Para Pablo Buitrón, representante del Frente de Defensa del Centro Histórico, la disminución de visitantes nacionales y extranjeros en este sector es solo “la punta del iceberg”, frente a la serie de problemas suscitados por las modificaciones.
“En lugar de mejorar su habitabilidad, han empeorado las condiciones para visitantes y habitantes”, asegura.
La peatonalización, a decir de Buitrón, se convirtió en un problema latente dentro del casco colonial.
La ejecución de vías peatonales forma parte del “Plan de Preservación y Embellecimiento del Centro Histórico”, que se presentó en la administración del alcalde Mauricio Rodas.
En total se peatonalizaron más de 1.500 metros lineales. En 2015 fueron intervinidas las calles Flores (100 metros) y la Manabí (100 m).
En el 2018 se inició la construcción del Paseo de las 7 Cruces (800 m), el Paseo de La Merced (400 m) y el Paseo de La Guaragua (150 m), según un informe difundido por el Cabildo.
Dicho plan contempló, además, el control del comercio informal, la eliminación de grafitis, pintura de fachadas y rehabilitación de bienes patrimoniales.
Los planteamientos
La peatonalización se ejecutó con base en cuatro objetivos: reducción de contaminación ambiental, preservación de las estructuras patrimoniales (alrededor de 5.000 inmuebles inventariados y 130 edificaciones de carácter monumental).
Además, la apropiación del espacio público y retornar la habitabilidad en el Centro Histórico que comprende un espacio urbano de 376 hectáreas.
A pesar de lo hecho, no se ha alcanzado el propósito deseado, según los integrantes del Frente de Defensa.
La organización menciona que -según la Secretaría del Ambiente– con la peatonalización se redujo la emisión del smog entre el 28% y el 30%.
En cuanto a la preservación de bienes patrimoniales, Buitrón advierte que las afectaciones son milimétricas y se dan cada 10 años.
En referencia al tercer y cuatro objetivo, los resultados tampoco son alentadores.
Según el representante, las personas que terminaron apropiándose del Centro Histórico son los indigentes y el comercio informal.
“En lugar de fomentar la circulación, se cerraron las vías longitudinales del centro, lo que complicó su acceso”, resume Buitrón.
Humberto Vaca advierte que antes de que se implementaran los pasos para peatones, se realizaron plantones en contra de la obra, pero las autoridades no hicieron caso. Tampoco escucharon sus propuestas.
A estas protestas, añade Buitrón, se unieron moradores de otros barrios.
Gentrificación, ¿una posibilidad cercana?
El sociólogo Alexander Rosero, en su estudio denominado “Centro Histórico de Quito en resistencia: defensa colectiva frente al proceso de peatonalización”, define a ese proceso como un “fenómeno urbano” dirigido a la supresión del tráfico en determinados espacios callejeros de un entorno urbano.
Rosero explica que estos tratamientos urbanísticos buscan adecuar dichos espacios por medio de pavimentaciones, creación de espacios recreativos, renovación del mobiliario urbano, así como la habilitación de zonas destinadas al acceso de determinado tipo de vehículos.
Bajo ese panorama, Buitrón está convencido de que esta situación apunta a un fenómeno que se configura en la denominada “gentrificación”.
Es decir, un proceso que crea espacios elitistas para un determinado sector de la población a costa de otro que carece de ingresos.
Esta modalidad se aplicó en ciudades como Estambul, Shanghái; Singapur, Ciudad del Cabo, Buenos Aires, Londres, Berlín, New York, Barcelona, entre otras, pero no en todas han habido resultados positivos, asegura Buitrón.
Este fenómeno, según Rosero, también implica intervenciones económicas que buscan proyectar la imagen de un espacio comercial innovador.
Rosero, en su investigación, señala que hay una estrecha relación entre peatonalización y gentrificación, ya que lo que se pretende es “convertir ciertas zonas en espacios comerciales orientados a un público de clase media y media alta”.
Eso atemoriza a Fabiola Erazo, administradora del almacén Miquei, ubicado en la Benalcázar y Espejo.
El negocio funciona desde hace 62 años, pero desde hace 40 opera en este punto comercial en la venta y distribución de ropa para bebé y eventos sociales.
El establecimiento salió adelante gracias a la colaboración familiar. No obstante, el obstáculo más duro que afronta este patrimonio es la reducción de clientes, desde la peatonalización.
“Estas adecuaciones han obligado a que muchos negocios se vayan a otras partes de la ciudad”.
Y añade: “Hemos visto que los inmuebles empiezan a venderse y poco a poco, los habitantes se empiezan a ir”.