Cultura pop

Sinéad O’Connor, la voz incómoda que desafió al establishment

Sinead O'Connor
Ilustración: Manuel Cabrera.

Sinéad O’Connor, la cantante irlandesa que supo desdibujar las fronteras entre la gloria y la controversia, el arte y el activismo, cerró sus ojos para siempre a los 56 años.

O’Connor prendió la mecha de su carrera en 1990 con el estallido de “Nothing Compares 2 U”, una balada desgarradora compuesta por Prince.

El retrato de Sinéad, con la cabeza rapada al cero, delineaba la figura de una mujer irreverente, audaz, desprovista de adornos y aderezos, que prefirió presentarse en su cruda humanidad antes que ceder a la fábrica de la industria musical. Así lo escribió en su libro autobiográfico, “Rememberings: scenes from my complicated life” publicado en el 2021:

“Luchen contra el verdadero enemigo”

Sin embargo, Sinéad O’Connor fue mucho más que su voz y su figura icónica. Como una flor rara en el bosque de la controversia, no se amilanó a la hora de utilizar su fama para poner en el punto de mira temas polémicos.

En 1992 sacudió los cimientos del mundo entero al romper una fotografía del papa Juan Pablo II en una transmisión en directo, mientras dijo: “luchen contra el verdadero enemigo”, durante el popular programa de televisión “Saturday Night Live”, como protesta ante los abusos sexuales a menores por parte de la Iglesia Católica. Aquel gesto selló su destino como provocadora y activista.

En su autobiografía menciona el tema y asegura no arrepentirse de nada, pese a que fue atacada con una lluvia de huevos la noche que rompió la fotografía del Papa Juan Pablo II y, artistas como Madonna, reprobaron su actuación:

La vida de Sinéad fue una partitura escrita con notas de dolor y lucha. Su historia está plagada de desafíos y adversidades: problemas de salud mental, adicciones, y el golpe más duro que pueda sufrir una madre, la pérdida de su hijo hace 18 meses.

Las controversias en su carrera artística fueron una constante. En 1991 rechazó el Grammy a la Mejor Interpretación de Música Alternativa. En el mismo libro explica los motivos:

El mundo castiga a los rebeldes. Y mucho más si son mujeres

Era necesario que fallezca Sinéad para que se reconozcan sus dotes de genialidad. Mientras estuvo viva, el mundo la castigó con su indiferencia, con sus burlas, con su desprecio. La convirtió en una apestada.

Sin embargo, O’Connor era una figura indomable. Siguió caminando por el filo de sus convicciones, por la línea de los desafíos. Ella era una forjadora de contrastes. Un mosaico de ternura y rabia. De punk y delicadeza. De canto angélico y furia desatada.

Su figura, contradictoria y rebelde, se negó a interpretar el papel sumiso y sonriente que el mundo de la música le asignó. Su presencia, cruda y conmovedora, rasgó la pasividad femenina de la década de 1990 , imponiendo una valentía hasta entonces desconocida.

La enorme calidad musical de O’Connor, a menudo, se vio eclipsada por escándalos o debates superficiales sobre su apariencia. Fue una gigante de la música. Pero rara vez se le dio el reconocimiento que merecía.

¿No es acaso una ironía que sólo al fallecer se le brinde la veneración que debió tener en vida?

¿Por qué el mundo esperó la muerte de Sinéad para reconocer su genialidad?

¿Por qué la industria musical es implacable y, con frecuencia, favorece a los dóciles y maleables, mientras eclipsa y desaparece a figuras con voz y convicciones propias, como fue el caso de Sinéad?

El trato despectivo, burlón y enfermo que recibió Sinéad O’Connor es un reflejo de la antipatía del mundo hacia las mujeres valientes. Los tabloides se regocijaron de sus momentos más vulnerables, la ridiculizaron por su apariencia. Cuando en el fondo querían callarla por su sinceridad y falta de apego a lo establecido.

Sinéad O’Connor es un espejo que refleja nuestras propias contradicciones, nuestro temor a alejarnos de lo establecido y nuestra dificultad para aceptar la belleza cruda y honesta.

Sinéad nos enseñó que es posible ser fiel a la propia autenticidad y audacia, a pesar de los requerimientos y expectativas del mundo. Descanse en paz, Sinéad, y gracias por compartir tu música, tu valentía y tu vulnerabilidad.

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