Derechos humanos

El beso de Rubiales. Un acto que evidencia la cultura deportiva sexista

Rubiales Jenni Hermoso
Ilustración: Manuel Cabrera.

Debía ser uno de los acontecimientos más importantes en la vida de la futbolista Jenni Hermoso. 

Acababa de ganar el mundial con la selección española. Había logrado una hazaña sin parangón en la historia del fútbol femenino español.

Su tesón y su fatiga —fue la futbolista que más kilómetros recorrió durante la cita ecuménica— la han hecho acreedora a una Champions League, siete campeonatos de Liga con diferentes clubes, cinco Copas de la Reina con el Fútbol Club Barcelona, una Copa de Francia con el Paris Saint-Germain Football Club y cinco galardones como máxima goleadora del campeonato español. Y este año sumó el éxito del Mundial Femenino.

Todo aquello, sin embargo, se convirtió para la número diez en el preludio de una impensable pesadilla.  

En la efervescencia de la celebración y aún sobre el césped del Sydney Football Stadium, donde se jugó la final, el máximo dirigente del fútbol español, Luis Rubiales —hoy suspendido por la FIFA por tres meses— se encaramó como araña sobre su cuerpo y le estampó un beso. 

Rubiales se encontraba al lado de la reina Letizia y de la infanta Sofía cuando aquello. Pero ni esa proximidad sofocó la fiebre de su testosterona. 

Minutos antes y sobre la tribuna había realizado un gesto obsceno —se llevó las manos a los testículos— para festejar el épico logro de España. 

Luego, cuando el equipo celebraba su triunfo en el vestuario, Hermoso apareció en una retransmisión en directo por Instagram.

Allí sus compañeras, pletóricas por la consecución de la victoria, le preguntaron por el beso y ella respondió: “¡Eh! Pero no me ha gustado”. Y a continuación añadió: “¿Y qué hago yo? Mírame, mírame…”. 

La futbolista española Jénnifer Hermoso Fuentes, conocida como Jenni Hermoso, es la máxima goleadora histórica de la selección de España. Actualmente juega en el Pachuca, de México. Crédito: COPE. 

Un día después, personalidades de la política y del deporte, como la Vicepresidenta Segunda del Gobierno de España, Yolanda Díaz y los presidentes de las federaciones territoriales de la Real Federación Española de Fútbol (RFEF), pidieron la dimisión del máximo representante del fútbol español, Luis Rubiales.

El polémico beso se convirtió entonces en tema de portada, en apertura de noticieros, en tendencia en la red social X #SeAcabó. 

Rubiales, convencido de que no había hecho nada reprochable, minimizó las críticas con una retahíla de improperios: “Es un pico de amigos celebrando algo. No estamos para gilipolleces”. Además tildó a sus críticos de “idiotas”, “estúpidos” y “tontos del culo”.

Cinco días después, ante la solicitud de que dimitiera y ya suspendido por la FIFA, convocó a una rueda de prensa en la que manifestó, entre otras cosas: “…el deseo que podía tener en ese beso era exactamente el mismo que podría tener dándole un beso a una de mis hijas.

Por lo tanto no hay deseo y no hay posición de dominio (…) aunque se esté vendiendo otra cosa en muchos de los medios (…) que están rindiendo pleitesía al falso feminismo, que es una gran lacra en este país”. 

En esa misma intervención el también vicepresidente de la UEFA dijo que no dimitiría y que el beso había sido “espontáneo, mutuo, eufórico y consentido”. 

“Ella fue la que me subió en brazos y me acercó a su cuerpo. Nos abrazamos y yo le dije: ‘Olvídate del penalti, has estado fantástica y sin ti no hubiéramos ganado este Mundial’. Ella me contestó: ‘Eres un crack’. Yo le dije: ‘¿Un piquito?’. Y ella me dijo: ‘Vale'”.

Hermoso, que había dejado en manos del sindicato FUTPRO y su agencia TMJ la defensa de sus intereses, desmintió al directivo a través de un comunicado en el que dijo que no había manifestado ningún deseo ni aprobación de que el beso se produjera.

“Sencillamente, no fui respetada”. La jugadora explicó que debido a las emociones exaltadas del momento, la situación la había dejado en shock.

En efecto, no era posible que Rubiales hubiera pronunciado toda esa perorata —con petición de piquito incluida— en tan pocos segundos. 

Pero además para que el consentimiento sea tal debe ser libre, entusiasta, específico, informado y reversible. 

Es decir, los involucrados deben estar enterados y la satisfacción debe ser mutua. 

Con estas premisas concluimos que las posibilidades de reaccionar de Hermoso fueron limitadas por lo inesperado del beso, por el momento en que se dio y por la posición de poder de Rubiales frente a ella.

Es que acaso, ¿puede ser libre, informado y reversible un beso que no permite a la víctima margen de maniobra?

Porque ese beso, a todas luces, es encasquetado: Rubiales inmoviliza la cabeza de Hermoso con sus dos manos y lo hace con los dedos abiertos, señal inequívoca de que emplea la fuerza para que Hermoso no lo evada.  

El directivo pudo haber dicho que ese beso fue una locura del momento, pero no lo hizo. Prefirió declarar que fue mutuo y se decantó por ese frente porque su palabra, valiéndose del poder que tiene, ha estado siempre sobre la de los demás. 

No debería sorprendernos, entonces, que el directivo considere que los cuerpos de las mujeres están siempre disponibles. 

Su actitud es misógina por donde quiera que se la mire.

Si no hubo concupiscencia en su actuación, hubo paternalismo.

Y eso también es machismo, porque cuando un directivo se toca la entrepierna con descaro en público y trata a las jugadoras como suyas está asumiendo que está en su reino y que todo lo que tiene delante le pertenece. 

Convencido de su inocencia, hizo circular luego un video grabado en el bus que transportaba a las seleccionadas el día del partido.

En este, Hermoso se ríe de un meme que llega a su teléfono en el que comparan el beso de Rubiales con el del exfutbolista Iker Casillas y la periodista Sara Carbonero. 

Sobra decir que Casillas y Carbonero tenían una relación que hasta ese momento no se había hecho pública, pero es habitual que la víctima termine siendo la acusada y que el acusado termine siendo la víctima.

Así funciona el machismo.

De ahí que a Hermoso se la juzgue porque cuando habla del meme o bromean con ella sobre “la boda con Rubiales” en otro video, en vez de apretar los dientes, parapetarse en una habitación y humedecer un pañuelo, bebe de una botella de champagne y sonríe. 

La jugadora, en efecto, festejó como lo haría cualquier persona que acaba de cumplir el sueño de su vida.

Y es que un mundial no se gana todos los días. Para ponerlo en contexto: a Hermoso le costó ocho años, lo que a Messi le llevó diez y siete.  

Messi y los argentinos, sin embargo, pudieron celebrarlo tantos días que pasado un mes continuaban con la resaca. 

El beso de Rubiales, que quede claro, no es un “pico entre dos amigos”, es un gesto de poder. 

En casos de violencia, cuando el victimario es más ‘poderoso’ que la víctima, las herramientas de manipulación y/o chantaje son más difíciles de vencer.

Y eso es lo que está sucediendo con el caso Rubiales.

La selección femenina de fútbol de España se alzó con la copa mundial el 20 de agosto de 2023. Es la primera vez que España gana un mundial femenino. Crédito: FIFA. 

Es cierto que Hermoso no lo ha denunciado legalmente como muchos le critican, pero ¿qué futuro profesional le esperaría si lo hiciera, considerando que el deporte al que le ofrenda su talento está cooptado por hombres y que existe un espíritu de cuerpo entre ellos

Se entiende que la Federación Española de Fútbol no es sólo de Rubiales sino también de todas las jugadoras que la conforman. Por ello, en un acto de sororidad, las seleccionadas anunciaron que no volverían a ninguna convocatoria hasta que la directiva fuera cambiada.

El dirigente, no obstante, sigue atrincherado en el cargo. Porque conoce las costuras de su gremio. Y los remiendos de sus socios. 

Como quiera que sea, Rubiales debe renunciar. De continuar en la presidencia de la Federación Española de Fútbol, tomará represalias, más temprano que tarde, contra las futbolistas “alzadas”.  

El beso de Rubiales, repetimos, es mucho más que un “piquito” no consentido: es la ecografía de una cultura deportiva que continúa considerando a las mujeres como inferiores, indistintamente de que ganen o no un mundial. 

Todo este ruido mediático, imprescindible para que hechos como este no se repitan, nos orilla a reafirmar que individuos como Rubiales hay en todos lados, aunque con otros nombres: Julio Iglesias, Joe Biden, Donald Trump, Woody Allen…

Menos mal, cada vez más hombres rompen el pacto de silencio y se adhieren sin paliativos a la hoy no tan utópica y maravillosa etiqueta #SeAcabó. 

* Mientras se escribía este texto, Jenni Hermoso formalizó ante la Fiscalía de España su denuncia por el beso no consentido de Luis Rubiales. 

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