Derechos humanos

La gordofobia, otra forma de discriminación

gordofobia
Ilustración: Manuel Cabrera.

Carla Estefanía Pareja tiene 39 años, veinticinco de ellos estando gorda. “Yo no soy gorda, yo estoy gorda”, aclara contundente, de ahí que pondere esa condición con una frase aclaratoria: “estar gorda no define mi vida”

Y repite categórica y sin eufemismos “gooorda”, así, a secas, porque no quiere que se la trate con el condescendiente término “gordita”.

La gordofobia es el rechazo y la discriminación hacia las personas con sobrepeso, según el Diccionario de la Lengua Española.  

Ante este sentimiento de aversión, un grupo de activistas articuló el 4 de marzo de este año, desde distintos puntos de la geografía, un manifiesto que suscribe: “la gordofobia es un sistema de opresión, que pone a las personas gordas en una situación de desventaja, injusticia y exclusión, y que se reproduce de forma sistemática y estructural”. 

La gordofobia responde en gran parte a una serie de códigos morales, así como al esquema ideológico del neoliberalismo.  

Nuestras sociedades vienen arrastrando la idea de que comer por placer está mal y que la consecuencia directa de esa anomalía siempre es la gordura (como pasa con la sexualidad no normativa). Del mismo modo, el neoliberalismo dictamina que ‘si quieres, puedes’ y que cada persona es el resultado única y exclusivamente de sus elecciones, obviando el contexto”. 

Carla Estefanía aterriza lo que propala el manifiesto con el cual se identifica plenamente. “La sociedad obliga a estandarizar los cuerpos; si tú no formas parte de ese estándar, si eres gorda, el mundo no está hecho para ti”, matiza.  

Ella ha luchado casi toda su vida contra las tallas y la censura, por eso dice que, si una persona gorda se come un dulce, todo el mundo la observa con cara de terror.  

“¿Y te vas a comer eso?, preguntan. Pero tú no sabes cómo están las personas delgadas; si tienen cirrosis, cálculos en los riñones, o problemas en el corazón. Las personas flacas quizá se estén comiendo tres quintales de arroz, cinco postres y absolutamente nadie les dice una sola palabra”, remarca.  

“Entre los gordofóbicos también están las personas que no desean engordar porque no quieren ser como yo. Ellos también sufren de gordofobia”, dice Carla Estefanía. Foto: Cortesía.

El manifiesto precisamente aborda esta cuestión:

“Obesidad es la palabra que usa la medicina para patologizar nuestra existencia cuando simplemente es una realidad corporal distinta. Etiquetarnos como personas enfermas sesga la visión de la medicina y, en consecuencia, las personas gordas somos tratadas de manera diferenciada en consulta, por eso en una visita médica saldremos antes con una dieta para adelgazar que con un diagnóstico de lo que nos pasa realmente debido a que suelen atribuirse nuestros síntomas exclusivamente a nuestro peso”.

La pérdida de peso

Para la nutricionista Paola Sabogal, es importante desmitificar todo cuanto se pueda en cuanto al sobrepeso. El descubrimiento del libro “Salud en todas las tallas” fue un bálsamo para ella porque su madre y su hermana no tenían cuerpos normativos. 

Así empezó su andadura por un tema tan importante del que nadie habla, cuya disección la ha llevado a repensar las dietas y a alejarse de los estigmas en la salud de las personas. 

Entre el 87% y el 95% de las personas que han tenido sobrepeso recuperan los kilos perdidos entre los cuatro y cinco años, dice categórica. 

Al cuerpo no le gusta perder peso. Se tiene la idea de que el tamaño del cuerpo está determinado por lo que se come y el ejercicio que se hace. 

“Desde que somos pequeños pensamos que si las personas tienen cuerpos más grandes deberían dejar de comer un poco para que sus cuerpos empiecen a ser más pequeños,  basándonos en estereotipos culturales y sociales que nos dicen que todos los seres humanos deberíamos estar en un índice de masa corporal estándar, o en un cuerpo delgado”, menciona Sabogal.

Además dice que ella no cree en la normalidad sino en la diversidad corporal y que si todas las personas en el mundo hicieran la misma dieta y ejercicios igual habría cuerpos diferentes. 

Sabogal señala que atiende a personas, usualmente de entre 40 y 55 años, que han pasado toda su vida por todo tipo de dietas y después de cada dieta, en el corto plazo, hay una pérdida de peso, pero pasando cuatro años y medio recuperan todo el peso perdido.

Pero además tres cuartas partes de las personas recuperan más peso del que tenían antes de iniciar la dieta

El cuerpo no está hecho para perder sus reservas. Eso lo pensamos hoy en día que vivimos en una sociedad que le rinde culto a la figura, que ha generado sistemas de opresión a través de los cuerpos”, asegura. 

Entonces vale preguntarse: ¿es defensa del cuerpo, amor a uno mismo, un nuevo activismo?

El activismo contra la gordofobia crece. Este activismo está vinculado con el feminismo porque el sobrepeso en la mujer no es bien visto, pero en los hombres se acepta con total naturalidad, de ahí que surjan expresiones indulgentes para ellos tales como “tiene pancita bielera”. Ilustración: Pilar Emitzin Emitxin.

Activismo gordo y feminismo

Carla Estefanía dice que el activismo gordo está ligado al feminismo porque el sobrepeso en la mujer no es bien visto, pero en los hombres se acepta con total naturalidad, de ahí que surjan expresiones indulgentes para ellos tales como “tiene pancita bielera”. 

También hay ciertos clichés alrededor de las personas gordas. Por ejemplo, de Carla Estefanía se espera, debido a su sobrepeso, que sea chistosa y buena gente. Esas demandas se extrapolan a otros terrenos, como por ejemplo la calle. 

Se espera que una persona gorda se mueva de la acera, así camine del lado que le corresponde -el derecho- porque su volumen estorba el paso de la persona que camina en sentido contrario. La ropa también es otro escollo que deben resolver. 

Para Carla Estefanía este inconveniente viene atado al lado femenino porque las prendas para mujeres por lo general están entalladas o tienen pinzas, no importa que se trate de camisetas de algodón

“Este corte hace que las tallas medium o small de hombre te queden bien, pero jamás vas a entrar en prendas de mujer con esa misma talla. Eso sucede por la forma como confeccionan la ropa de mujer. Tienes que entrar en ese estándar que la sociedad te impone y eso es difícil para quien no tiene las tallas hegemónicas, por eso es complicado para una mujer gorda comprarse ropa”, menciona.  

Sobre la ropa plus size dice que no sabe por qué tiene otro nombre. “Ropa es ropa, ¿o las otras son teen size? Pero además vas a esas tiendas y las blusas te quitan por completo el estilo. Tú querías una chompa jean de botones y resulta que ese tipo de prendas allí no hay. Te ponen modelos feísimos, como si las personas gordas no mereciéramos vestirnos a la moda”.  

La pérdida de peso es una industria 

Los nutricionistas han sido cooptados por la pérdida de peso, por eso se redujo la práctica profesional, pero ir a un nutricionista tiene efectos importantes en términos de aprender a comer y de tener hábitos de mayor salud.

La pérdida de peso no es algo que se pueda lograr simplemente porque queremos y porque es voluntad. Los seres humanos tenemos diversos tamaños. Lo importante es generar salud en los tamaños corporales que tenemos“, matiza Sabogal. 

Ningún estudio puede demostrar que hay un vínculo entre tener un cuerpo más grande y tener una enfermedad, lo que encuentra son asociaciones y las asociaciones tienen un riesgo cuando se habla de estadísticas porque el que dos cosas se presenten simultáneamente y crezcan juntas no significa que una sea la causa de la otra. 

¿Es que el tener sobrepeso te va a causar diabetes? Al final puede ser al revés. Los estudios muestran que hay una resistencia a la insulina previo al aumento de peso y no se sabe cuál es la causa de cuál. 

Entonces, ¿cómo se piensa la salud? Hasta hace 20 años se decía que las personas más altas (de 1,70 en adelante) tenían un riesgo de cirugía en la zona lumbar, pero nadie mencionaba que eso le costaba al sistema de salud. 

El manifiesto en contra de la gordofobia habla sobre los peligros a los que se ven expuestas las personas con sobrepeso para estandarizar sus cuerpos: amputación de órganos vitales (reducción de estómago), conteo de calorías, ayunos, eliminación de alimentos de la dieta, obsesión por el control diario del peso, ejecución de ejercicios de forma compulsiva y consumo de anfetaminas para ahuyentar el hambre. Fotografía: Parole de Queer.

Carla Estefanía y su experiencia

Carla Estefanía mide 1,62 y pesa 180 libras. Ha sufrido bullying y discriminación persistente, sin embargo, directamente nunca le han dicho “usted se va de aquí porque es gorda”. 

El bullyng que ha vivido ha sido de frente, mientras que la discriminación más discretamente. Cuando acude a una discoteca, las personas que controlan la entrada suelen observarla de arriba a abajo; también ha experimentado lo mismo cuando se ha presentado a alguna entrevista de trabajo. 

Recuerda vívidamente cuando laboraba en una radio y llegó una chica gorda a una entrevista. Carla Estefanía estaba en su cubículo y pudo escuchar la conversación que sostuvieron la persona que recibió el currículum y la postulante.  

—Usted está bien preparada— le dijo el entrevistador.  

No obstante, cuando la joven se marchó el entrevistador dijo:  

—Tiene un buen currículum, pero yo a esa gorda machona nunca la contrataría.  

Ahí ves dos estereotipos, señala Carla Estefanía. “Fíjate que la persona que estaba en los controles era un tipo más gordo que la chica y a él no se le cuestionaba”.   

—¿Has dejado de hablarle a algún amigo gordofóbico?  

—A veces no puedes cortar una relación de raíz, pero me he alejado.  

La gordura es parte de la diversidad humana. No es fallo moral, un problema de salud, ni una decisión personal”, aclara el documento que rechaza la gordofobia.  

Desde la página Stop Gordofobia, en cambio, se hace un llamado a la rebelión de las personas gordas y las anima a visibilizarse y a participar en el proceso de construcción de un movimiento que pueda hacer frente a uno de los más voraces brazos del capitalismo: la belleza.  

“Porque las que no somos delgadas estamos cabreadas. ¡Todos los cuerpos, todas las bellezas!”, dice el documento. 

Metida todo el día en gimnasio

Carla Estefanía sufrió bullying en su niñez, pero no era consciente de esa realidad por cuanto el maltrato provenía de su entorno familiar.  

A los 12 o 13 años tenía una vida activa: corría en carrera de postas y jugaba basquetbol y fútbol, sin embargo, su metabolismo nunca fue rápido, por esodice que tiende a subir de peso. 

A los 15 o 16 años acudió voluntariamente al gimnasio debido a problemas emocionales —no porque hubiera querido bajar de peso— pero la idea de reducir medidas no le disgustaba; tenía tiempo y su familia contaba con los medios necesarios para que se alimentara como debía.  

Salía del colegio a la 01:30 de la tarde, almorzaba y se iba al gimnasio a las 03:00 de la tarde; el gimnasio cerraba a las 09:00 de la noche y a esa hora regresaba a su casa. 

Paralelamente, hacía dieta: comía pollo, pavo, ensaladas, nada de dulces ni pan ni arroz. Lógicamente bajó de peso y hasta llegó a tener cuadritos, pero se veía en el espejo y no se sentía bien. 

Carla Estefanía ahora tiene claro que existe el activismo contra la gordofobia y es enfática en que si es por cuestiones de salud bajará de peso, pero no lo hará por cuestiones estéticas o por hacer feliz a los demás. Fotografía: Cortesía.

“Todo el mundo estaba feliz, menos yo porque me di cuenta de que se me apreciaba más con esa figura que cuando no estaba delgada; tuve más atención de pretendientes, de mi familia, de mis amistades, pero siempre fui la misma persona. Hubo una ola de comentarios positivos, como lo guapa que me veía, y habiendo vivido bullying me percaté de la superficialidad de las personas“. 

Carla Estefanía llegó a la conclusión de que esa vida no era para ella. “No tengo ni el tiempo ni la plata para vivir y comer así todo el tiempo”, porque esa es la única forma que existe para bajar de peso y mantenerme, recuerda que pensó.

A los 24 años empezó a subir nuevamente de peso y su papá, preocupado por la situación, le dio dinero para que ingresara a un plan de dieta.  

“Una persona con un buen estatus económico puede pagar para pertenecer a la hegemonía, al estándar exigido, y quien tiene que cocinar eres tú y hacerlo a diario porque las legumbres deben ser frescas. Eso hay que hacer para tener contenta a la gente”, señala Carla Estefanía.  

Comprende que el cuerpo necesita por lo menos treinta minutos de actividad diaria, pero sabe también que esa dinámica no hará que baje las cincuenta libras que tiene de sobrepeso —aunque mitigue el sedentarismo causante de algunos problemas serios— porque la reducción de peso, aclara, depende en el 70% de la nutrición

Hay niveles de gordura un poco más aceptados, como los que se exhiben en los movimientos body positive o chicas curvy; no obstante, para Carla Estefanía, si bien estos grupos se han creado para que las personas gordas sean aceptadas no reflejan la realidad. 

Generalmente están conformados por gordas bonitas, bien arregladas, bien maquilladas y sin estrías. “Entre los gordofóbicos también están las personas que no desean engordar porque no quieren ser como yo. Ellos también sufren de gordofobia“, dice. 

Muchas personas hablan desde su superioridad moral, como lo hiciera el expresidente de la República, Lenín Moreno, cuando le dijo a una mujer: —usted qué va a tener hambre si está gorda—.

Ni él ni ningún gobierno han emprendido campañas masivas y permanentes de nutrición y por eso seguramente la gente no sabe cómo alimentarse, además hay personas que no bajan de peso igual que el resto, quizá por causas genéticas.

“Seguramente esa señora a la que interpeló el exmandatario está gorda porque en vez de alimentarse bien, todos los días come arroz, pan, fideo, y tal vez lo haga porque esos productos son más baratos”, matiza Carla Estefanía. 

La gordofobia es otra forma de violencia

“La pérdida de peso es una industria en realidad y cuando los nutricionistas fueron cooptados por la pérdida de peso se redujo nuestra práctica”, señala la nutricionista colombiana Paola Sabogal. Fotografía: Cortesía.

La gordofobia no se trata solamente de que las personas se sienten avergonzadas por su cuerpo y de que les hagan bullying: la gordofobia es una violencia sobre los derechos fundamentales porque cada vez que una persona va al médico se le niegan exámenes hasta que no pierda peso, se le trata de una manera despectiva y no hay equipos para que se les someta a ciertos exámenes. 

Hay una violencia que pasa por los profesionales de la salud. Ese es un aspecto importante que la doctora Sabogal desea recalcar porque los médicos son los principales actores que ejercen la gordofobia. 

“Hemos convertido a los seres humanos en matemáticas y estamos ejerciendo la salud con un fuerte grado de deshumanización”, concluye. 

La pérdida de peso no es el punto focal del nutricionista

La nutricionista alega que ni ella ni sus colegas tienen una forma de garantizar la pérdida de peso a largo plazo, y eso lleva a que las personas se ofusquen con este paradigma de que deberían tener cuerpos iguales. 

Con estas conclusiones pareciera que la nutricionista se estuviera dando un tiro en el pie; sin embargo aclara que lo ideal de la nutrición es garantizar que las personas tengan un estado nutricional adecuado y restablecer el estado nutricional en períodos de enfermedad.

La pérdida de peso no es un punto focal de la práctica nutricional. Es muy difícil que hoy un nutricionista no trabaje en pérdida de peso, y creo que eso es reducir la práctica profesional”. 

Se piensa que muchos comen por glotonería, antojo o emoción, y lo que debe hacerse es empezar a quitar esos estereotipos que apuntan a que la comida está relacionada con los cuerpos porque eso no es real. 

“Tengo pacientes con anorexia nerviosa que llevan comiendo de 250 a 380 calorías el último año y tienen cuerpos que califican en un IMC de obesidad grado dos y no por eso es menos grave. Este modelo de la balanza es tan peligroso porque pensamos que si la gente hace dieta va a cambiar su cuerpo”, reflexiona.

¿Por qué la gente tiene que someterse a dieta y más bien como sociedad no pensamos en que todos debemos caber?“, agrega.  

Sabogal llega a la conclusión que es importante empezar a darse cuenta de que esta es una sociedad que ha idealizado la pérdida de peso, así como se ha idealizado la heterosexualidad o los cuerpos blancos, y llega a la necesidad imperativa de perder peso por la presión social. 

Las personas que quieren perder peso están viviendo violencia profunda. Los métodos para bajar de peso —reflexiona la nutricionista— tienen consecuencias en la salud y en el bienestar físico y emocional, por eso ella le apuesta a la diversidad corporal.  

El manifiesto contra la gordofobia

Las tallas medium o small de hombre queden bien a una mujer con sobrepeso, pero jamás ella va entrar en prendas de mujer con esa misma talla. Eso sucede por la forma como confeccionan la ropa de mujer. Hay que entrar en ese estándar que la sociedad impone y eso es difícil para quien no tenga las tallas hegemónicas, por eso es complicado para una mujer gorda comprarse ropa. Fotografía: Página Stop Gordofobia.

El manifiesto en contra de la gordofobia también trata sobre los peligros a los que se ven expuestas las personas con sobrepeso para estandarizar sus cuerpos, como por ejemplo la amputación de órganos vitales (le llaman “cirugía de reducción de estómago”), el conteo de calorías, la realización de ayunos, la eliminación de alimentos de la dieta, la obsesión por el control diario del peso, la ejecución de ejercicios de forma compulsiva y el consumo de anfetaminas para ahuyentar el hambre. 

“Yo odio vivir a dieta, detesto vivir constantemente a dieta. El alcohol engorda un montón y vivimos en una sociedad que bebe mucho. Esa idiosincrasia también nos afecta”, destaca Carla Estefanía.

Según el manifiesto, en el año 1998 el Instituto Nacional de Salud de los Estados Unidos cambió los criterios que definían, en base al Índice de Masa Corporal, cuál era el “peso saludable” y en qué resultado empezaba el “sobrepeso”. 

Este cambio en la línea de corte se usó exclusivamente para que las compañías aseguradoras pudiesen sacar mayor beneficio económico a las personas que, de un día para el otro, y solo por el cambio de criterio, fueron diagnosticadas con sobrepeso: 29 millones de personas. 

El documento también señala que “no existe una sola forma efectiva de perder peso a largo plazo, aun cuando la cultura popular se esmera por hacer creer lo contrario, lo cual afecta la salud mental de las personas gordas que nunca alcanzan el peso saludable”.

 Además, conmina a dejar de lado el estigma y pide que se dé paso a una investigación sobre cómo mejorar la calidad de vida de las personas gordas sin que la pérdida de peso sea la recomendación central. 

“Si los estados quieren que su población esté sana y deje de consumir productos nocivos, los que generalmente son más baratos y sacian el hambre, deben educar a la población”, manifiesta Carla Estefanía.