No se sabe cuándo actúa o cuándo está hablando en serio. Es que Andrés Crespo es de ese tipo de actores que se pasea con sus personajes por donde quiera que vaya. Como quiera que sea, todo lo que sale de su boca es desopilante, lo que orilla a su interlocutor ocasional a la carcajada, pero a la carcajada reflexiva.
Estamos en el parque de Urdesa y él aparece pulcro, amable, solícito. “¿En qué sitio me pongo?”, pregunta. Él mismo se coloca el micrófono, como quien se come unas papas fritas. Emana seguridad, autosuficiencia; se le percibe resuelto.
“Hola, hola… Buenas tardes, buenos días. Aló, aló. Ahí está. Bacán, bacán”, articula para asegurarse de que el video en el que saldrá tenga buen sonido.
Andrés Crespo, podría decirse, ha buceado en el Guayaquil profundo y tal vez esa sea la razón por la cual a él le resulta fácil convertirse en un camaleón que se mimetiza con el arquetipo del guayaquileño bagrero.
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—Andrés, ¿qué sientes cuando escuchas la palabra bagre? ¿Qué te evoca?
—Mmm… Caldo de bagre, pescado de río —esboza una sonrisa—. Tiene otras connotaciones, ¿no? La gente la usaba (la palabra) para decir que algo era feo —entona la voz como guayaquileño de barrio peligroso e imita su dicción—: “Eshhe man es un bagre. Una bagresffh. ¡Nos traes unos bagresffh acá!”. Así dicen, ¿no? Pero yo nunca lo usé porque mi familia era progresista y delicada, entonces nunca entré en esa jugada.
—¿Te gusta el caldo de bagre?
—No recuerdo haberlo probado, pero a mí no necesariamente me gustan los pescados de río; la trucha sí, más o menos; la tilapia, un chance, pero bueno. El salmón es de agua dulce también, ¿no? Y el salmón es uno de mis pescados favoritos. No he comido caldo de bagre, aunque dicen que es bueno para el espíritu —silencio. Calla por tres segundos—. ¿Sabes qué? No hay en todos lados, no es un plato popularizado, como pasa con miles de otros platos en Ecuador. No es que tú vayas a almorzar y encuentres caldo de bagre en los restaurantes.
—No es gourmet…
—Claro, pero tampoco popular. Habría que ver por qué.
—¿Qué es lo más bagre que has vivido?
—¡Shuuu! —emite una onomatopeya local, como si se sintiera abrumado por la pregunta—. No sabría elegir. La vida tiene un constante bagrismo acompañándola todo el tiempo, entonces no sabría especificar, pero sin resquicio de duda, la pandemia ha sido bagre. Como todo lo bagre, es parte de la vida. Sin bagre no hay nada.
—¿Andar con mascarilla es bagre?
—Es turro, pero peores cosas hay, de largo; hay que tener prioridades. De ley.
—¿Cuál crees que es la mayor virtud del bagre?
—El bagre es lo único que te enseña a vivir. Los humanos solamente crecemos cuando estamos contra las cuerdas; solamente una situación bien bagre te pone contra las cuerdas, y ahí creces. Por eso el bagre es fundamental para la vida. El bagre te curte.
—¿Algunas vez te han hecho sentir bagre?
—Tendría que, en algún momento, haber creído que no era bagre para que alguien me hiciera sentir bagre. Nunca lo he pensado de esa manera, pero cuando era pelado alguna vez escuché a una pelada decir: “ese man como que se cree guapo”. Es que yo andaba con unos panas guapos y trataba de ser un poco guapo, pero no lo lograba, entonces tuve que despertar otro talento para poder comer (ja,ja,ja,ja). Ya me has hecho dar ganas de probar un caldo de bagre, aunque debe haber bagre frito, bagre asado; se puede comer bagre, sancocho —dice mientras mira a la persona que lo entrevista y se desentiende de la cámara.
—¿Crees que el bagre tiene fama de sucio?
—El man como que es un poco basurero. Me has hecho reflexionar en esta mañana acerca de muchas cosas y por eso te agradezco. Es que, ¿si ves? Todo tiene dos caras. Hasta el bagre. Esto es filosófico. Lo que sí soy es bagrero, esa es mi línea, porque todo es bello.
—¿Tiene alguna ventaja ser bagrero?
—Estoy jodiendo, pero sí me impresiona el Instagram. Cuando yo lo veo digo: “estos culos, ¿no?”. Porque esa nota te impacta tanto y se te aloja de una manera adictiva en el cerebro, pero, para decirlo como es, a mí me han gustado mujeres de todo tipo. Y eso me alegra.
—¿Estar chiro es bagre?
Es súper bagre. Yo pasé chiro desde los 29 hasta los 42 años, más o menos, de ahí todo el tiempo tengo plata (ja,ja,ja,ja).
—¿Alguna otra situación bagre?
—Pasé cuatro meses encerrado por la pandemia. Es que todo palidece con respecto a la pandemia, aunque hay gente que no se dio cuenta, pero yo pasé cuatro meses encerrado, sin poder ir a ver a mis hijos. Es indescriptible lo que pasó.
—¿Te truncó muchos proyectos la pandemia?
—Sí, pero después los retomé. Voy a grabar el piloto de una serie, estoy escribiendo bastante y grabando en Guayaquil guerrilleramente en la calle con unos panas. Ashtarak Films se llama la compañía y estamos grabando una película con Henry Zambrano, Daniel Llanos, Luisa Cuesta, Michael Lojano, Carlos Gallego, Dominique Pazmiño. Todo un personal.
—¿Cuándo verá la luz ese proyecto?
—No sabemos porque tenemos dos escenas largas grabadas, de ahí vamos a sacar un teaser y a tocar puertas para tumbarle un billete a alguien. Ese es el norte.
***
Andrés Crespo nació en Guayaquil, Ecuador, en 1970. Es actor, director y guionista. Su estilo desenfadado le ha conferido una fama de travieso que traspasa los muros de la actuación, por eso cada vez que se le quiere tomar el pulso al guayaquileño de a pie salta su nombre.
—Me parece muy bien que saquen esta revista (Bagre) justo después de la pandemia —dice entusiasmado—, porque yo creo que esta pandemia ha parido este bagre. Y ya pues, un bagre lo único que puede parir es otro bagre.