Derechos humanos

Amnesia colectiva: el riesgo de acostumbrarse a la violencia y la atrocidad

Créditos: “Dormida en Gracia” del artista Jorge Porras. Intervención: Manuel Cabrera.

Quito es una ciudad construida sobre los cimientos de la memoria y la desmemoria. Una ciudad que intenta comprender y asumir las heridas de su pasado y presente.

Aquí, donde cada callejón esconde un momento y en sus recovecos anida una anécdota, sus habitantes conviven con los fantasmas de su historia. Con heridas que nunca han cerrado. Y que siguen acumulándose.

Se dice que las cicatrices del alma son las más difíciles de sanar. Ecuador lo sabe muy bien y por si fuera poco, ahora debe enfrentar un nuevo dolor, una nueva cicatriz. La violencia y sus múltiples facetas: delincuencia, crimen organizado, narcotráfico. Y al parecer, la narcopolítica. 

El día miércoles 9 de agosto, el político Fernando Villavicencio, candidato a las próximas elecciones presidenciales, fue asesinado en un operativo delincuencial sin precedentes en los registros del país.

A medida que los días pasan, los detalles del magnicidio son más sobrecogedores. Más macabros. Más truculentos. Este evento, plasmado de crueldad y barbarie, provocó quiebres en las esferas política y social. A la vez, desemboca en un trauma que es necesario procesar y sanar. 

El trauma. Ese punto límite en nuestra comprensión, es el resultado de acontecimientos que desafían la concepción de lo humano. Freud ya lo había expresado, al reflexionar sobre las aberraciones que se desplegaron durante la Primera Guerra Mundial:

Por su parte, Elie Wiesel, escritor húngaro que sobrevivió a los campos de concentración nazis, con la mirada de quien ha vivido en carne propia la crueldad de la guerra, habló de “lo inhablable”, donde el tiempo se detuvo y perdió todo. 

Lo “inhablable” se pasea por la ciudad y sus habitantes. A pocos días del magnicidio de Fernando Villavicencio, Quito parece envuelta en un torbellino de incertidumbre y zozobra. Un torbellino que deja su eco en cada esquina. Y amenaza con quedarse.

Por eso es necesario sanar. Porque sanar es honrar la memoria. Un país sin memoria es presa fácil y caldo de cultivo para más episodios de violencia, inequidad, injusticias y pobreza. Porque procesar y recordar el pasado moldea nuestro presente y construye nuestro futuro.

Me acerco a la psicóloga y coach Priscila Cazar para que, de manera profesional, solvente mis dudas. Le consulto: ¿Qué herramientas podemos utilizar para navegar en las aguas convulsas del presente? Esta fue su respuesta:

Así es. Se vuelve fundamental apoyarnos en los pequeños núcleos donde nos sentimos seguros: la familia, los amigos, la comunidad, nuestros pares. Además, Priscila destaca la importancia de recurrir a herramientas positivas para enfrentar aquellas circunstancias donde podríamos sentir desvanecerse la esperanza:

A continuación le pregunto: ¿Qué sucede en una sociedad cuando vive en permanente miedo y estado de zozobra? ¿Cómo puede enfrentarlo?

Priscila destaca que es el momento de conectar con la resiliencia, en lo personal y como sociedad. La resiliencia sale a flote en situaciones extremas y contribuye a sortear las adversidades sin perder la mirada humana, vulnerable y compasiva, a la vez que inyecta valentía, coraje y fuerza.

Para concluir, le consulto: ¿Cuál es la importancia de liderazgos positivos en momentos como el actual? 

Después de esta plática enriquecedora salgo a la calle y las luces de la ciudad parecen titilar con un brillo diferente. En algún lugar, alguien está recordando. En otro, alguien está olvidando. El trauma nos conecta y nos separa, nos humaniza. O nos deshumaniza.

No es sencillo vincular las heridas individuales con las colectivas. Pero ahí está el reto, la misión de quienes se atreven a mirar en ese espejo del olvido. En esos reflejos, distorsionados y claros a la vez, se encuentran nuestra esencia, historia y condición humana. Aunque duelan, aunque confundan, aunque asusten, esos reflejos nos pertenecen y desde la responsabilidad colectiva, el reto es procesarlos.

Con una mezcla de desasosiego y esperanza, de nostalgia y desafío, continúo caminando por este camino sinuoso al que llamamos memoria. Porque en cada paso, en cada mirada, en cada palabra, está la promesa y la advertencia: “No olvides recordar”.

A manera de epílogo, me permito compartir contigo estas ondas binaurales con el fin de poner un granito de arena en la sintonía con nuestra paz indivual y colectiva. Porque mientras más seamos las personas vibrando con energías positivas, aumentan las posibilidades de que la esperanza y resiliencia se instalen en nuestra comunidad. Y así podamos resurgir, como el Ave Fénix de las cenizas: