Ivana Melgar y Patty Benavides han elegido un atuendo a la altura de las circunstancias. Sus tacones altos, sus ceñidos vestidos y sus remozados labios revelan que hoy no es un día cualquiera para ellas.
Hoy es 31 de marzo, Día Internacional de la Visibilidad Trans, y en concomitancia con esta fecha se han autoconvocado para recordar a sus compañeras asesinadas y exigir a las autoridades que sus derechos no queden en letra muerta.
Se encuentran en la plaza San Francisco, en pleno corazón de Guayaquil, calles 9 de Octubre y Pedro Carbo, en donde harán un plantón para posteriormente acudir a la misa que se celebrará a pocos metros de allí —en la iglesia San Francisco— en homenaje a las víctimas de transfemicidios.
Ambas tienen más que claro que este no es un día de celebración sino de lucha y reivindicación.
En 2022, veinticinco personas de la población LGBTIQ+ fueron asesinadas, dieciséis de ellas mujeres trans, según un informe presentado por Silueta X, organización de derechos humanos cuyo enfoque es la lucha por la población LGBT, con énfasis en la población trans.
En 2020 los crímenes en contra de este colectivo fueron catorce, y en 2021, quince. Es decir, la cifra creció exponencialmente el año pasado.
Ciara Góngora, Danny Benavides, Carlos Guaraca, Kassandra Rodríguez, Ámbar Saltos y Keyly Macías son solo algunas de las más de cincuenta personas, pertenecientes a la población LGBTIQ+, que han sido asesinadas durante los últimos tres años, una muestra palmaria del ostensible incremento de la homo-lesbo-transfobia.
Yo confieso…
A las once de la mañana, Ivana Melgar y Patty Benavides ingresan a la iglesia San Francisco de Guayaquil, acompañadas de un puñado de integrantes de la población LGBTIQ. Todos ellos llaman la atención de los feligreses, sin embargo, las miradas inquisidoras, a las que están acostumbrados en las calles, esta vez se pierden en los reclinatorios.
Portan unas banderitas cuyos colores simbolizan —celeste, blanco y rosado— la transición de lo masculino a lo femenino. También una docena de carteles con fotografías de las mujeres trans asesinadas, a quienes afectuosamente llaman “Ángeles Caídos”.
Fue Gonzalo Abarca, mentor de este evento y uno de los fundadores de Coccinelle, primera asociación LGBTIQ+ del país, quien le dio este nombre a una conmemoración que va por su quinto año y que empezó con una romería en la Primero de Mayo, calle en cuyas esquinas y cada noche trabajaban las mujeres trans en los años 80 y 90. En este mismo sitio, algunas de ellas fueron vistas por última vez. Y en este mismo espacio, al amparo de las madrugadas, empezaron a recoger firmas, en el año 1997, para que se hiciera realidad la despenalización de la homosexualidad en Ecuador.
“Yo confieso ante Dios, Todopoderoso, y ante ustedes, hermanos, que he pecado de pensamiento, palabra y omisión. Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa, por eso ruego a…”, recita el padre César Morales.
Entonces Fernando Orozco, también presente y directivo de Años Dorados, asociación que vela por los LGBTIQ+, pide que los carteles con las fotografías de las trans asesinadas que ha llevado y ha repartido entre los integrantes de la comunidad sean levantados.
Nadie se inmuta. La misa, en la que el protagonista es Jesús frente a los judíos, continúa con su acostumbrado ritual (Juan 6:38. Juan 6:39. Juan 6:40…).
El papa Francisco ha sido reconocido por la comunidad gay por ser el papa más “clemente” de los últimos años. No obstante algunos católicos conservadores lo han criticado por hacer comentarios “ambiguos” sobre moralidad sexual.
Ante la posición de ciertos obispos católicos que apoyan leyes que criminalizan la homosexualidad o discriminan a la comunidad LGBTQI, el Papa clamó ternura.
“Sí, (la iglesia) tiene que hacerlo (trabajar para abrogar esas leyes). Lo que pasa es que son culturas, culturas en un estado y en obispos de ese lugar, y algunos tienen la mente todavía en esa cultura. Estos obispos tienen que tener un proceso de conversión… pero, ternura, por favor, ternura, como Dios tiene con cada uno de nosotros”.
“Todos somos hijos de Dios”
El año en que asumió su papado, Jorge Bergoglio manifestó: “¿Quién soy yo para juzgarlos? Ellos no deben ser marginados. La tendencia (a la homosexualidad) no es el problema… ellos son nuestros hermanos. El problema son los lobbies que actúan en contra de los intereses de la Iglesia”.
Ese mismo año, en una entrevista que luego fue publicada en el libro La fuerza de la vocación, el Papa declaró que “en la vida consagrada y en la vida sacerdotal, ese tipo de afectos no tienen cabida. Por eso, la Iglesia recomienda que las personas con esa tendencia arraigada no sean aceptadas. El ministerio o la vida consagrada no es su lugar. En caso de duda, mejor no dejarlos entrar”.
En 2020 el papa Francisco defendió las uniones civiles entre homosexuales. Lo hizo en el documental Francesco:
“Las personas homosexuales tienen derecho a tener una familia. Son hijos de Dios. No se puede echar de la familia a nadie, ni hacerles la vida imposible por ello. Lo que tenemos que crear es una ley de convivencia civil. Tienen derecho a estar cubiertos legalmente”.
Retórica o no, la iglesia Católica ha dejado de lado el discurso virulento contra la población LGBTIQ+ gracias a Jorge Bergoglio, no obstante “trans, lesbianas, bisexuales, queer y homosexuales buscan respeto, no condescendencia”, asegura Fernando.
Para él la muestra inapelable de que la Iglesia ve a la población LGBTIQ + con dignidad y no con misericordia se hará tangible el día en que oficie matrimonios entre personas del mismo sexo en sus púlpitos.
Fernando no es religioso ni católico, pero está consciente de que muchos LGBTIQ+ pertenecen a esta congregación.
“La iglesia está en mi casa”
Ivana cree en un Dios de amor. Para ella, la iglesia está en su casa.
Ha acudido allí por la memoria de las víctimas; por el olvido de sus familias, la sociedad y el gobierno, y para hacer un llamado de atención a la humanidad, ante los asesinatos de las mujeres trans. Y si es que ha de morir espera que sea por vejez o enfermedad no porque alguien le quite la vida.
Conoció de cerca a Melina y Antonela, dos mujeres trans a quienes la transfobia las mató. La segunda de ellas, a golpe de martillo.
“Mi relación con Dios no tiene intermediarios”, dice Ivana. Entonces recuerda que cuando era adolescente se convirtió en catequista y fue manoseada por un sacerdote.
“Nunca fui violada, pero el sacerdote fue abusivo conmigo, me tocó en el momento de la confesión”, de ahí que diga, sin tibiezas, que nada vinculado a la religión le es afín.
Patty, en cambio, es católica practicante. Aclara, eso sí, que su orientación sexual no tiene nada que ver con su religión: “toda la vida he sido católica, mis padres también. Ellos me aceptan tal cual como soy”.
Esa aceptación; sin embargo, no se dio en un santiamén. Patty era el sueño de su padre, su primer hijo varón, de manera que, asegura, le costó que la apoyara.
Ella también sufrió la pérdida de una amiga. El crimen fue hace tres años, cuatro meses después de que su compañera saliera de la cárcel. Debido a la inseguridad y a la transfobia, ahora Patty sale poquísimas veces de su casa y cuando lo hace se encomienda a Dios.
“Cuando la violencia aumenta, esta se incrementa aún más en contra de las poblaciones vulnerables”, dirá más adelante el dirigente de Años Dorados, durante el plantón.
Cuarenta minutos más tarde y sobre la plaza San Francisco, Fernando Orozco dice que la misa en honor a los “Ángeles Caídos” busca un momento de recogimiento por aquellas víctimas que murieron de manera cruel.
Entonces convierte la plaza en un púlpito.
Alrededor de unas quince personas escuchan con atención lo que él dice mientras ojean los carteles con las fotografías de las trans asesinadas, dispuestos sobre el piso, con las banderas de la comunidad LGBTQI+ como soporte.
“Es como si no se muriera nadie. Minimizan estas muertes. La población LGBTIQ cumple con sus obligaciones, paga sus impuestos y respeta las leyes, por ello exigimos reciprocidad, un trato igualitario, acceso a salud, a vivienda, a un trabajo digno, hoy inaccesible para las poblaciones transgénero”.
Este año, el 26 de enero, el Papa habló nuevamente sobre la posición de la iglesia frente a la población LGBTIQ+: “Todos somos hijos de Dios, y Dios nos ama como somos y por la fuerza que cada uno tiene para luchar por su dignidad. Ser homosexual no es un delito. Sí, pero es un pecado. Bueno, sí, pero hagamos primero la distinción entre pecado y delito porque también es pecado la falta de caridad de unos con otros, y ¿qué pasa con eso?”.
Al margen de sus creencias religiosas, Ivana y Patty observan diariamente que la palabra del Papa no tiene asidero entre sus seguidores.
Fernando Orozco lo hace evidente a través de sus laicas expresiones: “Hoy cumplimos un año más de resistencia porque se siguen violentando nuestros derechos. En los años ochenta y los noventa sufrimos una persecución sistemática, tortura, represión; fuimos perseguidos, asesinados, violados, encarcelados, violentados, agredidos, vejados… y no queremos que esos años vuelvan. Estamos aquí para defender lo logrado. No queremos que se repita una nueva década de horror”.