“De la misma manera que el asesino se lanza sobre su víctima, la arrastra, la destroza con ferocidad, se diría casi con pasión, así también Vronsky cubría de besos el rostro y los hombros de Ana. Ella apretaba la mano de él entre las suyas y no se movía. Aquellos besos eran el pago de la vergüenza. Y aquella mano, que siempre sería la suya, era la mano de su cómplice”.
Ana Karenina
***
En la penumbra de la noche, donde las sombras se confunden y las luces parpadean, se despliegan historias que parecen guardadas en cajas de Pandora, esperando ser reveladas. Historias de infidelidades, de pasiones furtivas y desencuentros, donde las mujeres son las protagonistas de un drama atemporal. Al caminar por las calles de cualquier ciudad es posible imaginar las vidas secretas y ocultas detrás de cada ventana, de cada rincón. Entre ellos habitan mujeres que han cruzado la línea de la fidelidad, desafiando las normas sociales y morales. Pero, ¿por qué ocurre esto? ¿Qué lleva a una mujer a ser infiel?
En un mundo donde la igualdad de género ha cobrado importancia, la infidelidad femenina sigue siendo un tema tabú: a menudo se juzga y estigmatiza a las mujeres que engañan, mientras que a los hombres se les suele perdonar, incluso, alabar sus deslices. La infidelidad femenina es un fenómeno tan antiguo como la humanidad misma. Sin embargo, ¿se podría afirmar que la percepción sobre las mujeres infieles ha evolucionado con el paso del tiempo?
En la antigüedad, el adulterio femenino solía ser castigado con severidad, mientras que el masculino era tolerado o incluso aceptado. En un recorrido por la historia, descubrimos que las mujeres han sido consideradas, durante siglos, como seres inferiores, sujetas a los dictados de los hombres y a los designios de la moral imperante.
La infidelidad en la Roma antigua
Viajemos, por ejemplo, a la antigua Roma, una civilización de grandes conquistas, leyes y costumbres que aún hoy nos asombran. La infidelidad femenina, a pesar de ser mal vista y penada por la ley, coexistía en un ambiente de contradicciones y doble moral. Las mujeres romanas, especialmente las de alta alcurnia, debían mantener una imagen de pureza y fidelidad, mientras que sus esposos solían tener amantes y concubinas sin demasiadas restricciones.
En cambio, si una mujer era sorprendida en adulterio, el marido tenía el derecho de repudiarla e, incluso, de tomar represalias físicas contra ella y su amante.
En el laberinto de historias de infidelidades, hay una mujer que resalta por su fama en la antigua Roma, Mesalina, la tercera esposa del emperador Claudio. Su vida nos adentra en las oscuridades y los contrastes de una sociedad y un tiempo lejanos, y sin embargo sorprendentemente cercanos a nosotros.
Mesalina nació en el seno de una familia de la alta aristocracia romana y se casó con Claudio, quien más tarde se convertiría en emperador. Historiadores como Tácito y Suetonio, describieron a Mesalina como una mujer desenfrenada y cruel, capaz de conspirar y matar para satisfacer sus deseos y mantener su poder. Sin embargo, es difícil determinar hasta qué punto estas narraciones reflejan la realidad de su vida y hasta qué punto son producto de la imaginación y la animadversión de sus contemporáneos.
Mesalina, en su trágica historia, también nos invita a pensar en cómo la sociedad juzga y condena a las mujeres infieles: en su tiempo, la infidelidad femenina era vista como un delito imperdonable, un ataque al honor y a la dignidad del hombre y un síntoma de la decadencia y la corrupción de las costumbres.
Sin embargo, ¿no sería más justo y más humano preguntar sobre las razones y los sentimientos que llevan a una mujer a buscar consuelo y placer fuera de su hogar? ¿No deberíamos cuestionar también las desigualdades de género y de poder que prevalecían en la sociedad romana y que, de alguna manera, siguen vigentes en nuestra época?
Las consecuencias de la infidelidad de Mesalina fueron terribles y despiadadas. Acusada de conspirar contra su esposo, Claudio, Mesalina fue ejecutada sin juicio, junto con aquellos que habían sido sus amantes. Pero más allá de la violencia y la crueldad de su castigo, lo que nos interpela es el silencio y la complicidad de una sociedad que vio en Mesalina un monstruo, una mujer depravada e insaciable.
La influencia de la Iglesia en la Europa medieval
Adentrémos ahora en la bruma de la Europa medieval, donde la Iglesia Católica ejercía un poder indiscutible y moldeaba las creencias y costumbres de la época. A la vez, los castillos y las fortalezas se alzaban orgullosos en el horizonte y los señores feudales imponían su autoridad con mano de hierro.
La moral sexual, influenciada en gran medida por la doctrina cristiana, rechazaba la infidelidad y promovía la fidelidad como un pilar del matrimonio y la vida familiar. En este contexto, las mujeres eran vistas como seres débiles y tentadores, susceptibles de caer en el pecado y de llevar a los hombres por mal camino.
La infidelidad femenina era condenada y castigada con severidad, ya que ponía en riesgo la estabilidad familiar y la legitimidad de la descendencia. En algunos casos, las mujeres adúlteras podían ser sometidas a penas como el destierro, el repudio o incluso la muerte.
Mientras tanto, la Iglesia Católica, aunque condenaba también la infidelidad masculina, solía ser más indulgente con los hombres, quienes a menudo recurrían a las relaciones extramatrimoniales como una válvula de escape a la rigidez de la vida conyugal y las restricciones impuestas por la moral religiosa.
En este escenario, el adulterio femenino adquirió un carácter clandestino y silencioso, que se desarrollaba en las sombras de una sociedad represiva y patriarcal. Muchas mujeres, atrapadas en matrimonios sin amor y sin posibilidad de elegir a sus parejas, buscaban consuelo en brazos ajenos, desafiando las normas y arriesgando su reputación y su vida.
Por los caminos del tiempo, en esa Europa oscura y feudal, la historia susurra el nombre de una mujer cuya vida y pasiones la han convertido casi en una leyenda. La Edad Media, esa época de sombras, de silencios y de rigideces, fue también el escenario de las andanzas de Margarita de Borgoña (1290-1315).
Margarita nació en el seno de una nobleza poderosa, pero también llena de intrigas y ambiciones. Su vida parecía destinada a seguir el curso preestablecido de las mujeres de su estirpe: un matrimonio de conveniencia, hijos legítimos y un papel secundario en la corte y en la vida política de su tiempo.
El rey Felipe IV de Francia fue el elegido para unir su vida a la de Margarita.Un matrimonio por conveniencia y los enredos de la Corte, le dieron la fama de mujer adúltera: como castigo la exiliaron en un castillo, donde permaneció hasta que fue encontrada sin vida a sus veinticuatro años de edad.
Las vicisitudes que vivió Margarita de Borgoña nos llevan a cuestionar las estructuras de poder y los sistemas de opresión que han regido nuestras sociedades a lo largo de la historia. ¿Cuántas mujeres han sido condenadas, perseguidas y vilipendiadas simplemente por atreverse a vivir como lo hacen los hombres? Solo que a ellos la sociedad les permite y aplaude.
La Ilustración no estuvo exenta de contradicciones y sombras
Avanzamos hasta el corazón del siglo XVII, donde una nueva corriente de pensamiento estremeció los cimientos de la cultura y la sociedad europea, y se hizo eco en rincones cada vez más distantes del mundo.
La Ilustración, esa luminosa revolución intelectual, irrumpió con fuerza y se propuso desmantelar los dogmas y prejuicios que hasta entonces habían dominado la vida de la gente.
Filósofos como Voltaire, Rousseau y Diderot —por nombrar a algunos de los más célebres— se plantaron frente al viejo orden y, con valentía, emprendieron la ardua tarea de desafiar las certezas impuestas por la tradición, la religión y el poder.
Estos hombres, armados con la razón y el conocimiento, soñaban con un mundo en el que la humanidad pudiera liberarse de las cadenas de la ignorancia y la superstición, y avanzar hacia un futuro más justo, igualitario y próspero.
Las ciencias, las letras y las artes florecieron bajo el influjo de estos pensadores que, con su genialidad y su incansable espíritu crítico, desentrañaron los misterios del universo y dejaron tras de sí un legado de conocimientos que ha iluminado a generaciones posteriores.
Fue una época en la que las ideas revolucionarias y las discusiones apasionadas se entrelazaban con la vida cotidiana de las personas, en un ambiente de efervescencia y cambio que aún hoy, siglos más tarde, sigue cautivando y deslumbrando.
Pero también debemos recordar que la Ilustración, por todo lo que aportó al progreso de la humanidad, no estuvo exenta de contradicciones y sombras: los mismos filósofos ilustrados que defendían la libertad y la igualdad entre los seres humanos, muchas veces guardaban silencio o incluso justificaban la esclavitud y la opresión de las mujeres y los pueblos colonizados.
En ese momento de la historia, en ese mundo iluminado por las luces de la razón, pero ensombrecido por las sombras de las convenciones y el juicio moral, las mujeres fueron juzgadas por adúlteras, por osar desafiar las normas que las encadenaban a vidas sin pasión ni libertad.
Recordemos a Lady Seymour Worsley (1758-1818), una noble inglesa que decidió entregarse a los brazos de otro hombre. El juicio por adulterio al que fue sometida se convirtió en un verdadero espectáculo, en un teatro, en el que se exhibía y humillaba a una mujer. Cuando el juicio finalizó, Lady Worsley pasó a ser una apestada a los ojos de la sociedad.
La poligamia y la infidelidad en el Islam
Cruzando kilómetros y fronteras, nos adentramos en el mundo de las culturas islámicas, donde la infidelidad y la poligamia coexisten bajo un manto de tradiciones y normas sociales que, a menudo, resultan sorprendentes y enigmáticas para el observador occidental.
En el Islam, la poligamia es permitida bajo ciertas condiciones y en un marco legal específico: un hombre puede tener hasta cuatro esposas, siempre y cuando pueda tratarlas con igualdad y proveer para todas ellas. Este enfoque, aunque parezca tolerante con las relaciones extramatrimoniales masculinas, en realidad establece una estructura familiar donde cada esposa tiene un estatus legal y socialmente reconocido.
Por otro lado, la infidelidad femenina en las culturas islámicas es un tema extremadamente sensible y tabú. Las mujeres están sometidas a estrictas normas de comportamiento y decencia, y el adulterio es condenado y castigado. En los sectores más recalcitrantes, las mujeres adúlteras se enfrentan a castigos como la lapidación, la prisión o la muerte.
La presión social y el temor al escarnio y a la violencia hacen que la infidelidad femenina en estas culturas sea un fenómeno mucho menos visible y discutido, por no decir oculto e invisible. La cultura islámica, con sus normas y valores arraigados, se erige como un marco en el cual las historias de infidelidad femenina adquieren una dimensión aún más dramática y controvertida. El tratamiento de la infidelidad femenina en el Islam nos interroga sobre la necesidad de cuestionar las estructuras de poder y las jerarquías que perpetúan la desigualdad y la violencia.
La mirada ética y moral, ¿persiste en los tiempos actuales?
En este viaje por la infidelidad femenina en diferentes culturas y épocas es inevitable encontrarnos con momentos de ruptura y transformación, con episodios de crisis y reinvención que nos permiten vislumbrar la complejidad y la riqueza de la experiencia humana. Analizar la infidelidad femenina desde la perspectiva de la historia y las diferentes culturas ofrece una visión abierta y reflexiva sobre estos fenómenos, que trascienden las barreras geográficas y temporales y nos conectan con nuestra propia esencia y nuestros dilemas humanos.
La infidelidad femenina, en sus múltiples formas y manifestaciones, nos plantea también un desafío ético y moral, que nos invita a repensar nuestras creencias y convicciones. En este sentido se hace necesario un ejercicio de introspección y de autocrítica, que permita reconocer nuestras limitaciones y nuestras contradicciones y nos impulse a buscar un camino hacia la empatía.
Las historias de infidelidad femenina se despliegan como un mosaico de vidas y destinos, de encuentros y desencuentros, de sueños y desilusiones. Mujeres que, en su búsqueda de la felicidad y la realización personal, han osado enfrentar las imposiciones y los estereotipos, y que tal vez encontraron en la infidelidad una oportunidad para redefinir sus identidades y sus proyectos de vida.
Estas narraciones, con sus luces y sus sombras, nos permiten asomarnos al abismo de nuestras propias fragilidades y nuestras inseguridades, y nos invitan a cuestionar el papel que desempeñamos en nuestras relaciones y en nuestras comunidades. En este sentido, las historias ajenas nos ofrecen una lección de humildad y de sabiduría, que nos insta a reconocer la diversidad y la complejidad de nuestras experiencias y a aceptar la incertidumbre y el cambio como parte integral de nuestra existencia.
En última instancia, la historia de la infidelidad femenina es también una historia de la resistencia y la superación, de la capacidad humana para enfrentar los obstáculos y las adversidades y para encontrar en ellos una fuente de aprendizaje y de crecimiento. Y es en este proceso, en esta lucha constante por la libertad y la dignidad, donde podemos hallar la fuerza y la inspiración para construir un mundo más justo, más equitativo y más comprensivo, donde cada mujer y cada hombre puedan vivir y amar en plenitud, sin temor y sin restricciones.
¿Será que, en lugar de juzgar y condenar, podríamos intentar comprender y, quizás, aprender de estas experiencias?
Hoy, en un mundo donde las mujeres tienen cada vez más voz y poder, y en el que la lucha por la igualdad de género es un tema central, resulta fundamental analizar y cuestionar los estereotipos y prejuicios que rodean a la mujer infiel. La emancipación femenina, la educación, el acceso a recursos y el apoyo mutuo entre mujeres permiten que cada vez más de ellas puedan decidir por sí mismas, tomar las riendas de su vida y buscar su propia felicidad.
Es importante recordar que las historias de infidelidad femenina no son temas de escándalo y morbo. Son, ante todo, relatos de seres humanos que buscaron su propio camino, equivocado o no, en un mundo a menudo difícil y complejo. Entonces, ¿por qué no intentar abrir nuestra mente y nuestro corazón, y conocer estas historias sin juzgar?