Cultura pop

Lecciones que nos dejó un niño con cabeza de balón

Arnold
Ilustración: Juan Fernando Suárez.

A finales de los años ochenta el animador estadounidense Craig Bartlett imaginó a un niño con cabeza en forma de balón de fútbol americano y lo moldeó en plastilina. Ese fue el inicio de una de las caricaturas más emblemáticas de la cultura popular.

Luego de algunas apariciones en forma de cómic en la revista Simpsons Ilustrated, de Matt Groening, ¡Oye, Arnold! nació oficialmente en 1996, cuando Nickelodeon decidió hacer una serie televisiva semanal. A partir de entonces y hasta el año 2004, la cadena emitió un total de cien episodios, cuyos segmentos no superaron los once minutos. Cada capítulo retrató una aventura diferente para Arnold o para alguno de los personajes que rodean al protagonista. 

La serie tuvo cinco temporadas y dos largometrajes, el segundo se estrenó varios años después de la última emisión de ¡Oye, Arnold!

Un legado sin fecha de caducidad

A pesar de que la serie terminó hace casi veinte años, (actualmente ¡Oye, Arnold! tiene 27) quienes somos parte de su legado seguimos hablando de ella y viéndola en toda oportunidad que se presenta. Existen en redes sociales grupos para disfrutar de la caricatura y discutir sobre sus temáticas, personajes y los mensajes que dejaron en cada uno de nosotros. 

Aunque no se planea retomar la serie, su creador, Craig Bartlett, tiene mucha actividad en su cuenta de Instagram, donde comparte recuerdos, fanarts y, ocasionalmente, regala a los seguidores de Arnold pequeños momentos del cabeza de balón dentro del contexto actual. 

No hace mucho, por ejemplo, pudimos ver a Arnold y Helga con mascarillas e intercambiar cartas durante el confinamiento por la pandemia de Covid-19. 

¿Qué es lo que hizo a Arnold tan especial como para que hasta hoy en día quienes fuimos niños en los noventa lo recordemos con notable afecto?

Por donde se la mire, ¡Oye, Arnold! tiene mucha alma. No es una caricatura para el simple entretenimiento, de hecho, le hace justicia a su carácter de apta para todo público, pues trata temas trascendentales para niños y adultos sin limitarse a tramas que solo interesaban a los primeros o caer en el uso de chistes de doble sentido para captar la atención de los segundos. 

Personajes entrañables

Quienes conocemos a Arnold también conocemos a Helga G. Pataki, Gerald Johansen, Pookie o Galletita (la abuela del cabeza de balón), el abuelo Phil, Lila, Phoebe, Harold, entre otros. Y es que uno de los componentes que hicieron de esta caricatura un éxito fueron sus personajes. 

Todos tienen una historia y un carácter propio. Muchos de ellos son bastante complejos. Hay pocos personajes de relleno, y aun así encuentran su momento para brillar. Sin embargo, a quienes más recordamos son a aquellos cuyas historias tuvieron un alto componente emotivo, que nos permitió empatizar con ellos. 

Helga, por ejemplo, es una niña apasionada, inteligente y obsesiva que está perdidamente (y en secreto) enamorada de Arnold. Tanta es su pasión que escribe poemas para el muchacho, lo observa en la clandestinidad y hasta tiene un altar de su amado hecho con chicles desechados por él. Los comportamientos de Helga tienen una razón de fondo que está ligada a su entorno familiar. 

En el capítulo “Helga va al psiquiatra” averiguamos que Arnold fue la primera persona que fue amable y se preocupó genuinamente por Helga, y que parte de la personalidad ruda e independiente de la niña se debe a la desatención de sus padres. Además, Helga suele ser agresiva porque busca esconder sus sentimientos para evitar ser juzgada.

En otros episodios se profundiza todavía más en el entorno familiar de Helga, pues se muestran pasajes que indican que su madre es alcohólica y depresiva, su padre es adicto al trabajo y su hermana se esfuerza demasiado por “ser perfecta”. Todo ello crea un personaje redondo que ha llegado a ser de los más queridos por los fans de la serie. 

La triste razón por la que Helga estaba enamorada de Arnold |  Entretenimiento Cine y Series | Univision

No solamente Helga tiene una construcción profunda, hay otros personajes como Phoebe, que a pesar de ser una niña muy inteligente hizo trampa en una de sus tareas, mostrándose más humana y enseñándonos que todos podemos cometer y rectificar nuestros errores. O Rhonda, una niña adinerada que aprendió a no vivir de las apariencias luego de que su familia quedara en quiebra y tuvieran que vivir una temporada en la casa de huéspedes de Arnold, pasando distintas necesidades. 

También Harold, que dejó a un lado sus prejuicios para no sentirse inferior con respecto a su amiga la gran Patty, cuando ella lo venció en una competencia de fuerza. Y el mismo Arnold, quien al ser un niño sin padres tiene que experimentar una suerte de abandono e incertidumbre a pesar de vivir con sus abuelos que siempre se preocupan por él. 

Durante las cinco temporadas de la serie, el misterio sobre lo sucedido con los padres de Arnold se mantuvo constante y se convirtió en un tema que hizo más complejo el carácter y personalidad del niño con cabeza de balón: se sabe que ellos desaparecieron en un viaje, pero no mucho más, y a pesar de ello Arnold permanece optimista y bondadoso. Apenas en el año 2017, trece años después del fin de la serie, se estrenó Oye Arnold, la película de la jungla, y con ella se pudo dar un cierre a la historia de la serie, así como al misterio de los padres del muchacho.  

Hey Arnold!: The Jungle ¡La pelicula que le da un cierre a nuestra  infancia! (critica) (spoilers) - INTERNERDZ.COM

Ninguno de los personajes de ¡Oye, Arnold! tiene desperdicio, desde los excéntricos miembros de la casa de huéspedes donde vive Arnold, que ayudan a retratar el egoísmo y la ociosidad, como en el caso de Oskar Kokoschka, un hombre desempleado que vive a expensas de su esposa y depende de los demás para todo, hasta las figuras más recurrentes del programa, como Eugene, el niño que nació un viernes 13 y cuya respuesta para su enorme mala suerte siempre es una enorme sonrisa acompañada de un “¡estoy bien!”. Cada uno aporta un poco de magia para consolidar a la serie y hacerla memorable.

Temas que hoy comprendemos mejor

La genialidad de ¡Oye, Arnold! se encuentra en tocar temas profundos como los ya mencionados y, en el mejor de los casos, dejar lecciones de vida. No olvidemos el episodio en el que Arnold y su abuela liberaron a la tortuga Mandíbulas cerradas de un acuario donde era maltratada por los visitantes. Así nos enseñaron a cuidar y respetar a los animales. 

Incluso se llegan a tratar temas más delicados como las adicciones. En uno de los episodios vemos a Arnold ayudar al “niño chocolate”, precisamente llamado así por su adicción a ese dulce, a tratar de superar su problema. 

Otro tema recurrente es la crueldad del ser humano. Se pueden ver varias aristas de este problema en episodios como “El hombre paloma”, en donde conocimos a un hombre que después de ver destruido su hogar decide aislarse para vivir únicamente con sus palomas (sus únicas amigas) y alejarse de las malas personas. 

Los capítulos “El chico del pórtico” y “La Navidad de Arnold” retratan el abandono, la soledad y la guerra. En el primero, un niño es abandonado en el pórtico de un edificio, allí crece y pasa sus días asustando a los transeúntes para que no se acerquen a él. Arnold se da cuenta de que en realidad el chico tiene miedo de salir a conocer el mundo y que esa es la razón de su carácter huraño, así que decide ayudarlo a vencer su temor.

En “La Navidad de Arnold”, uno de los capítulos que quizá recordamos con mayor nostalgia, conocemos la historia del Señor Hyunh, quien durante la guerra de Vietnam tuvo que entregar a su hija a un soldado y separarse de ella para salvarla. En Navidad, Arnold, Gerald y Helga lo ayudan a reencontrarse con ella después de muchos años sin haberla visto. 

Sin embargo, las historias planteadas en cada episodio no son lo único que hacen de ¡Oye, Arnold! una caricatura novedosa, sus representaciones multiculturales también han tenido un impacto notable en la forma de hacer programas animados de televisión. 

De acuerdo con un análisis realizado por la experta en animación televisiva Carolina Delamorclaz Ruiz, la serie representa “una amalgama de etnias y clases sociales”, lo cual resulta importante al momento de tratar distintos temas, puesto que cada problemática afecta de forma diferente a cada grupo social.

Así, vemos a personajes de distintas etnias y entornos sociales, con familias conformadas de manera diversa y, por ende, con distintas visiones y formas de afrontar situaciones complejas.

Un ejemplo de esto se encuentra en el capítulo en donde las niñas de la serie hacen una pijamada de belleza sin invitar a Helga, pues no encaja con sus estándares. Helga se siente tan presionada que cambia por completo su apariencia para estar acorde al grupo. Más adelante se da cuenta de que no hay nada de malo en su aspecto y decide volver a su apariencia de antes. 

El creador de la serie, Craig Bartlett, sigue exponiendo en sus redes sociales este tipo de temas y otros de índole social y política que no pierden vigencia. Entre ellos, mensajes en contra del racismo en Estados Unidos y el abuso de poder, por el Día Internacional de la Mujer, el tiempo excesivo que pasamos en las redes sociales.

Y son esas mismas temáticas, pero en diferentes contextos, las que hicieron de Arnold una caricatura fuera de lo común, además del carisma y originalidad de todos sus personajes. Hoy en día podríamos imaginar a un Arnold adulto lidiando con los típicos problemas del trabajo, enamorado de Helga y haciendo reuniones de cumpleaños con sus amigos de la infancia. La personalidad del protagonista probablemente seguiría siendo la misma, la de un hombre optimista y presto a ayudar a quien lo necesite. 

Quizá por eso, una vez que nosotros también crecimos, no hemos querido decirle definitivamente a la serie y al personaje: ¡Apártate, cabeza de balón!