La Madonna de la literatura mal entendida cumple 18 años de fallecida

Su maestría literaria la hizo famosa a muy corta edad. Fotografía: Dailymotion.
Françoise Sagan murió el 24 de septiembre del 2004. Alcanzó la gloria con sus publicaciones cuando solo tenía 20 años de edad.

Françoise Sagan fue una escritora francesa, que se convirtió en ícono entre los intelectuales de las décadas de los cincuenta y sesenta.

Su nombre real era Françoise Quoirez. Nació en Cajarc, Francia. Fue considerada como integrante de la Nouvelle Vague (Nueva Ola), pues también dirigió varias películas. 

Su primera novela, Bonjour tristesse (Hola trizteza) (1954), la hizo famosa en pocas semanas y por ella obtuvo el codiciado Prix des Critiques (Gran Premio de la Crítica).

Bonjour tristesse es la historia de una adolescente privilegiada con opiniones precoces acerca del amor, el sexo y los códigos morales.

Fue llevada a la gran pantalla en 1958, por el realizador Otto Preminger, con Jean Seberg, Deborah Kerr y David Niven, como personajes principales.

En aquella época, consciente ya de que la vida desenfrenada la llevaba, se sometió a varias curas de desintoxicación.

Sin embargo, no tardó mucho y recayó.

Su vida no solo estuvo enmarcada en las novelas que escribía, sino también en obras de teatro. Fotografía: Caradisiac.

Su poder literario

En su segunda obra, Un certain sourire (Una cierta sonrisa), en 1956, la novelista cuenta la historia de una joven que se enamoró de un caballero casado y que podía ser su padre, por la edad.

En este relato, por segunda vez, deja al descubierto su maestría literaria y asombrosa, a pesar de graves defectos en la concepción de sus personajes y en el desarrollo de la trama.

Su estilo narrativo, personalísimo, no conocía prejuicios.

A los 20 años de edad, Françoise Sagan gozaba de una fama que ningún novelista había alcanzado a esa edad.

Su camino no solo estaba construido de novelas, sino también de obras de teatro, desde que en 1960 se estrenara en este género con Château en Suède (Castillo en Suecia), que supuso en su carrera teatral el equivalente de Bonjour tristesse en la ficción y que se representó en el teatro L’Atelier.

Aquel año inició su colaboración en L’Express y se ganó la animadversión del gobierno francés por su militancia -por razones humanitarias- contra la tortura en Argelia.

Otras de sus obras teatrales fueron Il fait beau jour et nuit (Hace sol de día y de noche), 1978; Le chien couchant (El perro dormido),1980; y L’excès contraire (El exceso opuesto),1987.

Otra de sus obras publicada en la década de los ochenta. Fotografía: Libreramanía.

Su retiro

Antes de retirarse por incapacidad, escribió varias novelas, algunas de las cuales tuvieron más éxito de ventas por el nombre de la autora que por su calidad literaria.

Entre ellas constan La laisse (La correa), 1989; Un orange immobile (Una naranja inmóvil),1989; Les faux-fuyants (Las pistas falsas),1991; Un chagrin de passage (Una pena pasajera), 1993; y, finalmente, Le miroir égaré (El espejo perdido), 1996; un triángulo amoroso y disonante entre una viuda millonaria y una joven pareja de intelectuales.

En 1996 publicó Derrière l’épaule (Detrás del hombro), una obra que aborda con mirada crítica su vida. Tres años antes, salió a la luz, en Francia, Et toute ma sympathie (Y toda mi simpatía), que fue considerada como su primer libro de memorias.

El segundo libro lo publicó en el 2001, y fue titulado Aimez-vous Sagan? (¿Te gusta Sagan?).

Ella estaba convencida de que muchos la consideraban como la “Madonna olvidada y hasta vilipendiada de una literatura mal entendida”.

En 2002 prologó una edición de la Correspondencia amorosa de George Sand y Alfred de Musset.

El ocaso de su vida

Los últimos años de su vida transcurrieron como una mujer enferma y arruinada, al punto de que se vio obligada a vender su mansión en Normandía y su piso en París.

Se alojó entonces en casas de sus amigos parisienses, hasta que los nuevos propietarios de su antigua mansión le permitieron volver a vivir en ella.

En la última década del siglo 20, su nombre salió en portada de los medios, pero esta vez no laureando su agudeza literaria, sino por diferentes asuntos turbios.

En varias ocasiones fue condenada por cuestiones de drogas o por fraude fiscal, y pasó dificultades económicas.

Sagan ganó dinero a raudales, pero lo gastaba con la misma rapidez que lo cobraba, pues tuvo una vida desenfrenada expuesta al escándalo.

Sin embargo, su aparente felicidad escondía su gran soledad interior.

Ella decía que sus libros hablaban sobre todo de la soledad y de la manera, si existe, de “desembarazarse de ella”.

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