La venta ilegal de sangre en Guayaquil, una realidad que refleja necesidad y desesperación

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Ilustración: Manuel Cabrera.
En Guayaquil, las necesidades económicas llevan, a algunos, a vender su sangre en mercados clandestinos. La demanda varía según la rareza de los tipos de sangre. Mientras tanto, la falta de donaciones regulares agrava la situación

Parece que están haciendo cola, arrimados a la pared, en espera de un turno. O de que alguien los llame por su apellido para ser atendidos.

Parece que están filosofando sobre lo duro de la vida.

Parece, pero no lo están, pues su objetivo de cada día es, exactamente, lo contrario: no hacerse chequear de nada y mucho menos filosofar. 

Visten sencillo, al estilo obrero con sueldo básico, hablan poco, como si no se conocieran.

Miran de un lado a otro, pero lo hacen con disimulo, quizás conscientes de que su labor, en esa esquina de la intersección entre Primero de Mayo y Avenida Quito de la ciudad de Guayaquil, aunque necesaria para muchos, es ilegal y no muy bien vista.

Carlos Gamarra (52 años, Cuenca) es taxista de profesión y desde hace dos horas se encuentra al pie de su vehículo.

No espera a ningún cliente. O mejor sí. Pero no para llevarlo a ningún lado, sino para ofrecerle una pinta de sangre, de eso muy íntimo que le circula por las venas y hace que esté allí, latiendo y respirando.

Es probable que no sepa que sus 450 mililitros de sangre se componen de plasma (parte líquida), glóbulos rojos (eritrocitos), glóbulos blancos (leucocitos) y plaquetas (trombocitos).

Probablemente desconoce que su pinta de sangre equivale, más o menos, al 10 % del total de su volumen sanguíneo corporal.

Sin embargo, desde hace cinco años, está allí, como si lo supiera todo.

“La situación está dura, uno tiene familia que mantener, que cuidar. Mis hijos todavía están pequeños”, dice Carlos, mirando a un suelo que tiembla cada vez que pasan los buses de transporte urbano repletos de gente.

Se niega a dar mayores detalles de su “segundo trabajo”, pero un cuidador de carros, franela en mano, lo delata en voz baja.

“El pana viene siempre por aquí porque tiene un tipo de sangre jodido, creo que es O negativo, por esa pagan hasta gamba y media (150 dólares). En este tiempo, qué va a ser malo un billetito así, diga”. 

A medida que la mañana pierde sus horas, gente de todos lados llega hasta el Banco de Sangre de la Cruz Roja del Guayas, en busca del líquido vital, lugar en el que, cualquier tipo de sangre tiene un precio por pinta de 113,41 dólares. 

En la Cruz Roja del Guayas, las brigadas para obtener donaciones de sangre son permanentes. Fotografías: Jorge Ampuero.

Casos que no pueden esperar

Uno de los que arriba al lugar, es Geovanny Caisaguano, originario de la provincia de Bolívar, empleado de una compañía portuaria.

Su urgencia es casi la de quien ha sido atropellado, pues tiene un hijo con leucemia al que hay que hacerle periódicas transfusiones de sangre.

“Mi hijito tiene 10 años, nació con ese problema, y su tipo de sangre (O positivo), aunque no es escaso, lo necesito con bastante frecuencia. Por eso vengo, para ver si puedo conseguir más barato”, confiesa Geovanny, con una tristeza que puede detectarse a varios metros de distancia.

“Mire, yo he pedido a amigos y familiares que hagan sus donaciones, pero eso tiene un término, además, no siempre están disponibles.

Me han ayudado mucho. Pero como lo de mi hijo es crónico, tengo que comprar porque ya no tengo gente a la cual pedirle más donaciones”. 

El hijo de Geovanny precisa con mayor regularidad de plaquetas, cuya función es producir coágulos que ralentizan el sangrado.

De todos los componentes, es el más complicado de conseguir, pues el donante tiene que pasar por varios exámenes que garanticen su compatibilidad con el receptor.

“A veces he tenido que pagar hasta 200 dólares por una pinta, pues ya no tengo quién me done”.

Su búsqueda tiene los efectos esperados, ya que, nada más escuchar el tipo de sangre que requiere, un joven de brazos fornidos y descubiertos, se le acerca a paso ligero, se lo lleva a la esquina y conversa un rato, pocos minutos.

El negocio ha concluido de manera satisfactoria, ya que, en menos de 20 minutos, Geovanny se retira, también presuroso, no sin antes decir: “Todo bien”.

De las palabras de Geovanny pueden extraerse dos conclusiones: la sangre, cuyas funciones básicas en el cuerpo humano son transportar nutrientes, realizar el intercambio gaseoso (entrega de oxígeno y retiro de dióxido de carbono) y ayudar en la respuesta inmunitaria, se vende como cualquier artículo en el mercado.

A la vez, su “stock” o disponibilidad, depende de cuán rara o especial sea.

Los grupos de sangre se dividen en A+,A-,B+,B-, AB+,AB-,O+ y O-, siendo los más comunes los dos primeros. Existe, además, el llamado tipo AB nulo, considerado la “sangre dorada”, pues se cree que en todo el mundo las personas que lo tienen no pasan de cincuenta.

Familiares de quienes necesitan sangre, esperan en la Cruz Roja del Guayas. No siempre consiguen lo que necesitan.

“No pasa nada”

Jorge Quimí, un moreno de ojos de noche quemada, tiene 25 años y aunque hoy no está en plan de vender su sangre sino acompañando a una tía, refiere que, cierta vez que necesitaba pagar su matrícula en la universidad y se había quedado sin trabajo, se vio precisado a vender una pinta.

“La gente dice que te desmayas, que te da mareo, que te puedes morir, un pocotón de cosas.

Pero es mentira, pura lámpara, si uno está bien papeado no hay problema. Te tomas una colita y listo”. 

Lo dicho por Quimí es verdad, en la mayoría de los casos.

Sin embargo, de acuerdo con el doctor Jorge Coello, “hay que tomar en cuenta que, cuando se hace una donación, el plasma extraído se recupera en 24 horas.

No así los glóbulos rojos, que demoran hasta seis semanas en reponerse.

Por eso, lo aconsejable es que las donaciones se hagan en un intervalo de 8 semanas o dos meses porque, de lo contrario, la salud sí se ve afectada”.

La sangre no se fabrica

El profesional de la salud aclara que, aunque “la ciencia ha avanzado mucho, aún no existe sangre de origen sintético, es decir, que se pueda fabricar.

La sangre tiene componentes tan complejos que tardará mucho tiempo en crearse un líquido que cumpla todas sus funciones. Mientras tanto, hay que cuidarla”.

Recuerda también que los donantes, de acuerdo con la Cruz Roja, deben cumplir una serie de requisitos, tales como pesar más de 50 kilos, estar entre los 17 y 65 años, haber desayunado o almorzado al menos dos horas antes de la donación y, si se tiene un tatuaje, este debe tener por lo menos un año de haber sido hecho. 

Mientras limpia los espejos de un Aveo negro, y como si hubiera escuchado a Coello, el cuidador de carros interviene otra vez.

En el 2022, según datos de la rendición de cuentas de la Cruz Roja del Guayas, 486.044 pacientes se beneficiaron de la donación de sangre.

“Aquí hay gente que viene seguido, créalo. Yo no sé cómo hacen, pero parece que no les pasa nada dando sangre cada vez y cuando”. 

De acuerdo con el artículo 6 del Reglamento a la Ley Orgánica de Salud, expedida el 16 de octubre del 2008, “el Ministerio de Salud Pública regulará y controlará lo correspondiente a costos de operación involucrados en los procesos de obtención, donación, procesamiento, distribución y utilización de sangre, sus derivados y componentes, con el objeto de estandarizarlos y posibilitar su acceso equitativo”. 

Todo esto rige para las instituciones públicas, ya que en las privadas, sean estas clínicas u hospitales, el costo se fija de acuerdo a su libre arbitrio.

Algo de historia

Aunque la sangre ha estado ligada a la vida en forma inseparable desde tiempos inmemoriales, fue recién en el siglo XVII, concretamente el 17 de abril de 1616, cuando el científico inglés William Harvey descubrió que el corazón envía la sangre a todo el cuerpo y que esta regresa por el mismo camino como si fuera un circuito cerrado que solo deja de circular con la muerte. 

Con este importante antecedente, y en un intento por salvar a mujeres que sufrían hemorragias después de dar a luz, en 1818, el médico obstetra James Blundell, también de origen inglés, logra la primera transfusión de sangre entre diferentes individuos del género humano. 

Blundell efectuó 10 de estas operaciones. Pero sólo 4 resultaron efectivas. Las reacciones adversas —a veces fatales— se las atribuía a la presencia de aire en la sangre, cuando en realidad se debían a los niveles de incompatibilidad de los tipos sanguíneos. 

Donación voluntaria

En las afueras del Terminal Terrestre de Guayaquil pudiera recogerse sangre sin mayores dificultades porque el tránsito de personas es imparable, día y noche.

Allí, a un costado de la entrada principal, hay una carpa con un equipo de voluntarios de la Cruz Roja. Su labor, sin embargo, no siempre resulta exitosa.

Carlos (nombre protegido) refiere que no les molesta que les llamen “vampiros chupasangre”, ya que eso sólo lo dicen quienes no saben lo importante que es contar con las reservas suficientes de sangre. “Cualquier persona está expuesta a una necesidad de estas”. 

El joven, que es parte de los 10.000 voluntarios con que cuenta la Cruz Roja a nivel nacional, indica que, cada vez que alguien dona sangre, está potencialmente salvando la vida de cuatro personas, pues son cuatro los hemocomponentes de la sangre.

“La mayoría de las personas se niegan porque creen que se les afecta la salud y consideran que una pinta es un litro, cuando en realidad es solo la mitad de eso”. 

Para demostrar lo que dice se acerca a un individuo que, apurado, va rumbo a la puerta principal del terminal.

Este ni siquiera se molesta en mirarlo. Hace como que ve la hora en su celular y lo deja con el saludo en la boca.

“¿Se da cuenta? Así es la mayoría, son pocos los que colaboran”, sentencia Carlos, quien, a pesar de todo, tiene a dos donantes ubicados en sus camillas.

Uno de ellos, “Rogelio”, se niega a dar la cara y sólo acepta una fotografía de lejos. Él perdió a su madre por insuficiencia cardíaca y sabe lo duro que es eso. 

A pesar de que la Organización Panamericana de la Salud indicó que el Covid-19 no se transmite por medio de la sangre, durante la pandemia de Covid-19, las donaciones se redujeron drásticamente, porque existía el temor en la ciudadanía de que podría facilitarse la multiplicación de casos. 

El año pasado, cerca de medio millón de personas (486.044) se beneficiaron con la donación de sangre en la provincia del Guayas, según la rendición de cuentas de la Cruz Roja provincial.

En el mercado clandestino de Guayaquil, una pinta de sangre podría llegar a costar hasta 600 dólares.

Solidaridad inesperada

José Vicente Bustamante no sabe de esas cifras ni está obligado a saberlo.

Tiene 32 años, un título de mecánico tornero obtenido a la fuerza (quería ser militar como su abuelo materno) y desde hace 3 años no sabe lo que es recibir un salario.

Vive en el Guasmo central, cooperativa Pablo Neruda, y cada cierto tiempo se da sus vueltas por la esquina de la Cruz Roja.

Él, al igual que Carlos, pone su sangre a disposición del mejor postor, aunque a veces ha hecho sus excepciones por “humanidad”.

“En total son ya cinco veces que he vendido mi sangre. Ya estoy calificado para hacerlo, pues, a pesar de la crisis, me cuido y trato de comer sano”, cuenta Bustamante, también en voz baja. 

“En esta vaina se ve de todo. No crea que sólo gente chira viene a buscar sangre, también hay sus pelucones que hasta regatean. La necesidad es así”.

Hace una pausa en sus palabras porque ve llegar un carro y algo podría haber, ya casi llegando el mediodía. No pasa nada. Nadie requiere de sus servicios. 

“Fíjese que una vez, a fines de año, llegó una familia entera porque un hijo suyo había sufrido un accidente de moto.

Llegaron hasta con la abuelita. Buscaban tres pintas de sangre porque el mancito ya mismo se petateaba.

Todos lloraban. Pero lo más turro es que no tenían plata, solo como 30 latas. Quise hacerme el loco, pero no aguanté la pena, me agarró la llorona y se las di gratis. También a uno le puede suceder”. 

Otra vez fue testigo de un drama familiar en plena calle, cuando dos grupos familiares peleaban a grito partido por una transfusión de sangre urgente. 

“Unos eran de los testigos de Jehová, que no aceptan sangre así se estén muriendo, y los otros eran evangélicos.

Yo creo que era una viejita la que estaba grave, y mientras un señor gritaba “¡La sangre de Cristo tiene poder!”, del otro lado una señora gorda le contestaba “¡Eso será para ti, fanático hueso colorado!”.

Se armó un relajo del san puto que tuvieron que llamar a la policía”, recuerda Bustamante, sin dejar de mirar a cuanta persona se acerca. 

Llega el mediodía y la ciudad se agrupa en restaurantes, carretas y veredas para almorzar. 

José Vicente también se aleja, pero con intenciones de volver porque, al parecer, tiene el pálpito certero de que, unas horas más tarde, alguien necesitará de él y de su sangre, que también tiene poder…

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