El 11 de septiembre es una fecha importante para recordar. No solo es por el aniversario de cuando The Beatles terminó de grabar Love Me Do, ni cuando la Unión Soviética retiró sus tropas de Cuba ¿La razón? Mi cumpleaños.
Soy muy severa para celebrar mi onomástico. Creo que por eso no he tenido suerte. De ahí mi fijación en esas festividades con torta, globos y serpentinas. Nunca me ha tocado una fiesta así.
En primer lugar, no he tenido un cumple que se celebre solo para mí. Soy gemela.
Mis padres no pasaron por alto el primer año de vida de las gemelas. Hubo pastel, bocadillos y fiesta.
Con el pasar del tiempo, el cumpleaños de las gemelas dejó de ser novedad.
Pero después del 11 de septiembre de 2001, ya no fue lo mismo. El atentado de las Torres Gemelas, en Estados Unidos, sirvió de parodia.
No faltó el amigo cruel que nos llamara por teléfono: “Por su cumple botaron las torres gemelas”.
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Se me hizo denso servirme un pastel mientras miraba en la televisión el impacto del avión contra los emblemáticos pilares del World Trade Center y su posterior derrumbe.
Otro año, mis amigas no me llamaron el día de mi cumple. Un mes y 26 días después, una de ellas me regaló una bolsa de dulces.
“Disculpa la demora”, me dijo con cara de arrepentida. “No te preocupes, lo que importa es la intención”. Me los comí a regañadientes.
La culpa es mía por llenarme de expectativas. Me rendí. Feliz cumpleaños, Love Me Do.