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CULTURA URBANA
La rutina

La rutina

El día que un hombre conoció a la que sería su pareja durante 48 años, le regaló una sencilla flor silvestre. Este acto se convirtió en una rutina que se mantuvo hasta la muerte de él. En total le regaló 8.522 flores.


INFOGRAFÍA

Como cada día caía, el sol cuando regresaba de la jornada en el campo a lomo de su borrico. Era poco más que una niña jugando en la puerta de casa cuando él bajó del animal para entregarle -a la que más tarde sería su esposa- una flor silvestre que había cogido para ella:


Tanaceto, Hierba lombriguera
| Bagre revista digital

Ella tenía 16 años y él 22 y desde ese día la rutina se mantuvo durante los cuarenta y ocho años que duraría la relación –tres de noviazgo y cuarenta y cinco de matrimonio-. Al regresar a casa tras su jornada laboral, diariamente, él le entregaba a ella una flor, casi siempre de la misma especie. Ella las secaba y guardaba en un baúl que, con el tiempo, se convirtió en un dietario

Tanaceto, Hierba lombriguera
| Bagre revista digital

En ocasiones la rutina se convirtió en excepción, llegando en algún periodo a desaparecer, haciéndole temer a ella que nunca regresaría.

Tanaceto, Hierba lombriguera
| Bagre revista digital

Pero la rutina se mantuvo, incluso cuando se mudaron a la ciudad, donde las flores escasean en los barrios obreros. Aunque la rutina debió mudar al rosa de unas flores que crecían en un solar cercano a un cementerio.

Valeriana roja, Milamores
CENTRANTHUS RUBER
| Bagre revista digital
Valeriana roja, Milamores
CENTRANTHUS RUBER
| Bagre revista digital

Solo cuando regresaron al pueblo, estando él muy enfermo, retornó la rutina a su amarillo original, el color preferido de ella desde aquel lejano día del verano de 1963

Valeriana roja, Milamores
CENTRANTHUS RUBER
| Bagre revista digital

La datificación del primer año se inicia en julio y la del último finaliza en marzo, cuando él fallece. Hacía doscientos setenta días que le había entregado la última flor.

Ella no guardó las flores de los ramos que su marido le entregó en numerosas ocasiones como el festejo del matrimonio, el nacimiento de sus hijos o los aniversarios. Nunca las contabilizó porque entendía que formaban parte de las convenciones sociales, al margen de su rutina.