Supercampeones, ¿la serie animada que llevó a Japón al mundial?

Supercampeones ecuador
Ilustración: Manuel Cabrera.
El género spokon tiene como característica principal contar historias que giran en torno al deporte, cualquiera que sea.

“Yo seré campeón del mundo algún día”. (Oliver Atom). 

(Voz en off: Oliver recibe el balón y se lanza al ataque…)

Capitán Tsubasa —o Supercampeones es un manga escrito e ilustrado por Yoichi Takahashi. Actualmente existen nueve mangas que abarcan distintas etapas de su historia y personajes. En rigor, hay cuatro series animadas: Supercampeones (1983), Supercampeones J (1994), Supercampeones 2002 (2001) y Captain Tsubasa: La leyenda regresa (2018).

Su universo  es  extenso. Existen varias películas, animaciones de video originales, videojuegos, especiales, historias paralelas y, por supuesto, diversas versiones animadas de los mangas. 

En este artículo abordaremos la serie original (1983), compuesta por 128 capítulos y emitida en Ecuador entre 1993 y 1994. 

Personajes principales en la serie original: Supercampeones (1983).

Supercampeones, según declaraciones de Takahashi, buscaba impulsar la práctica del fútbol en su país. Cabe mencionar que, para la fecha de la creación del manga, Japón no había clasificado nunca a un mundial. Fue en Francia 98 (diecisiete años después de la primera aparición del manga) cuando se registró su primera participación y, desde ahí, ha estado presente en todas las demás citas mundialistas. ¿Misión cumplida? 

Andrés Iniesta, exjugador de la selección española, y Yoichi Takahashi. Fotografía: Twitter.

Según declaraciones del creador del manga, la idea del Capitán Tsubasa surgió mientras veía el mundial Argentina 78. Es por eso que varios de los personajes a lo largo de las distintas adaptaciones están basados en jugadores reales como Diego Armando Maradona, Emmanuel Petit o Rivaldo.

La serie causó tal sensación que jugadores como Alessandro del Piero, Andrés Iniesta y Zinedine Zidane agradecieron personalmente a Takahashi por ser una influencia en su amor por el fútbol. Por esas razones, el legado de la serie es innegable. 

Alessandro del Piero, exfutbolista italiano, muestra una ilustración firmada por Takahashi. Fotografía: Twitter.

Un clásico del género spokon

El género spokon tiene como característica principal contar historias que giran en torno al deporte, sea este el que sea. Sus personajes principales apelan al espíritu deportivo, al compañerismo y al esfuerzo colectivo para alcanzar una meta (y, de paso, una amistad duradera). 

Otra característica del género es dividir la trama en arcos o sagas de torneo. En este caso, el personaje principal, Oliver Atom (en la lengua original del manga, Tsubasa Ozora), irá ganando torneos junto a sus amigos hasta cumplir el sueño de que la selección japonesa gane un campeonato mundial. 

Lo siguiente puede sonar repetitivo, pero en Supercampeones tiene un objetivo claro: a medida que Oliver vence a sus rivales, aprende de ellos. Un ejemplo inolvidable de lo mencionado ocurrió cuando el capitán del Niupi, apoyándose en el travesaño para tomar impulso —y así evitar toda marca— convierte un gol de chilena.

Curiosamente, esta técnica es aprendida y aplicada en el mismo partido, luego de una jugada de los hermanos Korioto en la que, tras un esfuerzo conjunto, Masao Korioto utiliza los postes de la portería como escaleras para elevarse, pasarle el balón a su hermano y anotar un gol. 

Los samuráis azules, Steve y Oliver

La relación entre Steve y Oliver puede parecer antagónica, si es que se la mira desde la perspectiva de alguien que ha nacido en Occidente. Sin embargo, para los japoneses el peso que tiene la “deuda”, el compromiso o el devolver el favor, sea por voluntad o por obligación, es una tradición muy arraigada y que se inculca desde la niñez.  

En Japón hay muchas palabras para “obligación”. Gimu es una de ellas. Mediante el concepto de gimu podríamos tener más claro el “antagonismo” entre Oliver y Steve, bajo una perspectiva eminentemente japonesa. El gimu es una obligación que no tiene límite y puede dividirse en: Chu (hacia el país y la ley), ko (hacia los padres y antepasados) y nimmu (obligación con uno mismo). 

Ambos jugadores tienen muy presente el sentido del deber, pero sus motivaciones son diferentes. Mientras Oliver persigue un sueño personal —ir a Brasil y convertirse en un jugador profesional (nimmu)—, Steve se esfuerza por subsanar en algo todo lo que su madre ha sacrificado para cuidar de él y sus tres hermanos (ko). Recordemos que el padre de Steve falleció de una enfermedad cuando él era pequeño, dejando a la familia Hyuga sumergida en deudas. 

Desde esa perspectiva, tanto Oliver como Steve tienen motivaciones válidas y se aferran a ellas durante todos los capítulos.

En contraparte, tenemos los estilos de juego de ambos capitanes. ¿Cómo se expresa la diferencia entre estos dos estilos y las obligaciones antes mencionadas? 

Desde que empieza la serie queda claro que Oliver tiene el privilegio de la elección: puede elegir a qué escuela ir o con quién jugar. Para él, sus compañeros de equipo deben ser también sus amigos y, ante la posibilidad de ir a una escuela privada con el mejor equipo de fútbol de la ciudad, escoge quedarse en el Niupi y jugar con ellos.

El estilo de su equipo es parecido al estilo latinoamericano: mucho toque y pases cortos; los jugadores del Niupi además priorizan el juego en conjunto o trabajo en equipo, y Oliver hace el papel de amigo y motivador. 

En cambio, Steve tiene que jugar al fútbol para poder entrar como estudiante especial y conseguir una beca en el colegio Franco Canadiense. Se exigía mucho y exigía mucho a los demás. Su juego era agresivo, un juego a la ofensiva, de pases en profundidad. Como capitán, era muy duro con sus jugadores a quienes, a excepción del pequeño Ralph, no consideraba amigos. 

Oliver Atom y Steve Hyuga. Fotografía: Twitter.

Una voluntad férrea

Si nos fijamos en los jugadores —especialmente en los capitanes de todos los equipos que van apareciendo en la serie—, podemos encontrar un factor común: la voluntad inquebrantable y la autoexigencia. Todos encarnan ese valor (incluso Andy, del Colegio Alemán, quien padecía de una enfermedad al corazón). 

Otro factor es la entrega absoluta, incluso al extremo de poner al límite sus cuerpos. Esa actitud radical respecto al sentido del juego no es algo con lo que solamente se pueden identificar los japoneses. La idea de la lucha para alcanzar un objetivo está presente en muchas culturas y entornos geográficos, particularmente hoy en día a través del fenómeno global del fútbol, el mismo que se ha convertido en un espacio de movilidad simbólica, económica y afectiva.  

En Latinoamérica sabemos que somos muy futboleros. Incluso cuando no hay un balón se juega fútbol: se aplasta una botella plástica o una lata, se acomodan piedras en los límites de los “arcos” y no se deja de jugar hasta que, por la oscuridad de la noche, se deja de ver la pelota.

Por eso, el fenómeno de Supercampeones caló hondo en los niños y niñas de los noventa de esta región. No fuimos pocos los que aguantamos “suelazos” intentando hacer una chilena, provocamos accidentes trepando unos encima de otros (simulando las acrobacias de los hermanos Korioto), rompimos ventanas intentando hacer “el tiro del tigre” y, cómo no, aprendimos que no se puede volar de un travesaño a otro (como lo hacía Richard Tex Tex). 

(Voz en off: Al término de este texto, Oliver aún no llega al arco rival).

*Este artículo está dedicado a la memoria de mi amigo César Chávez por todos los animes y partidos de fútbol que comentamos.

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