Hablar sobre la película Sound of freedom es abordar una realidad lacerante y dolorosa: la trata de menores con fines de explotación sexual.
La cinta, protagonizada por Jim Caviezel, dirigida por Alejandro Gómez Monteverde, producida por Eduardo Verastegui y estrenada el 4 de julio en Estados Unidos, pone sobre la mesa un delito cuyas fauces se relamen con la inocencia de los niños.
En el filme, el actor Jim Caviezel encarna a Timothy (Tim) Ballard, un agente que rescata a menores de las redes del tráfico sexual.
La vida de Tim (Jim) cambia cuando logra liberar a un niño hondureño de siete años llamado Miguel, quien le implora que encuentre a su hermana Rocío, de 11 años, también secuestrada por las redes de pedófilos.
En esta escena —la de la súplica— Miguel le entrega a Tim una cadena de la cual pende la medalla de San Timoteo, una representación tácita de la esperanza que deposita el niño en él y una clara alusión al pasaje bíblico de 1 de Timoteo 6:11: “Mas tú, oh hombre de Dios, huye de la codicia, y sigue la justicia, la piedad, la fe, el amor, la paciencia, la mansedumbre”.
La entrega de la prenda es también una suerte de exhortación para que Tim —Timoteo— se convierta en el redentor de los niños secuestrados.
El agente acepta el reto bajo la égida de su fuero interno. Por ello dice, alto y claro: “Los niños de Dios no están en venta”.
Así, va sorteando los obstáculos burocráticos de su trabajo en Estados Unidos, viaja a Colombia y se infiltra en el enmarañado y depravado mundo del tráfico infantil.
Cuando finalmente logra acceder al campamento en donde una red de traficantes tiene detenida a Rocío (la hermana de Miguel), se entera de que es utilizada como esclava sexual por un líder rebelde, apodado el Alacrán.
El temerario Tim logra, en medio de una persecución que incluye un incesante aguacero de balas, liberar a Rocío. El hombre sale indemne, al menos físicamente, y devuelve a la niña la cadena de San Timoteo.
Rocío regresa con su padre y su hermano, y la familia vuelve a Honduras.

La trata de menores, un negocio rentable
Basada en la historia real del agente Timothy (Tim) Ballard, la cinta Sonido de libertad —así es su título en español— enciende las alarmas sobre un delito ante el cual no se puede ni se debe ser indiferente.
Y es que el delito de la trata de niños mueve anualmente a nivel mundial alrededor de 150 billones de dólares, lo que constituye un negocio que, en rentabilidad, pronto sobrepasará la venta de droga y que ya genera más ingresos, a decir de Tim, que la lucrativa venta ilegal de armas.
Todos esos datos se hacen carne cuando en una de las escenas, el agente menciona que la trata de niños ha crecido exponencialmente —5.000 por ciento en los últimos cinco años— y a renglón seguido realiza una ecuación que ilustra la perfidia de quienes manejan los hilos de la trata de menores: se puede mancillar a un niño de cinco a diez veces al día, durante diez años.
Y eso, hablando en términos obscenos, es perverso. Perverso y cruel. Y para los retorcidos codiciosos, plata. Sólo plata. Mucha plata. Plata que obtienen a través del horror, las lágrimas, la inocencia, el dolor, el miedo… los niños.
Sound of freedom, cuya duración alcanza los 131 minutos, fue rodada en Cartagena, Colombia, pero su historia también aterriza en Calexico, Estados Unidos, y Tegucigalpa, Honduras. Con ello deja en evidencia que las garras de la pedofilia no tienen fronteras.
Es justo destacar que en la cinta no se expone a los niños a escenas brutales para despellejar el alma del espectador. Tampoco su actor principal, Tim, apela a la manida lágrima fácil, de ahí que se ciña a mostrar el dolor que le supone observar tanta miseria a través de sus tenaces pupilas acuosas.
Si bien Sound of freedom no es la primera película que se filma sobre esta temática, quizá sea la primera que recibe el santo sacramento de la Iglesia y de sus fieles seguidores. Y ese sesgo religioso —los niños de Dios no están en venta— de ninguna manera puede ser deleznable.
Lo que sí es digno de censura es todo el ruido mediático que se ha orquestado —falacias incluidas— para poder distribuirla y venderla.
Y más cuestionable aún es ver cómo la producción se ha encargado de posicionar esa maquiavélica idea de que criticar a los productores, y por consiguiente la película, es ponerse a favor de la pedofilia.
El barullo mediático y la falaz censura
Eduardo Verastegui, productor de la cinta y activista católico, ha sido diligente en la promoción de la cinta, de ahí que haya aprovechado el escándalo mediático para asegurar que Hollywood no quería que la película fuera vista.
En la entrevista que concedió al conferenciante conservador Agustín Laje, Verastegui lanzó dardos envenenados contra Disney e incluso llegó a decir que esa compañía era corruptora de la infancia. Con estas declaraciones logró su cometido: construir un relato maniqueo.
Lo que realmente sucedió fue que la cinta quedó archivada cuando Disney compró Fox, su productora inicial. En efecto, después de la compra de 20th Century Fox por parte de Disney Company, la película fue encarpetada. Sin embargo, el compromiso con la causa de los creadores y el apoyo de miles de personas, que creían en la importancia de dar voz a los niños víctimas del tráfico humano, permitieron recaudar los fondos necesarios para que la película pudiera estrenarse.
Ni Netflix ni Amazon quisieron distribuirla, es verdad, pero puede asumirse la razón: Jim Caviezel fue también el protagonista de La pasión de Cristo, una cinta auspiciada por el lobby católico. Y las productoras cinematográficas se cuidan de no ser asociadas con posturas dogmáticas. En cambio Tim Ballard, agente en quien se inspira la cinta, es un mormón que no ha tenido reparos en hacer declaraciones en contra de la población LGBTIQ+.
Como colofón de todo este relato, Verastegui ha sido señalado por su cercanía con la organización Legionarios de Cristo, así como por su amistad con Marcial Maciel (+), célebre sacerdote involucrado en al menos 60 casos de abuso sexual de menores en México.
Y como último epílogo de este jugoso anecdotario, luego de que la película fuera estrenada, Fabián Marta, uno de los inversionistas de la producción, se apuró a recordarnos que no se puede escupir para arriba. A saber: Marta fue arrestado recientemente en Estados Unidos, el 23 de julio, luego de ser acusado de secuestro de menores.
Despejemos. El financiamiento de Sound of freedom se llevó a cabo mediante recaudación de fondos (crowdfunding). Es decir varias personas aportaron recursos para apoyar la producción de la película. De acuerdo con un reporte de la revista Newsweek, Fabian Marta fue uno de los patrocinadores, pues al final de los créditos aparece su nombre como aportante.
Sí, Sound of freedom muestra una realidad escalofriante. Desgarradora. Triste. Deplorable. Pero deja de lado un hecho que, además de inequívoco, puede ayudar al espectador: el tráfico de niños tiene generalmente asidero porque es auspiciado por familiares o por personas en quienes los menores han confiado. Salvo casos puntuales, claro está.

¿Cinta panfletaria?
Sería audaz sostener que Sound of freedom es una cinta panfletaria, pero el que su único personaje afeminado, el “Calacas”, pregunte al agente Tim cuántos niños desea no parece ser un accidente sino una acción deliberada, una mancha en el libreto. Ese prejuicio, de género, es condenable. Pedófilos LGBTIQ+ debe haber, así como los hay heterosexuales.
No es la orientación sexual la que orilla a violentar a niños sino la perversión de la pedofilia. Sobra decir que todos los niños corren el riesgo de ser ultrajados por el solo hecho de ser niños.
“Los niños de Dios no están en venta”, claro que no, pero tampoco lo están los de Alá ni los de las familias homoparentales ni los del inefable Dalai Lama ni aquellos que una vez se acercaron inocentemente al cura cuencano César Cordero.
Más allá de toda la controversia que ha suscitado Sound of freedom, lo que queda claro es que la superioridad moral con la que ha sido abordada no es un medio efectivo para resolver la trata de menores.
Otro hecho que queda en evidencia es que la película ha engrosado los bolsillos de sus productores: hicieron una inversión de 14 millones quinientos mil dólares, y hasta el momento han recaudado en taquilla 156 millones 441 mil dólares.
Es decir Sound of freedom ya es una de las obras cinematográficas más rentables del 2023, gracias al relato victimista de sus productores, y a la terrible tragedia de las verdaderas víctimas de la esclavitud sexual: los niños. Ni – ños. Así, a secas, y sin amagues.