Según el Registro de Víctimas de Violencia del Ministerio de Educación (REDEVI), en Ecuador se reportan cuatro denuncias diarias de abuso sexual, en promedio, sólo de casos ocurridos o detectados dentro del sistema educativo ecuatoriano.
Este informe, que también recoge datos de UNICEF recabados en organizaciones nacionales que trabajan con casos de abuso sexual infantil, señala que por cada denuncia de abuso contra una niña se esconden al menos seis casos, mientras que por cada denuncia de abuso sexual contra un niño se esconde un promedio de diez.
Por si estas cifras desgarradoras no fueran suficientes, en la última semana se conoció que la película “Sounds of Freedom” se basa en hechos sucedidos en Canoa, una población de Manabí:
“Chupa mi lengua”
En abril de este año, quedamos absortos cuando vimos un video en que el Dalái Lama le pidió a un menor de la India que le chupara la lengua.
El Premio Nobel de la Paz tuvo que apagar luego el incendio con un escueto comunicado en el que ofreció disculpas. Y allí quedó todo.
“Su Santidad desea pedir disculpas al niño y a su familia, así como a sus muchos amigos de todo el mundo, por el daño que sus palabras han causado”, decía el comunicado.
El escrito fue redactado en tercera persona, y era tan impersonal que podría compararse con un emoticón.
En el documento, el tibetano justificó el incidente reseñando que “toma el pelo a las personas de forma inocente y traviesa, incluso en público y ante las cámaras”.
Esa forma “inocente y traviesa de tomar el pelo” suele ser el arma que utilizan los agresores sexuales para perpetrar sus conductas reprobables: “estamos jugando”, “no pasa nada”, “está bien lo que hacemos”.
Aprovechamos esta tesitura para delinear los factores que contribuyen al abuso sexual infantil.
Y es que el etéreo comunicado del líder espiritual deja más interrogantes que certidumbre: ¿qué hace cuando las cámaras se apagan? ¿Y por qué considera al “público” un flotador del que puede asirse?
Abuso sexual infantil
Según la Unicef, el abuso sexual infantil “está mediado por una relación desigual de poder, que implica a un niño, niña o adolescente como víctima y a una persona adulta o coetánea como agresora. Afecta, especialmente, el derecho a decidir sobre su cuerpo y sexualidad. El derecho a que sea respetada su privacidad e intimidad y su derecho a vivir libre de violencias”.
Es decir, la violencia sexual infantil implica toda interacción sexual que involucre a un adulto (el cual se encuentra en situación de responsabilidad, confianza y poder) y un niño (independientemente de si ha dado su consentimiento, entiende o no la naturaleza sexual de la actividad a la cual se lo coerciona, o muestra signos de aprobación).
En ese sentido, entendemos que la violencia sexual infantil —perpetrada generalmente a través de manipulación emocional y mental— no se trata sólo del acto de penetración o contacto físico en la zona genital.
Dicho esto es preciso aclarar que en el caso del dalái lama no hubo secreto ni contacto con la zona genital. Desconocemos además si su comportamiento estuvo imbricado de lascivia, pero pretender que un niño chupe la lengua a un adulto es un acto ominoso.

Efecto “hechizo”
Los psicólogos Reynaldo Perrone y Martine Nannini, psicólogos, llaman efecto “hechizo” a la influencia que un adulto tiene sobre otra persona sin que esta se dé cuenta. Este estado se logra desde la efracción, la captación y la programación.
“La efracción se da cuando hay estafa de confianza y se toma posesión de la víctima.
La captación, cuando el adulto se apropia del niño, lo atrae, lo enamora, se gana su confianza para privarlo de su libertad, a través de la mirada, el tacto y la palabra (capacidad de hipnotizarlos).
Y la programación se presenta cuando se limitan las posibilidades de elección y el comportamiento de la víctima”.
La guía de Atención Integral para Niños, Niñas y Adolescentes Víctimas de Delitos Sexuales, elaborada por la doctora Gayne Villagómez y publicada por la Flacso (Quito), deja constancia de que “un factor importante para la violencia sexual es la larga tradición cultural basada en la subordinación”.

En este marco, es imprescindible, más allá de las leyes que castigan el abuso y la violencia sexual, cambiar las pautas culturales y la mentalidad de la sociedad en general.
Franco Pisso, abogado, docente y experto en comunicación no verbal, aclara que es el sistema límbico y no el neocórtex, es el que procesa la información de lo que vemos o hacemos cuando estamos frente a una autoridad que admiramos y respetamos en grado superlativo.
“El sistema límbico, que vendría a ser el cerebro emocional, toma decisiones de manera inconsciente con base en lo que tiene previamente en el cerebro, de ahí que suela obnubilar a los individuos cuando están frente a un personaje con enorme poder”.
Por ello, cuando el niño es acosado por “Su Santidad”, el público presente no se asquea ni se indigna; al contrario, aplaude y sonríe.
El neocórtex, en cambio, encargado de la reflexión y responsable de que el individuo actúe en consecuencia con lo que realmente siente, no funciona en estas circunstancias.
“Mi cuerpo debe ser respetado”
“Creo que es una gran experiencia conocer a alguien con tanta energía positiva”, dijo el menor de la India cuando le consultaron sobre el hecho.
¿Qué respuesta se puede esperar de un niño al cual se le ha enseñado que esa persona que tiene enfrente —en este caso el Dalái Lama— es una deidad?
Con este comentario —que surge de la revictimización de la víctima— es muy probable que el líder espiritual se lave la cara.
En Orientación familiar para la prevención del abuso sexual infantil, los doctores en psicología Marina Viviana Cheme Villamar y Gustavo Enrique Antón Vera, sostienen que es importante enseñar a los niños que son dueños de su cuerpo, que por tanto nadie puede tocarlo sin su permiso y que si alguien lo hiciera debe ser de una forma casta.
Por ello recomiendan a los padres tener un diálogo abierto y sincero con sus hijos desde que son bebés, sobre su sexualidad y las “partes íntimas”, utilizando los nombres correctos para los genitales y las otras partes del cuerpo, lo que les ayudará a comprender aquello que no se debe hacer.

También manifiestan que el niño tiene el derecho de rechazar un beso o a ser tocado, incluso por personas que quiere.
“Hay que enseñar a los niños a decir ‘no’, de inmediato y con firmeza, a cualquier contacto físico inapropiado e irrespetuoso.
A escapar de situaciones que impliquen peligro y riesgo; y, a contarlo a un adulto confiable”.
Asimismo recuerdan que la táctica principal utilizada por los perpetradores de abusos sexuales es el secreto.
“Por ello es importante enseñar a los niños la diferencia entre secretos ‘buenos’ y secretos ‘malos’, y crear un clima de confianza. Cada secreto que los vuelve ansiosos, les cause incomodidad, genere miedo y los vuelva tristes, no es un buen secreto”.

Creerles siempre
La responsabilidad de la prevención y protección le compete a los adultos. Es compromiso de ellos estar atentos y comprender los sentimientos y el comportamiento de los niños toda vez que puede haber razones por las cuales rechazan un determinado contacto con otro adulto u otro niño o joven. Tal deseo debe ser respetado.
Pero lo más importante es, sin duda, creerles. No hacerlo es revictimizarlos, repetir el abuso, traicionar su confianza.
La asimetría de poderes entre el abusador y la víctima es y ha sido, a lo largo de la historia, caldo de cultivo para el silencio.
Gracias a ese silencio, el Dalái Lama puede seguir regodeándose en la impunidad y ser aplaudido por su séquito de seguidores con vehemente embeleso.