Cultura pop

The Mandalorian: el camino de ser padre así es

THE MANDALORIAN
Ilustración: Gabo Cedeño.

Cuando pensamos en la franquicia Star Wars (La guerra de las galaxias en Hispanoamérica), hay muchos elementos que pueden reconocerse, incluso para aquellos que no están familiarizados con la saga, gracias al enorme impacto que ha tenido el universo creado por George Lucas en la década de los setenta dentro de la cultura popular, y no ha hecho más que crecer y consolidarse a través de los años. 

Están la música, los sables de luz, sus personajes, las batallas y las persecuciones entre naves, los planetas y, por supuesto, los diálogos. ¿Quién no recuerda la frase “Yo soy tu padre”, con la que Darth Vader revela su parentesco a Luke Skywalker, antes de rebanarle la mano? Esto ocurrió en el Episodio V: El imperio contraataca, de 1980, y, con ello, se dio paso a una de las escenas más emblemáticas en la historia del cine. 

A partir de esa mítica relación entre padre e hijo, las relaciones paterno-filiales se han ido posicionando como un tema recurrente en esa muy, muy lejana galaxia. Aunque desde que Disney compró Star Wars, hay que decirlo, la franquicia ha cambiado: se han añadido personajes e historias diferentes alejadas ya de la familia Skywalker, pero los temas a tratar son, básicamente, los mismos.

Una de las escenas más icónicas de “El imperio contraataca”.

El director de animación Dave Filoni, quien puede considerarse el padawan o aprendiz de George Lucas, se ha encargado de mantener muchos de los ideales plasmados por su maestro en el contenido creado para Star Wars en los últimos años. Star Wars: The Clone Wars (2008), Star Wars Rebels (2014), Star Wars: The Bad Batch (2021) y The Mandalorian (2019) nos presentan nuevas historias creadas a partir de elementos ya vistos en las dos primeras trilogías. Algunos de los elementos mencionados son la estética del género western, los personajes y escenarios inspirados en los samuráis japoneses y, más que nada, aquel conflicto que se genera alrededor de la importancia de la figura paterna dentro de la saga. 

Cuando le preguntaron a Filoni acerca de la escena que consideraba más importante en el universo de Star Wars, esto fue lo que contestó: “sería la escena Duel of the fates del Episodio 1: La amenaza fantasma (1999)”. 

Y para explicar las razones de su respuesta añadió: “Qui-Gon es diferente al resto de los Jedi, y eso se ve en la película. Qui-Gon está peleando porque él sabe que es el padre que Anakin necesita, porque él no se ha rendido al supuesto de que los Jedi no pueden amar”.  Luego diría: “Así que están peleando por Anakin, y, por eso, Duel of The Fates es el destino de ese niño. Y dependiendo como termine esa pelea, su vida va a cambiar de forma drástica. Así que Qui-Gon pierde y la figura paterna se va. Anakin se queda con Obi-Wan, quien lo entrena al principio por la promesa que le hizo a Qui-Gon, no porque le importe. Es un hermano para Anakin, pero no es un padre. Eso es un golpe para Anakin; no tiene la familia que necesita. Pierde a su madre en la siguiente película y le falla a su promesa: ‘Volveré por ti y te salvaré’. Eso le deja en un estado completamente vulnerable, y de eso es de lo que trata Star Wars al final: de la familia.”

The Mandalorian reivindica la paternidad dentro de la saga 

Con todo lo antes mencionado, si bien la relación Vader-Luke es muy conocida, don Anakin (más conocido luego como Darth Vader) no fue precisamente un padre ejemplar. En varios sentidos encarna, más bien, al padre biológico que abandona el hogar para seguir proyectos personales más bien narcisistas. Su conducta está guiada por una perspectiva completamente individual, en la que la paternidad no tiene un espacio funcional. Ni siquiera se trata del padre heroico que abandona todo para seguir una causa superior, como Ulises que se va de viaje por los océanos; Anakin está, en realidad, más cercano al padre apostador que termina involucrándose con el crimen organizado. 

Se trata, pues, de una figura mefistofélica, inspirada por una fuerza oscura superior (misma que, por ejemplo, en el Fausto de Goethe es el mismo diablo, aunque aquí se trata del lado oscuro de la fuerza, entidad más indiferenciada, entre la ciencia ficción y lo esotérico) que ha sido ganada por el mal, por los aspectos más reprochables e inciertos del ser humano. Hay muchos ejemplos de padres así: desde el avaricioso padre del personaje principal de la película holandesa Carácter (donde hay una pelea final similar a la del filme de Lucas) o Walter White de Breaking Bad (en la que hay una idea distorsionada y ambivalente de la paternidad) hasta el personaje de Jack Nicholson en El resplandor de Kubrick. 

En contraparte, en el año 2021 se estrenó el piloto de la serie televisiva The Mandalorian, que tiene como guionista a Jon Favreau, quien también coproduce junto a Dave Filoni. Esta producción sigue la historia del solitario cazarrecompensas Din Djarin (interpretado por Pedro Pascal) mientras recorre la galaxia cumpliendo misiones bajo un estricto código de honor ligado a su entrenamiento mandaloriano. 

Los mandalorianos se dividen en varias facciones, son expertos guerreros y muchos se dedicaron a ser mercenarios y cazarrecompensas. Por mucho tiempo los más conocidos fueron Boba Fett y su padre Jango y al momento en el que sucede la serie están dispersos por la galaxia ya que su planeta Mandalore fue destruido por el imperio.

Jon Favreau, Dave Filoni y George Lucas en el set de The Mandalorian.

Siendo una especie de espartano estoico, Din Djarin se convierte en el padre de Grogu (Baby Yoda para los amigos), un tierno jedi extraterrestre de la misma especie que el emblemático Yoda, con quien progresivamente va entrelazando una sólida relación afectiva, de límites difusos, donde la recuperación de la inocencia es absolutamente central. 

Es allí donde nuestras fronteras se vuelven lábiles, abiertas a lo indeterminado, predispuestas a ser transformadas por la experiencia vital. La premisa sería que no hay paternidad en sí misma, sino que esta se constituye desde los afectos dispuestos, de modo que incide en la subjetividad de los individuos. Así, Din Djarin pone la protección y bienestar de Grogu por encima de sus misiones de cazarrecompensas, incluso cuando se trata del estricto código al que vivía aferrado, que se ve comprometido en el momento en que se quita el casco por primera vez ante Grogu y se despide antes de que el pequeño se vaya a seguir su entrenamiento Jedi con Luke Skywalker.

Cartel de la tercera temporada de The Mandalorian.

Quitarse el casco supone desafiar su propio sistema de creencias y ritos. Lo hace, en realidad, para mostrarse finalmente humano, vulnerable ante la experiencia que ha supuesto adoptar a Grogu, como podemos ver en la siguiente escena. 

Los estereotipos del padre o tutor rígidos son cuestionados a través de una serie de gestos emotivos que exponen una apertura a la vulnerabilidad, a la fragilidad, a la emotividad en el personaje del mandaloriano. 

Esta apelación al televidente no es nueva, el mismo Pedro Pascal interpreta a un personaje parecido en la serie The Last of Us. El afecto como algo que rompe el hielo de un padre adoptivo tardío aparece en películas tan dispares como Anita, la huerfanita de 1982 (casi un panfleto antisoviético en su momento) o Big Daddy de 1999 (donde Adam Sandler se convierte en una especie de complaciente papá infantil), pero en The Mandalorian la relación entre ambos está atravesada por una relación más compleja, marcada por pertenecer a diferentes especies, diferentes lenguas y realidades socioculturales y políticas: es también el encuentro entre dos extranjeros. Ciertamente Grogu tiene la ternura de un Gizmo (véase Los Gremlins), pero nada obliga a Din Djarin a simpatizar con él: el cariño que surge entre ellos es también el cariño entre seres que tendrían genuinas razones para sospechar del otro, puesto que los jedi y los mandalorianos han tenido muchos problemas en el pasado. 

Din Djarin y Grogu en una de sus múltiples aventuras por la galaxia.

El ciclo está completo

Ya lo dijo George Lucas: “en Star Wars todo es como poesía, rima” y la serie The Mandalorian no supone una excepción. Din Djarin pertenece a una de las varias facciones de mandalorianos llamados “los hijos de la guardia”, que siguen una interpretación ortodoxa y estricta de las tradiciones de Mandalore: aunque estas varían entre facciones, los mandalorianos están unidos culturalmente y casi todas las facciones tienen un pasado violento y sanguinario. 

Lo interesante de los “hijos de la guardia” es que tienen como práctica la adopción de huérfanos para darles un lugar dentro de ella y fue así como Din se convirtió en expósito mandaloriano, pero él lleva esto a un extremo, rompiendo incluso la norma del desapego y creando lazos emotivos profundos, tan ambiguos como sinceros, con el pequeño a su cargo. ¿Adoptar un huérfano extraterrestre no es acaso una experiencia radical por abrazar la otredad de la experiencia sensible? El aura del huérfano –forzado o no– iniciado en un culto o hermandad expresa a la vez carácter, independencia y fuerza de voluntad, por ello son ascetas ideales, candidatos idóneos para ser acogidos por un grupo delirante y estricto, o simplemente autores de una historia propia, solitaria, extraordinaria, auténtica.

En el siguiente enlace podemos ver el momento en que, durante el ocaso de la República Galáctica, un grupo de separatistas arrasan con el pequeño pueblo en que nació Din Djarin, quien luego de perder a sus padres es rescatado por un mandaloriano. 

El camino así es (This is the way)

A falta de un capítulo para que culmine la tercera temporada (escribo esto antes del 19 de abril), los lazos entre Grogu y Din están suficientemente asentados como para reconfigurar el prototipo de un clan alternativo, de una familia adoptiva. El pequeño ha sido presentado a los hijos de la guardia como uno más y, en ese contexto, se hace hincapié en la necesidad de la unión del resto de las facciones dispersas por la galaxia para poder recuperar el planeta que fue destruido por el imperio en la llamada “noche de las mil lágrimas”.

La familia de la que habla el director Dave Filoni se torna flexible, toma diferentes formas, en cada una de las cuales los personajes encuentran su redención, como Vader al final de su vida, o Boba Fett (antes un implacable cazarrecompensas) al unirse a la tribu Tusken Raiders en Tatooine, o simplemente encuentran un sentido de pertenencia que será determinante para el futuro del personaje. 

Con respecto a esto, el sociólogo Manuel Castells sitúa la pertenencia en un ámbito identitario que proporciona sentido y cobijo a las prácticas cotidianas en una especie de complicidad definida por lenguajes comunes. Asimismo Grogu y Din, al ser parte del mismo clan, continúan construyendo paralelamente su identidad al relacionarse con lo demás, compartiendo experiencias y aventuras que le dan un nuevo significado a la familia que menciona Filoni, una familia como esas a las que la saga nos tiene acostumbrados: maestros Jedi y padawans, hermandad entre los soldados clones, acogida de huérfanos, o simplemente un grupo de rebeldes que buscan hacer un poco mejor la vida para los demás en la galaxia. 

Grogu y Din con miembros de diferentes facciones de mandalorianos.