieza a dar unas coordenadas: que el Machángara desemboca en el río San Juan, y que este desemboca en el océano. 

A la altura de Cumbayá hay rejillas. 

Según la Fiscalía, desde el 2011 al 2014 aparecieron 35 cuerpos en la orilla del río. El río devuelve los cuerpos y el único que no aparece es el de mi hija. 

Es realmente indignante la hipótesis de la Fiscalía. Al día de esta entrevista han pasado doce horrendos años.

¿Usted tiene su propia hipótesis? ¿De quién sospecha? 

Siempre que hay un desaparecido, los primeros sospechosos son quienes estuvieron con la persona en los últimos momentos. ¿Por qué avisan el día 1 de mayo, a las 04:48 de la tarde? Y todos dicen lo mismo. 

Una argentina que también vivía en la casa de Paluco salió del país inmediatamente después de lo sucedido porque era irregular, no tenía papeles. El investigador no la llamó a rendir versión porque no tenía celular, ni cédula ni identificación. No la llamaron y se fue del país. Carolina era un referente de vida para la gente con la que compartió, y a nadie le importó nada, ni siquiera al investigador. Es como si hubiera desaparecido un objeto. 

Con la desaparición de Carolina, se crea Asfadec, la primera Asociación de Familiares y Amigos de Personas Desaparecidas en Ecuador. Su esposo, Walter Garzón, fue su fundador. ¿Usted sigue en contacto con la Asociación? ¿Cómo ha sido su lucha desde que él falleció? 

Nosotros hemos luchado en Ecuador y Colombia. Walter creó el comité de búsqueda de Carolina y luego, cuando se dio cuenta de que eran tantos los desaparecidos en Ecuador, junto a las demás familias y amistades en Ecuador se crea Asfadec. 

Es que en el proceso de búsqueda vimos en ese entonces que en Ecuador no se llevaba un registro de personas desaparecidas. En la búsqueda de Carolina, Walter se encontraba con más carteles de personas desaparecidas y es así como empezó a anotar los números para llamar por teléfono a sus familiares. Así iba contando su dolor y escuchando a otras familias, que iban haciéndose más fuertes para exigir al Estado que busque a los desaparecidos. 

Se plantaba frente a la Presidencia y cada vez llegaban más familiares. En el 2014 viajé a Ecuador porque había una reunión en la Defensoría del Pueblo. Se trataba de un encuentro de organizaciones de derechos humanos para tener un diálogo, un solo frente común para fortalecernos como Asfadec. 

Y desde entonces, en estos 12 años, no solo tenemos que llevar la carga de nuestro dolor sino también la desidia de las instituciones del Estado ecuatoriano. Pero aquí seguimos, insistiendo y persistiendo por verdad y justicia para la no repetición.

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¿Cómo se encuentra en la actualidad el caso?

La última vez que yo fui a Ecuador fue hace un año (2023). Por lo general viajo los 28 de abril por la memoria de mi hija, para exigir, denunciar y visibilizar el caso de Carolina. El año pasado, el caso lo tenía la fiscal Verónica Murgueytio. La vi muy diligente, comprometida, eficaz. Me contacté con ella, acudimos al río Machángara con el investigador de la Dinased, y con la presidenta de Asfadec. Sobre el terreno, la fiscal mencionó que se debía buscar otra línea de investigación y desechó la hipótesis sobre la que se había venido trabajando. 

Estando allí en Ecuador, el 29 de junio de 2023, me citaron a la Fiscalía para decirme que la fiscal había sido removida. 

¡Eso fue tan desmotivante! Me quedé en el piso. Tenía un dolor tan grande. Es así como el 27 de octubre de 2023, ya estando en Colombia, pedí una reunión de trabajo virtual con la nueva fiscal, Diana Elizabeth Segarra Balseca. Asistió mi abogado en Colombia, una defensora de derechos humanos del Movimiento Nacional de Víctimas de Crímenes de Estado, mi abogada en Ecuador perteneciente a INREDH —Fundación Regional de Asesoría en Derechos Humanos.  

Nos presentamos y le pregunté a la fiscal Diana Elizabeth Segarra Balseca cuáles eran las líneas de investigación y cuál era su hipótesis, y me contestó que debía investigarse a los compañeros con los que vivía Carolina. 

Eso ya lo sabíamos hace doce años y no lo hicieron. 

Luego agrega que nosotros, como familia y con nuestros respectivos abogados, le pasemos por escrito todas las diligencias que estimemos pertinentes para poder evacuarlas. 

O sea, otra vez me encuentro con la indolencia, la ineficacia y la desidia de la fiscal Diana Elizabeth Segarra Balseca pidiendo todo tipo de información como si el caso arrancara de cero.

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Es inaudito. Por ese motivo este año no quise ir a Ecuador. El caso lo tiene INREDH.  Cuando quiero algo, me pongo en contacto con ellos. 

Es más, hasta el día de hoy, desde el mes de julio del año pasado que tomó el caso la nueva fiscal, no ha hecho ninguna diligencia porque no me ha llegado notificación alguna por correo ni INREDH ha sido notificado de nada. 

Llevo doce eternos años esperando una respuesta ante la desaparición de mi hija. 4.393 días. Mientras tanto, las evidencias se pierden, se diluyen. He enviado un derecho de petición desde Colombia, presentando las irregularidades de la señora fiscal en dicha reunión, y dijeron que iban a pedirle el reporte de sus diligencias, pero no han enviado nada. Sigo esperando.

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