¿Qué le pasó al casino Auca?
El edificio Dassum S.A., en el centro de Quito, está devorado por la humedad. Las ventanas rotas dieron paso a que las aguas de la lluvia se impregnen en las paredes de cemento armado. Las esquinas se forraron de hongos y de moho.
En sus cinco pisos se ha acumulado grama y pasto dentado. La mala hierba crece a sus anchas, porque no hay mantenimiento para esta infraestructura de 60 años y 2.293.30 m2 de construcción.
¿Cuántas entradas tenía el edificio Dassum?
La edificación tiene dos ingresos. El primero, por la calle Sucre Oe4-14 y el segundo, por la Venezuela. Entrar al inmueble no es posible. Ambos accesos están bloqueados.
“No hay las llaves. Nadie sabe quién es el dueño”, asegura Pablo Buitrón, representante del Frente de Defensa del Centro Histórico.
Los orificios de las puertas permiten ver que delincuentes y saqueadores visitaron las instalaciones. Los umbrales de la recepción están rotos; las baterías sanitarias y lavabos fueron removidos y amontonados en esa área. Lo mismo ocurre en el acceso que da a lo que alguna vez fue el comedor. Las instalaciones han cogido polvo y las alfombras fueron arrancadas.
¿Cómo era el Hotel Casino Auca?
Atrás, muy atrás, quedó el reluciente local del Hotel Casino Auca, uno de los puntos de hospedaje más emblemáticos del Casco Colonial desde los años 70 hasta la primera década del 2000.
Por aquella época, el movimiento en la planta baja del edificio era permanente. Las máquinas tragamonedas desplegaban sus luces y colores cada vez que un sucre (la moneda de ese entonces) se deslizaba por la hendidura del artilugio.
Las ruletas no dejaban de girar, al tiempo que los naipes desfilaban en una mano de póquer y en en el juego de Black Jack.

“El casino del hotel daba mucha vida. A eso de las 18:00, la gente salía de su trabajo y entraba para distraerse”, recuerda Amanda Tul, quien ha sido moradora del sector “desde que tiene memoria”.
Antes de que se instalara el casino, el hotel era el punto de encuentro de artistas que llegaban a la ciudad, por las Fiestas de Quito.
Doña Amanda recuerda esos ambientes porque jugaba en la peluquería de su padre, que se instaló en el primer piso del hotel. Ahí conoció a personajes de la política, como el expresidente Jaime Roldós Aguilera, y al expresidente del Congreso Nacional, Averroes Bucaram.

“Llegaron artistas como Los Visconti y Los Panchos. También venían turistas de Europa, sobre todo de Francia ¡Qué buenos tiempos!”, dice con nostalgia.
Un proyecto que nunca se ejecutó
En 2012, el Municipio y el Ministerio de Desarrollo Urbano y Vivienda (Miduvi) lideraron el Plan de Revitalización del Centro Histórico, cuya ejecución estaba prevista para los siguientes cinco años.
El Cabildo tenía calculado la readecuación de La Marín, la plaza del Tejar, del Centro Deportivo Cumandá, entre otros puntos; mientras, Miduvi tenía a cargo la rehabilitación del expenal García Moreno, así como la intervención del colegio Simón Bolívar, donde se anunció la instalación de dependencias de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
También se contempló la sustitución del edificio Dassum. Para este lugar se programó la construcción de una plaza-invernadero con plantas autóctonas, lo que jamás ocurrió.
Después del cierre de los casinos, en 2012, durante el régimen de Rafael Correa, el edificio Dassum S.A., pasó a manos de la Secretaría Técnica de Gestión Inmobiliaria del Sector Público y se convirtió en una construcción abandonada, vetusta y sin uso.
Inicios del Casino Auca
Es martes 5 de julio, Víctor Lema, expropietario del Casino recorre el edificio abandonado con un sentimiento de impotencia.
Se detiene como para percibir el aroma de descuido y olvido, seguido de un movimiento de la cabeza. Mira hacia el piso. ¡Qué pena!, dice entre dientes.

En una carpeta de cuero, Víctor lleva a todos lados las fotos de sus “tiempos mozos”. Mira las imágenes, cuenta la historia de cada una.
Como la ocasión en que conoció a la cantante Nancy Chiriboga. En una foto posa al lado de Lema, forrada de un vestido negro con un collar de diamantes.
O de la época en que repartió desayunos a los indigentes del centro histórico. Los sábados, desde las 05:00, la fila superaba las dos cuadras de la calle Venezuela. Los beneficiarios salían contentos al servirse café con un sánduche de queso y mortadela.
Víctor llora en silencio. “Mi dolor es de impotencia”, dice. La apariencia del casino, desgastado y corroído por el tiempo, le duele.
El 28 de julio, Víctor cumplió 60 años; 40 de ellos los vivió como administrador y gerente en los juegos de azar. Después de cumplir los 19, conoció los trucos y gajes del oficio. Se inició como croupier (controlador de apuestas) en el hotel Ambato, ciudad donde nació.
Su pasión por los casinos nació en 1980, después de conocer a Marco Vinicio Reyes, un casinero ecuatoriano, radicado en Las Vegas (Estados Unidos), quien impartió un taller para 300 aspirantes.
En ese espacio, Víctor vio la soltura del manejo de naipes, fichas y todos los trucos que detonaron su vocación. Al final de la capacitación se quedaron 10 estudiantes.
Semanas después, el propietario del hotel Ambato, le contó a Víctor que se iba a trasladar a Quito, reclutando a él y a otros cuatro compañeros.
Ya en la capital, el primer lugar donde trabajó Victor fue en el hotel Real Audiencia, en la Plaza Santo Domingo.
Luego se conformó el Casino en el hotel Auca, en donde ascendió como administrador y después gerente. Una de sus estrategias para sacar adelante el negocio fue trabajar a comisión con Miguel Palacios, propietario de la empresa Printer, que colocaba las máquinas y las tragamonedas en los casinos.
A eso se sumó el desfile de artistas nacionales e internacionales, que tocaban en vivo, como Franklin Villegas, Víctor Cando (vocalista de Sahiro), Fabio Ramón, Shalo Sandro de Ecuador, Grace Carrillo, Jaime Enrique Aimara, Tirso Gómez, Los Golpes (Chile), entre otros.
Su escala de posiciones fue tal, que Victor Lema no solo se convirtió en el dueño del casino del hotel Ambato, sino también del hotel Auca (su favorito) y luego el Casino Chalet Suisse.
El ocaso del negocio
El declive del negocio del azar tuvo que ver con varios obstáculos. Uno de ellos fue la proliferación de tragamonedas.
En 1992, un ciudadano de nacionalidad peruana (del que Victor no quiso dar su nombre), instaló tragamonedas electrónicas. Eran dispositivos modernos para la época, lo que llamó la atención de los ciudadanos, reduciendo el número de clientes a los casinos.
Después, en el régimen de Correa, los impuestos por IVA e ICE se incrementaron en un 400 por ciento. “Por una máquina pagábamos al Municipio 30 dólares, pero nos aumentaron a 300 dólares. Era imposible sostener los gastos de la empresa”, reitera.
A eso se sumó la oferta de hoteles de lujo. En 2005, el hotel Quito invirtió cinco millones de dólares para abrir el club de juegos, que buscaba una demanda diaria de 150 personas. El Monte Carlo, en cambio, desembolsó 7,8 millones de dólares con tres ruletas, cinco mesas de Black Jack, tres de póker y 125 máquinas de juego, con una expectativa de mil personas diarias.
Pero el peor obstáculo que enfrentó Víctor Lema fue el cierre definitivo de los casinos, tras la Consulta Popular de 2011. Aunque el Gobierno dio un plazo para la clausura, Lema se vio obligado a cerrar el casino ocho meses antes del plazo por órdenes municipales, lo que ocasionó otro inconveniente: cancelar de manera anticipada la liquidación de al menos 50 personas.
“Vendí propiedades, una camioneta. Me quedé en la calle, pero todo fue con tal de pagar las liquidaciones a mis empleados”, comenta resignado.
Pasaron 10 años de ese duro golpe. No solo del instante en el que se quedó sin su oficio, sino también de aquella temporada en que pensó en quitarse la vida.
En su casa había cuatro pistolas con alimentadoras, que las adquirieron con permisos de ley. Se las entregaron al personal de seguridad, pero tras el cierre las guardaron. Víctor no niega que las buscó para dispararlas en la sien. Nunca las encontró porque las regalaron.
“Si yo las hubiera encontrado, me habría pegado un tiro, porque sentí que me robaron”, explica.
Con el tiempo, entendió que su familia es la principal razón para salir adelante. Ahora, se dedica a formar a niños y jóvenes en la escuela de fútbol La Cantera de los Libertadores, ubicada en la Magdalena Alta, por el sector de la Cima de la Libertad.
Para ello, retomó sus estudios en el Instituto Técnico Pichincha en donde se graduó como Técnico de Deportes.
No obstante, Víctor no pierde la esperanza de que haya una reapertura de los casinos. Está convencido de que los diálogos entre Ascabi y el Gobierno serán clave, para que vuelva a la labor que tanto le apasiona.
Y sin vacilar, repite: “Si volviera a nacer, sería casinero”.
Que bueno que cerraron esos antros de vicio y desperdicio de valores.
Con torpes ideas del correato, Barrera, Rodas y Yunda, prácticamente se destruyó la vida en Centro Histórico, los chicos y chicas que daban alegría, ya no están pues colegios cerraron y la peatonalizacion impide la vida de siglos.