“Desde el mes de nacidas hasta los 70 u 80 años somos violadas. Conocemos de casos en los que las mujeres han sido violentadas incluso en sitios de cuidados”.
Eso dice, con un cariz de amargura, la doctora en jurisprudencia Pilar Rassa, experta en violencia de género y activista de fuste.
Su lucha contra la violencia de género ha sido el motor de su vida, por eso está al tanto de los datos que ponen en evidencia una realidad que lacera a las mujeres: el abuso sexual no sabe de clases sociales, parentesco ni edad.
Sin embargo, se detiene en un hecho que le preocupa de manera superlativa: hasta antes de la pandemia atendió casos de mujeres cada vez más jóvenes que habían sido violadas en manada durante o después de alguna fiesta.
El confinamiento por la covid-19 le puso un freno a este delito, pero ahora los jóvenes han vuelto a las fiestas.

Pilar recuerda que cuando empezó a atender casos de violencia encontraba mujeres de entre 25 y 35 años que eran violadas por alguna persona de su entorno.
Pero, en 2019, descubrió una nueva constante: mujeres de entre 17 y 21 años eran violadas por gente que ellas conocían, generalmente amigos de muchos años, pero además en manada.
“Te cuento uno de los casos. Llega una chica con su mamá a mi oficina, me dice que cree haber sido violada y empieza a contarme que un amigo suyo, de toda la vida, la invitó a su fiesta de despedida porque él iba a migrar”.
Ella fue, se tomó dos cervezas y al siguiente día despertó en una casa que no conocía. Al despertar sentía que le dolían los genitales y al preguntarle a su supuesto amigo por qué estaba en ese lugar, este le respondió que ella se había emborrachado.
Sin embargo, la chica recuerda haberse tomado solamente dos cervezas y a partir de eso escuchar voces. Al final, la joven quería saber si la violaron y cuántos lo hicieron, o si solamente había sido su amigo.

“Imagínate, qué dolor, porque estoy segura de que fueron más de dos y que el tipo la llevó a esa casa para que sus amigos la violaran”, describe con inquietud.
Cuando la experta observó que este tipo de violaciones se estaba convirtiendo en una constante quiso alertar al respecto. Sin embargo, llegó la pandemia y esta forma de abuso se detuvo, aunque dio pie a que muchas niñas fueran ultrajadas en su entorno familiar.
“Existe un antes y un después de la pandemia y no sé cómo alertar a las chicas. No les puedo decir que no salgan porque la idea no es esa, pero deben avisar dónde están, a las personas cercanas”, señala con preocupación.
Por eso mismo es enfática en que no se omita este dato para que las jóvenes estén atentas.
“Si salen con algún chico, no importa que sea conocido, avisen a sus padres o a sus amigas para que puedan saber dónde están durante la fiesta”
En esa frecuencia, de constante denuncia, esta experta conversa con Revista Digital Bagre.
—El disparador del femicidio es el amor romántico, ¿qué opina de esa conducta amorosa?
No hay que llegar a los extremos, pero debemos enseñarles a nuestros niñas que no existen los príncipes azules.
El problema del amor romántico es que romantizamos todo: el dolor, los celos, la violencia, y ahí es donde las mujeres corremos riesgos porque romantizamos en general todo.
El hombre que te ama no te quiere tener sujeta. Yo leí hace muchos años un poema de Rafael Larrea que decía “cuídate, mujer, del que te mima”.
Yo era joven y me parecía loco porque pensaba que era lindo que me mimaran. Pensé en ese momento, ¿qué le pasa a este señor?
Léelo, léelo, por favor. Yo lo entendí muchos años después, y eso de lo que el poeta habla es el amor romántico. Este es el que permite la romantización de la violencia.
—¿Adiós Camilo Sesto, José José, Julio Jaramillo? ¿Tenemos que alejarnos de todo lo que haga apología del amor romántico, incluidas las canciones?
El Día de la Madre estaba en un homenaje y un grupo musical empezó a cantar “Propiedad privada” —para que sepan todas que tú me perteneces, con sangre de mis venas te marcaré la frente—.
Con una amiga nos quedábamos viendo y nos reíamos, pero no es gracioso si analizas la canción. Intentan cortejar pero están controlando nuestros cuerpos. En el caso de los niños debemos hacerles entender que las mujeres no son propiedad de nadie.
En muchos de los femicidios la chica se quiso separar y fue asesinada porque para su pareja solo puede ser suya; suya y de nadie más.

Algunos femicidas luego se matan. Mi sobrino se queja de que su novia no quiere tener hijos y yo le digo que muchas mujeres no quieren hacerlo y que eso es problema de ellas.
Entonces me pregunta, ¿para qué se casan? Se casan para tener un compañero de vida, pero si él quiere tener hijos y ella no, debe buscarse una pareja diferente.
Te toca explicar esto en el 2022, porque en el colegio no les están enseñando nada a los jóvenes. Los chicos y las chicas siguen esa influencia de las canciones: “pégale, azótala”; “con sangre de mis venas te tatuaré la frente”.
Esto es una forma de sometimiento. Entonces los hombres se creen nuestros dueños y cuando dices basta se enojan y llegan a esos extremos.
—Usted ha evocado el poema “Cuídate del que te mima”. ¿Eso significa que debemos rechazar a quien nos abre la silla y nos paga la cuenta?
A mí que me la paguen —jajajaja— pero cuando eso no significa una forma de sometimiento.
Muchas de las mujeres dicen no, porque eso les genera un compromiso con él. Yo he visto casos en los que los hombres no les ceden los puestos a las mujeres con niños porque dicen que ellas quieren igualdad.
¡No sean estúpidos! Estos gestos se rechazan en relaciones donde se vislumbra sometimiento, pero además es una forma de que nosotras como mujeres asumamos que no necesitamos de nada ni de nadie.
—¿Por qué ciertos femicidas se matan?
Precisamente por lo que te decía hace un rato, porque consideran que la mujer es propiedad de ellos y al matarla se quedan sin el objeto de su posesión.
Ya no tienen a quién controlar, ya no tienen a quién, inclusive, torturar y se quedan vacíos, en el aire. Los hombres deben entender que las mujeres no somos propiedad de nadie, y las mujeres deben entender que no necesitamos de un hombre para subsistir, crecer y desarrollarnos.
La sociedad nos hace sentir tuteladas. “No puedes ir sola a la fiesta, lógicamente de noche nunca”. Es verdad que nos puede pasar algo, pero se nos responsabiliza a nosotras de lo que ellos hacen.
En lugar de enseñarles a los hombres que las mujeres no se tocan, no se violan, no deben ser golpeadas, se nos enseña a las mujeres que debemos llevar la falda más larga, que no podemos salir solas, que debemos comportarnos.
Frente a eso te encuentras con una sociedad en la cual el desarrollo de las mujeres no es fácil. Desde que nacemos nos enseñan a tener miedo: no, cuidado, te dicen. Una mujer se emborracha y es como si tuviera un rótulo que dijera “viólame”.
No, por dios, ella puede estar tirada en un parque y tiene que ser respetada. Si veo a un hombre borracho en la calle me conmuevo y me preocupo de que no le roben; no se me ocurriría desvestirlo para violarlo.
—¿Qué edad tienen generalmente las víctimas de femicidio?
Están entre los 25 y los 35 años, pero hay de toda edad; desde los seis meses hasta los 75 años, igual que la violencia sexual.
Las mujeres somos violadas a cualquier edad, hay niñas desde el mes de nacidas hasta los 70 u 80 años. Conocemos casos de mujeres que han sido violadas en sitios de cuidados. Ese dato está en el mapa de femicidios.
—El feminismo tiene detractores e incluso detractoras. Hay mujeres jóvenes que dicen no sentirse identificadas con el feminismo ni el machismo. ¿Tiene algún mensaje para ellas?
El sistema nos oprime, nos obliga y si te sales no es fácil, te toca aguantar determinados comentarios, como “Fulana, tú eres rara, ya no eres la mujer que eras”.
Claro que soy rara: rara para ellos porque no me río de sus chistes machistas, rara porque no me quedo callada, rara porque cuestiono, rara porque no queremos mujeres sumisas.
La antítesis del feminismo no es el machismo. El feminismo no mata. Es difícil cambiar de la noche a la mañana. Cuando atiendo casos de violencia invito a las jóvenes a marchas y ellas están sensibilizadas.

Muchas mujeres dicen que no han sido víctimas de violencia, pero cuando les preguntas si en sus trabajos han preferido a un hombre y no a ellas; o si han tenido problemas con sus suegras por educar a sus hijos de forma distinta, han respondido a todo que sí.
Cuando empiezas a cuestionar te das cuenta de que sí han sufrido violencia, pero está tan naturalizada que no se dan cuenta.
El 90 por ciento de las mujeres sufrimos violencia. Y fíjate que una de cada cuatro sufre violencia sexual y seis de cada diez violencia física, sicológica y patrimonial.
Solo lograremos desterrar la violencia cuando la sociedad y sobre todo el Estado tenga políticas públicas para prevenir la violencia. Empezamos a hablar del medio ambiente, del agua, de la naturaleza y del reciclaje mucho antes de abordar la violencia contra la mujer.
Nuestra sociedad es violenta en sí, pero mucho más contra las mujeres. Dicen que también los hombres sufren violencia, pero ¿quién ejerce violencia contra los hombres? Los propios hombres, salvo pocos casos.
—La antropóloga y activista argentina Rita Segato habla sobre el mandato de masculinidad, el código de conducta que empuja a los hombres a responder como machos entre sí para ser respetados. Los verdugos de los hombres son los propios hombres…
Exacto, pero además el hecho de que haya infidelidad no te obliga a matar al objeto de la infidelidad.
Imagínate, si nosotras matáramos a todos los hombres infieles no hubiera hombres en el mundo. No es así. Debemos ser otra sociedad y eso se hace poco a poco, pero también con voluntad política.
—¿Cómo es su relación con las activistas jóvenes?
Ha habido sororidad, cariño, me he sentido acompañada. La mayor parte del tiempo mis ideas son apoyadas, compartidas y respetadas.
Valoran nuestro trabajo. No vamos al mismo ritmo que ellas, es lógico. La tecnología no se nos da con facilidad; no podemos saltar una valla, pero aun así las hemos acompañado en ciertos eventos peligrosos sin amilanarnos.
—En casi todos los trabajos ponen un límite de edad para acceder a una vacante, ¿qué opina de eso?
Es una paradoja porque los asambleístas plantean que se aumente la edad para acceder a la jubilación, es decir, te dicen por un lado que no puedes trabajar y por otro que no te puedes jubilar.
Toma en cuenta además que las personas que pasan de los 50 años —ella tiene 64— somos desechables, pero no solo eso, somos invisibles.
Es como si dejáramos de ser personas que aportan a esta sociedad. A nadie se le ocurre decir “voy a contratar a una persona adulta”. Quieren personas jóvenes.
—Están sobrecalificadas, dicen muchas veces, ¿no?
Pero fíjate que esto no solo se da para acceder a un trabajo, sino también para acceder a una maestría, e incluso una beca. En general las personas dejamos de ser productivas a cierta edad, pero se agrava en el caso de las mujeres.
—En las salas de redacción, por lo general, son elegidas como editoras las mujeres solteras o divorciadas. ¿Esta elección es deliberada?
No eliges a una mujer que tiene hijos pequeños porque debe responder a ciertos requerimientos. Ella tiene que atender, a pesar de lo que se diga. El rol del cuidado recae fundamentalmente sobre las mujeres.
En otros casos, cuando por alguna razón se te elige, se te exige como si no tuvieras vida propia, como si no tuvieras que responder a un hogar, a una familia y se rompen los lazos familiares.
A una amiga que trabaja mucho, porque tiene necesidades apremiantes, sus hijos le piden que pase más tiempo con ellos, pero si lo hace no va a poder cumplir con las necesidades básicas que ellos mismos requieren.
A un hombre jamás se le cuestiona por qué trabaja diez horas, pero a la mujer sí.

En los puestos de poder hay que trabajar de igual a igual, pero en el caso de la mujer eso se convierte en una tarea imposible porque ella llega a revisar los deberes de sus hijos, a preparar la comida, la lonchera, los uniformes, así tenga una persona que la ayude.
Ellos llegan y lo tienen todo listo. Ellos no revisan tarea ni revisan lonchera, salvo excepciones. No quiero exagerar, pero a pocos hombres les toca asumir estos roles.
En el imaginario social, una mujer que no atiende a sus hijos como la sociedad espera es catalogada como mala madre, pero si un hombre hace lo mismo no tiene ningún problema porque persiste la idea de que ellos están hechos para la calle y para puestos importantes.
Las mujeres no deberíamos trabajar, dicen algunos, pero si nos quedamos en casa dicen que somos mantenidas. Mira tú esa dualidad, esa dicotomía.
Para la mujer es muy difícil ser exitosa en la política o en los negocios porque eso nos demanda. Y esa demanda de tiempo hace que descuidemos otras actividades que la sociedad considera exclusiva de las mujeres.
—¿Por qué cree que muchas veces colocan a mujeres en cargos de poder cuando la institución que van a dirigir está pasando por un mal momento?
Eso sucede no solo en el sector privado, sino también en el público. Cuando todo es una debacle, cuando nadie quiere hacerse cargo, cogen a una mujer, pero a veces no puedes decidir porque te obligan.
Es terrible porque al final a las mujeres se nos ve como incapaces, pero fíjate que he visto que cuando la empresa o institución se ha recuperado ahí ponen a un hombre. En otro sector que no es el público se elige también a las mujeres para pagarles menos.
Dos personas, hombre y mujer, trabajan en el mismo puesto y a ella le pagan el 30% menos. Nos eligen además porque para mantener nuestro hogar aceptamos cualquier cosa.
—Existe la percepción de que las feministas no cuidan su imagen. ¿Qué se hace con esta ambivalencia porque, por el contrario, si las mujeres se esmeran en cuidar su apariencia se las tacha de frívolas?
Y falta algo: si conseguiste un buen puesto es porque algún favor sexual le debes a tu jefe.
Mira la gravedad de la situación de las mujeres, en unos países más que en otros, pero aún así existe. Es que seguimos siendo interpeladas por lo que sea: si nos arreglamos, ¿por qué nos arreglamos?; si no nos arreglamos, ¿por qué no nos arreglamos?
La verdad no me preocupo mucho por eso porque las mujeres en este sistema machista y patriarcal ocupamos un segundo plano y no importa lo que hagamos.
La violencia es así, el sistema machista es violento con las mujeres. Debemos ser nosotras mismas, sea como sea. Si quieres tener hijos está mal; si no quieres también está mal.
Nosotras podemos desarrollarnos sin necesidad de hacer lo que la sociedad espera de nosotras. Muchas mujeres en cargos públicos altos tratan de ser discretas con su imagen para que no se las trate como frívolas.
O adoptan comportamientos machistas para hacer lo que hacen los hombres en cargos de dirección, pero es lo que les toca para ser respetadas en el entorno porque ellos no aceptan que una mujer dirija una empresa, una cartera de Estado.
Lo hemos vivido en carne propia. Si una persona con un buen cargo tiene dos asesores: un hombre y una mujer, el asesor hombre acompañará pero quien hará el trabajo será la mujer.
—Algunas mujeres aparentemente empoderadas llegan a un puesto de poder y cambian. ¿Por qué?
Es una forma de cuidarse. Tienes que tener aliados hombres de lo contrario no vas a durar en el puesto. Las mujeres en sitios de poder y en política se ven obligadas a cumplir los designios de su partido o jefe. Si no tienes la venia de ellos, tu gestión va a ser terrible.
No es que nos convirtamos en enemigas de las mujeres estando en el poder, lo que pasa es que las mujeres de abajo sienten que la jefa no responde a sus intereses, sino a los de los hombres. Y ahí tenemos que entender el sistema machista.
Por eso muchas mujeres en el poder se convierten en reproductoras de las acciones masculinas; se reproducen hasta en el mando. Si no lo hacen las botan del partido, del movimiento, no les dan oportunidades y les toca hasta pedirle disculpas al patriarca de turno.
Entonces tú estás abajo y dices ¿de qué me sirve que una mujer esté arriba?
Pero no son todas, también hemos tenido otro tipo de liderazgo en donde ellas se han mantenido. Sin embargo, nosotras no necesitamos en la representación mujeres que digan “voy a ser cien veces sumisa si con eso defiendo los derechos de las mujeres”.
No, así no queremos que nos defiendan.
—¿Buscan congraciarse con el patriarca del partido?
Exactamente, hay muchos patriarcas en los partidos, no uno, hay un montón. Necesitamos mujeres que no tengan miedo a perder su puesto. Es complejo. Necesitamos hacernos respetar, asumir nuestra postura feminista, no es fácil.
Necesitamos asumir que hay un sistema machista y que tenemos que pelear contra él. Incluso entre nosotras, a veces a uno le toca decir algo machista. En el ejercicio del poder no ha sido fácil llegar.

—¿Las mujeres entonces no tenemos la misma libertad que los hombres para dirigir? ¿A menudo estamos bajo la sombra de los hombres?
Siempre. No hay la misma vara para medir la gestión de un hombre que la de una mujer. Nunca. A nosotras siempre nos exigen más y nos dan menos.
Por eso pedimos a las mujeres que hagan respetar nuestra postura. Para hacer respetar nuestros derechos, las mujeres que están en cargos de representación antes de aceptar un puesto deben observar a los hombres con los que van a trabajar.
En este país hay que pelear por los derechos de las mujeres; nadie nos va a regalar nada, pero tampoco vamos a someternos y si tenemos que irnos nos vamos.
—Podemos tener veinte ministras, pero si no tienen las gafas lilas —como diría la doctora Gina Gómez de la Torre— ¿poco se podrá avanzar en derechos?
Falta mucho por hacer. Hay veinte ministras, aparece la de Gobierno y manda a la Policía a que nos reprima el 8 de marzo, pero lo peor es que luego de dos días aparece la secretaria de Derechos Humanos y en lugar de solidarizarse con las mujeres, habla a título personal.
Claro, miró al macho del presidente y no dijo nada. Sacan mujeres policías a la marcha porque si pasa cualquier cosa dirán que es un asunto entre mujeres. Esa es la más clara demostración de cómo te sometes al poder, y un 8 de marzo.
—Pero ella ya renunció, ¿verdad?
No renunció por problemas; se fue a otro puesto. Leí en algún lado que se fue a la ONU. ¿Qué tal? La mujer es discriminada en su juventud por su potencial maternidad, luego por tener hijos y luego por la edad. Incluso somos discriminadas por las propias mujeres.

—La lucha ha sido ardua y sin embargo continúa siendo cuesta arriba…
Se peleó por la ley de maternidad gratuita, trabajamos tanto por la Ley 103 (violencia contra la mujer), seguimos trabajando para que la violencia no sea considerada un asunto privado y seguimos peleando por el aborto.
Eso desde hace 40 años y continuamos. Lo que ha hecho el Presidente de la República con el reglamento para el aborto es terrible. Es regresivo en derechos porque la Corte Constitucional ya se pronunció.
Imagínate, la Corte Constitucional aprueba la despenalización del aborto por violación y el Presidente de la República saca un reglamento en el que da a los médicos la potestad de negarse por la objeción de conciencia institucional.
Es decir, en el único hospital que hay en un sector recóndito de la provincia de Chimborazo se pueden negar a practicarte un aborto, ¿a dónde voy entonces? Y encima de eso debo presentar una declaración juramentada que diga que me violaron. Eso nos revictimiza.
Tenemos una Constitución que dice que las mujeres tenemos derecho a decidir cuándo y cuántos hijos queremos tener. Faltó algo más: tenemos derecho también a decidir con quién, porque se nos obliga a parir hijos de violadores.