Desde su fundación, en 1902, en La Tola se ha configurado buena parte de la idiosincrasia y cultura de los quiteños. Se trata de un barrio tradicional, ubicado a un costado del Centro Histórico y sus iglesias, plazas, edificaciones… que son Patrimonio Cultural de la Humanidad.
La Tola, no obstante, también es un barrio con patrimonio, cultura e historias. Un sector que, ya sea por lo anterior o el sentido de pertenencia de quienes allí habitan, despierta amores.
“Tola la vida”, “La Tola, capital de Quito”, “La Tola nunca pierde” son algunos lemas que los habitantes de este barrio, que va desde la avenida Oriental hasta la Gran Colombia, colindando con La Marín por el lado occidental, San Blas hacia el norte y en los altos, el parque Itchimbía, llevan con orgullo. Sus historias se escuchan y se leen en cada esquina, pasajes, escalinata…


La geografía compuesta por quebradas y pendientes dieron origen al nombre de este barrio, en referencia a los montículos funerarios conocidos como tolas, en nuestro pasado precolombino.
Aunque es una sola, hay quienes dicen que hay cuatro Tolas: La Tola tradicional o colonial (la más antigua, la de siempre), La Tola baja que va desde la avenida Oriental hasta el estadio del barrio, La Tola alta, que rodea las lomas del Itchimbía, y La Nueva Tola, como llaman al sector que se desarrolló bajo la avenida Oriental.

Ángel Orozco Cevallos es toleño de nacimiento, emprendió Tradiciones y algo más, una pequeña hueca de tamales, empanadas de morocho y humitas hechas en paila de bronce, en 1975, y desde entonces ha mantenido su negocio en la calle Don Bosco.
La nostalgia se apodera de él cuando relata sus vivencias, cuando recuerda cosas que hoy tal vez no son muy bien vistas, como las “disputas entre los guambras del barrio por el amor de alguna guagua” que terminaban, dice don Ángel, “casi siempre en un apretón de manos”. O la algarabía de cada fin de semana en la gallera (eran tiempos en los que no se discutía sobre los derechos de los animales), la primera de Quito, allá por 1948, y se ubicaba en el ahora coliseo Julio César Hidalgo.


En el libro La Tola: Memoria histórica y cultural se relata que había cuatro cantinas en el sector conocido como “La esquina de los cuatro radios”, en la comisura de las calles León y Chile: la Temeraria, la de don Ola (así, tal cual se lee), la Más famosa y la cantina del ‘Flaco’ Alberto, cada una con un radio que colgaba de la puerta en la entrada y sonaba a todo volumen, para el deleite de quienes allí se instalaban.
Pero alrededor de estos espacios surgieron también grandes compositores e intérpretes de la música ecuatoriana, como es el caso del creador de la canción “El aguacate”, César Guerrero Tamayo, o de la poeta Benigna Dávalos Villavicencio, autora de la letra y música de “Ángel de luz”.


“La Carlota Jaramillo, la Paulina Tamayo, el Oswaldo Guayasamín, Jorge Carrera Andrade vivían en la esquinita”, cuenta Rosa Trujillo, vecina de la calle Don Bosco y Calixto. “No es de a gratis”, como dicen los quiteños, que el Municipio fundara hace una década La casa de las bandas, en las calles Valparaíso y Don Bosco, un espacio que impulsa la investigación, formación y difusión de la música popular ecuatoriana.

Mercedes Paredes vive en La Tola desde hace 65 años, y dice para referirse a las diferentes actividades por las que se ha ganado fama este barrio que “cada corazón alberga una pasión”. Para palpar una de esas pasiones voy a la calle Manosalvas, donde se ubica del coliseo de la Tola Box. Allí, todos los días, en el cuadrilátero, jóvenes, hombres y mujeres de entre diez y dieciséis años aprenden, a partir de este deporte, a defenderse en la vida, tal como lo hicieron varios boxeadores forjados en estas calles empedradas de paredes coloridas, entre ellos, Eugenio Espinosa, Ramiro ‘Clay’ Bolaños y Manuel ‘Toby’ Muñoz.
Y cuando digo “defenderse en la vida” no hablo de lanzar golpes y mantener la guardia arriba, sino de la disciplina y constancia que precisa cualquier actividad deportiva.


La pasión por el arte y la cultura es otra característica de muchos toleños, así nació El rincón de los arcángeles. Después de veinte años de pintar y restaurar figuras religiosas, Marcelo Cuesta implementó un taller con dicho nombre, junto a la Plaza Belmonte, en las calles Vicente León y Antepara, con el objetivo de rescatar y eternizar el arte de la tradicional Escuela quiteña.
En este espacio se exhiben obras talladas con prolijidad. A tono con las técnicas del maestro Manuel Chili, más conocido como Caspicara, el toleño Marcelo Cuesta mantiene un legado artístico que surgió en el Quito del siglo XVI.



La perseverancia y el sentido de identidad de los habitantes de este barrio llevaron a que en La Tola colonial exista un proceso de gentrificación desde 2005, nuevos emprendimientos y regeneradas edificaciones se mezclan con huecas típicas y casas abandonadas.
La oferta gastronómica y hotelera convoca a turistas locales y extranjeros, calles como la Antepara, Esmeraldas, Chile y Valparaíso forman parte de este circuito. La música en vivo, la cerveza artesanal, el baile… consolidan la nueva bohemia de la gallada quiteña y extranjera. No sé si La Tola sea “la capital de Quito”, como dicen muchos de sus habitantes, pero después de recorrer sus calles, graderíos y pasajes puedo decir, sin rastro de dudas, que su legado e historias son para “Tola la vida”.
