A finales del año pasado, una mujer mexicana, migrante residente en Estados Unidos, se contactó con Daniela Camino, quien vive en México, para comunicarse a través de ella con su chihuahua muerto. De sesenta años, mucama en un hogar norteamericano, la mujer estaba muy apenada porque había tenido que recurrir a la eutanasia. La mujer no podía vivir con la incertidumbre: quería saber si había hecho bien en dormir a su perro, si le había dolido, si él se sentía bien allí, donde quiera que estuviese.
A ojos del chihuahua, la mujer de la tercera edad que lo cuidó en vida parecía una adolescente. Una criatura frágil, asustadiza. Según Daniela, el chihuahua se refería a ella con bondad, con cariño. A través del ejercicio de la comunicación, se había enterado de que ella, a lo largo de su vida, había sido golpeada, maltratada, ignorada por sus padres, quienes la obligaron a trabajar desde muy joven por provenir de un hogar empobrecido. Trabajó desde siempre, sin parar nunca. La comunicación que Daniela entabló con ella y su chihuahua le permitió, además de saldar la deuda que sentía hacia su perro, mirar atrás y evaluar su propia vida.
En ausencia de padres protectores y cariñosos, el chihuahua había sido, para ella, una figura paterna. “Alguien que la validó, alguien que le dijo: ‘lo estás haciendo bien’. ‘Eres importante’”, recuerda Daniela. La mujer lo confirmó: “Cuando llegaba a casa, él era mi hogar, el único ser que realmente he amado y me ha amado”. Lo decía a pesar de tener esposo e hijos. Aunque suene duro, para Daniela, esto no es una excepción: “Para muchísima gente, su animal de compañía ha sido la única fuente de amor incondicional que ha tenido en su vida”.
La idea de comunicación entre animales y seres humanos está presente a lo largo de la historia. Esta posibilidad sigue siendo afirmada en muchos lugares del mundo. En la Amazonía ecuatoriana, por ejemplo, según el antropólogo Eduardo Kohn, se dan formas de comunicación entre humanos y no humanos. Pero la posibilidad de comunicación entre humanos y animales también se explora en el mundo urbano, y una de estas manifestaciones es la comunicación interespecies.
Quienes desarrollan esta habilidad sostienen que no se trata de un don de personas excepcionales, sino lo contrario. Todas las personas somos capaces de comunicarnos con los animales a un nivel intuitivo, solo que simplemente olvidamos o inhibimos esa habilidad.
Todo empezó en los setenta
Se considera a la estadounidense Penelope Smith como la fundadora del movimiento de comunicación interespecies. Lo que caracteriza a esta forma de comunicación es que “se da mediante la telepatía”. Desde 1971, Penelope se ha dedicado no solo a contactarse con animales con fines terapéuticos, sino también a formar a nuevos comunicadores en todo el mundo. Daniela Camino es una de sus pupilas.
Daniela estudió antropología y ciencias cognitivas, e inició su vida profesional trabajando con comunidades indígenas en México, evidenciando casos de violaciones de derechos humanos. Al mismo tiempo, fue conociendo casos de maltrato animal, situaciones que le causaban mucha preocupación y dolor. Esto no pasaba, sin embargo, de ser un dolor con el que convivía.
En un viaje a Estados Unidos se topó con un libro de Penelope Smith. Al leerlo, se dijo a sí misma: “Yo quiero esto”. A partir de allí se dedicó a estudiar la comunicación interespecies, procuró conocer otras experiencias, además de estudiarla formalmente. A la fecha, lleva veinte años trabajando con animales. Hoy, Daniela afirma haber formado profesionalmente al menos a un centenar de personas en varias partes del mundo, y miles han pasado por sus cursos básicos.
Una persona puede acudir a una comunicadora interespecies por varios motivos, generalmente por problemas de convivencia con sus animales de compañía. Es común, por ejemplo, preguntar si el animal quiere o no recibir un tratamiento médico. Estos comunicadores no dan un diagnóstico, sino, más bien, afirman que son capaces de preguntar al animal si quiere o no recibir un tratamiento médico. Es decir, su trabajo no reemplaza el criterio médico, ayuda a explorar qué siente el animal frente a ciertos eventos o experiencias. Muchos comunicadores cuentan que incluso dialogan con animales muertos o, como ellos los llaman, “trascendidos”.
En el Ecuador, la comunicación interespecies es reciente. Mireya Calderón es una de las pioneras. “Recuerdo que me gustaba hablar con las piedras”, dice. Las contaba, cuidaba y clasificaba. Les daba un nombre.
Además de las piedras, conversaba con los choclos. Para ella, la posibilidad de ir al campo a visitar a su abuela, en la provincia del Carchi, le permitió acercarse a otras especies y desarrollar vínculos con plantas, animales e incluso seres inanimados. Esto es posible, según quienes siguen el camino de la comunicación interespecies, porque todo lo existente está interconectado a un nivel espiritual.
La habilidad de la comunicación interespecies la desarrollaría después. La primera vez que experimentó un diálogo animal fue durante las últimas semanas de vida de Gizmo, su french poodle, quien tenía una enfermedad crónica avanzada. La comunicación, que no fue realizada por ella, sino por una actual colega suya, le permitió despedirse de Gizmo y cuidarlo de la mejor manera antes de su partida. Esta experiencia fue trascendental, pues continuó involucrándose con la comunicación interespecies hasta practicarla de manera profesional.
Otro evento que catapultó su decisión para formarse como comunicadora interespecies fue una conversación fortuita, no planificada, que mantuvo con una mariposa. Fue durante un viaje a Cayambe, con su esposo Javier y Gizmo. Pararon en un lugar abierto con una fuente de agua. Mientras descansaban, Mireya se sacó los zapatos para sentir el césped. De pronto, observó volar a una mariposa monarca cerca de la corriente, aleteando de roca en roca. La mariposa había aparecido para mostrarle sus miedos.
Si bien Mireya no se sentía intimidada, sí le recordaba a otras mariposas, más sombrías, a las que siempre había temido. Existe el rumor popular de que las mariposas traen malas noticias, incluso mensajes de muerte. “Lo que pasa es que nosotras guiamos a las almas”, cuenta que le dijo la mariposa monarca. Mireya se asustó, pues era la primera vez que un animal se comunicaba con ella. Sin embargo, decidió seguir con el diálogo. Se presentó a la mariposa y le dijo que quería conversar.
La mariposa aceptó la conversación. Le dijo que era poco frecuente que las personas quisieran hablarle. A continuación, le explicó el rol espiritual de las criaturas de su especie, y le pidió que no las tema, pues su trabajo es importante. Mireya no pudo evitar el llanto: “¿Cómo un animal invertebrado puede saber tanto de mí, y de paso, darme una cátedra de vida?”.
Para quienes practican este tipo de comunicación, dialogar con animales es una de las mayores fuentes de riqueza y conocimiento. Daniela Camino considera que esta práctica le ha permitido salir del pensamiento antropocentrista. Para ella, el desarrollo de esta habilidad debería considerarse un derecho humano. “Cuando empiezas a hablar con otros seres, empiezas a ver la realidad de una forma más completa, que, por su propia naturaleza, no está contenida en la razón”.
Anna Breytenbach es una de las comunicadoras interespecies con mayor reconocimiento a nivel mundial. Originaria de Sudáfrica, ha trabajado más de dieciocho años en numerosos casos, tanto con animales domésticos como salvajes. Ella sostiene que, si bien vivimos en una era en la que se reconoce a los grandes pensadores, no se ha considerado reconocer a los grandes ‘sintientes’ (feelers) de nuestro tiempo.
¿Cómo logramos conversar con animales?
La comunicación interespecies telepática tiene un funcionamiento particular. Los comunicadores cuentan que pueden entablar contacto con animales sin importar la distancia geográfica, e incluso comunicarse con animales muertos. Existen distintas reglas para entablar el diálogo. Los comunicadores suelen pedir previamente información a los humanos que los custodian: puede ser una fotografía, el nombre, la edad, la ubicación geográfica, entre otros datos. Con esta información piden permiso, tanto a la persona a cargo, como al animal, para contactarse. Si el permiso es garantizado, inician el diálogo.
No existe una única forma de comunicación interespecies. Depende de cada comunicador y de cada experiencia personal. Algunos afirman escuchar al animal a través de una voz. Otros reciben imágenes o ideas. Lo importante es tener una apertura hacia el mensaje recibido y saber interpretarlo adecuadamente. En todo caso, la presencia física no es necesaria, incluso puede ser perjudicial. Mireya Calderón asegura que la comunicación es más efectiva si los animales están tranquilos, relajados, en su hogar. Llevarlos a espacios desconocidos puede generar estrés innecesario.
Aunque generalmente es el comunicador el que pide permiso para realizar la comunicación, hay ocasiones en las que los animales son los primeros en buscar el diálogo. Mireya Calderón, por ejemplo, recuerda que en alguna ocasión fue contactada por una gata que vivía con familiares. La gata era normalmente hostil y agresiva. Cuando nació el primer niño de la pareja, ellos se preocuparon de que la gata, por su actitud, fuera a lastimar al niño.
Durante una visita, la gata se acercó a Mireya para comunicarse telepáticamente: “Diles que yo no atacaré a la bebé. Diles, por favor”. Solo el esposo de Mireya había notado la forma intensa con que la gata la miraba.
Para Mireya fue una situación complicada, porque estaba de visita en la casa y nadie le pidió hacer la comunicación. Pero también entendía la necesidad de la gata de comunicar su mensaje. Optó por abogar por la gata sin decir que se había comunicado con ella, pero sin conseguir un resultado relevante. “Finalmente la gata vino a vivir con nosotros y pudo tener una actitud menos agresiva”.
La comunicación interespecies es una actividad que también genera escepticismo. Si bien la relación que tenemos con nuestros animales de compañía necesariamente implica formas de comunicación no verbal, la idea de que telepáticamente podamos conversar con ellos no es comúnmente aceptada. Lo primero que se puede cuestionar es que esta forma de comunicación con animales no es algo que haya sido verificado por la ciencia.
Daniela Camino está consciente de que siempre existirá gente escéptica. Mucha gente, sin embargo, supera el escepticismo, dice, cuando escuchan, a través de la comunicadora, anécdotas, eventos o hechos que solo pueden ser conocidos por quien solicita la comunicación y su animal.
Quienes practican la comunicación interespecies sostienen que la parte complicada de su formación no es desarrollar la telepatía, sino más bien usarla de manera responsable. Para Daniela Camino, es un oficio donde la ética es fundamental.
Salir del clóset
Varios de los comunicadores interespecies testimonian haber dado un giro radical en su vida al momento de poder conversar con otras especies. Anna Breytenbach, Mireya Calderón y Daniela Camino, son profesionales que dejaron de lado sus carreras y cierta estabilidad para dedicarse a esta práctica. Este giro radical, el dejar de lado un título convencional, un trabajo estable, una actividad reconocida socialmente, para aproximarse a una práctica desconocida e incomprendida, puede considerarse algo de locos y es algo que cambia la vida de forma definitiva. Casi como salir del clóset. Así, al menos, lo vivió Mireya Calderón. Confiesa que, cuando estaba iniciando su formación, decidió no decir nada a sus compañeros de trabajo, por temor a que la vayan a desanimar.
“La curiosidad y los sentimientos ya existían, pero para dar un paso final requería una validación”, explica Daniela Camino acerca del proceso para convertirse en comunicadora. Conocer el trabajo de Penelope Smith y de otros comunicadores le otorgó el coraje necesario para sentirse validada y acompañada.
El desarrollo de la comunicación interespecies implica un “fuerte cambio de paradigma”, en términos de Daniela, que no es fácil de realizar. Las personas tienen que aceptar que la comunicación está ocurriendo, que es posible algo que, durante toda su vida, les han dicho que no. Ese también es uno de los roles de los espacios de formación: “generar contención para asimilar verdades no aceptadas socialmente”.
¿Qué dicen los animales de los seres humanos?
¿Qué es la dignidad para un perro? Mireya Calderón recuerda que, una vez, mientras hacía un voluntariado de comunicación interespecies en un refugio animal, se topó con un perro que tenía una condición de salud muy grave y requería de cuidados intensivos. Ni siquiera era capaz de orinar o defecar por su cuenta. Cuando Mireya pudo conversar con él, le dijo que lo que realmente necesitaba era conservar su dignidad. El perro sabía que querían ayudarlo, cuenta Mireya, y lo agradecía, pero no quería esa ayuda. Quería ser quien había sido durante toda su vida, por más difícil que le resulte, incluso si tenía que morir.
Si bien tenemos más recursos y habilidades que los animales, para nosotros es más difícil encontrarnos a nosotros mismos. Mireya Calderón considera que ese es uno de los motivos por los cuales los seres humanos vivimos más: tenemos la ardua tarea de autodescubrirnos, mientras que los animales saben quiénes son y para qué vinieron.
Para Anna Breytenbach, los animales están conscientes del sentido de su vida. Conocen su rol en el mundo. Sienten empatía y compasión, incluso hacia los seres humanos que hacen de su vida un infierno. “Es un milagro que los animales no se hayan rebelado contra los seres humanos”.
Anna afirma además que los animales pueden ser nuestros maestros en aspectos filosóficos, vitales, pero también en aspectos prácticos, como el ámbito empresarial: “¿Por qué los pingüinos y los elefantes no nos enseñan sobre liderazgo? ¿Cómo las hormigas y las abejas trabajan juntas de manera tan inteligente? Un verdadero paso hacia adelante sería sentir directamente, a partir de los pingüinos, los elefantes, las hormigas y las abejas para aprender de su conciencia”.
“Sentí el dolor, la angustia, la desesperación de un cerdo”
Cuando trabajaba con el Instituto Nacional Indigenista (México), visité una comunidad indígena mixe para implementar un proyecto de desarrollo social. Mientras paseaba por la comunidad, en una tarde silenciosa, me acerqué a una casa donde estaba un cerdo gigante. Sentí su mirada serena, inteligente, muy presente. Lo sentí con todo mi corazón y con todo mi cuerpo. Fue para mí muy natural decirle en voz alta: “Qué bonito e inteligente eres”. A continuación, oí con todo mi cuerpo, como el cerdo me decía: “Qué bonita e inteligente eres tú también”. Me fui para atrás. Era la primera vez que escuchaba la voz de un ser no humano. Estaba conectada con él.
La madrugada siguiente, escuché la voz de ese cerdo mientras lo sacrificaban. En ese momento, seguía conectada con él. Sentí el dolor, la angustia, la desesperación. El no entender. De alguna manera, el sacrificio del cerdo selló en mí jamás olvidar este evento. A partir de entonces, me volví vegetariana. Nunca fui muy afín a la carne, pero esto me ayudó a tomar la resolución. Fue una cascada de resoluciones al instante. Lo que sucedió fue determinante para tomar el camino de la comunicación interespecies.
(Testimonio de la comunicadora interespecies Daniela Camino).
Desde tiempos inmemoriales, los seres humanos han reflexionado sobre su relación con otras especies para justificar sus actos y su modo de comportarse con ellos. Desde la idea judeocristiana de concebir al ser humano como el amo y señor del resto de las especies, pasando por Descartes y su idea de asemejar a los animales a las máquinas y de afirmar su incapacidad de pensamiento, hasta otras formas de justificar nuestra supuesta superioridad sobre el resto de seres vivientes, lo cierto es que nuestra sociedad se sostiene por un uso instrumental de los animales: los utilizamos para alimentarnos, para curarnos, para vestirnos, sin importar lo que sucede con ellos en el proceso.
Fernando Arroyo Avilés, fundador y director de la organización Terranimal, ha trabajado por los derechos de los animales desde hace al menos veinte años. Si bien da cuenta de que se han dado avances en lo político, fundamentalmente con la inserción de los derechos de la Naturaleza en la Constitución de 2008 y, el año pasado, la sentencia de la Corte Constitucional respecto a que los animales deben ser considerados sujetos de derechos, todavía hay mucho por hacer, sostiene. En el fututo uno de los debates más importantes será el estatuto que tengan los animales en el Código Civil, considerando que actualmente son concebidos como bienes: deberán pasar a ser sujetos no humanos.
Al momento de evaluar los cambios sociales ocurridos en los últimos años, Fernando considera que sí percibe, en general, una actitud distinta hacia los animales. Sin embargo, no es tan optimista: “Estos cambios culturales, políticos, económicos, no son lo suficientemente rápidos y lo suficientemente extensos para hablar realmente de un cambio de paradigma, pues esto sería algo trascendental, y no nos encontramos en ese momento todavía”.
Los cambios políticos son relevantes, pero también lo es el modo en el que cada uno de nosotros convive con las otras especies, el lugar que les damos en el mundo, cómo los nombramos. “Quienes realizamos comunicación interespecies, dejamos a un lado el lenguaje que cosifica a los animales, como el término de mascota”, sostiene Mireya Calderón. Tampoco se considera “dueña” de ellos, pues eso también vendría a convertirlos en propiedad. “Los animales están en este mundo mucho antes que nosotros. Hay que darles ese lugar de sabiduría. No son objetos para ser utilizados, son compañeros de vida”.