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Real Audiencia de Quito: la educación estaba reservada a los hombres

Extracto del testamento de Manuela Cañizares. Fotografía: Archivo Nacional

Las rígidas leyes de la época limitaron las actividades de todas las mujeres -pero sobre todo de las mujeres de alcurnia- que vivían en la Real Audiencia de Quito. 

Su destino era la vida de hogar o la conventual. Tampoco les estaba permitido la formación académica. 

Las religiosas eran las únicas mujeres de la Real Audiencia de Quito que tenían acceso a libros y estudios. 

En contraparte, los hombres, disponían de universidades para su formación. 

El historiador Manuel Guzmán Polanco simplifica el asunto: 

“Era una época en la que las mujeres no debían leer ni escribir, en todas las capas sociales, porque eso facilitaba que reciban y crucen mensajes de enamorados sin consentimiento de sus padres y patrones”

Pese a estas prohibiciones expresas, varios documentos, como el propio testamento de Manuela Cañizares, dan cuenta de que las mujeres sí tenían acceso a formación. El cómo, es un misterio. 

Es probable que los sabios franceses que vinieron a Quito a realizar la medición de un paralelo de la línea ecuatorial, entre los que se hallaba La Condamine, hayan trabado amistad con mujeres de círculos privilegiados de la ciudad de Quito. 

Documentos históricos y crónicas de La Condamine mencionan festejos que se realizaron en su honor en las casas de las familias adineradas.  

En estas tertulias La Condamine y su séquito de franceses compartían con sus anfitriones las ideas ilustradas: pensamientos que causaban resquebrajamiento y conmoción al orden establecido en Francia y España.  

Por su parte, los criollos -hijos de españoles nacidos en América- se quejaban de no tener acceso al poder político, el cual era ostentado exclusivamente por los españoles. 

Esta discriminación incubó el descontento, además de las elevadas tasas que debían pagar al representante de la corona española por concepto de impuestos. 

Así, los círculos cerrados de mujeres y hombres criollos, gestaron, desde las sombras, lo que hoy se conoce como el Primer Grito de la Independencia.