Cultura urbana

Ese juguetito fue mi salvación

Juguetes sexuales amor
Ilustración: Juan Fernando Suárez.

Carmen Viteri y su hijo, Pedro Posligua, saben a qué huelen el pudor y los prejuicios desde hace aproximadamente 25 años. 

Son los propietarios de un almacén —ubicado en un centro comercial— que vende lencería, lubricantes, juguetes sexuales, estimulantes, látigos, esposas, alargadores y otros artículos que podrían hacer levantar de sus tumbas a Mata Hari, Juan Carlos Onetti o Hugh Hefner.   

La tienda no parece una juguetería, es una juguetería. 

Carmen y Pedro incursionaron en este negocio atreviéndose. La persona que les vendió el local —ellos lo compraron en 1998— jamás dio la cara porque no quería que sus amistades se enteraran de que era propietaria de una tienda de juguetes sexuales. 

En esa época la gente interesada en algún artículo ingresaba al local con cierta reticencia. Hubo incluso ocasiones en que Carmen fue interpelada en su propio negocio: “señora, cómo puede vender estas cochinadas, vaya a criar a sus hijos”. 

Con el paso de los años, algunos programas de televisión la invitaron a presentar desfiles de lencería, pero poco tiempo después entró en vigor la Ley de Comunicación y las invitaciones cesaron. 

De cualquier forma, ella continuó con su negocio mientras era testigo de la doble moral de algunas personas. Muchas ventas fueron realizadas con hermetismo: el político que enviaba a su chofer con su tarjeta de crédito o la señora que aparentemente estaba interesada en lencería y  adquiría un vibrador. 

Ahora ve cierta mojigatería en la sociedad, pero no la pudibundez de años atrás.  

¿Y la población LGBTI acudía?

Pedro manifiesta que siempre han sido buenos clientes. La diferencia es que hoy llegan en pareja, tomados de las manos.   

Remarca eso sí que los principales clientes de la tienda son mujeres. 

“Los hombres vienen generalmente para comprar lencería para sus amantes, por eso no puedes quedarte en la rutina. ¿Y cómo lo haces? Experimentando”. 

“Ese juguetito fue mi salvación” le han dicho en algunas ocasiones. 

Carmen y Pedro sienten la crisis que atraviesa el país actualmente. A ello se suma el incremento de la competencia porque mucha gente está trayendo juguetes sexuales para venderlos. 

Ellos, sin embargo, no se amilanan. Sus productos vienen sellados, lo que garantiza que no han sido utilizados por nadie. 

La cantidad de juguetes sexuales a disposición del placer es inconmensurable, tan amplia como la imaginación.

Per sécula seculórum… 

No se puede hablar de juguetes sexuales sin indagar en la masturbación. 

De hecho, los primeros juguetes de este tipo fueron inventados exclusivamente con fines masturbatorios. 

La masturbación es el estímulo de los órganos sexuales de una persona o los propios con las manos, mediante caricias, o por otro medio, para proporcionar u obtener placer sexual. 

En el año 2005 se encontró en Alemania un falo de piedra de 28.000 años en el yacimiento de Hohle Fels. 

Considerado como el juguete sexual más antiguo de entre todos los que han sido encontrados, propició un debate sobre si había sido utilizado con fines religiosos (culto al falo) o placer personal. 

Los investigadores concluyeron que se trataba de un juguete erótico debido al esmero con el que fue pulido y a sus medidas (veinte centímetros, lo que puede medir un pene erecto). 

El descubrimiento da cuenta de que la masturbación es tan antigua como la humanidad. 

Los griegos fueron los primeros en usar cuero o intestinos de animales para cubrir una pieza esculpida en forma de pene.

En Egipto hay registros de que utilizaban heces de camello recubiertas por una resina firme y suave en forma de falo. 

Cuentan que Cleopatra, retratada por Hollywood como una glamorosa femme fatale, fue la inventora del primer vibrador de la historia al poner en una caja —de papiro— varias abejas y colocarla contra sus genitales. No existe, sin embargo, ninguna evidencia histórica que sostenga este relato. 

Lo que sí está confirmado es que Joseph Mortimer patentó el primer vibrador con baterías, en 1880.  El dispositivo fue diseñado para aliviar dolores y molestias musculares. 

Fantasía, ven a mí 

“Nada haces con un juguete sexual si no apelas primero a la imaginación”, dice Andrea Mendoza. 

Andrea no acostumbra a utilizar artilugios en la cama, pero probó un consolador hace algunos años, cuando hizo un trío con dos chicos. Libre de prejuicios y de tabúes, tuvo grandes expectativas con esa telúrica y lúbrica experiencia, sin embargo, la performance fue rara, comenta.   

La culpa del soporífero episodio no fue de sus compañeros, tampoco del vibrador, simplemente, en la santa trinidad conformada por los dos chicos y el vibrador ella no cabía. Sus amantes ocasionales se dedicaron a complacerse mutuamente, dejándola fuera de la faena, porque se gustaban. 

Algunas amigas suyas, que no están con pareja —asegura— prefieren tener un vibrador en casa. 

“Se sienten más cómodas, no hay sentimientos y se desahogan”. 

Vibradores interactivos y estimuladores anales.

Repite entonces que la fantasía es la piedra angular del buen sexo. Fiel a lo que proclama, la practica a menudo. 

Con su actual pareja juega a los roles: durante el coito finge que está engañando a su novio con otro, él se excita y le susurra cosas al oído. 

 —¿Qué cosas? 

Puta, zorra —dice un poco achantada— y se larga una carcajada que termina con una exhortación: usa tu imaginación.  

Para quienes practican el bondage, la sumisión y la dominación existen prendas que satisfacen el fetichismo.

El amor en tiempos de onanismo 

Luis Hernández está al tanto de las cumbres y los abismos de la sexualidad porque es psicólogo clínico y terapeuta sexual. 

Le consultamos por qué los juguetes sexuales viven lo que pareciera ser una eclosión y responde que hasta hace algunos años se utilizaban exclusivamente para tratar ciertas disfunciones; en cambio, ahora, su uso pasa por el placer. 

—Los juguetes modernos no son exclusivamente coitocentristas sino que van estimulando diferentes áreas. Dan cabida al placer, al autologismo, a trabajar la creatividad erótica, ya sea en pareja o individualmente. 

En este contexto cabe la pregunta: ¿estamos ante la irrupción del onanismo como primera fuente de placer?

—Ante la saturación por el trabajo mucha gente prefiere llegar a casa y estimularse; esto también tiene que ver con el miedo al rechazo, con el ver vulnerada nuestra autoestima porque  vivimos actualmente la era de la autoestima, del autoerotismo; estamos ensimismados en el yo.  

Luis Hernández, psicólogo clínico y terapeuta sexual.

Sexo, masturbación y tabúes 

Si el sexo y la masturbación son connaturales a los seres humanos, ¿por qué son un tabú aun en el siglo XXI?

Para María Dolores Proaño, terapeuta familiar con un diplomado en sexualidad, la masturbación y el sexo son vistos como un mero placer y ya la religión se encargó de satanizar el gozo per se. Es decir, la mayoría de las religiones concibe la sexualidad como un acto exclusivamente procreativo, de ahí que se oponga a métodos anticonceptivos. 

Este adoctrinamiento caló tan hondo en la humanidad que es difícil incluso para los padres reconocer que sus hijos son seres sexuales, por ello sienten pudor al hablar de sexo con ellos.    

“Es en la infancia cuando empieza la curiosidad por los cuerpos, por eso los niños no solo buscan explorarse a sí mismos sino también a otros. Más tarde, en la adolescencia, la revolución de las hormonas y la propia curiosidad sexual llevan a los jóvenes a la masturbación, la misma que se vuelve habitual a pesar de las restricciones morales de las que se van permeando”, agrega. 

Cuando el adolescente toma conciencia, viene el pudor y empieza el tabú.  

terapeuta familiar
María Dolores Proaño, terapeuta familiar sistémica.

La sexofobia tiene la culpa 

A juicio de Hernández, continuamente el ser humano escucha múltiples cargas negativas sobre el sexo: que es malo, que es pecado, entonces la gente se ve abocada, sobre todo con la tecnología, a la autoestimulación.

¿Podríamos inferir que no hemos dejado atrás los tabúes?

—Debes tomar en cuenta que el sexo no es natural, es cultural, y cada cultura va a vivir el sexo de diferente manera, dependiendo de su sistema de creencias. Hay cierta ambivalencia porque por un lado hay gente que está hablando sobre la libertad sexual, sobre los juguetes sexuales, pero están también los millennials que a pesar de su edad consideran el sexo como un tabú. 

Hernández señala que se debe establecer una diferencia sobre todo con los más jóvenes porque son más abiertos con su sexualidad. 

—Los más jóvenes son más abiertos a prácticas sexuales y a sistemas relacionales, como el poliamor, o las relaciones abiertas.  Recuerda que somos hijos de las enseñanzas que nos inculcaron nuestros padres sobre cómo debíamos vivir el sexo.

El experto agrega que quienes usan juguetes sexuales generalmente temen que la sociedad piense que están solas, que sus parejas (en caso de tenerlas) no las estimulan, o que son insaciables. 

Ahórcame, pero no me nalguees

Diana es bisexual, tiene 45 años y se considera de mente abierta. 

Para ella una de las formas de expresión de la sexualidad es el uso de juguetes sexuales. Con ellos, señala, se puede experimentar ciertas sensaciones que con el sexo común y corriente no se logra.

Ha compartido con parejas cuya orientación sexual es parecida a la suya y ha invitado a su intimidad dispositivos como el arnés (o strap-on, cuerdas compuestas de un “calzón” o correas que sirven para sujetar un consolador) y el dildo (consolador con forma de pene).  

Aclara que ha penetrado y ha sido penetrada con el objetivo de juguetear y obtener placer, mas no porque se sienta hombre o quiera imitarlos. 

“El sexo no solamente se trata de genitales, sino también de zonas erógenas”, remarca, de ahí que para ella la lengua, la nariz, los senos o las nalgas también sean juguetes sexuales.  

Matiza que la comunicación es importante porque todas las personas tienen límites. 

“En mi caso, basta con que me nalgueen para que el clítoris se me esconda”, ejemplifica. 

Dice además que ella no puede nalguear a nadie;  sí succionar, morder o incluso ahorcar. 

“Todo lo que hagas con tu pareja está bien siempre y cuando haya mutuo acuerdo”, remarca sin ningún atisbo de pudor. 

¿Y las palabras sucias?

Son bienvenidas, responde, pero su libido desaparece cuando empiezan a tratarla como “perra maldita”. Para ella eso es una agresión. 

Diana ha utilizado dildo, arnés, semen de vela —para jugar con la temperatura de la piel caliente/frío—, lubricantes, esposas, fuste y un juego de dados con retos sexuales.  

No ha tenido accidentes, salvo una ocasión en que quemó a su pareja con el esperma de una vela. El oleaje lúbrico del momento, sin embargo, hizo que el incidente pasara a segundo plano. 

Se ha planteado comprar un succionador de clítoris pero como en la práctica sexual entre mujeres el sexo oral está siempre presente cree que hay otros artilugios igual de importantes, como las esposas, las cuales ha disfrutado con los ojos vendados. 

“Es bacán esa experiencia, los sentidos se agudizan y aquello incrementa el estímulo sexual”.

Juguetes y puntocom 

El precio de los artículos sexuales oscila  entre los 20 y los 260 dólares. Los vibradores interactivos (se manejan a distancia mediante una aplicación que se descarga en el teléfono) son los más costosos. 

En el juego pueden participar dos personas: la que coloca el vibrador en su cuerpo y la que tiene el control a distancia. 

Cabe aclarar que fue con la llegada del Iphone que los juegos interactivos pudieron convertirse en una realidad. Y con las cada vez más frecuentes relaciones a distancia el vibrador con aplicación se ha convertido en un artilugio importante. Para usarlo, una de las parejas introduce el vibrador en su cuerpo y la otra envía la descarga a través del teléfono, una vez que han compartido el usuario. 

En el mercado existen juguetes para todos los gustos. Los hay, literalmente, de todos los tamaños, sabores y colores. El catálogo es amplio: bolas chinas y tailandesas, consoladores anales y plugs, balas vibradoras, masturbadores masculinos, lubricantes, estimuladores anales para el punto “p” (zona de la pared anterior del recto cercana a la próstata, órgano que interviene en la producción de semen), alargadores de pene, látigos, estrechadores vaginales, aceites, feromonas, bombas y extensiones…

Según Cecilia y Pedro, sus clientes prefieren los vibradores y consoladores cuyo material semeja la piel de las personas, como el terciopelo. 

En consonancia con esa búsqueda, han notado que en las dos sucursales de sus tiendas ubicadas en el sur de Guayaquil compran vibradores o consoladores de piel morena, mientras que en el local del norte adquieren los mismos aparatos pero de piel blanca. 

Más allá del color, los más recomendables son los de silicona médica hipoalergénica que no causan alergia y son suaves al tacto. 

Color, alergia, tacto. Entre las sábanas del simulacro o entre los setenta kilos de piel, el territorio del placer es tan amplio como la imaginación. Finalmente, cada quien hace uso de su santuario como mejor le parezca, dejando los dientes en la almohada o ahorrándose el acuse de recibo.