La firma de la abolición de la carta de la esclavitud se da por intereses económicos y sobre todo por un trabajo estratégico de los afrodescendientes.
La trata de esclavos respondía a los intereses comerciales de cada época.
En las postrimerías del siglo XVIII, en el norte de Esmeraldas se produce una explotación grande de oro y las familias esclavistas de Popayán y el sur de Colombia empezaron llevar a dicha provincia esclavos de Barbacoas y Tumaco.
Esmeraldas se convierte en un polo económico del Reino de Quito, dado que allí se establecieron minas y plantaciones. Pese a la opulencia de Esmeraldas, gracias al oro, la provincia vivió aislada.
Ese aislamiento permitió que la provincia constituyera su propia dinámica en la que la recolección, la pesca y la caza constituyeron la base de la economía local.
La vida de los afrodescendientes estuvo marcada por los acontecimientos que se dieron en Esmeraldas, pero también se desarrollaron importantes hechos en el Valle del Chota-Salinas, Guayaquil, Quito, Zamora y el Oriente.
En el segundo periodo de Juan José Flores, este ordenó un censo en la ciudad de Quito. La población era de 5.696 habitantes. Había 167 negros. De ese total 73 eran libres y 94 esclavos. Los esclavos eran traídos también de las minas de Tumaco, Cali y Buga (en Colombia).
En el valle del Chota, la presencia de descendientes de africanos fue mucho más importante que en cualquier otra parte del Ecuador, luego de Esmeraldas.
En el periodo de transición de plantaciones de algodón en las haciendas azucareras se dan importantes introducciones de esclavizados.

Durante el siglo XVII, los Jesuitas buscaron varias alternativas para repoblar el valle y la importación masiva de mano de obra esclavizada fue la solución a la que apelaron. Entre 1680 y 1760 la Compañía de Jesús resuelve importar esclavos en gran cantidad.
Fue tan intensa la importación de esclavos al Valle del Chota, que según cálculos de 1780, 13 años luego de la expulsión de los jesuitas, había al menos 2.615.
Guayaquil, por ser un puerto comercial, tuvo mayor presencia de esclavizados. Desde el mismo siglo XVI, ya se efectuaba la compra/venta. A Guayaquil llegaban barcos que por 400 o 500 pesos de a ocho reales de plata vendían a esclavos.
La mayoría de los esclavizados en Guayaquil realizaban trabajos domésticos.
Para establecer la posición social se tomaba en cuenta el número de esclavos que poseía una familia.
En 1922 la presencia de los afrodescendientes fue grande en la construcción de los ferrocarriles, esta vez traídos de Haití. Se calcula que arribaron 4.000 negros jamaiquinos para trabajar en la construcción de la obra de Eloy Alfaro.

Invisibilización de los afrodescendientes
Nada de lo que el pueblo afroamericano ha recibido ha sido gratis o consecuencia de la voluntad de nadie, señala el académico afroecuatoriano Ibsen Hernández.
-Jaime Hurtado, ya en la época contemporánea, fue uno de los más grandes líderes de los sectores excluidos, tres veces asambleísta, candidato a la presidencia y asesinado-.
Hernández también manifiesta que la presencia afro es totalmente evidente, “pero tenemos una prensa y una sociedad que invisilibiza nuestras acciones”.
Además agrega que “es tan fuerte el racismo que tú llegas a los comisariatos y no ves afros, tampoco en bancos. Es que no les gusta trabajar, dicen”.
Una de las provincias en la que mayor exclusión y necesidades básicas insatisfechas hay es Esmeraldas.
Sucede lo mismo en la periferia de las grandes urbes, justamente donde vive la población afro.
–La tasa de acceso a la educación es bajísima, allí es donde menos escuelas, colegios y universidades hay. No falta organización; hay invisibilidad. Los afroecuatorianos están desconectados de la economía del país- pondera Ibsen.
Fuentes: Ibsen Hernández y John Antón Sánchez.