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Muerta de hambre

Fernanda García Lao
Fernanda García Lao es escritora, dramaturga y poeta argentina española. Fotografía: Vallejo y Co.

“Para encontrar determinadas zonas de luz hay que pasar la oscuridad”.

(Fernanda García Lao).

En 1486 Sandro Botticelli mostraba en Florencia “El nacimiento de Venus”, una obra de 278 centímetros de ancho por 172,5 centímetros de alto. Desde entonces cada mirada se rinde ante Afrodita y su desnudez.

Más allá de la intención de recrear el mito, Botticelli puso sobre la mesa el concepto de figura o la forma externa del cuerpo, dando paso a que se hable, hasta hoy, en múltiples contextos. En este caso: entiéndase como figura lo relacionado a la apariencia.

La pintura es sin duda el registro más adecuado para aproximarnos a la representación del cuerpo. Pintores como Rubens, Botero y muchos otros ponen sobre la mesa el conflicto de la corporalidad y la apariencia.

Tomando lo dicho por Santa Teresa: “el cuerpo, como una cárcel”.

En cada cuadro, con cada pincelada, el manejo de la luz y la sombra puede mostrarnos la belleza o la brutalidad.

Huelga a la inversa

He sido gruesa y desgraciada desde que tengo memoria.

Así empieza “Muerta de hambre”, novela de la autora argentina Fernanda García Lao.

Nos encontramos en un ambiente tenso, pesado, dentro de un frigorífico. La protagonista de la obra quiere devorarlo todo: se reconoce gorda y sobre todo perversa. Tiene la sensación de que su cuerpo es una cárcel, por ello empieza una huelga a la inversa.

Toma la decisión de participar en un concurso de gordos y enfrentar a todo ese público ansioso de carne“Mi grasa sería un escudo. Cuanto más gorda, más protegida”.

Muerta de hambre está pensada a manera de una cena de nueve platos, capítulos (Cerca del plato, Con el tenedor en la mano… Recta final).

En este caso, cada uno es un acercamiento a la comida y su respectivo proceso; resulta inevitable no sentir la reacción de nuestro cuerpo, el salivar, el ansia por probar un poco de equis platillo, la activación de las fosas nasales al percibir un aroma delicioso que nos envuelve e invita a saciar nuestro apetito.

Arrancar con los dientes, Yo trituro, Al centro del estómago y Jugos se absorben son algunos de los capítulos del libro Muerta de Hambre. Fotografía: BuscaLibre.

La lucha contra los códigos sociales

Estoy enferma. Mi anarquía devoradora me ha provocado gastritis crónica. Una nube de gas ha encallado en mis intestinos”.

La protagonista lucha contra un mundo donde la apariencia es lo que vale, ante unos códigos sociales, que al igual que las normas de la mesa siempre dejan de lado o en las sombras a todos aquellos que no sean bien vistos.

La voracidad con la que vive y ama, la llevan a enfrentarse a la celda que es su propio cuerpo, sus limitaciones y su propio habitar: querer comerlo todo, pero termina sintiendo empacho de sí misma y de todo cuanto la rodea.

Quiere ponerle fin a su vida en el único lugar donde se siente, si no segura, identificada: la cocina.

“Ahora soy el personaje de una novela femenina y mañana seré la víctima de mis propios besos dementes“.

¿Y los cuerpos reales?

Sin duda la obesidad es considerada una enfermedad moderna, basta con entrar a Tik Tok o Instagram para que nos bombardeen millares de historias de cuerpos saludables.

¿Dónde quedan los cuerpos reales? Aquellos que tiempo atrás fueron sinónimo de vitalidad y buen estado de salud: quedan en malas adaptaciones de telenovelas como Mi gorda bella o esos personajes que sufren abuso escolar y terminan explotando sin importar los daños colaterales.

Muerta de hambre es una obra contundente, dotada de una ironía que da en el clavo de ese mundo de apariencias. Tranquilamente la protagonista de esta novela puede decirle a Venus: “Quítate tú, pa ponerme yo…”.