Opinión

De Ana Frank a Laëtitia Perrais: la evolución del diario personal

Ilustración: Manuel Cabrera.

Cuando pensamos en diarios famosos, algunos nombres surgen de inmediato: Ana Frank, Nikolái Gógol, Alexander Von Humboldt, Susan Sontag. 

Quizá Henri-Fréderic Amiel sea un nombre menos conocido, pero cuando hablamos de diarios es inevitable no referirse a Amie: es el autor del diario más largo del mundo, que recoge ni más ni menos, 17.000 páginas escritas entre 1839 y 1881. 

Durante muchos años el diario ha sido un lugar seguro, un espacio en el cual depositar todas aquellas cargas provenientes del mundo interior, de lo doméstico y privado. 

El diario se ha mantenido inmutable, apoyado en uno de los soportes más longevos y perfectos que existen: el papel.

Sin embargo, no ha sido sino hasta la aparición del internet y las redes sociales, que el diario, asociado estrechamente al mundo íntimo, ha comenzado a transformarse de manera radical.

Corría el año 2011 cuando Laëtitia Perrais, una joven francesa de 18 años, fue brutalmente violada, asesinada y descuartizada. 

El crimen conmocionó a Francia de tal manera que el caso llegó a colarse en la esfera política, enfrentando al poder judicial del país contra el presidente de ese entonces, Nicolás Sarkozy. 

El asesino de Laëtitia, Tony Meilhon, acumulaba un largo historial delictivo: robo a mano armada, violación, tráfico de drogas, entre otros crímenes. 

Con un récord policial tan extenso, el reclamo de Sarkozy era que los jueces no hubiesen puesto bajo vigilancia a Meilhon con la finalidad de evitar nuevos delitos.  

En el año 2016 se publicó el libro Laëtitia o el fin de los hombres, escrito por el historiador e investigador francés Ivan Jablonka. 

El libro, que sigue la estela de grandes obras como A sangre fría o El adversario, describe todos los hechos que ocurrieron alrededor de este caso a través de una investigación minuciosa. 

Con el fin de reconstruir la vida de Laëtitia y comprender un poco mejor de dónde venía, y por qué las circunstancias se amoldaron para que dicha tragedia ocurriera, Jablonka se inserta de lleno en el mundo de la víctima, y esto incluye una exploración de los archivos y publicaciones compartidos en Facebook. 

Esta red social se había transformado en una suerte de diario personal para Laëtitia. Jablonka escribe:

su cuenta de Facebook, como objeto cultural, actualiza el diario íntimo que caracteriza la femineidad y la adolescencia desde la década de 1760. A lo largo de todo el siglo XIX y XX, cuadernos secretos, diarios […] recogieron el “yo de las doncellas”, según la expresión de Philippe Lejeune. […] Es una de las paradojas de la modernidad, que perpetúa a los usos ancestrales a través de medios nuevos, teléfono, blog, Facebook, etc.

Las redes sociales han desencadenado una evolución en la manera en la que los seres humanos plasmamos nuestros conflictos internos, nuestros sentimientos y preocupaciones más profundas. 

El diario ha mutado y se ha volcado a la virtualidad. Las redes sociales nos permiten dejar una constancia de lo que vivimos a diario hasta un punto ridículo: fotos de lo que comemos, de la música que escuchamos, de las películas que miramos. Viajes, compras, relaciones, body positivity, etc. 

Así como lo hizo Ana Frank en su famoso diario y como lo hizo Aimes con el suyo, y antes de él Humboldt; Laëtitia Perrais también documentaba su vida, pero en tiempo real, y ya no para mantenerlo en secreto, bajo la almohada o dentro de un cajón cerrado, sino para compartirlo con todo aquel que tenga acceso a internet y quiera enterarse. 

Las redes sociales son hoy en día una herramienta de largo alcance: a través de ellas compartimos nuestra intimidad con amigos y familiares, pero también con gente que se encuentran a kilómetros de distancia y que apenas conocemos. 

Poco a poco el mundo íntimo que caracterizaba a los diarios, previos a la era digital, va desapareciendo.