Mamitis, otra dependencia disfrazada de amor

mamitis
Ilustración: Gabo Cedeño.
Las madres controladoras difícilmente consiguen reprogramar sus horizontes porque necesitan todo el tiempo sentirse importantes.

Sin perder de vista que la maternidad es una decisión libre, no una imposición ni un fin dado por una condición biológica, conversamos con la terapeuta familiar María Dolores Proaño, a propósito del Día de las Madres. 

La charla giró en torno a ese apego continuo e insistente del hijo o de la hija hacia su madre, conocido coloquialmente como «mamitis». 

La mamitis, cuyo nombre en el argot terapéutico es «dependencia emocional», nace del hecho de que el primer amor de un niño o una niña es la madre. 

No obstante, «el niño debe irse alejando sanamente de la influencia total que tiene la madre sobre él. Sobre todo en la adolescencia, cuando busca su identidad, por eso las rebeldías pueden ser sanas», señala la entrevistada. 

Teniendo como premisas estas coordenadas preguntamos a la terapeuta cómo reconocer a un hijo que tiene mamitis, cómo actúa una madre controladora, cuáles son las consecuencias de este comportamiento y cómo desterrarlo.  

¿Cómo nace la dependencia o la mamitis?

Desde el punto de vista biológico, el niño se  forma en el vientre materno. Cuando sale a la vida, a través del parto, el vínculo permanece mediante la lactancia y se refuerza con las caricias y el contacto físico, por ello hay que comprender que la relación entre madre e hijo es única.

La madre siempre va a ser el sustento en el cual el niño basa todo su crecimiento, lo protege, lo cuida, lo alimenta. Es quien vela por él y atiende sus necesidades emocionales y físicas. Ésto nos brinda una idea de lo importante que es la relación entre madre e hijo. Esta relación a veces se ve compartida cuando la participación del padre es notoria, pero nunca podrá ser reemplazada.

La madre o la persona que cría al niño es su primer amor. Es bastante fácil entonces entender el Complejo de Edipo —aquel en el que el niño es atraído hacia la madre— o el Complejo de Electra —sentimiento de amor exagerado de una niña hacia su padre—, que explica este primer enamoramiento entre un niño y su padre o su madre. 

¿Se podría asumir entonces que todos los seres humanos, hombres y mujeres, nacemos con «mamitis»?  

Todos necesitamos de nuestra madre al nacer, somos vulnerables, pero eso es algo que debe modificarse con los años. Nuestra forma de relacionarnos con ella debe cambiar en correlación con nuestro desarrollo físico y emocional. 

¿Y qué consecuencias tiene esta dependencia a futuro?

El joven adulto siempre va a tender a comparar a la mujer elegida con la madre. Será muy común escuchar: mi madre hacía las cosas de tal manera; mi madre me preparaba las cosas de esta forma…

El joven adulto con mamitis no diferencia entre el amor de madre y el amor de pareja, por tanto será para él inconcebible que el amor de su pareja no sea incondicional. Es decir verá a su madre como alguien que le ayudó en la niñez y en la adolescencia y que seguirá ayudándolo mientras viva, por ello esperará lo mismo de su pareja. 

¿Cuáles son las líneas rojas? ¿Cómo puede darse cuenta una madre de que su hijo se está convirtiendo en una persona que tiene mamitis? 

Las madres son muy complacientes con sus hijos, no creo que llegue al punto de aceptar el hecho de que su hijo tiene mamitis. Es más bien responsabilidad del hijo, cuando va creciendo, poner un límite a esa relación. 

Pero los hijos podrían asumir que esa relación de dependencia es normal… 

Cuando somos niños y adolescentes estamos en formación. La formación viene exclusivamente de los padres, en las primeras etapas de nuestra infancia. Después se añaden —a esta formación— otras personas del entorno, como la familia ampliada, las primeras amistades en la escuela y posteriormente las del colegio. En la adolescencia, es habitual que tengamos el deseo de pertenecer a un grupo social antes que a un grupo familiar. Todo esto orilla a que el ser humano vaya cambiando. 

¿Cómo se trabaja entonces con el niño para que de adulto no tenga mamitis? 

El niño poco a poco debe irse alejando sanamente de la influencia total que tienen los padres en general, y la madre en especial, sobre él.  Sobre todo en la adolescencia porque debe ir buscando su identidad, por eso las rebeldías pueden ser sanas. Es allí cuando empieza a decir «esto es lo que yo prefiero» en contra de «esto es lo que tú quieres para mí». Eso es parte de un crecimiento sano, pero en el momento en que la injerencia de la madre es permanente empieza una forma insana de relación. 

El joven debe comprender que esa relación tiene que ir superándose, no perdiendo el interés por la madre pero sí desprendiéndose; formando su propia identidad, sus propias relaciones. Cuando, por ejemplo, quiero y me mantengo en el hecho de que deseo ver una fotografía de mi madre en otra mujer estoy actuando insanamente. 

¿Y por qué las madres permiten que sus hijos tengan dependencia?

La madre tiende a sentirse cómoda con el hecho de que el hijo la necesite. Existen madres que les dan sentido a su vida cuando sienten que son necesitadas. Esa es su forma de relacionarse con los otros y puede deberse a muchas causas que forman parte de otro tema. Pero el hecho es que cuando el joven con una forma de pensar propia se da cuenta de eso, debe tomar la sana decisión de irse desprendiendo. El amor puede mantenerse, el amor subsiste a todos estas cosas, a los años, a la distancia, a los estados civiles. 


En el plano vivencial ¿cuáles son las características de una persona que tiene mamitis?

El individuo está permanentemente comparando las acciones y actitudes de su novia o de su esposa con las de su madre y tiende a desestimar lo que haga su pareja. Está constantemente demostrando, ante cualquier hecho, su preferencia hacia lo que haga su madre, incluso busca su cercanía física, necesita mantener ese vínculo cercano que puede ser a través de una llamada telefónica o de la visita diaria.

Muchas veces elige vivir cerca de la madre o quedarse a vivir en su mismo hogar. Si hay alguna discrepancia entre la madre y la pareja va a prevalecer la palabra de la madre. Hay una cuestión que la madre no puede entregarle a su hijo y es la parte sexual. Sólo allí el hombre logra desprenderse.

Pero incluso cuando tiene una vida sexual plena con su pareja no es suficiente para que deje de lado la opinión de la madre. Si ha tomado alguna decisión, al calor del afecto con su pareja, y la madre se opone, va a preferir la opinión de la madre. 

¿Alguna otra característica?

Usualmente los hijos que tienen lo que llamamos comúnmente mamitis, pero que en realidad se llama dependencia emocional, han usurpado el lugar del padre. Son personas que ayudan a la madre a tomar decisiones básicas y que han logrado a través de este vínculo exagerado sacar de escena al padre. Es decir, el hijo ha ocupado el lugar del padre, y la madre está ocupando el lugar de la nuera. Precisamente por eso buscan la cercanía física, porque necesitan saber que están cerca para poder tomar decisiones, desde las más pequeñas hasta las más grandes. Desvinculan a sus parejas en función de conseguir la unidad de los dos y de mantenerla. 

¿Eso quiere decir que la responsabilidad es compartida?

Cuando son adultos, claro; cuando son niños, no. Cuando son adolescentes tienen la facultad de ir poniendo distancia. El adulto tiene la capacidad de tomar decisiones independientemente de la forma en que haya sido criado. Los padres tenemos injerencia en las creencias pero eso no determina la forma en que los hijos pueden actuar. Si percibimos que algo está mal debemos hacer los cambios necesarios. No podemos responsabilizar absolutamente de todo lo que decidimos a la crianza que tuvimos.  

Tenemos la potestad de tomar decisiones como adultos y diferenciar lo que nos conviene. No hablemos del bien y del mal como conceptos morales, sino como conceptos de lo que nos hace bien o mal a nosotros. Si tenemos esa claridad debemos saber cuál es el límite. Muchas veces por comodidad o por conveniencia —porque mi madre me atiende, porque mi criterio es absoluto— ocupamos un lugar que no nos corresponde. 

¿Se puede asumir que toda persona que tenga mamitis es al mismo tiempo machista?

Es una pregunta muy buena porque precisamente la mamitis se genera por esta situación de darle una importancia absoluta al varón, de atenderle más, de ser servido, de que a medida que va creciendo tenga toda la importancia que a los ojos de la madre debería tener por el hecho de ser varón.

Sí, puede haber una relación entre la mamitis y el machismo pero no es así necesariamente porque hay madres que tienen una relación estrecha con los hijos y les enseñan a tratar a las mujeres con más justicia, con más equidad.

De todos modos, creo que esa es una forma de machismo velado porque al decirles a los hijos que sean amables o delicados con las mujeres les están diciendo que estas son más débiles. Puede ser un machismo menos nocivo, pero machismo al fin. Sí, tiene mucha relación, podría no tenerla en algunos casos, pero es bastante común que así sea. 

¿Se podría pensar que los niños cuya crianza no ha sido responsabilidad exclusiva de la madre no sufren esta condición? 

Ellos crean un vínculo especial con las personas que les crían, sea quien sea, eso no se puede evitar. Sin embargo van a buscar las faldas de la madre, quizá para reivindicar esa ausencia. Siempre van a mirar a la madre como una figura a la que deben admiración, respeto y puede ser que vuelquen esa carencia comparando a la madre con la pareja. Puede darse que tengan mamitis en un grado superlativo no solamente por el ejemplo sino también por la carencia. 

¿Cómo una madre puede darse cuenta de que es controladora? 

Las madres controladoras, repito, rara vez se dan cuenta de que lo son. Generalmente carecen de un objetivo propio, no tienen amistades ni otros intereses. Su único objetivo es la crianza de sus hijos, no tienen vida propia. Reprogramar sus horizontes, replantear su vida es algo que difícilmente consiguen porque la prioridad que tienen es ser necesitadas y sentir que sólo ellas lavan bien, cocinan bien, atienden bien, aconsejan bien.

Alimentan esa inconformidad en sus hijos diciendo: mira, esta mujer no te atiende bien; esta mujer no te quiere porque no eres lo principal para ella; no te ayuda como yo, y nunca se preguntan qué les están dando sus hijos a esa pareja. Justifican las quejas de sus hijos  porque eso les hace sentir que cumplen bien con su papel de sobreprotectoras. 

Colegimos entonces que es difícil que una madre que trabaja en la calle sea controladora…

No es difícil. Recordemos que las madres que trabajan suelen estructurar los días de sus hijos con mayor rigidez: te levantas a tal hora, espero encontrar esto listo, todo aquello que es necesario cuando se trata de niños porque necesitan supervisión.

No es un requisito el trabajo para evitar que las madres puedan ser controladoras, el requisito para evitar esta situación es la conciencia de que un hijo es un ser independiente. En estos casos los hijos se vuelcan mucho más a las madres porque las ven poco y pueden creer que son la panacea de todos sus males.

Las madres que trabajan tienden a ser más permisivas tratando de compensar así el tiempo de ausencia. Muchas mujeres felizmente ahora están pensando en sus hijos pero también en sí mismas, desarrollándose profesionalmente. 

¿Más de un hijo puede tener mamitis en una familia?

Todos los hijos pueden tener mamitis; los núcleos familiares aún son círculos cerrados en los que el nuevo integrante de la familia ingresa al círculo de origen, cuando lo sano es que forme un nuevo círculo con su pareja porque esas viejas estructuras son las que han formado el patriarcado y el matriarcado, que van asumiendo roles nocivos. Muere el patriarca, y el primer hijo asume su rol. 

Son estructuras entonces que no se mueven…

Son estructuras que no nos sirven, que no nos hacen bien. No quiero decir con esto que el concepto de familia debe terminarse, pero la pareja es el pilar de la sociedad porque la pareja es el pilar de la familia. Si queremos desterrar el machismo, el control y la mamitis debemos ir eliminando estas estructuras. 

¿Cómo un hijo manipulado y controlado por su madre puede romper el vínculo sin que la conciencia le repita constantemente que obedezca a su madre? 

La culpa es un sentimiento que tiene mucho que ver con la forma peculiar cómo resolvemos nuestros problemas. Por esa culpa tomamos decisiones equivocadas, y por esa culpa también sentimos arrepentimiento. Creo que lo más importante allí es la conciencia de que se está haciendo algo positivo por uno mismo.

No puedo dejar de amar a mi madre por el hecho de que tome distancia. Hay que diferenciar los conceptos de lo que es desprendimiento de lo que es desinterés. Nadie justificaría el desinterés por quien nos formó, nos cuidó o amó.

Pero el desprendimiento es tomar distancia sana. No dejo de ver a mi madre y velar por ella en la medida en que me sea posible, pero estoy cumpliendo con mis objetivos: estudiar, formar un hogar, viajar, trabajar en otro lugar, vivir independiente. Si eso es lo que yo necesito y me hace bien, le hará bien a mi madre, podrá no entenderlo al principio pero al ver mi felicidad va a ser feliz también. Ella puede tener una crisis ante mi decisión de independizarme, pero deberá entender que eso no hará cambiar mi postura, que es irreversible. 




Una de las consecuencias de la mamitis es la baja autoestima en los hijos, víctimas de madres
controladoras. Por eso, necesitan creer en sí mismos. Natalia Jiménez tiene un mensaje para ellos.

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