Derechos humanos

Mujer, vagina y orgasmo. Una trilogía natural y necesaria

vagina orgasmos
Ilustración: Manuel Cabrera.

El sol cae en picada sobre las calles empedradas de Quito, y mientras camino, siento cómo la ciudad, con su altitud e historia, parece resonar con las mismas preguntas que yo llevo dentro. 

El centro histórico y su aura ancestral, me evoca a las generaciones pasadas de mujeres, a sus luchas, sus silencios y, sobre todo, a sus secretos. ¿Cuántas de ellas caminaron por estas mismas calles, cargando con los mitos, tabúes y realidades de su sexualidad, sin nunca tener el espacio para hablar abiertamente sobre ello?

En el rincón de un café, un grupo de jóvenes mujeres charlan de manera animada, sus risas suenan llenas de complicidad. Me imagino que tal vez estén discutiendo sobre sus propias experiencias, desafiando esos tabúes que han limitado a tantas generaciones antes que ellas. 

Siento un calor en el pecho, una mezcla de esperanza y orgullo. La revolución de la sexualidad femenina, aunque todavía en proceso, está viva en las voces de las nuevas generaciones de mujeres.

Me detengo a comprar una humita, y mientras la saboreo, reflexiono sobre los orgasmos, sobre la complejidad de la sexualidad femenina y sobre cómo, incluso en pleno siglo XXI, aún se nos niega a las mujeres el derecho de conocer y celebrar a plenitud nuestros cuerpos. 

Recuerdo las teorías sobre los diferentes centros de placer, sobre la dualidad del clítoris y el punto G, y siento una oleada de frustración al pensar en todas las mujeres que aún no han descubierto la totalidad de su potencial erótico.

Pero, al continuar mi caminata, también siento esperanza. Las calles de Quito, con su rica historia y su confuso presente, son testigo de que el cambio es posible. Y así como la ciudad ha evolucionado y crecido, también lo harán las percepciones sobre la sexualidad femenina. 

Con cada paso que doy, siento la determinación de contribuir a ese cambio, de ser parte de una nueva ola de mujeres que no sólo conocen, sino que también celebran, la magnitud y la belleza de su propia sexualidad.

“No podemos amar lo que no conocemos”

Termina la tarde y regreso a casa. En la biblioteca, mientras alzo mi taza de café, pienso en la superficialidad con la que de manera habitual tratamos ciertos temas. “La vagina”, pensé, “qué palabra tan extraña y, al mismo tiempo, tan incomprendida”. 

Por eso, lo que sigue es una exploración, un viaje que abraza la historia y el presente, los datos y las emociones para ofrecerte una perspectiva fresca y empática de la sexualidad femenina. Porque lo que una vez fue un misterio, hoy es una puerta abierta, una invitación a comprender y celebrar la diversidad y riqueza de ser mujer.

Desde pequeñas, en el mejor de los casos, nos educan sobre sus partes, pero siempre desde una perspectiva mecánica, intelectual. Y, como en una metáfora de la vida, no vemos más allá de lo que yace en la superficie. El clítoris, la vulva, el canal vaginal… son sólo los naipes visibles de un mazo tan complejo y diverso que sobrepasa a la imaginación.

CEREBRO Y VAGINA LA CONEXION

Las ilustraciones científicas muestran la compleja red de vías neuronales femeninas que conectan con nuestra médula espinal. Esa red se ilumina, brillando, transmitiendo impulsos, comunicándose con nuestro cerebro, generando sensaciones que definen nuestros deseos, placeres y, a veces, nuestros dolores.

Sorprendida, me detuve ante una revelación: la extraordinaria diversidad de las conexiones nerviosas. No hay dos mujeres iguales. Cada una de nosotras tiene una constelación única de estrellas neuronales que dicta cómo sentimos, cómo reaccionamos, cómo deseamos, cómo amamos.

En comparación, la red neural masculina aparece más esquemática, casi regular. La mayor complejidad neuronal de las mujeres responde a nuestra doble naturaleza sexual y reproductiva, una dualidad que nos otorga una riqueza de sensaciones a menudo inexploradas.

Este descubrimiento me golpeó. Pensé en la desconcertante realidad de procedimientos médicos, como las episiotomías, realizadas a menudo sin considerar la complejidad de las redes nerviosas que yacen en nuestros cuerpos. El dolor silencioso, las sensaciones alteradas, se me antojaron injusticias ante las que muchas mujeres ni siquiera fueron advertidas.

SISTEMA NERVIOSO FEMENINO

La tarde se deslizaba hacia la noche, y con cada sorbo de café, sentía una profunda conexión con las mujeres del mundo. 

Con aquellas que, quizás, se sienten avergonzadas por sus deseos o frustradas por no alcanzar el clímax. Quizás no sea sólo culpa de un pasado opresivo o de recuerdos traumáticos. Quizás sea la maravillosa singularidad de nuestra anatomía, un diseño único e irreplicable que no conocemos, que no nos han explicado.

SISTEMA NERVIOSO MASCULINO UNIDO AL PLACER SEXUAL

La danza sutil del placer y el sistema nervioso femenino

Si bien es cierto que las palabras que lees y las imágenes que las acompañan pueden parecer algo clínicas, técnicas o tal vez académicas, es esencial entender que detrás de estos términos científicos hay una respuesta profunda y emocional sobre la experiencia femenina del deseo, el placer y el amor.

En medio de este entorno, estos hallazgos científicos, en lugar de distanciarnos de nuestra humanidad, nos acercan a nuestra esencia femenina. El sistema nervioso autónomo (SNA) no es solo una red de impulsos y reacciones. Es la sinfonía silenciosa detrás de cada suspiro, de cada rubor y de cada oleada de placer que recorre el cuerpo. Es la química detrás del arte, la ciencia detrás del misterio.

Al leer sobre la conexión entre el cerebro, la vagina y el SNA, me encuentro pensando en todas las veces que nos hemos sentido incomprendidas en nuestras respuestas sexuales. Las veces que hemos luchado por expresar nuestros deseos y necesidades. La falta de educación sexual adecuada no sólo nos ha dejado en la oscuridad sobre cómo funcionamos, sino que también nos ha privado de las herramientas para comunicarnos con nuestras parejas y con nosotras mismas.

Y aunque la ciencia puede darnos la terminología y la estructura para comprender estos procesos, es la experiencia personal, el autodescubrimiento y la comunicación abierta lo que nos acerca a una comprensión total. Son las risa o lágrimas compartidas con amigas sobre historias íntimas, las conversaciones con nuestra pareja sobre lo que nos excita y lo que no, y el viaje de autodescubrimiento que nos lleva a conocer cada rincón de nuestro propio cuerpo.

La “respuesta de fusión total” no es sólo un término técnico. Es un llamado a un orgasmo completo, a una experiencia de placer que implica a todo nuestro ser, física y emocionalmente. Es recordar que merecemos placer en todas sus dimensiones y que nuestra respuesta sexual es más que un acto reflejo. Es una experiencia holística.

Te invito a reconsiderar y redescubrir tu propia sexualidad. Te invito a dejar atrás el desconocimiento y la vergüenza, a conocer, a apropiarnos de nuestras necesidades y respuestas sexuales. Porque detrás de cada término técnico, detrás de cada proceso biológico, hay una mujer que busca, que siente, que desea y que merece todo el placer que el universo tiene para ofrecerle.

Más allá de los mitos

La evolución de nuestra comprensión de la sexualidad femenina ha sido un viaje serpenteante, y como una serpiente que muda su piel, las teorías pasadas se descartan para dar paso a perspectivas más frescas y, esperamos, más precisas. Sin embargo, hay un desfase entre lo que entendemos y lo que realmente es.

Tendemos a imaginar la ciencia como un conjunto de verdades establecidas en piedra, pero es un organismo vivo, en constante evolución. La sexualidad femenina ha sido víctima, como muchos otros temas, de nociones preconcebidas que han dictado la forma en que ha sido estudiada e interpretada. 

Los trabajos de William H. Masters y Virginia Johnson fueron revolucionarios en su tiempo (décadas de los sesenta y setenta del siglo pasado), desafiando muchos de los prejuicios de la época. Sin embargo, es peligroso quedarse en teorías antiguas, en especial cuando emergen nuevas evidencias que desafían la comprensión tradicional.

Las mujeres hemos vivido demasiado tiempo en la sombra de la sexualidad masculina, comparadas y contrastadas con un estándar que no se ajusta. El error radica en comparar en lugar de comprender. 

En lugar de preguntarnos cómo se compara la sexualidad femenina con la masculina, deberíamos estar preguntando qué hace única y compleja a la sexualidad femenina.

Las conclusiones de William H. Masters y Virginia Johnson y las opiniones feministas (como “El mito del orgasmo vaginal” de Anne Koedthan publicado en 1968) siguieron llevando a una comprensión simplista, donde la vagina ha sido desvalorizada en comparación con el clítoris. Pero reducir la sexualidad femenina a uno u otro órgano, es ignorar el rico tapiz de experiencias y sensaciones que las mujeres podemos experimentar.

Los hallazgos sobre la anatomía sexual femenina, en particular las investigaciones del doctor Barry Komisaruk, muestran que las mujeres tenemos múltiples centros de placer, no sólo el clítoris. Además que, a diferencia de los hombres, después de llegar al clímax sexual, podemos seguir necesitando estimulación y lograr nuevos orgasmos.

Esta información es crucial para reconfigurar nuestro entendimiento. Es una invitación para explorar con mayor profundidad, con una mente abierta y sin las restricciones de las antiguas normas.

Debemos entender que la sexualidad femenina no es un misterio que necesita ser “resuelto” en comparación con la masculina, sino una entidad independiente, magnífica y compleja que merece ser estudiada y entendida en su propia y única valía.

Por lo tanto, es esencial reconocer que cada avance no es el final, sino simplemente un paso hacia una comprensión más profunda y matizada. Sólo entonces podremos apreciar y celebrar en toda su dimensión, la diversidad y la riqueza de las experiencias femeninas, que son más que necesidades y respuestas sexuales. Para cerrar, permíteme que te comparta estas ondas que potencian tus energías sexual y creativa: 

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