La mujer detrás de la boxeadora
Cabello negro: lacio, corto. Mirada fija, penetrante, como alguien que ya le puso fecha a su próximo objetivo. Su seño refleja la tranquilidad de quien cumple todos los días con su rutina, porque sabe que de esa forma se alcanzan las metas. Sus mejillas dibujan dos hoyos al sonreír. Ella sonríe cuando habla de alcanzar un sueño, ser campeona mundial. Sus facciones no reflejan la dureza de alguien que se enfrenta con sus mejores golpes en un ring. Ella es una profesional del box. Nació el 24 de agosto de 1996, es la primera de cuatro hermanos.
El espíritu aguerrido de esta mujer empezó a notarse cuando tuvo que pelear en contra de lo que Don Pedro y Dilmita, sus padres, pensaban de esta disciplina hace años. También es una mamá feliz, su hijo es por la única persona que dejaría de ir a un entrenamiento. Se inició en el boxeo en 2012, con 16 años; cuando todos sus amigos y amigas empezaron a ir a fiestas ella iba al gimnasio. Su primer entrenador, que hasta ese momento no había trabajado con una mujer vio en ella ese espíritu aguerrido que la hacía llegar antes que todos e irse última. Para 2016 ya era la primera campeona ecuatoriana de un título latinoamericano de boxeo, tres años después, en 2019 alcanzó el cinturón de la primera campeona ecuatoriana del peso supermosca (115 libras).
A Jhosep Vizcaíno le dicen la “Chica de oro”. Es una mujer respetuosa, tranquila y perseverante. Esas son sus cualidades favoritas, las que más valora. “En la tranquilidad se puede decidir mejor”, en la tranquilidad se puede atacar mejor, dice mientras sonríe amablemente, y se prepara la su próxima pelea, el dieciocho de marzo. Perseverancia es otro concepto que se adjudica luego de haberse enfrentado a personas que le cerraron puertas (por razones que abordaremos con más detalle en párrafos posteriores). Se mantuvo firme ante esos derechazos, buscando las maneras de continuar peleando por sus metas. Reconoce que saberse poseedora de estas características la hacen sentir poderosa.
También hay sombras, debilidades que matizan. Jhosep está convencida de que una de estas es la confianza instantánea que deposita en los demás. “Es algo que debo cambiar, no se puede confiar en todo el mundo”. Como todos y todas, tiene miedos y frustraciones. Sin titubear, comenta que uno de sus temores más profundos, aquel pozo en el que teme caer, es pasar desapercibida en la historia del box ecuatoriano y sobre todo para otras chicas, que como ella aman el box pero no se profesionalizan, que su nombre no signifique nada y que todo por lo que ha luchado algún día se pierda en la memoria de este país.
Una luchadora en el ring y en el día a día, Jhosep también es una madre feliz. Se levanta todos los días a las 04:30 de la mañana para preparar su desayuno y el de su hijo, va al gimnasio, en donde pasa gran parte de su día. Entrena prácticamente toda la mañana. Al medio día almuerza con su hijo, menciona que él es una prioridad en su vida y que estar tiempo junto a él le llena el alma y la motiva; por la tarde vuelve al gimnasio hasta que es hora de retirar a su pequeño e irse a casa. Se encuentra en un gran momento de su vida actual, con metas firmes, no solo profesionalmente, sino que su vida personal le da mucha tranquilidad y paz. Claro, no es fácil y no ha sido fácil el camino, pero agrega que ha valido la pena cada minuto del pasado.
El semblante de su voz, suaves palabras, pero directas para dirigirse a quienquiera que hable con ella. Jhosep tuvo que alejarse por unos años de los gimnasios porque la maternidad era su nuevo reto.
¿Cómo nació la “Chica de oro”?
La pelea en la que debutó fue el momento en el que decidió que esta sería su vida, que quería dedicarse al box. Meses después, en 2012, luego de una competencia en Patate, provincia de Tungurahua, llegó a Lima como una profesional para su primera competencia internacional. La pugilista ecuatoriana no pasó desapercibida ante entrenadores y promotores, especialmente ante uno, que quería firmar con ella y empezó a decirle “tú eres una chiquita de oro”. La “chiquita” pasó a ser “la chica” y finalmente todos empezaron a llamarle la “Chica de oro”. Aquel apelativo gustó tanto que ahora es así como la conocen. Ella se siente representada por completo.
La “Chica de oro” es la primera ecuatoriana en ganar un campeonato internacional a nivel profesional, el título latino del Consejo Mundial del Boxeo (CMB) que llegó a sus manos en 2016.
A la par, es la deslumbrante heredera de un alías que ya existió en la historia del box de este país. Jaime Ernesto Valladares, llamado el “Chico de Oro”, otro peleador quiteño de un valor descomunal. Su gloria, que le pertenece al siglo XX, quedó registrada cuando su nombre empezó a sonar en el mundo del boxeo ecuatoriano gracias a hazañas como noquear a Eugenio Espinoza, en 1964. Sus oponentes no duraban más que cuatro o cinco asaltos. Contundente y enérgico, también participó en un torneo internacional en Tokio-Japón. Murió en 2003, cuando Jhosep tenía siete años.
A Jhosep Vizcaíno la componen historias, serenidad y una fortaleza interior que le han llevado por el camino del triunfo en la disciplina del boxeo, desde los inicios de su apuesta por este deporte. Recuerda que cuando era niña y tenía nueve o diez años nunca imaginó que se volvería una profesional del box pero que cuando su padre colgó un saco de tierra en el patio para que sus hermanos y ella lo golpearan ya había “un algo” que le gustaba de ese juego. Su infancia fue feliz y si volviera a encontrarse con esa niña seguramente le aconsejaría que sea fuerte, muy fuerte para llegar a la victoria “porque la victoria es algo que nadie te puede arrebatar”, dice Jhosep con un donaire en la voz.
Su primer título amateur lo obtuvo solo tres meses después de haber decidido subirse a un cuadrilátero, pero los primeros objetivos y las bases de su carrera los trazó en Cayambe, después de una derrota en su pelea debut. Jhosep tenía quince días entrenando, su contrincante, con mucha más experiencia, le ganó. La adrenalina de ese primer momento es algo que recuerda hasta el día de hoy, pues meses después derrotó a la misma muchacha, con un KO en el segundo round. Constancia, perseverancia y entusiasmo, “cuando me trazo una meta debo actuar con determinación para alcanzarla”, menciona la boxeadora.
Esa determinación la consagró como seleccionada de Pichincha a los Juegos Nacionales de 2012. Ha peleado de tal forma que a sus diecinueve años ya tenía dos títulos.
Tiene 27 años y mide 1,57 centímetros, la “Chica de oro” está hecha de algo más que largos entrenamientos y buenos golpes.
El box para Jhosep, prejuicios y puertas cerradas
Su primera victoria, ya decíamos, fue contra lo que pensaban sus padres acerca del box. Prejuicios que se tienen acerca de los deportes adecuados y no adecuados para mujeres: que si la van a golpear y lastimar, que es muy brusco, que necesita tener más fuerza… Esa postura les duró poco. Cuando don Pedro Vizcaíno y doña Dilmita Flores vieron la entrega, la fuerza de Jhosep, se rindieron. Ahora, junto a sus tres hermanos, son su mayor apoyo.
El box eleva la comprensión del lenguaje no verbal, hace a la mente más ágil pues se deben tomar decisiones en segundos. Un deporte que seduce al público femenino por, entre otras cosas, promover la autoconfianza y nivel de respuesta ante una situación peligrosa que implique defenderse, pero no es lo mismo dar puñetazos al aire que enfrentarse a un contrincante, como muestra este artículo publicado por el diario El País de España.
La campeona latinoamericana habla sobre la sensación de recibir un golpe y relata que gracias a la adrenalina que se genera “no duele demasiado”, además, el cuerpo llega a acostumbrarse a ese tipo de enfrentamientos, asimila los cross o cualquier golpe de esta disciplina; aclara que existe diferencia cuando estas nerviosa en el sparring, entonces hay más probabilidad de que exista dolor, según su experiencia. Cuando te golpean en el hígado o las costillas puedes sentirte muy mal. La concentración debe estar al cien por ciento para que se minimice el riesgo de sufrir dolor encima de un ring, dice Jhosep.
La “Chica de oro” deja que sus emociones fluyan cuando está en una contienda: el deseo por salir victoriosa, la ira y la pasión son las protagonistas cuando se trata de sentir en el ring. También se pone en juego la madurez técnica que se haya adquirido, además de un control mental importante. Ella lo da todo.
Relata que hace unos años fue con sus compañeros a pedir apoyo a empresas porque cuando eres profesional esa es la única manera de sostenerte, y sin embargo a ella le cerraron puertas que a sus compañeros no. “Quizás más adelante”, “esperemos unos años”, “espere un poco más” eran las respuestas más frecuentes, “que en esta velada no se pueden incluir muchachas todavía”.
Ha pensado en tirar la toalla varias ocasiones, ha intentado dejar el box, pero a la semana regresa porque es parte de su vida.
Para ella, la única manera de combatir esos prejuicios es con espectáculos de calidad en el cuadrilátero, demostrar que una mujer puede hacer exactamente lo mismo que un hombre en este deporte, que una mujer le pone las mismas ganas, el mismo esfuerzo. Ganarse un nombre no es fácil, el reconocimiento por méritos tarda un poco más si eres mujer, pero hay que perseverar y se puede lograr, por ejemplo, dice Jhosep: “mi meta es disputar un título mundial; para ello mi diálogo interno siempre está enfocado en que puedo hacer lo mismo que puede hacer un hombre”.
Pese a su talante, su mayor reto es la falta de apoyo y la apatía que todavía existe al incluir a las mujeres en este deporte, quienes en muchas ocasiones no deciden lanzarse de manera profesional y solo se quedan como aficionadas. Por eso uno de sus objetivos es que su nombre sea una fuente de inspiración para muchas otras jóvenes con talento y garra, ser un ejemplo para tantas niñas a las que les dicen que “el box es para hombres”.
La “Chica de oro” quiere, al igual que el metal precioso, brillar para que otras también brillen.