Todo está listo para recorrer las hermosas playas manabitas, de norte a sur, y hasta tenemos lista la playlist para acompañar el paseo, que bien podría empezar con Red Red Wine, de UB40, y seguir de largo con Calma, de Pedro Capó, La Playa, de La Oreja de Van Gogh, Cuando calienta el sol, de Luis Miguel, para ponernos retro, Kokomo y Surfin’USA, de The Beach Boys, Después de la playa, de Bad Bunny, y más.
Partiendo desde Portoviejo en carro, a 90,9 kilómetros o una hora y media de viaje, llegamos a la primera parada, para contarles la historia del coctel espirituoso del que todos hablan en Canoa.
La uña de la que todos hablan
“Quien esté en Canoa y no haya tomado La uña de la gran bestia, no ha estado en Canoa”, se repite en cada esquina. Lo dicen los lugareños y los extranjeros que han probado los colores, olores y sabores de esta playa ubicada en el norte manabita, en el cantón San Vicente.
Es inevitable probarlo. El mismo nombre te despierta la curiosidad de saber qué mismo es este exótico coctel, inventado hace más de tres décadas por Calixto Jiménez con fines medicinales, basado en una antigua receta de un chamán cayapa. Calixto fue un comerciante nómada, que visitaba muchas comunidades indígenas y captó su cosmovisión.
Luego, conoces los ingredientes de este coctel y la intriga crece… Insisto, es inevitable probarlo para ver qué pasa.
La uña de la gran bestia es ya una marca, y tiene incluso su propia página de Facebook, donde está plasmada la receta: posee plantas ancestrales como la coca y el cáñamo (subespecie de cannabis sativa), “combinados con la fuerza latente e intoxicante del veneno del alacrán (escorpión) y el ciempiés”.
Todo lo que lo rodea es “mágico”, empezando donde se lo oferta. El bar, que se llama El Barquito (justamente es un barco antiguo de madera), está al final de los 800 metros del malecón de Canoa, en el extremo norte. Ahí está Liam España en la barra, un joven de 20 años que con su cabello afro complementa un ambiente playero junto con la salsa, reggae o reguetón que suelta a todo volumen el parlante.
Este trago tiene efectos afrodisiacos, advierte Liam. Es más, hay otros bares que han emulado la receta y creado sus propios cocteles adicionando otros ingredientes; por ejemplo, el “Amor apasionado” del bar The Rock, que contiene variedad de frutos y borojó (planta que, se dice, despierta el apetito sexual), además de las hierbas básicas, alacranes y ciempiés.
“En Carnaval esto es una fiesta”, dice España contento. “El local se llena y todos piden la uña”, continúa su relato. Es que el bar se convierte en la “aduana” obligada de los visitantes de Canoa, quienes quieren entonarse para pasarla bacán en las jornadas carnavaleras.
“El Carnaval en Canoa es una euforia total”, cuenta Liam en el bar, la gente baila hasta el cansancio y por efectos del famoso coctel el ambiente es apropiado para aquellos con espíritu hippie. “Hay amor por todos lados”, rememora. Liam admira mucho el legado del inventor de La uña de la gran bestia, Calixto, de quien le quedó el claro mensaje de que “todos somos polvo y debemos actuar con humildad ante la vida, y conectarnos con lo que la Pachamama nos facilita para vivir mejor”.
Eso sí, al trago La uña de la gran bestia hay que tomarlo con prudencia: un shot es suficiente para divertirse y no perder el control. Magno Zambrano, propietario de bar The Rock, recuerda anécdotas de personas que han ingerido este coctel; por ejemplo, unas chicas después de cinco tragos cada una tuvieron alucinaciones, dice, y comenzaron a “nadar” en la arena.
Pero hay otras cosas que Magno recuerda, y más importantes porque impactaron en su vida.
Renacer entre los escombros
“Canoa es muy movido”, expresa Magno Zambrano Hernández, de 43 años. Habla del movimiento turístico, sobre todo en Carnaval, que irónicamente es el que está reactivando a una población que sufrió mucho con otro movimiento pero de consecuencias fatídicas: el terremoto del 16 de abril de 2016 y sus 7,8 grados en la escala de Richter. En Canoa fue donde se sintió peor y muchas familias perdieron todo, entre ellas la de Magno, que se quedó sin casa y negocio.
Con su bar The Rock, Magno se ha ido levantando poco a poco, junto con su esposa Aracely Carrillo y su hija Eduarda. Por eso, Carnaval representa mucho para los operadores turísticos de Canoa, quienes han sabido sobreponerse ante la adversidad.
En el caso de Magno, no se dejó vencer e hizo un curso de bartender en un hotel muy grande y conocido de Quito. Regresó a Canoa y puso su bar con todo tipo de cocteles para que disfruten los turistas en la mañana, tarde y noche. Justo cuando conversábamos le pidieron una piña colada, que preparó en un dos por tres y le quedó espectacular.
“Esto es una locura, el ambiente es bien chévere… Canoa es una fiesta, sobre todo en las noches con música por todos lados”, relata Magno, e invita a todo el Ecuador a venir a esta playa manabita, para divertirse y disfrutar del ambiente y el mar. En su negocio recibe medio millar de personas en los feriados, según cuenta.
Y, eso sí, destaca que quienes lleguen a Canoa para Carnaval, además de la farra, disfrutarán bastante de la rica gastronomía, sobre todo de platos como los chicharrones de pescado y camarón, camotillo, ceviche, cazuela y un sinnúmero de manjares marítimos.
La comida manabita de playa enamora a propios y extraños, como a un surfista francés, quien decidió quedarse a vivir en Canoa por esa y otras razones.
El francés que surfea y ama
Cédric Dufau es su nombre y uno de los muchos extranjeros establecidos en Canoa. Lleva más de 12 años viviendo en esta playa manabita. Es surfista y su apariencia lo delata. Bueno, específicamente es instructor de surf y enseña a deslizarse sobre las olas a los aventureros turistas que acuden a su academia, ubicada en pleno malecón.
“Surf lessons. Rent surf board. Body board” dice un llamativo cartel fuera de su local, que es la carta de presentación para los alumnos que llegan para vivir una experiencia diferente.
Cédric cuenta que llegó para cambiar de vida. Recorrió Centroamérica y Sudamérica, enamorándose de Ecuador. En nuestro país visitó todas las playas y le encantó Canoa. “Me gusta la vida que se desarrolla aquí, la playa, la gente, la tranquilidad y la comida, por supuesto”, manifiesta Cédric.
En estos días tiene la visita de dos amigos franceses: Paul Vaton y Manon Mocquard, quienes ya tenían que viajar, pero al enterarse de cómo se vive el Carnaval en Canoa decidieron quedarse para disfrutar este feriado con buena música, diversión, playa, mar y surf. Según Cédric, esta época del año es ideal porque “las olas no son bravas y es muy fácil dar clases”. Ha tenido alumnos de todos lados, en especial surfistas quiteños. En alguna ocasión, una estadounidense de 70 años quiso aprender y lo logró, cuenta alegre.
Cédric sabe que llegará mucha gente a Canoa para Carnaval, a pasarla bien y divertirse, y ojalá tengan tiempito para surfear, dice. Mientras tanto, Paul y Manon se arriesgarán a probar La uña de la gran bestia, de la cual han escuchado muchos comentarios.
Eso sí, tomarán las precauciones del caso y con un shot será suficiente, pues no quieren perderse la oportunidad de surfear en el mar que baña las costas manabitas, y guarda historias fantásticas; incluso la historia de Aquaman.
Aquaman vive en Crucita
Topemos un tema crucial: la seguridad de los bañistas carnavaleros. En Crucita hay un referente que garantiza salvar vidas: Aquaman. Pero no es el de DC Comics, sino Richard Saltos, un héroe de verdad.
Richard fue bautizado como Aquaman por la gente, debido a las proezas realizadas en las décadas de 1980 y 1990, cuando en tiempos de Carnaval, donde hay mucha aglomeración de personas, salvaba a bañistas de morir ahogados.
En una crónica de un medio local se relata una hazaña de Richard en Crucita, en 1989, cuando al escuchar gritos de personas alarmadas, porque un joven luchaba por salir del mar, él se lanzó a rescatarlo.
“Los crucitenses, que ya habían sido testigos de otras hazañas del Aquaman manabita, estaban tranquilos porque sabían que el rescatista definitivamente iba a salvar otra vida. Y así fue, lo hizo. En medio de aplausos logró llevar hasta la orilla al joven”, se relata en esa publicación.
Tanta ha sido su valía, que probó suerte como salvavidas en España y, según cuenta, desde abril del 2018 es llamado para que presté su contingente en diversas playas españolas en temporada.
En otra nota periodística, Richard dice que durante su estadía en el Viejo Continente asistió a varios cursos de actualización de conocimientos y logró obtener diplomas de la Asociación Nacional de Empresas de Vigilancia y Salvamento Acuático en Cataluña. Obtuvo además diplomas como Técnico en Emergencia Acuática y Piscinas e Instalaciones Acuáticas, y otro por asistir a un curso de Socorrismo en Espacios Naturales.
Sin embargo, siempre regresa a Manabí para disfrutar de los espacios naturales marítimos locales, que para él son su verdadero tesoro.
El tesoro de los incas que guarda Manabí
Las playas del sur manabita se caracterizan por poseer un molusco muy peculiar: el spondylus.
Tan especial es este molusco para la historia y cultura de este sector de la provincia, que la vía construida al borde del mar fue bautizada como la Ruta del Spondylus.
¿Por qué es tan importante? Esta pregunta tiene una respuesta milenaria, histórica y cultural. En sí, ese molusco fue considerado el oro rojo de los incas, un verdadero tesoro para ellos, al punto de emprender más de 2.000 kilómetros de viajes desde Pachacámac (en el entorno de Lima) o desde Cuzco, sede del Tahuantinsuyo, hacia las islas de La Plata y Salango, en el ahora cantón manabita de Puerto López, para extraer los spondylus, en sociedad con manteños, y llevarlos hacia el actual territorio peruano.
Sí, las islas de La Plata y Salango y la costa sur manabita fueron muy importantes durante el Imperio Inca. La veneración hacia el spondylus nació dentro de la cosmovisión de ese pueblo precolombino cuando los sacerdotes incas lo ubicaban en sus templos relacionándolo con las lluvias, los buenos cultivos y la prosperidad, tal como lo recalca el documental sonoro Chinchaysuyo: la ruta del oro rojo, publicado por la sección de podcast de History Channel. Así se enlaza la historia de Manabí con Perú y la historia de la América precolombina.
Carnaval es una oportunidad para venir a Puerto López y pasear por las islas Salango y de La Plata, donde estuvieron los incas, esas mismas que por su diversidad de especies son conocidas como “Galápagos chiquito”.
Allí se pueden ver a los famosos piqueros patas azules y fragatas; además, hay mantarrayas, tortugas marinas, delfines, peces coloridos…, dispone de una ubicación privilegiada para observar ballenas jorobadas y, si se tiene un poco de suerte, también es posible atisbar lobos marinos.
Según registros de la Cámara del Turismo de Manabí, las playas de esta provincia reciben unos 300 mil turistas durante las fiestas de Carnaval, un montón de personas que no solo viene por la bella naturaleza, sino también por las experiencias culturales y la diversión de ese Macondo junto al mar.