En los días en que andaba rumiando el tema de este artículo, es decir, el tema de las villanas en el cine, saltó a las redes la noticia de que Paramount, a través de su plataforma de streaming, va a lanzar una serie para revivir el taquillazo ochentero que fue Atracción fatal (1987).
Sobra decir que ya había anotado como principal fuente para este texto la película de Adrian Lyne, que fue nominada en seis categorías para los premios Oscar, y que, además, catapultó la carrera de Glenn Close como de una tremenda actriz, porque ¿alguien puede dudar de ese personaje enloquecido que es Alex Forest? ¿Es Alex una de las mejores villanas del cine? Pero a estas alturas, y luego de que hemos aprendido a mirar desde otras perspectivas a los personajes estereotípicos, creo que cabe preguntarse: ¿qué es una villana?
Atengámonos a la etimología de la palabra: villano o villana, el habitante de una villa, que se contrapone en figura y comportamiento a quienes pertenecen a la nobleza. ¿Y qué se esperaba de una mujer noble? Recato, obediencia, cumplimiento de su rol asignado como madre y esposa, hija, criada, siempre en el molde. Bueno. Una mujer de bien. La villana vendría a ser lo contrario. La que no se recata, la poseedora de una libertad sexual, la que no obedece y toma sus decisiones, así como no le gusta recibir órdenes y sí, quizás no quiere ser madre. Algo más allá de eso.
En tal caso, villanas somos muchas. Muchísimas. Y eso no quiere decir que nuestro comportamiento sea errado. Solo, no es el que se esperaría. Y en ese estricto sentido, sí, Alex Forest (personaje encarnado por Glenn Close) es una villana: se siente atraída por Dan (Michael Douglas) desde el primer momento y se acuesta con él sin restricciones, aun a sabiendas de que este es casado. Se niega a dejar ahí la relación y sí, llega a extremos para mantener a Dan a su lado: se corta las muñecas y, días después, le dice a Dan que está embarazada. Él le propone pagar el aborto y ella le dice que no perderá al bebé porque es su oportunidad de ser madre. Entonces, ¿ella representa realmente un cambio de pensamiento con respecto a los derechos y deseos de una mujer tradicional o solo se ve abocada a la violencia porque no puede cumplir con el rol que quisiera asumir?
Una de las escenas más famosas de esta cinta es aquella donde la esposa de Dan, Beth (Anne Archer), encuentra al conejito de su hija degollado e hirviendo en una olla de la cocina. Sabemos que quien lo ha hecho es Alex y Dan, por ello este se ve obligado a contarle la historia de su infidelidad a su esposa. Alex, en tal caso, no tiene ya con qué chantajearlo. Y entonces la mujer va incluso más allá, porque rapta a la hija de Dan por unas horas, a la salida de la escuela. Él va a buscarla y está a punto de asfixiarla.
La espiral de violencia debe terminar y solo podrá saldarse cuando alguien muera. Es Alex, lo sabemos. Pero en el guion original, la muerte de la mujer era distinta: ella se cortaba el cuello con un cuchillo que tenía las huellas de Dan, con lo que él hubiera quedado como culpable por su muerte. ¿Por qué no se filmó así? La actriz Glenn Close peleó para que así fuera, pero al final se grabó el final que todos conocemos: Beth toma una pistola y dispara contra Alex, que parece un villano de slasher al revivir entre las aguas de la bañera. ¿Por qué hubiera sido mejor el otro final?
Después de que revisité en estos días Atracción fatal, me di cuenta de que la interpretación de Close acerca de su personaje era la correcta: Alex tenía que morir por su mano porque su obsesión, su personalidad, todo en ella apuntaba a su autodestrucción. Y si, en esa tormenta, se llevaba a más gente consigo, pues bueno, que así fuera. La posición de autodestrucción es sutil en el producto final, pero se siente intensa: cuando Alex sigue a Dan a la casa nueva, ve, a través de la ventana, una escena familiar modélica: el padre llega, encuentra a su esposa e hija frente a la chimenea, le da la mascota de regalo a la niña mientras la mujer lo besa dulcemente. La escena que ha visto hace que Alex corra y vomite. ¿Es rechazo o anhelo lo que siente? ¿O quizás los dos?
El suicidio de Alex le hubiera dado otra dimensión al personaje, mucho más profunda. Y quizás eso no era lo que buscaban los productores en el momento de soltar esa historia. Así, Dan queda como un pobre hombre que tomó una decisión “incorrecta” y pagó muy caro su indiscreción. Pero más allá de esto, ¿por qué tenía que pagar Alex con su vida y él quedar como un pobre hombre perseguido?
En la época en que se estrenó Atracción fatal ya hubo reclamos de algunas feministas sobre cómo se trataba a la imagen de una mujer empoderada: siempre incómoda para el resto, la loca. Y esa visión no habría sido nueva.
Basta recordar a “la loca” del castillo en Jane Eyre, la novela que luego llevó al cine Orson Welles, la primera esposa de Mr. Rochester que quema el castillo y deja ciego al héroe de la historia. Pero ¿alguien se preguntó de dónde venía esa locura, por qué esa mujer estaba encerrada en una torre? Muchos años más tarde, alguien sí se lo preguntó, la autora Jean Rhys, en su novela Ancho mar de los sargazos (1939), le daba voz a esa loca que solo fue conocida, hasta entonces, precisamente así, como la loca. Esperaría, entonces, que en este reboot de Atracción fatal se hiciera también una especie de introspección de ese personaje autodestructivo que es Alex y ahora estará interpretado por la actriz Lizzy Caplan.
¿Es necesario revisitar a las villanas?
Supongo que es necesario como en toda historia: hay que conocer las versiones de cada personaje. Sobre todo, cuando, una misma, a veces, se mira al espejo y dice: espejito, espejito, ¿seré yo la mala de la película de mi vida?
Una villana, creo, más allá de romper con los tabúes de su época y de ser una rebelde frente a un status quo, es, sobre todo, un personaje autodestructivo. En eso radica su verdadero mal, en esa tendencia creciente a destruirse, entregarse al mal, a la muerte, llevándose todo a su alrededor.
Esa tendencia es la que identifiqué en dos personajes, enormes, de Game of Thrones: Cersei Lannister y Daenerys Thargaryen.
Por otra parte, por favor, no me digan que el hilo narrativo de Daenerys se vio forzado para derribar a la figura de una mujer empoderada, porque desde el principio se adivinaba que esa chica iba a terminar mal, y, de paso, haría terminar mal a muchos, lo merecieran o no. Y sí, es cierto, tuvo una vida que pudo empujarla a convertirla en villana al final, desde los constantes maltratos de su hermano, el casamiento obligado con Khal Drogo, la muerte de su hijo, los constantes ataques que sufrió y ver la muerte de sus seres cercanos.
Pero también es cierto que tuvo la oportunidad de elegir entre la venganza, incendiar una ciudad llena de gente inocente, y sencillamente apresar a la rival más débil, que, a su vez, es otra villana memorable. Daenerys estaba signada por la locura, era parte de su código genético. Era la hija de un rey loco. ¿Cómo podría haber escapado al sino de un clan autodestructivo, ambicioso, megalómano?
Lo mismo que Cersei, de hecho, una digna sucesora del clan más ambicioso del universo creado por George R. R. Martin, una mujer que hubiera hecho cualquier cosa para defender a su familia. Y, por supuesto, habría hecho cualquier cosa para no verse sumisa: por eso es de las mejores villanas, por ese incendio de la Septa, por esa venganza como una fiesta después de haber sido humillada por las calles de su reino. Cersei era mala y orgullosa. Daenerys era una loca.
Esta escena nos muestra a Cersei en su esplendor como villana.
Otras villanas
Así es como se recuerda a las villanas en la ficción: la loca, la bruja, la orgullosa, la mala de la película. Por eso mismo, es tan importante la reformulación de las historias, o, por lo menos, pensar en una dimensión más allá de las etiquetas.
Eso fue lo que hizo Disney, muy acertadamente, con el personaje principal en Maléfica (2014), su live-action con Angelina Jolie, donde se habla del pasado de esta hada “malvada”. ¿Era necesario? ¿Es que alguien podía siquiera seguir pensando que un hada nació mala porque sí y lanzó una maldición sobre una niña porque no la invitaron a una fiesta?
Este viaje al pasado de Maléfica era necesario para entender la dimensión de una mujer que ha sido engañada, ultrajada y que, por tanto, no puede confiar ni en los afectos ni en la sinceridad de quien se finge noble. Sobre todo, era necesaria esta película porque se ve precisamente el punto en el que una mujer que busca justicia se puede o no convertir en villana: el problema no es que una mujer acceda al poder, la cuestión está en cómo lo ejerce. Al final, Maléfica opta por abrirse nuevamente a los afectos y proteger a su reino desde la igualdad, mientras que en el caso de las otras villanas, como he dicho, la elección fue otra: hasta el final ejercieron un poder controlador y destructivo. Un poder, sobre todo, autodestructivo.
Pienso ahora en una reseña que leí hace años sobre esa enorme película que es Elle (2016), de Paul Verhoeven, protagonizada por Isabelle Huppert. La crítica decía, en una línea, que la protagonista, Michèle, era una villana de sí misma. Y es que, hay que anotarlo, una villana también se construye en relación con el resto de personajes. No por sí misma.
Así, en Elle, la protagonista es atacada sexualmente por un desconocido, en su casa, en tu territorio, y ella, en vez de comportarse como una víctima que da parte a las autoridades o que acude a alguien cercano, sigue viviendo como si nada, a la vez que empieza a sospechar de todos los hombres a su alrededor. Y, hay que decirlo, la relación con esos hombres no es muy agradable, dada la fortísima personalidad de Michèle: empleados descontentos, un exmarido que le reclama cuestiones, un hijo lejano, hombres que no soportan a Michèle, pero que no pueden escapar de su influjo. Así como ella no puede evitar una cercanía extraña con el recuerdo de su atacante.
Para Verhoeven, las villanas fueron siempre personajes más complejos. Ya lo demostró con su cinta Bajos instintos (1992), sí, la famosa película en la que el personaje de Sharon Stone cruza las piernas y el público alcanza a ver su vagina, porque la mujer no llevaba ropa interior. En esta historia se nos mostraba a una mujer con un coeficiente intelectual altísimo, rica y hermosa, además de sospechosa de asesinato. Las pistas, demasiado obvias, apuntan a la mujer, pero, en realidad, ella no es sino una víctima de una trampa a su vez tendida por otra mujer despechada. Así, Verhoeven ya en los noventa nos planteaba el juego con el estereotipo de la mujer que podía cumplir con todos los peros sociales, reunir las características de una villana que, al final no era la mala de la película.
¿La villana es un ser ambiguo?
Lo es. Y una de las primeras villanas del cine, que también viene de la literatura, es mi querida Scarlet O’Hara, la protagonista de Lo que el viento se llevó. Caprichosa, bella, orgullosa y altanera: los otros personajes la odiaban o la amaban. No había puntos medios. Y, sin embargo, era posible, para lectores y espectadores, entender sus cambios de humor y apreciar, más bien, su ambigüedad: criada en un estado esclavista, Scarlet intenta sobrevivir, pero, más que nada, conseguir el amor. ¿Puede culpársela por eso? Es infantil, y hasta cruel esta mujer. Pero, sobre todo, es una protagonista de su vida. Y eso, al parecer, ya es suficiente para considerarte una villana.
De las villanas de los cuentos clásicos, más allá de la reformulación que sufrió el personaje de Maléfica, no creo que sea necesario hablar mucho: no hay mayor profundidad en esos personajes, en la madrastra cruel que pasa por encima de la pobre chica a su cargo, la verdadera protagonista, que debe cumplir con su rol de casarse con el príncipe azul. Y el rol de la mala es el de morir en un barranco, al fondo de un abismo, tal como cayó el rey que intentó apresar a Maléfica al final.
La villana debe morir. Debe caer en la tumba que ella misma cavó. Pero antes, por supuesto, se llevará a unos cuantos consigo. O, por lo menos, se quedará en el recuerdo del resto, apareciéndose en el espejo, como un fantasma, como un recordatorio, para que alguien más se pregunte si no será ese reflejo el origen de su mal.