¡Bagre es bagre y no hay hueso malo!

El caldo que vende Elvia en su negocio es preparado con bagre traído de Posorja (provincia del Guayas), por tanto es de mar no de río.

En el barrio Garay de Guayaquil, calles Ismael Pérez Pazmiño y Colón, los clientes van y vienen para embriagarse con un potaje que los vigoriza.

Édison es uno de ellos.

Frente a sus ojos tiene un caldo de bagre, un plato que Elvia Figueroa elabora y vende allí desde hace más de 40 años. 

Mientras Édison saborea su caldo, y unas gotas de sudor emergen de su frente, comenta que este plato le ha dotado de tanta energía que tiene a su novia embarazada.

La confesión es avalada de inmediato por los cinco amigos que lo acompañan.
—¿De verdad es afrodisiaco?—.
—Sí, al comienzo te da sueño, pero luego te levantas con energía. ¡Voy a ser papá!— dice Édison con el pecho rebosante, mientras el coro de miradas asiente.

Cada porción cuesta cinco dólares. Su valor sube a siete dólares cuando el caldo va acompañado de la cabeza íntegra del bagre.¡Bagre es bagre y no hay hueso malo! Por eso Elvia ofrece guantes desechables a todos aquellos que desean succionar agallas con fruición.

Julio Jaramillo era asiduo cliente de Elvia. El Ruiseñor de América vivía a cuatro casas de allí con Nancy, su señora, y pedía regularmente encebollado y caldo de bagre.
—Era famoso, pero bien llevado con nosotros— dice Elvia.
Cada bagre que la experta cocinera adquiere pesa entre 25 y 30 libras.
—Lo compro por quintales, no me gusta el bagre pequeño; se desbarata, pero además el bagre grande da buen sabor. Si lo compro muy grande sale duro y el cliente reclama porque cree que está crudo— dice Elvia.
El caldo que vende es preparado con bagre traído de Posorja (provincia del Guayas). Por tanto es de mar. No de río.
Elvia es de estatura baja, lleva un turbante, un delantal, unos zapatos deportivos y el rescoldo de las madrugadas en su rostro.

No cobra ni atiende en su restaurante, pues su labor se ciñe exclusivamente a la preparación de su potaje porque las piernas le han pasado factura ante la fatiga a la que ha debido exponerlas durante más de 40 años. 

caldo bagre Elvia
Doña Elvia Figueros en Catfish, restaurante de su propiedad especializado en caldo de bagre. Crédito: Bagre.

¿Por qué a la gente le gusta el caldo de bagre, doña Elvia?

—Porque es un buen alimento, pero algunos dicen que también es afrodisiaco—.

Gran parte de los comensales de Catfish, nombre del restaurante de doña Elvia, son asiduos.

Uno de ellos entra a la cocina para que le repitan la dosis. Otro, en cambio, llega con un recipiente para disfrutarlo en su casa.

Alejandro, cliente de años, dice que le encanta el caldo porque lo llena de energía.

Iván, otro enamorado de este potaje, sostiene que lo prefiere porque no hay nadie que lo prepare como Elvia.

Mientras Alejandro e Iván esperan ser atendidos, a sus espaldas acoderan y zarpan autos de todas las marcas posibles, como el BMW anclado justo en la vereda en donde Elvia colocó un día su fogón, hace 43 años, preñada de sueños. 

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