En Ecuador, como en el resto del mundo occidental, desde hace cincuenta años la sociedad viene experimentando cambios en sus paradigmas sobre las relaciones de pareja, su manera de construirlas y vivirlas, además de las expectativas que hombres y mujeres tienen sobre ellas.
¿Qué enamora a hombres y mujeres de las generaciones X, Y y Z? Como en el pasado, ellas necesitan admirar a un hombre para enamorarse. Ellos prefieren que los admiren.
Sin embargo, en las últimas décadas, las mujeres encuentran menos hombres a quienes admirar y a los hombres se les dificulta encontrar mujeres que los admiren. A quienes más les cuesta aceptar esta nueva realidad es a los hombres de la generación X.
La generación X (nacida entre 1965 y 1980) fue pionera en vivir el cambio de paradigmas en las relaciones que experimenta hoy la sociedad. Sus padres y madres, abuelos y abuelas fueron los últimos que se movieron en patrones que permanecieron inamovibles y estáticos durante siglos.
Las mujeres de la generación X fueron las primeras que se inscribieron de manera masiva en las universidades y ocuparon vacantes laborales. Esto permitió que muchas de ellas mejoraran sus ingresos económicos y destacaran en posiciones profesionales relevantes.
Sin embargo, el ascenso en lo económico y profesional, ¿implica la soledad en cuanto a lo amoroso y emocional?
No se puede generalizar. De todas formas, el enamoramiento de las mujeres sigue basándose en la admiración: las mujeres se enamoran de hombres a quienes admiran.
Y es ahí donde nace la dicotomía: mientras más satisfechas están con el logro de sus metas profesionales y económicas, más difícil les parece encontrar hombres que causen admiración en ellas.
Los hombres se enfrentan a mujeres que poco a poco van dejando atrás patrones del pasado: ellas ya no están tan dispuestas a entablar relaciones tradicionales en las que los hombres son los dominantes y ellas las dominadas.
Las relaciones sentimentales y emocionales de las generaciones Y y Z reflejan estas nuevas realidades.
Valeria y Camilo son una pareja que pertenece a la generación Y (nacida entre 1981 y 1993). Para ambos, sus carreras profesionales son prioridad. Los dos cuentan con maestrías y tienen en mente seguir formándose en lo académico.
Camilo no tiene problemas en que Valeria priorice su carrera profesional: disfrutan de los momentos que comparten; sin embargo, no tienen en mente casarse o vivir juntos; tampoco figura entre sus planes inmediatos tener hijos. Al menos no en un futuro cercano. Camilo no tiene complicaciones con las metas y prioridades de su pareja. Tampoco le causa conflicto su éxito o que ella gane más que él.
Pero no sucede así en todos los casos. Por lo tanto, el reto para los hombres es doble: aceptar la pérdida de poder hegemónico y ancestral; y, adaptar sus paradigmas al surgimiento de un poder emergente que vienen protagonizando las mujeres durante los últimos cincuenta años, en el cual ellas son cada vez más exitosas e independientes.
Las mujeres de las generaciones Y y Z (los nacidos entre 1994 y 2010) priorizan sus estudios y carreras. Necesitan hombres que las acompañen en esos caminos de superación y no están dispuestas a abandonarlos para formar una familia. Esto significa que las relaciones de pareja se están construyendo desde ángulos que antes no se consideraban.
La antropóloga y académica Ana Dolores Verdú ha observado que las circunstancias actuales, así como el momento que atraviesa la humanidad, son factores que determinan cómo se expresa y cómo se viven las relaciones de pareja. Esto conlleva que las nuevas generaciones se cuestionen el modelo de amor vigente y traten de construir el propio.
Añade Verdú: “la evolución es positiva, lo que pasa es que en esa transición tienen que pasar muchas cosas. No pasamos de un modelo a otro en un día. Hay que explorar, hay que equivocarse, hay que construir”.
Estos nuevos escenarios en los que se mueven hombres y mujeres están transformando las relaciones. Por lo tanto, para no sentirse frustrados y desorientados, los hombres deberían estar dispuestos a entablar nexos sentimentales con mujeres igual o más exitosas y admirables que ellos.
Los cambios han sido tan veloces y drásticos, que muchos hombres —con mayor o menor facilidad— están tratando de asimilarlos: nunca antes, en la historia de la civilización, ellos tuvieron que enfrentar la idea —que es ya una realidad— de compartir el éxito y la admiración con las mujeres.
Matrimonios a la baja. Divorcios al alza

Para Ana Dolores Verdú, el índice de divorcios es un indicador:
“Lo que se descubre es que el modelo de amor que tenemos hoy en día es un modelo que se sustenta en la existencia de una pasión, de un vínculo, de una emoción muy fuerte y por lo tanto las relaciones son más frágiles, porque sabemos que ese enamoramiento, esa sexualidad tan fuerte en la pareja, tiene un límite en el tiempo, suele durar unos tres años”.
“Desde la libertad y la autonomía personal, tenemos la posibilidad de acceder a ese derecho. Incluso, aunque esté mal visto todavía, si la persona tiene acceso al divorcio va a ejercerlo. Y si dentro de un matrimonio no siente esa satisfacción (de sentirse amado) la va a buscar fuera aunque esté mal visto en la sociedad donde vive, porque la necesidad del amor es una pulsión muy fuerte”.
Éxito y amor. Una ecuación compleja
Sofía (a quien se entrevistó para escribir este texto y pidió mantener su nombre en reserva) tiene cincuenta y siete años de edad. Ella es una profesional exitosa y reconocida en el campo de la psicología.
Sigue formándose académicamente: está cursando un diplomado que dura tres años y que finalizará en el 2025. Por ahora, su mundo académico y profesional es su prioridad.
Mientras tanto, su pareja se jubiló en el sector público hace tres meses. Ahora que él tiene todo el tiempo para dedicarle al hogar le ha pedido que abandone su profesión y sus estudios para ocuparse de atenderlo. “Dime qué deseas, qué te falta y yo te lo doy. Tú no necesitas trabajar”.
Ella se ha negado rotundamente a aceptar la oferta de su esposo: “nuestras vidas están en dos momentos distintos, en dos andariveles que no confluyen. Mientras él se jubiló (y esa era la meta de su vida), yo estoy en mi mejor etapa: sigo estudiando (nunca voy a dejar de hacerlo) y formándome profesionalmente; además, en mi consulta privada tengo tantas citas que los pacientes, por lo menos, deben tomar turno con un mes de anticipación”.
Continúa Sofía: “no puedo renunciar a mis sueños y metas por quedarme en casa cumpliendo los deseos de mi esposo. No me he formado tanto, no he estudiado y ascendido profesionalmente para eso. Siento que si no comparto mis conocimientos y los aplico con quienes los necesitan, voy a implosionar”.
Después de esta descarga sobre su relación sentimental y su vida privada, Sofía hace una pausa, baja la mirada y añade: “es tan natural para la sociedad que el esposo sea quien trabaje, tenga éxito profesional y metas, que si las mujeres hacemos lo mismo, lo ve mal y tenemos que pedirle permiso a nuestra pareja”.
Se vuelve a quedar callada y pensativa. Después continúa: “hubo una época en la que él era quien viajaba por sus compromisos profesionales y tenía largas reuniones que le ocupaban todo el día. Yo alistaba su maleta, lo dejaba y retiraba del aeropuerto. Siempre lo hice con la mejor predisposición y me alegré de su éxito. Ahora soy yo quien viaja por cuestiones académicas y profesionales. Ahora soy yo quien tiene éxito. Pero eso a él le incomoda, le molesta. Tanto es así, que pactamos un tiempo para saber si continuamos juntos o nos separamos”.
Por su parte, Alexandra (nombre supuesto) tiene cuarenta y cinco años. Hace ocho se casó con un hombre diez años mayor que ella, un ejecutivo de una empresa privada. Dejó su carrera de relacionista pública para dedicarse a las labores domésticas: “no me perdono haberme abandonado a mí misma por él, por una relación, por la supuesta seguridad de un hogar. Pensé que eso me haría sentir completa. Pero al contrario, cada vez me siento más vacía, más fraccionada”.
Hace poco, Alexandra retomó sus metas profesionales y académicas: en la actualidad está culminando una maestría en comunicación organizacional. Dentro de poco iniciará una gira a nivel nacional para posicionar el nombre de su esposo en los círculos empresariales: “pienso promocionarme, además, a mí misma. Tengo propuestas y voy a incursionar en la política”.
Luego continúa: “todo este tiempo he tenido que mantenerme en las sombras, caminar siempre detrás de él para no opacarlo ni hacerle competencia. Pero ya me cansé de postergarme, de no ser mi prioridad, de haber sacrificado mis sueños, mi tiempo y mis metas para que él brille, para que él llegue alto y lejos”.
Alexandra continúa: “cuando le hablo a mi pareja de mis planes profesionales me dice que yo no necesito trabajar, que él siempre me dará todo y que lo único que desea a cambio es que yo cuide de la casa. Pero la decisión está tomada y voy a retomar mi vida profesional”.
Él conocía su potencial como una profesional exitosa. No sabe si por eso, desde el primer día de casados, la redujo al ámbito doméstico. “Lo primero que hizo fue cortarme las uñas (y yo se lo permití). Luego me pidió que me deshiciera de todos mis zapatos de tacón y a cambio me dio unas chanclas que yo acepté gustosa porque pensé que estaba cumpliendo mi sueño. Para rematar, las palabras de mi suegra fueron lapidarias: ‘una mujer edifica su casa y la cuida’”.
“Ahora que me miro desalineada y abandonada por mí misma, siento que me fallé. Y quiero demostrarme de lo que soy capaz. Sé que la decisión que he tomado le molesta a mi pareja. Pero no puedo seguir viviendo como si yo fuera un objeto que él mueve y manipula a su voluntad. No puedo seguir siendo un cero a la izquierda. Todo este tiempo le cuidé las espaldas, no permití que tomara decisiones equivocadas porque él es muy impulsivo y no tiene inteligencia emocional. Pero ya me cansé. Ya es hora de que él aprenda a cuidar de sí mismo”.
Cuando finaliza con estas palabras, los ojos color miel de Alexandra se humedecen. Toma una servilleta de la mesa —esta entrevista se realiza en una cafetería— y se limpia las lágrimas. Apura un sorbo de café, lo saborea con calma, como si se hiciera una limpia de su dolor y frustración.
Las generaciones X, Y y Z viven las relaciones de pareja de manera diferente
Estos ejemplos grafican lo que sucede en la actualidad en las relaciones de pareja: mujeres para quienes su profesión es muy importante y cuyos éxitos son reconocidos y admirados. Ellas no están dispuestas a dejar su vida profesional para dedicarse al hogar.
Mientras tanto, si bien los hombres siguen siendo exitosos, ahora deben compartir ese éxito con las mujeres. En lo sentimental, cada vez se les hace más difícil encontrar mujeres que quieran ceñirse a papeles tradicionales y de subordinación.
El camino es la madurez: así como los escenarios macro cambiaron de forma acelerada, los hombres deben acelerar su proceso de madurez, aceptar y convivir con mujeres exitosas, compartir el éxito con ellas; además de estar dispuestos a mantener relaciones equitativas donde es un hecho que deben tener la predisposición para realizar tareas domésticas y de cuidado.

Por otro lado, en la generación Z existe una tendencia a retrasar el matrimonio e incluso, a no considerarlo. Andrea y su novio, Mateo, comparten salidas, viajes, fiestas y reuniones. Pasan los fines de semana en casa de alguno de los dos preparando juntos la cena y viendo películas. Llevan una relación de cinco años y entre sus planes inmediatos no está formalizar la relación. Ambos creen que todavía deben cumplir otras metas como afianzarse en su profesión, conseguir estabilidad económica o incrementar su récord académico.
Andrea y Mateo tienen amigos de su edad —hombres y mujeres— que no tienen pareja y que tampoco están interesados en formalizar una relación. Su prioridad se centra en conseguir estabilidad financiera e independencia económica. También les interesan las causas de voluntariado y les preocupa el cambio climático.
Sin tener como prioridad una relación o compromiso romántico ni menos buscar casarse, una de las formas en que la generación Z se relaciona es a través de lo que se conoce como situationship: relaciones de conexión emocional y física cuya finalidad no es el compromiso ni la exclusividad. En TicToc, esta etiqueta ha generado 2.5 billones de videos, sin tomar en cuenta que situationships cuenta con 265,9 millones.
Las maneras de vivir, relacionarse en pareja y las prioridades de hombres y mujeres han cambiado en las últimas décadas y cada vez, los puntos de vista de las nuevas generaciones, tienen más peso: según el INEC, el 56,4% de la población ecuatoriana pertenece a la generación Z.
En este escenario cambiante, cada una de las generaciones vive las relaciones de pareja en base a paradigmas diferentes. Lo que sí es certero es que la generación Z es más maleable al cambio, no le teme a los nuevos escenarios y está creando los suyos propios. En ellos, es muy probable que las relaciones de pareja sean más equitativas que las de sus predecesores.
Lo que sucedió durante la última presentación de Shakira y Bizarrap en el show de Jimmy Fallon lo grafica muy bien: hombres y mujeres de la generación Z no tienen problema en corear la canción de la cantante porque se identifican con sus vivencias, más allá de su género.
Por su lado, Shakira es una mujer de la generación X que sufrió la traición de su expareja Gerard Piqué, un hombre de la generación Y, que la engañó con Clara, una joven de la generación Z. ¿Él buscó en Clara la admiración que Shakira no sentía por él? “Hace rato que yo debí botar ese gato”.