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La música de Julio Jaramillo lo mantiene vivo en la memoria colectiva

Julio Jaramillo internacionalizó su música y alcanzó el éxito siendo muy joven. Fotografía: MBN.

Julio Alfredo Jaramillo Laurido nació el 1 de octubre de 1935. Cumpliría 87 años de no ser por su desaparición física el 9 de febrero de 1978, cuando tenía 42 años.

Fue reconocido como El Ruiseñor de América y Míster Juramento. Se apasionó por la música de tal forma que creció escuchando a los dúos Guayaquil y Villafuerte, a Carlos Rubira Infante, a Olimpo Cárdenas. Ellos fueron su referente.

En compañía de su hermano mayor Pepe Jaramillo cantó en la casa del músico de apellido Toapanta, lo que su madre no vio con buenos ojos.

Sus estudios los realizó en la Filantrópica y en una escuela fiscal, con el maestro, escritor y poeta Lauro Dávila, quien escribió el pasillo Guayaquil de mis amores.

Para ganarse el sustento se empleó como zapatero y barnizador de muebles, estampas y herramientas que reposan en el Museo de la Música Popular Julio Jaramillo, en Puerto Santa Ana, en Guayaquil.

Pero seguía regando la semilla musical que había sembrado y que agudizaba en él la voz melodiosa y cálida que más tarde lo llevaría a la fama.

Se presentaba en programas de radio y cuando tenía 15 años, con dos amigos formó un trío con el cual recorrió Esmeraldas y Manabí. Desde entonces también su vida se volvió bohemia y ni los castigos y consejos de su madre lograron que rectificara.

Primer disco

En 1954, a los 19 años, graba su primer disco dedicado a su madre titulado Pobre mi madre querida, junto a Fresia Saavedra; para entonces empieza a ser conocido y su carrera musical se encamina hacia el ascenso.

Un año después junto con Carlos Rubira Infante canta Esposa. En este mismo año (1955), se consagra como solista con el vals Fatalidad.

La canción fue difundida en las radios de Ecuador, incluso en emisoras de otros países.

Dos años después, el bolero Nuestro juramento lo consagra como un artista internacional. Entonces empieza a con las giras en Ecuador, Perú, Colombia, Uruguay, Argentina, Chile.

Pero no todo fue color de rosas, puesto que al regresar al país luego de terminar sus conciertos fue detenido para que cumpla con el servicio militar.

Al salir de la milicia retoma su carrera; actúa por varios meses en el cine Guayas, en el puerto principal, esto en 1960.

Su repertorio musical es amplio y sus canciones han sido versionadas por algunos artistas. Fotografía: YouTube.

Al exterior

Cinco años después se despide de Ecuador y viaja con rumbo a Venezuela, país donde se radicó y donde realizó giras. Fue además a México, Puerto Rico, y recorrió América Central llevando su música.

En su repertorio musical consta las grabaciones que hiciera con Daniel Santos, Olimpo Cárdenas y Alci Acosta.

Su vida de bohemia continuaba y eso hizo que económicamente se mantuviera estable solo por un tiempo. A lo que se sumaron los líos por los que era encarcelado, particularmente por su vida sentimental.

Sus últimas giras internacionales fueron a Estados Unidos y Canadá.

En 1975 regresa a Ecuador un Julio Jaramillo enfermo de cirrosis producto de la ingesta permanente de alcohol y su vida andariega.

Ese fue el declive de su carrera, pues su voz ya no era la misma y, el público que un día lo aclamó y aplaudió, ahora lo abucheaba y se mofaba.

Hasta entonces ya Julio Jaramillo tenía un amplio repertorio, en el cual constaban canciones como Reminiscencias, No me toquen ese vals, Ódiame, Rondando tu esquina, Cinco centavitos, Te odio y te quiero, Fatalidad, El alma en los labios, entre otras.

Su deceso

Trabajó en Radio Cristal donde tenía un programa llamado La hora de J. J., con el cual apenas ganaba algo de dinero para subsistir.

Fue operado de la vesícula y falleció el 9 de febrero de 1978 debido a un paro cardiaco, insuficiencia hepatorrenal y otras complicaciones.

A su muerte -pese a que en la última etapa de su carrera fue criticado- se evidenció el cariño y respeto que cultivó por años con el acompañamiento fúnebre de más de 200 mil personas.

Una película, un museo, un monumento y el recuerdo latente del Ruiseñor de América -que es escuchado por varias generaciones, con sus canciones adaptadas como en Jaramillo Sinfónico– es el legado de este hombre que cada año concita a sus fieles seguidores a su tumba, donde le cantan, le hablan, lo lloran y le agradecen.