Jacobo, el loro del pico mutilado

Jacobo el Loro del pico mutilado
Ilustración: Manuel Cabrera
Cuando Jacobo, el loro, llegó sorprendió a todos. No fue por su brillante plumaje, sino porque le faltaba algo: su pico había sido mutilado.

Una mañana del mes de agosto del 2021, los chicos llegaron temprano para preparar el área de psitácidos —familia de aves que comprende loros, pericos, guacamayos y cacatúas— pues habíamos recibido una llamada de la policía del medio ambiente la tarde anterior. Otro loro había sido decomisado.

El procedimiento sería el acostumbrado: ellos lo entregarían aquí, en nuestras instalaciones de Jardín Alado, y a partir de ahí estaría bajo nuestro completo cuidado.

Llegaron los oficiales antes del mediodía con una pequeña transportadora kennel que dejaron sobre una de las mesas con mucha precaución; para finalizar la ceremonia se intercambiaron las palabras de costumbre y los dos hombres se retiraron. Una vez transportado hacia el área correspondiente para esta familia de aves, se corrieron los seguros del pequeño encierro para dar al loro un primer vistazo.

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Se trataba de un incompleto ejemplar de Amazona autumnalis, también conocido como loro frentirroja, este es un psitácido de la familia de los Psittacidae, que en Ecuador habita comúnmente las provincias de Esmeraldas, Guayas, Manabí, Pichincha y Santa Elena, en ecosistemas como el del bosque húmedo tropical del Chocó o el bosque Piemontano occidental. Su plumaje verde cubre la gran mayoría de su cuerpo a excepción de las plumas en la nuca y coronilla, que presentan filo color lila, y las plumas de su frente, que son completamente de color rojo, de ahí el nombre con el que se los conoce coloquialmente.

Pero no fue su plumaje lo que nos sorprendió, sino eso que notablemente le faltaba. Su pico había sido mutilado casi por completo, el corte irregular que lo deformaba llegaba hasta un poco más abajo de los orificios nasales del animal.

Uno de los policías que entregaron al espécimen nos contó que este había sido víctima del tráfico ilegal de especies y cuando lo retiraron de sus anteriores dueños se encontraba ya con esta lesión.

Las aves pertenecientes a la familia de los psitácidos tienen gran fuerza en el pico ya que lo utilizan para romper frutos secos y sujetarse entre las ramas de los árboles, además tienden a picar fuertemente cuando se encuentran bajo mucho estrés, por esto creemos que las personas que lo tuvieron en cautiverio anteriormente cortaron su pico para que no pudiera defenderse de la constante manipulación a la que era sometido. Por la forma en la que el pico se rompe y la fuerza que se necesitaría para destruirlo de esta manera, suponemos que la mutilación se realizó con una herramienta similar a un playo de presión.

Ese mismo día el loro frentirroja recibió el nombre de Jacobo y lo llevaron a conocer al resto de loros, pericos y guacamayos con los que paso a paso empezaría a rehabilitarse.

La fractura era tan grave que durante mucho tiempo Jacobo no pudo ingerir alimentos por su cuenta y debía ser alimentado con papilla a través de una jeringa, dependiendo completamente de nosotros. Afortunadamente el pico de los loros está compuesto del mismo material que nuestras uñas, la queratina, y como ellas puede regenerarse. Así, poco a poco el pico de Jacobo ha vuelto a crecer. 

Hoy Jacobo puede comer alimentos más sólidos, como nueces y manzanas; ya no necesita ayuda de los humanos para ingerirlos; además ha ganado fuerza y agilidad permitiéndose escalar cada vez ramas más altas, recuperando la confianza en sí mismo.

Y aunque la especie de Jacobo se considera amenazada a nivel nacional y mundial, nosotros tenemos aquí a un sobreviviente que, cuando se encuentre mejor, llevaremos de vuelta a su hogar en el Chocó.

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